jueves, 31 de octubre de 2013

> "La bodega" de Noah Gordon






En esta ocasión no vamos a hablar de vinos. Al menos no directamente.  Hoy vamos a hablar de un libro: "La Bodega" de Noah Gordon. Lo adquirimos para hacer más ameno nuestro último viaje a Andalucía y ese largo trayecto en AVE entre Zaragoza y Sevilla.

Noah Gordon es, junto a Ken Follett, uno de nuestros autores preferidos en novela histórica. Por nuestras manos han desfilado títulos como "El último judío", "El diamante de Jerusalén", por supuesto la más famosa de sus obras, "El Médico", y sus dos secuelas "Chamán" y "La Doctora Cole".

El libro que nos ocupa "La Bodega" se publicó en el año 2007, después de un viaje iniciático del autor por distintas zonas vitivinícolas de España. En la sección de agradecimientos Gordon tiene palabras de elogio para varias bodegas hispanas, de diversas denominaciones de origen (Priorat, Penedés  y Cariñena), las cuales le guiaron, asesoraron y condujeron por el siempre atractivo mundo del vino.


Noah Gordon, autor de "La Bodega"

La acción se desarrolla a finales del siglo XIX en un pueblo ficticio, bañado por un río inexistente, tal y como reconoce el autor, situado geográficamente en la comarca del Penedés. El protagonista se ve obligado a abandonar España por motivos políticos, arrastrado por la vorágine de las Guerras Carlistas, y en su huida llega a Francia donde consigue trabajo como peón en una bodega. Allí aprenderá técnicas de cultivo y de elaboración del vino que, tras su regreso a su pueblo natal, intentará poner en práctica no sin esfuerzo.

Sus vecinos, habituados a elaborar vinos poco menos que miserables, la mayoría de ellos destinados a la producción de vinagre, no tardan en considerarle un excéntrico. Su obstinación, sin embargo va dando sus frutos, especialmente tras la construcción subterránea de una bodega aprovechando la madriguera de un animal salvaje, donde hace envejecer sus vinos de más calidad para obtener unos caldos muy notables.

En las páginas de "La Bodega" hay esfuerzo y pereza, amor y odio, desprecio y amistad, venganza y perdón... Y hay vino, como no podía ser de otra manera. Pero no en el sentido en que lo conocemos hoy en día. El vino en "La Bodega"  es el sustento de las familias, la forma de ganarse la vida para poder dar de comer a los hijos, siempre con el riesgo acechante de una tormenta o una plaga que destruya la cosecha. A lo largo de la novela se aprende a querer al vino, a considerarlo como lo que es, el resultado del enorme esfuerzo de quien cultiva el viñedo, más aún en aquellos tiempos de finales del XIX, sin mecanización, ni plaguicidas ni seguros agrarios.

No se trata de un best-seller, ni mucho menos. Es una novela que se lee sin dificultad, la trama no resulta compleja de seguir y permite trasladarnos mentalmente a los albores de la producción de vino en España más o menos como la conocemos en la actualidad, siguiendo las vicisitudes del protagonista.

En resumen, un libro ameno con el que algunos propietarios de bodegas podrán identificar a su abuelo o a su padre, auténticos pioneros (éstos de verdad, no como protagonistas de una novela) en la producción de vinos españoles de calidad.

Sirvan estas líneas como homenaje a todos ellos.

Nunca les estaremos suficientemente agradecidos.





martes, 29 de octubre de 2013

> Ladrón de Guevara Crianza 2010 (Bodegas Valdelana)



Ladrón de Guevara Crianza 2010 


Bodegas Valdelana (Elciego) siempre nos sorprende. Ya contamos en una entrada anterior cómo una etiqueta muy moderna nos llevó a probar un vino de tintes muy clásicos. En esta ocasión la sorpresa ha sido en sentido inverso.

Ladrón de Guevara Crianza 2010 en un "vino de autor". Este calificativo quiere decir que Juan Jesús Valdelana, enólogo y propietario de la bodega, disfrutó en la elaboración del mismo de toda la libertad del mundo, lo cual incluye la posibilidad de soslayar las estrictas normas del Consejo Regulador en materia de periodos de crianza. Sin embargo el vino incorpora la calificación de "crianza" y las notas de envejecimiento en su contraetiqueta indican 12 meses de barrica (de roble americano y ruso) y 12 meses en botella, cumpliendo estrictamente las imposiciones del Consejo Regulador aún sin ser necesario, tratándose como decíamos de un vino de autor. 

Tampoco en la elección de las variedades de uva ha abandonado el enólogo las indicaciones del Consejo Regulador. Elaborado con un 95% de tempranillo y un 5% mazuelo, ambas variedades autóctonas riojanas. Parece lógico que sea así, ya que la familia Valdelana cultiva viñedos en Elciego desde el siglo XVI. Sabemos sin embargo que tiene en marcha un proyecto para comprobar la adaptación de variedades de todo el mundo al microclima y al suelo de la Rioja Alavesa, un estudio que llevará bastante tiempo y que ignoramos qué resultados arrojará. Quizás en el futuro nos encontremos con vinos de Valdelana elaborados con otras variedades más exóticas. Sólo el tiempo tiene la respuesta.


Viñedo experimental de variedades no autóctonas.

Charlando con Juan Jesús Valdelana durante la visita al viñedo

La botella de este Ladrón de Guevara Crianza resulta interesante nada más observarla. Vidrio de magnífica calidad y densidad, de color caramelo oscuro y diseño bordelés con un detalle original pues el diámetro de su base es menor que el de su parte superior (exactamente 0,5cm), dándole un toque estilizado. Cápsula de calidad media y color plateado decorada con una corona, detalle éste que se repite en la etiqueta de papel-seda italiano, donde aparecen 29 coronas de diferentes tamaños y formas, también en color gris sobre fondo plateado. En el Reserva sin embargo el color predominante es el dorado, tal y como pudimos verificar en la visita que realizamos en Agosto pasado. Este vino, el Ladrón de Guevara Reserva 2007 fue galardonado el pasado año 2012 en la Fiesta de la Vendimia de la Rioja Alavesa como "mejor tinto reserva", y la tradición dice que los vinos ganadores en cada categoría son designados como proveedores de la Casa Real durante 12 meses. Ese es el motivo de la regia decoración de las etiquetas de estos vinos de Bodegas Valdelana. 

Primer plano de la etiqueta

Volviendo al Crianza, podemos añadir que el corcho natural es de tamaño grande, algo que siempre agradecemos, aunque en nuestra botella presentó un ligero defecto de fractura, posiblemente por culpa nuestra en el momento del descorche. Vino muy limpio de un precioso color rojo picota con ribete malva. Abundante lágrima muy glicérica y pigmentada. Visualmente no parece un Rioja, o al menos un Rioja clásico de aquellos de ribete teja que enamoran a sus defensores y repelen a sus detractores. Se asemeja más a un Rioja moderno o incluso a un Ribera del Duero, más pigmentado. En nariz revela moras, ciruelas y tostados. En boca taninos muy marcados (tal vez demasiados) quizás pendientes de limarse y modularse. Acidez media. Notas minerales. Final muy largo (canela, cacao, mucha pimienta) casi eterno, con un puntito de amargor nada inquietante.


El color tan intenso, la carnosidad en boca y ese recuerdo herbáceo -vegetal de astringencia nos hace pensar en la posibilidad de que en su elaboración se efectúen remontados intensos o delestages, pues en parte nos ha traído a la memoria otro vino que presentó características similares. Estas técnicas macerativas consiguen un color y un volumen magníficos, pero algunos expertos opinan que la ganancia en color sin embargo se traduce en mermas organolépticas en boca. Cuestión de gustos.

Nuestra opinión es... esperar un tiempo, quizás unos meses, y confiar que en el interior de esa preciosa botella se afinen aquellos taninos que a día de hoy no nos resultan del todo cómodos y amables. Pensamos que este Ladrón de Guevara Crianza 2010 requiere una guarda media, que resistirá muy bien el paso del tiempo y que optimizará su paso por boca si tenemos suficiente paciencia. Tenemos no obstante un inconveniente: sólo adquirimos una botella, de manera que habrá que regresar a Valdelana a comprar alguna más.

Ya tenemos excusa para volver a la Rioja Alavesa.

No hay mal que por bien no venga...

Imagen tomada en la tienda de Bodegas Valdelana. Agosto 2013


sábado, 26 de octubre de 2013

> Casas de ensueño (y II)




Paisaje de nubes bajas tras noche de lluvia.



Hacía ya un tiempo que unos clientes habían requerido nuestros servicios profesionales para que atendiéramos a unos animales que tienen en una finca en el Pirineo. Por cuestiones de agenda el asunto se había ido posponiendo, hasta que finalmente decidimos concretar la visita para un domingo de Octubre. Conseguimos sacudirnos la ligera pereza que a priori nos daba el viaje y madrugando un poquito llegamos a nuestro destino en el Valle de Benasque a media mañana. El día amaneció nublado y la noche anterior había llovido con ganas. Aún sin sol, la montaña lucía magnífica, como siempre. Nubes bajas decoraban las laderas verdes mientras las más altas nos privaban de la visión de las cumbres pirenaicas que nos rodeaban.


Tras unos breves contactos telefónicos, nos encontramos con nuestros clientes (ahora algo más que clientes) , a quienes seguimos en coche inicialmente por una carretera estrecha y virada que pronto ganaba altura, continuando más adelante por una pista moderadamente embarrada por la lluvia que no supuso pega alguna para nuestro vehículo. Casi entre las nubes bajas llegamos finalmente a su casa. Bueno, en realidad es un pedacito del Paraíso Terrenal en mitad de la naturaleza, con todas las comodidades de un hogar moderno y todas las ventajas de la vida en la montaña. Sus animales nos conquistaron desde el primer momento: las ocas, las gallinas, las tortugas, sus dos gatas y sus cinco perros son los habitantes permanentes de aquella borda convertida en mansión, gracias a la labor incansable de sus propietarios, Tania y Antonio.

Algunos habitantes alados  de la casa

Nerón y Rocky, con sus juguetes

Iniciamos rápidamente nuestro trabajo. Vacunas, desparasitaciones, identificaciones, documentaciones... todo quedó realizado en hora y media. A partir de ese momento cerramos el capítulo laboral y nos dedicamos a disfrutar del entorno y de la compañía de nuestros anfitriones y de un amigo suyo, Juanjo, que acudió un poco después. La comida fue relajada, franca, cercana, hogareña... como se hacen las cosas en la montaña, con corazón y con confianza. Manjares de la tierra como los caracoles, las chuletas de cordero y la longaniza fueron compartidos al calor de la chimenea, en animada charla sobre los temas más variados. Para acompañar la comida y dar todavía más fluidez a la conversación, Antonio (gran aficionado a los vinos como bien demostró una breve visita a su bodega particular) abrió una botella en formato magnum de Zuazo Gastón Crianza 2010, vino hasta ese momento desconocido por nosotros y del cual nos llevamos una impresión agradabilísima.


Zuazo Gastón Crianza 2010

Externamente este Zuazo Gastón Crianza 2010 tiene una presencia particular, muy personal, nada común en otros vinos de Rioja. Marca diferencias con su botella borgoñona color gris verdoso oscuro, entre tralúcida y opaca, su cápsula color cobre eléctrico y su etiqueta octogonal ribeteada en el mismo color. Visualmente presenta un color granate intenso con ligero matiz teja en el ribete, lágrima abundante y densa. En nariz predomina la vainilla y los frutos negros sobre las notas tostadas de la crianza, muy integradas y discretas. En boca es un vino complejo, muy redondo y equilibrado casi meloso al paladar. Aparecen sabores como a fruta confitada, a melocotones secos y a caramelo, incluso notas de regaliz. Con un postgusto intenso y largo, invita irremediablemente a tomar un poco más. Una caricia de vino. Perfecto para acompañar guisos condimentados, caza y carnes rojas. 

No parece casual que el Zuazo Gastón Crianza 2010 haya obtenido a lo largo de este año 2013 nada menos que tres premios en reputados concursos: Zarcillo de Plata, bronce en el Challenge International du Vin y bronce en el International Wine Guide. Sin duda lo merece. Podría decirse que estamos ante un Rioja moderno, con sabores y aromas novedosos, pero que no renuncia a su pasado y a su tradición, conservando señas de identidad como ese ribete teja tan característico de los vinos más clásicos de Rioja.


En primer plano Sultán, vigilando sus dominios


Muy a nuestro pesar, el tiempo fue transcurriendo, incluso ante nuestros infructuosos intentos de detenerlo tomando café y hojaldres artesanos. Ante la perspectiva de la duración del trayecto de regreso y recordando que al día siguiente había que seguir trabajando, tuvimos que despedirnos de nuestros anfitriones y de sus cariñosos animales, los cuales ya nos empezaban a considerar como de la familia. Antes de marcharnos, aún fuimos obsequiados con unos chorizos caseros, una docena de huevos de corral y una botella de Egomei 2008 que no tardaremos en probar.


Etiqueta de Egomei 2008. Prometedor...

Una jornada estupenda, maridando trabajo y ocio, en excelente compañía y en un marco paisajístico incomparable. Si la situación así lo decide estaremos encantados de regresar en otra ocasión, quizás con la justificación de alguna otra actuación profesional, quizás por propio deleite.

Desde luego, con las atenciones recibidas, da gusto trabajar. 

Aunque sea en domingo...




> Casas de ensueño (I)




Amplitud y luminosidad

El domingo posterior al día de El Pilar nos invitaron a comer nuestros amigos Rosa y Javier. En realidad se trataba de la presentación en sociedad de su nuevo hogar, una preciosa casa que ha sido su ilusión de toda la vida. La construcción podría encajar perfectamente en Beberly Hills o en Montecarlo, pero no es así, está en España y a poco más de 15 minutos en coche del centro de Zaragoza.

Como decíamos, la casa es una moderna edificación idílicamente orientada y exquisitamente decorada con aires minimalistas. Predomina el color blanco, los espacios diáfanos y el cristal, dando un resultado extremadamente luminoso y amplio. El tiempo era excepcionalmente benigno para mediados de Octubre, así que decidimos comer al aire libre en el porche con vistas a la piscina. Como la ocasión lo merecía, llevamos un Viña Bosconia 2003 que guardábamos con celo desde hacía más de 6 meses, esperando pacientemente tan anhelado momento. 



Viña Bosconia 2003. Homenaje a la Virgen del Pilar.

En la conversación durante la comida tuvo un papel destacado Nacho, el hijo de nuestros amigos, un joven con un futuro profesional enorme que ya empieza a dar sus frutos en el presente, en materia de comunicación y marketing. 

Unos entrantes, una crema de calabaza y un pastel de pescado fueron los deliciosos testigos culinarios con los que fuimos agasajados durante la velada. El Viña Bosconia 2003 se comportó como esperábamos, no defraudó la labor tradicional y podría decirse que ancestral de Bodegas López de Heredia, tal y como intuimos en Marzo al realizar la visita.

Visualmente presenta un bonito color rojo cereza con ribete atejado. En nariz resulta un poco estrecho, se espera más de un López de Heredia, no obstante se detectan frutas rojas acompotadas, maderas finas y especias dulces (canela, clavo, pimienta). Mucho mejor la impresión en boca: fino, sedoso, taninos muy bien integrados, con toques licorosos y un recuerdo amargo muy agradable. Final largo, fresco, muy sabroso y moderadamente persistente. 

Habitualmente, la copa de vino que más disfrutamos es la última que tomamos justo antes del postre. Suele ser así porque a lo largo de la comida hemos ido emparejando el vino con cada uno de los platos y hemos ido sacando conclusiones. Ese instante antes del postre intentamos alargarlo, ralentizarlo, eternizarlo casi en el tiempo. Es nuestro momento. Con los receptores de sabores mayoritariamente estimulados por la comida, un último contacto con el vino multiplica exponencialmente los recuerdos, los aromas, las evocaciones. Nada nos disgusta más que las urgencias que en ocasiones sobrevienen para servir el postre, a menos que el postre sea un surtido de quesos, lo cual permite un tránsito suave y fluido sin abandonar la compañía del vino. Con total seguridad solemos ser los últimos comensales en atacar el postre, pues nos resistimos a abandonar la copa de vino, especialmente si éste nos resulta agradable.

En esta ocasión sucedió un hecho curioso. El postre, servido sin ninguna prisa, consistió en unos brownies caseros con helado de vainilla, exquisitos en sabor y textura. Se nos ofreció tomar algún licor y nos sorprendimos a nosotros mismos declinando la oferta. Optamos por continuar disfrutando del vino después de terminar el postre, algo verdaderamente poco habitual en nosotros. Incluso nos levantamos de la mesa y nos trasladamos a la zona de estar con nuestras copas de vino. La decisión no fue premeditada, más bien se trató de algo emocional e instintivo. Tal vez nuestro subconsciente pensó: ¿cómo vamos a desdeñar lo que queda de este vino?. En muchas ocasiones los sentimientos aciertan plenamente.

Con las papilas gustativas saturadas de dulce, descubrimos el toque licoroso del Viña Bosconia 2003, se completó la conexión neuronal que nos reveló un sabor sorprendente. Inicialmente pensamos en brandy, pero un análisis más exhaustivo nos permitió detectar el licor de endrinas, un pequeño secreto oculto hasta ese momento. ¿Y si hubiéramos abandonado justo antes del postre? ¿Nos hubiéramos perdido este detalle final? Muy probablemente.


Zona de estar orientada hacia el sol de la tarde


Tras un buen rato de conversación al calor del sol poniéndose tras los enormes cristales, no nos quedó más remedio que despedirnos de nuestros amigos, agradeciéndoles sus atenciones y felicitándoles por su magnífica casa, el escenario ideal para haber aprendido a disfrutar sin prisas de este vino, un Rioja clásico de los de toda la vida, por el que no pasan los años. Si Don Rafael López de Heredia decidiera hacer a día de hoy un vino, haría un vino como este Viña Bosconia 2003, y seguro que estaría encantado de descorcharlo, como hicimos nosotros, en casa de unos buenos amigos.

Hasta pronto.


D. Rafael López de Heredia

jueves, 24 de octubre de 2013

> La Pasión 2010 (DO. Méntrida)







Regularmente algunos amigos nos solicitan información acerca de vinos que les han ofrecido, han probado o sobre los que han recibido alguna oferta comercial. En ocasiones son vinos desconocidos por nosotros, de manera tal que tras realizar una somera investigación (habitualmente on line, muy a nuestro pesar no siempre es posible probar el vino o visitar la bodega), les enviamos nuestra opinión personal, para que dispongan de otro punto de vista digamos más imparcial. Luego cada cual toma sus decisiones.

El mes pasado nos llegó una consulta acerca de un vino La Pasión 2010 de Bodegas Jiménez-Landi de Toledo. Respondimos inmediatamente a nuestro amigo via email, pero la presente entrada se quedó en el tintero, desplazada a la carpeta de borradores durante más de un mes, como consecuencia de otros compromisos. Hoy la rescatamos y ve por fin la luz.

Las Bodegas Jiménez-Landi pertenecen a la DO. Méntrida (Toledo) en las faldas de la Sierra de Gredos. Nacieron en 2004 y apostaron por el cultivo de la Garnacha, variedad autóctona de la zona casi olvidada por otros productores, pero con gran arraigo sin embargo en otras áreas geográficas como  Aragón  (DO. Calatayud, DO. Campo de Borja) donde los vinos monovarietales de Garnacha son muy habituales. Bodegas Jiménez-Landi poseen poco más de una veintena de hectáreas de viñedo, algunos de ellos centenarios, y aseguran un cultivo tradicional, sin mecanización, igual que los métodos de elaboración del vino. Son casi un oasis en el desierto, algo novedoso y arriesgado, desde el punto de vista comercial.

Su escasa producción no tiene nada de barato. Hay botellas que superan los 30Eur y en la actual corriente de críticos-enólogos claramente favorables a las garnachas han cosechado notables puntuaciones en las guías de entendidos.


Particularmente la garnacha no es nuestra variedad predilecta, y el coupage con syrah puede resultar un poco áspero. En un vino medianamente evolucionado como éste del 2010 aún puede estar bien si se consume rápido. La clave estará en cómo se limen esos taninos tan abundantes en esas dos variedades de uva, nada que ver con el Tempranillo Riojano al que estamos acostumbrados. La Garnacha es muy carnosa, muy golosa y muy "frutosa", da unos vinos que casi se pueden masticar. Si están bien ensamblados y si la astringencia está bien domada, ahí radica la dificultad y la clave del éxito (o del fracaso), son ricos y sabrosos.

Nos viene a la memoria un vino que hemos tomamos en un par de ocasiones, la última de ellas en el Monasterio de Rueda en Sástago (Zaragoza), Secastilla de Viñas del Vero (DO Somontano). Este La Pasión 2010 debe  de ser de ese estilo, pues se elabora con garnachas centenarias y se envejece en barrica unos 2 años.

No está nada mal de precio y no deja de ser algo muy exclusivo, pues no está a la venta al tratarse de una serie limitada conmemorativa del 40 aniversario del Club Vinoselección. Algo diferente para probar, aunque no creemos que se pueda guardar durante mucho tiempo. 

No obstante siempre pueden producirse sorpresas agradables.



Ficha oficial de cata de La Pasión 2010

Bonito color rojo cereza picota amoratado con rasgos jóvenes.
En la fase aromática destaca por su elegancia, finura e intensidad. 
Las primeras notas percibidas corresponden a la serie floral; más 
tarde aparecen matices de resinas, para seguir con recuerdos de 
fruta roja madura (cerezas y grosellas) que se funden con matices 
balsámicos (mentolados y resina de pino).
En la fase gustativa es sabroso, redondo, muy equilibrado, las 
primeras sensaciones en su paso de boca son agradablemente 
frescas; taninos de calidad netamente frutales le dotan de un paso 
de boca sedoso y con expresión. Buena carga frutal con un elegante
final marcado por notas especiadas.





martes, 15 de octubre de 2013

> Osborne: más que vinos




El Toro de Osborne

A finales del siglo XVIII, Mr. Thomas Osborne natural de Exeter (Inglaterra) decidió probar suerte en el floreciente comercio de los vinos de Jerez, tan de moda en su tierra natal en aquella época. Comenzó comprando vino a los productores locales y exportándolo, hasta que comprendió que podía incrementar sus beneficios si era él mismo quien lo elaboraba. Se instaló en la localidad de El Puerto de Santa María (Cádiz) y así nacieron Bodegas Osborne, allá por el año 1772.

En la actualidad Osborne es más que una bodega, es un grupo empresarial con capital íntegramente español, que diversifica su expansión en el sector de la alimentación principalmente y exporta a más de 50 países. Comercializa, por supuesto, vinos de diversas denominaciones de origen (Rueda, Rioja, Ribera del Duero, Jerez, Oporto), vinos sin denominación de orígen (Tierra de Castilla, Tierra de Cádiz), pero también embutidos ibéricos (Cinco JotasSánchez Romero Carvajal), bebidas alcohólicas (brandy, ginebra Seagram´s, Anís del Mono) y no alcohólicas (tónica Markham, bebidas energéticas Monster, Toro XL) y aguas minerales (Solán de Cabras). Dispone asimismo de un total de 17 restaurantes exclusivos Osborne en Madrid, Barcelona, Sevilla y Lisboa. Cuenta también con 8 Tiendas Toro algunas de ellas en el corazón de sus bodegas, donde es posible adquirir casi de todo: camisas, polos, sudaderas, carteras, llaveros, bisutería, cascos de moto (¡!), evidentemente siempre relacionado con su imagen corporativa: el Toro de Osborne.


Toros "tuneados"

Sección Cinco Jotas-Sánchez Romero Carvajal

Tienda Toro: bebidas

Tienda Toro: textil y complementos

Tienda Toro: material de oficina

Cascos de moto personalizados

El Toro de Osborne nació en el año 1956 como imagen publicitaria del brandy Veterano. Su diseñador fue Manolo Prieto y supuso una de las campañas más exitosas en la historia del marketing español. Casi de la noche a la mañana las lomas y colinas más cercanas a las principales carreteras del país se vieron invadidas por las siluetas negras de los toros de Osborne, las cuales pasaron a formar parte integrada del paisaje.


Imagen original de la campaña publicitaria de Veterano

Tan importante fue la raigambre de los toros de Osborne con los pueblos y sus gentes, que cuando en el año 1988 se aprobó una ley para hacer desaparecer de las carreteras cualquier publicidad relativa a bebidas alcohólicas, se puso en marcha una iniciativa popular solicitando el "indulto" del toro de Osborne, lo cual se logró definitivamente en el año 1997 tras llegar nada menos que hasta el Tribunal Supremo. A día de hoy existe un total de 90 toros de Osborne repartidos por toda EspañaA su inmortalidad también contribuyó el director de cine Bigas Luna, en cuyo largometraje "Jamón, jamón" el Toro adquiere tanto o más protagonismo que la pareja Javier Bardem y Penélope Cruz.

Cartel promocional de la película

Hoy en día el Toro de Osborne es un símbolo de identidad nacional. De hecho no es infrecuente observar en algunas retransmisiones deportivas a aficionados que portan banderas de España no con el escudo constitucional sino con el toro negro, orgulloso y desafiante, emblema del carácter y de la fortaleza del pueblo español, valiente pero terco, noble pero irresponsable... 


Iker Casillas, portero titular (?) de la Selección Nacional de Fútbol, celebrando el Mundial 2010 por las calles de Madrid

Aficionados españoles con la bandera y el toro

Pero volvamos a la visita de Bodegas Osborne en El Puerto de Santa María. Natalia se encargó (quién si no, nadie como ella para estas gestiones...) de tramitar las reservas vía online y/o telefónica, de modo que acudimos a la hora convenida a la bodega. Hicimos un poco de tiempo viendo la tienda y sacando fotos hasta que la guía nos invitó a pasar a ver un audiovisual de unos minutos de duración tras el cual nos acompañó a visitar la bodega en sí. Nos explicaron someramente la elaboración de los vinos de Jerez, detalles ya comentados en las entradas anteriores.

Esperando el inicio de la visita a Bodegas Osborne

Para concluir la visita, nos condujeron a una bonita sala de degustación donde pudimos disfrutar de los vinos de Osborne. En realidad no fue una cata guiada, ni siquiera puede decirse que se tratara de una cata, pues la guía nos hizo una serie de indicaciones acerca de los cuatro vinos que íbamos a probar y desapareció. En torno a aquella mesa (qué cosas tiene el vino) entablamos conversación con un matrimonio de Madrid, una pareja de León, dos amigas de Barcelona y un grupo de cuatro cubanos residentes en Tenerife. A la segunda copa de fino desaparecieron los límites regionales y tanto hubiera dado si nuestro vecino de mesa hablara exclusivamente sueco o búlgaro, a esas alturas la conversación era ya de sobra fluida. 

Empezamos probando el Fino Quinta Osborne, elaborado íntegramente con uva Palomino en crianza biológica. Es un vino extraseco que debe servirse bien frío, muy fresco en nariz, con una pujante acidez muy viva en boca, para maridarlo con embutidos, quesos, salazones y encurtidos. 

El segundo vino a disfrutar fue el Bailen Cream Osborne, 90% Palomino y 10% Pedro Ximénez. Algo menos seco que el anterior, tratándose de un cream es casi un oloroso. La guía que nos acompañó en la visita reconoció que este vino era el primero a tomarse en los días de feria para recuperarse de los excesos cometidos el día anterior, ya que permitía recuperar rápidamente los niveles de alcohol para superar la resaca. Como se suele decir... "un clavo saca a otro clavo".


Sala de degustaciones. Bodegas Osborne.

Continuamos con el tercero de los vinos. 

En este punto Natalia había encontrado unos animados temas de conversación con el grupo de cubanos, mientras que yo estaba a punto de arreglar la economía y la política del país con la inestimable colaboración del matrimonio de Madrid, al mismo tiempo las chicas de Barcelona y la pareja de León, a tenor de su alegría y alboroto, parecían haber hallado la solución al cambio climático, el agujero de la capa de ozono y la prevención frente a huracanes y terremotos, por lo menos... The power of the wine, podría decirse. Seguro que si llevamos unas cuantas cajas de vino a la Asamblea General de las Naciones Unidas, en diez minutos se resolvían los problemas del mundo.

Decíamos que el tercero de los vinos, nuestro preferido, fue el Santa María Cream, 80% Palomino y 20% Pedro Ximénez, delicioso tanto con dulces como con salados. Particularmente nos enamoró en su maridaje con un paté ibérico, y aún será mejor con un foie francés que tenemos guardado. Igualmente será un escándalo delicioso combinarlo, por ejemplo, con una Trenza de Huesca.

El cuarto (y último, gracias a Dios, no sé si hubiéramos resistido alguno más) de los vinos fue un Pedro Ximenez, extradulce, muy aromático (aromas de compota y mermelada), peligroso "zumo de pasas", ideal para acompañar postres de todo tipo. Muy versátil en cocina, como base para realizar salsas para carnes rojas o caza, aunque este último uso no agrada especialmente a los amantes del vino de Jerez, pues consideran que un vino se debe disfrutar en estado puro y en una copa.

Casi con lágrimas en los ojos nos despedimos de nuestros compañeros de mesa de degustación y nos dimos una vuelta por la tienda, donde evidentemente no pudimos resistir la tentación. Al margen de otros artículos, insistieron en venirse con nosotros 3 botellas de vino: un crianza Señorío del Cid (Ribera del Duero), un Solaz Coupage (Tierra de Castilla) y, como no podía ser de otra manera, un Santa María Cream, que espera fielmente en el frigorífico nuestra reverenciadora visita casi diaria para hacerle los honores, igual que el torero espera al toro, para honrarse mutua y recíprocamente.

Vinos y toros. Por supuesto, de Osborne...


Nueva imagen corporativa de Bodegas Osborne



lunes, 14 de octubre de 2013

> El triángulo dorado del Jerez (y II)


Sala de crianza. Bodegas Osborne (El Puerto de Santa María)

Las hermanas pobres

Como ya hemos comentado, la uva Palomino es la mayoritaria en Jerez y con ella se elaboran los vinos finos, los amontillados y los olorosos, en función del grado de prensado, su crianza, etc. Existen otras dos variedades más con las que se elaboran vinos dulces, se trata de la Moscatel y la Pedro Ximénez, de cultivo menos extendido y cosecha menos abundante. La principal diferencia en el caso de la Pedro Ximénez, radica en una técnica denominada soleo previa al prensado. Tras la recolección, las uvas Pedro Ximénez se extienden en unas redes de esparto llamadas "paseras" sobre el suelo, y allí se dejan durante unos días iniciándose su pasificación. Superado ese periodo se prensan y se obtiene no un mosto, sino una especie de melaza con la que se empieza a trabajar. Se adiciona el alcohol, se envejece y se embotella. El resultado es un vino extradulce, muy aromático, con aromas a compota y mermelada, exquisito para acompañar postres. Fácil y agradable de tomar, resulta muy goloso y atractivo al paladar. A pesar de su dulzor no empalaga. Una copa llama a la siguiente. No sin razón se dice que el vino Pedro Ximénez no es vino, es zumo de pasas con peligro, con mucho peligro...


De izquierda a derecha: fino, medium, oloroso, dos tipos de cream y Pedro Ximenez


¿Y cuántos tipos de vino de Jerez existen?

La respuesta es... muchos. Para empezar se habla de "vinos generosos" (fino, amontillado, oloroso, palo cortado), de "vinos dulces naturales" (moscatel, Pedro Ximénez) y finalmente de "vinos generosos de licor" (pale cream, medium, cream).

El palo cortado es un vino inicialmente criado bajo velo de flor como fino (e identificado como tal en la bota, con una marca vertical, para diferenciarlo de los olorosos que se marcan con un círculo). Si en el curso de la crianza los catadores detectan alguna oxidación o una disminución del velo de flor, se modifica la marca y el trazo de tiza vertical antiguo se corta con otro trazo horizontal (como un "palo cortado", de ahí su nombre). Sólo el tiempo dirá si se trata de un auténtico palo cortado, o bien si evoluciona como un oloroso. Es un vino muy poco frecuente, casi una rareza.

Por no alargarnos hablaremos por último del denominado cream, anglicismo que denomina no a un vino sino a una clase de vinos que inicialmente se elaboran como olorosos, sin embargo a mitad de su crianza se les añade un importante aporte de vino dulce, normalmente Pedro Ximénez, en una cantidad no estipulada que queda al albur de la bodega. El resultado es un vino escandalosamente rico, capaz de maridar con postres dulces y con platos salados como patés y quesos. Una delicia arriesgada. Su elevado contenido en alcohol y su agradable paladar hacen que este tipo de vinos solamente deban ser degustados con cautela y mesura. No es infrecuente caer en excesos.


Cata y degustación en Bodegas Osborne (El Puerto de Santa María)

One and only

A estas alturas, estaremos de acuerdo en que los vinos de Jerez son únicos. No se parecen en nada al resto de vinos, ni por elaboración, ni por historia, con la salvedad quizás de los vinos de Oporto, con los que precisamente siguen ciertos paralelismos. Incluso como hemos visto, existe en Jerez un argot, un lenguaje , una nomenclatura peculiar y exclusiva. Hasta tal punto son originales estos vinos que son los únicos que no evolucionan una vez embotellados: ni mejoran ni empeoran. Su evolución se detiene al salir de la bota. Por este motivo algunas bodegas ya no emplean tapones de corcho, a pesar de que los tapones de rosca metálica no tienen muy buena prensa. Prefieren minimizar las roturas de los tapones aun a riesgo de que estéticamente sean menos atractivos. Por el mismo motivo se aconseja no guardar las botellas tumbadas sino hacerlo en posición vertical, otra diferencia con la mayoría de los vinos. Y lo mejor de todo: una botella abierta apenas pierde propiedades, de modo que ya tenemos la perfecta justificación para que en nuestra casa haya siempre una botellita dispuesta a ser degustada, pues la excusa "no la abro porque no la vamos a tomar toda..." no es aplicable en ningún caso a los vinos de Jerez. 

Entrada a Bodegas Osborne (El Puerto de Santa María). Octubre 2013

Bodegas Osborne (El Puerto de Santa María)

Nuestro reciente viaje por Andalucía no tenía a priori demasiado interés en materia de vinos, siendo nuestros preferidos los tintos de Rioja o, en su defecto, los de Ribera del Duero. Surgió no obstante la posibilidad de visitar las instalaciones de Bodegas Osborne en El Puerto de Santa María (Cádiz) como colofón a un magnífico día de navegación, paseo por la playa y marisco recién capturado.

Ya con anterioridad habíamos visitado la bodega que Osborne tiene en Malpica de Tajo (Toledo) donde elabora vinos de la Tierra de Castilla, en la inmejorable compañía de unas amigas talaveranas quienes hicieron de exquisitas anfitrionas a lo largo de todo el fin de semana. Poco o nada tiene que ver aquella bodega de Toledo con la que hemos visitado recientemente en El Puerto de Santa María. Ésta es un viaje a los orígenes de Osborne, pero será mejor que lo contemos en la siguiente entrada.


Jardines de las Bodegas Osborne en Malpica de Tajo (Toledo). Agosto 2011

> El triángulo dorado del Jerez (I)




El noroeste de la provincia de Cádiz atesora la denominación de origen más meridional de toda Europa. Sus límites geográficos inamovibles son el río Guadalete, el río Guadalquivir y el océano Atlántico y en ese triángulo mágico se enmarcan los tres núcleos urbanos que han dado fama mundial a sus vinos: Jerez de la Frontera, El Puerto de Santa María y Sanlúcar de Barrameda. 

Se trata de una región con un índice pluviométrico elevado pero muy irregular, con períodos de lluvia cortos pero intensos seguidos de amplísimos periodos de sequía. La cercanía del Atlántico garantiza un aporte húmedo ambiental sobre todo nocturno así como unas temperaturas suaves. Estas características meteorológicas derivan en un escaso desarrollo de las cepas, las cuales escasamente superan el medio metro de altura. Pero, como se suele decir, las vides requieren un poco de adversidad para reafirmar toda su personalidad.

Griegos, cartagineses, romanos e incluso los abstemios musulmanes, éstos últimos con el pretexto más o menos justificable de la elaboración de ungüentos y la producción de pasas, han perpetuado el cultivo de la vid en esas tierras, mayoritariamente de la variedad Palomino aunque sin desdeñar otras variedades como la Pedro Ximénez y la Moscatel.



Una historia de piratas

Hacia el siglo XVI, en plena globalización del comercio entre oriente y occidente, en los opulentos años en que Sevilla y su Casa de Contratación eran el epicentro de las transacciones comerciales del planeta, los vinos de Jerez ocupaban un lugar destacado en cada galeón que se disponía a partir, pues se reservaba la tercera parte del volumen de carga para uso exclusivo de los bodegueros jerezanos, cuyo vino servía como lastre en el viaje de ida al mismo tiempo que era consumido por los navegantes durante la travesía. El vino sobrante (si es que lo había) una vez llegado a destino, también era vendido. Esta práctica tardó poco en ser descubierta por los corsarios y piratas mercenarios al servicio de Inglaterra, cuyos ataques a las flotas mercantes españolas en el Atlántico se extendieron también a la costa gaditana, con asedios y saqueos que en ocasiones dieron sus frutos en forma de barricas de vino.

Así es cómo se popularizó en Inglaterra el consumo del vino de Jerez, especialmente en la corte y entre las familias más adineradas e influyentes. En los siglos XVII y XVIII se produjo el asentamiento en la zona de industriales y comerciantes ingleses, quienes iniciaron la producción de vinos más fuertes y oscuros, más acordes a los gustos de sus clientes ingleses y holandeses, lo cual devino en conflictos con los productores locales, tradicionalmente inclinados a la venta de vinos pálidos y casi sin crianza, los cuales requerían la adición de alcohol para poder soportar las largas travesías marítimas, práctica conocida como fortificación o encabezado. La tendencia a almacenar prolongadamente vinos de diferentes cosechas y la necesidad de abastecer al mercado con una calidad constante dio lugar al sistema típico jerezano de criaderas y solera. La prolongación del tiempo de mantenimiento del vino en las barricas (botas, en argot jerezano) obligó a que la práctica del encabezado dejara de ser un medio de estabilización de los vinos más frágiles para convertirse en una técnica enológica.


Bodegas Osborne (El Puerto de Santa María) 

La elaboración: el triunfo de la paciencia

A primeros de Septiembre, cuando la uva "se rinde", se inicia la vendimia, casi siempre manual, pues el escaso desarrollo de las vides dificulta la vendimia mecanizada. De la primera parte del prensado se obtiene el mosto de "primera yema" destinado a obtener vinos dirigidos a crianza biológica (finos). aplicando una presión mayor se obtiene el mosto de "segunda yema" con más cuerpo, procedente de las partes sólidas de la uva, para la producción de vinos con vocación hacia el envejecimiento oxidativo (olorosos). 

A finales de otoño el denominado "vino base" debe desliarse, separarse el vino claro de las lías formadas en el fondo del depósito de fermentación. En este momento empieza a evidenciarse el elemento natural más extraordinario: el desarrollo de la flor del vino, algo así como una espuma resultado de la actividad de las levaduras autóctonas jerezanas que termina cubriendo la totalidad de la superficie y minimiza la oxidación del vino al impedir su contacto con el aire. Para ello se requieren unas condiciones concretas de humedad, temperatura y aireación (de ahí la importancia del diseño y la ubicación de las bodegas) así como una concentración alcohólica concreta.


Desarrollo del velo de flor

A finales de Diciembre los vinos base están listos. Tras su clasificación por los catadores se pasa a realizar el encabezado, técnica consistente en añadir alcohol, práctica que en la antigüedad se realizaba para proteger los vinos durante sus travesías marítimas y que hoy en día supone la principal seña de identidad de los vinos de Jerez. El encabezado (o "fortificado") consiste en adicionar alcohol hasta obtener 15,5º en aquellos vinos destinados a convertirse en finos (o manzanillas, en Sanlúcar) mediante crianza biológica, o bien hasta 17º en aquellos clasificados para su envejecimiento como olorosos mediante crianza oxidativa. El alcohol es el alimento de las levaduras, pero en su justa medida. Si nos quedamos cortos, la levadura muere y desaparece el velo de flor. Si nos pasamos... también, y el vino comenzará a oxidarse y perderá su color pajizo original. Las barricas o botas que se emplean son de roble americano, de diversos tamaños según el uso que se les vaya a dar, con una edad que oscila entre los 50 y los 80 años. Su llenado se realiza dejando espacio libre, para que el vino "respire", una cámara de aire aproximadamente de "dos puños" con la barrica en posición horizontal y por el mismo motivo se dejan sin colocar los tapones: el aire y las levaduras deben campar a sus anchas, tanto en las bodegas como en el interior de las barricas.


Sistema de envejecimiento en criaderas y solera

El periodo de envejecimiento debe extenderse al menos durante 3 años, pero en Jerez no suele realizarse de un modo estático, sino que se emplea un método dinámico conocido como "criaderas y solera", aconsejable para la crianza oxidativa de los olorosos pero absolutamente imprescindible para la crianza biológica bajo velo de flor de los finos y manzanillas. El sistema de criaderas y solera es un complejo programa de trasiegos de unas botas a otras, es la auténtica receta artesanal de cada bodega, requiere tiempo y muchos cuidados, y logra homogeneizar unas añadas con otras, permitiendo mantener constantes las características del producto final temporada tras temporada. El vino que se va a embotellar procede siempre de las botas de solera. El volumen que se deja libre en cada bota tras la extracción ("saca", en el argot) se repone con vino procedente de las botas de la 1ª criadera y éste a su vez se repone con el de la 2ª criadera, y así sucesivamente. Pero la dificultad reside en que además se mezcla vino de un año con el de otro y además debe irse añadiendo alcohol si se desea mantener la flor... Un enorme quebradero de cabeza, una labor gigantesca que queda en las manos de cada productor, pero que a su vez supone la personalidad de cada bodega. 

Ese es el momento del artista, a golpe de catavinos y venencia (así es como se llama el extraño utensilio que se emplea para la toma de muestras de las botas) el enólogo decide cuánto alcohol, cuánto vino, de qué criadera, en qué proporción... se añade aquí o allá, con el fin último de obtener un fino o un oloroso de quitarse el sombrero... jerezano, por supuesto.


Toma de muestra con venencia. Fuente: www. sherry.org