martes, 30 de diciembre de 2014

> 2014: Un año de vinos... pausados




A punto de cerrar el año 2014, parece casi obligatorio echar la vista atrás y revisar nuestras experiencias enológicas a lo largo de estos doce meses.

En Enero regresamos a las aulas, a realizar un curso de cata, comprometiéndonos con nosotros mismos a repetir al menos una vez al año, a fin de reactivar y nutrir la memoria olfativa, más que nada para no perder las buenas costumbres. Recreamos también la visita a las Bodegas Eguren Ugarte y nuestra placentera estancia en su precioso hotel. A final de mes publicamos dos entradas relativas a nuestra visita meses atrás a Sarrión, capital de la trufa negra turolense, bajo el título "Diamantes negros".









Febrero fue un mes poco prolífico, en cuanto a entradas en el blog. A pesar de ello tuvimos ocasión de probar "El vino del Papa", verdaderamente un vino divino.

En Marzo vencimos al fin algunos de nuestros prejuicios y degustamos algunas garnachas aragonesas, vinos que en los últimos años han llegado al Olimpo. Seguimos discrepando con Parker, pero algo menos.

Al inicio de la primavera, Abril nos llevó hasta la VIII Feria de los Vinos de Aragón (Montañana), y aquella visita nos hizo ampliar el horizonte a vinos y bodegas desconocidos. Podríamos decir que hay un antes y un después de aquel fin de semana. Por lo emotivo, merece especial mención la entrada titulada "Decíamos ayer...", reencuentro de compañeros de la infancia que esperemos seamos capaces de repetir más pronto que tarde.





Mayo nos condujo a probar vinos muy diferentes. Por un lado presentamos unos tintos de Cantabria, monovarietales de mencía del Valle de Liébana, agrestes pero intensos. Por otro lado, varios vinos bajo el epígrafe de "Vinos de Autor" fueron también protagonistas de otra entrada en el blog. Muy interesantes.




Tras el parón veraniego, debido a obligaciones laborales inexcusables, retomamos la actividad en Agosto, con un par de entradas dedicadas a vinos de la DO. Somontano, quizás un poco olvidada hasta ese momento, para concluir el mes hablando de los "Vinos de Club" un concepto poco definido pero con enorme garantía.


Concluimos el verano con las entradas del mes de Septiembre. La primera más "turista" que "eno", bajando a las entrañas de la Tierra, repasando nuestra visita a la Cueva de El Soplao (Cantabria) y la segunda, algo más filosófica y etérea, hablando si es que se puede hablar, del "Sexo de los vinos".








El último trimestre lo iniciamos en Octubre con la que probablemente haya sido la visita más interesante del año. La región italiana del Piamonte, a pesar de lo breve de nuestra visita, nos dio para escribir dos "entradas gourmet", y es que la trufa blanca y el Barolo, son dos manjares dignos de monarcas.





El fresco mes de Noviembre nos sorprendió con la cata-presentación de los "Vinos del desierto" realizada una tarde de viernes en La Chucrut (Zaragoza), elegante y novedoso comercio de más que aconsejable visita. Allí nos reencontramos con algunos amigos y conocimos al alquimista responsable de la Bodega Dcueva Dmonegros (Lanaja), autor del sorprendente y exitoso Duna 2013. Por cierto, le debemos una visita.





Y para concluir, Diciembre lo empezamos recordando con cariño el evento social más destacado del año publicando la entrada titulada "Tout glamour..." De regreso al calor del hogar, buscando refugio del frio exterior, cerramos el año con otras dos entradas algo más técnicas, notas de cata particulares acerca de dos de los vinos que más nos han sorprendido en este 2014, el Bourgogne Gamay 2013 y el Señorío de Labarta 2008.



Volveremos muy pronto, con información acerca de un par de bodegas recientemente visitadas, nuestras opiniones sobre un peculiar hotel muy relacionado con el enoturismo y por supuesto, con más notas de cata personales relativas a nuevos vinos probados.


Gracias de corazón, a todos los que nos siguen.

¡¡Feliz Año 2015!!



lunes, 22 de diciembre de 2014

> Señorío de Labarta 2008



Imagen promocional del Señorío de Labarta 2008


Resultado de un ensamblaje típico en Rioja (80% tempranillo, 10% mazuelo, 10% graciano), madura durante 12 meses de barrica de roble americano y un mínimo de 24 meses de redondeo en botella antes de salir al mercado. En realidad llega a nuestras manos con mucho más tiempo embotellado. Mejor...

Se presenta en botella bordelesa de color verde, con cápsula plateada y corcho natural de gran calidad. Etiqueta muy clásica y caligrafía sobria, casi ministerial, con escasa información (nombre, añada, variedades de uva y denominación de origen).


Señorío de Labarta Reserva 2008


De color rojo cereza algo evolucionado, de capa media-baja y ribete ocre casi anaranjado, despliega una fase nasal espectacular. Tras una rápida apertura en la copa, disipando velozmente un ataque tal vez ligeramente alcohólico, aparecen frutos negros maduros (ciruelas, moras, higos secos), adornados con un fondo de cuero, tabaco y maderas muy nobles. Sorprende después de un receso, al retomar la copa parada durante un tiempo, un más que original aroma a incienso (!!).

En boca resulta muy redondo e integrado, con taninos finos y dulces. Chocolate, canela y torrefactos. Notas licorosas (brandy?). Acidez  media que equilibra perfectamente el bajo contenido en alcohol. Postgusto quizás un poco corto, aunque muy sabroso, con reaparición de la fruta y un final especiado sutil y elegante.

Representante inequívoco de los vinos de guarda prolongada. Un Rioja clásico y estupendo, como un traje gris con camisa blanca y corbata granate. 

Perfecto para cualquier ocasión.


Detalle de la etiqueta

sábado, 13 de diciembre de 2014

> Bourgogne Gamay 2013



Bourgogne Gamay 2013


En la región francesa de Borgoña, la variedad de uva reinante es sin duda la Pinot Noir. Con ella se elaboran los que probablemente sean unos de los mejores tintos de todo el mundo, con permiso de los Barolos italianos y alguna que otra honrosa excepción. Existe sin embargo otra casta minoritaria en Borgoña, se denomina Gamay y vendría a ser la "hermana pobre" de la familia. Tiene la Gamay una enorme virtud, la facilidad para su cultivo, y también sus elevados índices productivos, lo cual puede considerarse simultáneamente una ventaja (kilos de uva) y un inconveniente (uva de menor calidad), de un modo similar a lo que sucede en el Piamonte con la Barbera y la Nebbiolo, tal y como ya describimos en una entrada anterior.

Conseguimos unas botellas de un vino poco frecuente en nuestro mercado, el Bourgogne Gamay 2013, coupage mayoritario de uva Gamay con un aporte de Pinot Noir.

Se presenta, como no puede ser de otra manera, en botella borgoñona de color verde con cápsula plateada y corcho natural. Etiqueta elegante con escudos heráldicos, tan frecuentes en los vinos franceses.

Visualmente es de un rojo cereza de capa media-baja con ribete rosado. Lágrima media no pigmentada de rápida caída. Impresionante y sorprendente en fase nasal: tras un ataque moderadamente alcohólico aparecen cerezas maduras confitadas, mermelada de ciruelas y un erótico recuerdo cárnico, animal y de humus absolutamente inconfundible. Algo menos excitante en boca, aunque armónico e integrado, ligeramente herbáceo, con baja tanicidad y elevada acidez que equilibra perfectamente el alcohol.

Postgusto medio generosamente especiado y sutilmente amargo. Un vino elegante, femenino, cariñoso, con glamour...


Detalle de la etiqueta

martes, 9 de diciembre de 2014

> Tout glamour...


Postal de Toledo. El Alcázar, impresionante...


Toledo ha sido, es y será siempre una ciudad con clase, imperial, señorial, capital del Imperio Español y ciudad de las tres culturas hasta el siglo XVI. Ha resultado muy estimulante visitar la ciudad dieciocho años después de la primera vez, en idéntica compañía pero con la madurez y la perspectiva que aporta el paso del tiempo. Gran protagonista sin duda, este año cuarto centenario de su fallecimiento, es El Greco, pintor cretense que desarrolló en la capital toledana sus años pictóricos de mayor éxito, pero no vamos a hablar de pintura.

Vayamos al evento en sí...

Invitados por unas queridísimas amigas (gracias, Begoñas) acudimos el pasado mes de Septiembre al enlace matrimonial de una de ellas. No hay distancias cuando la causa (y las personas) lo merecen. El día amaneció despejado y soleado, presagiando efectivamente una jornada calurosa. Madrugamos para no ir con prisas, algo que al final no logramos, pues cuando te vistes de esa guisa, mil impedimentos te dificultan, digámoslo así, una movilidad y locomoción normales. Ambos impecables salimos de nuestro hotel en Toledo y nos subimos al coche para ir a Talavera de la Reina, lugar de celebración de la ceremonia. Ese momento, el de subir al coche, fue al menos para mí, una auténtica heroicidad, un instante crítico del día, pues hasta ese justo momento, no supe si las costuras del chaqué iban a resistir la jornada o por el contrario iban a abrirse en un sonoro quejido, si acaso sólo silenciado por mis llantos y lamentos. Al final nada de eso sucedió, para el bien de todos, en especial para la salud cardiovascular de mi mujer, porque le hubiera dado un infarto.

Antes de la ceremonia, en los jardines que rodean la Basílica de Ntra. Señora del Prado


El traslado a Talavera, casi una hora en coche, no se hizo largo en principio, pero puedo jurar que no he conducido jamás empleando menos músculos de mi cuerpo: movimientos suaves, acompasados, sin brusquedad alguna, todo ello con la finalidad única de preservar la integridad textil de los atuendos. 

Las tierras toledanas en verano no son frescas precisamente, y el interior de la iglesia no fue una excepción. Los ropajes, las luces, la emoción y los metabolismos de los presentes contribuyeron a hacer subir la temperatura en la Basílica de Nuestra Señora del Prado. En el interior de mi levita rondábamos los 40ºC, añadiendo a los más de 32ºC exteriores los de mi propio organismo. Finalizada la ceremonia y de regreso al aparcamiento, nuevo via crucis térmico, antes de volver a Toledo.


Ceremonia


El banquete se celebró en un marco precioso. El Cigarral Santo Ángel Custodio es una maravillosa sucesión de jardines, patios, construcciones de piedra y ladrillo, instalaciones a las que los novios habían añadido un sinfín de detalles para personalizar el acto, todos de exquisito gusto. No faltaba de nada. El cóctel fue abundante y variado, de soberbia calidad y presentación, el servicio impecable... Cuando fuimos invitados a pasar a sentarnos a las mesas, aún seguían saliendo camareros con platos de jamón perfectamente troceado, el cual con el calor del mediodía, comenzaba a destilar esa grasilla deliciosa que sólo el ibérico es capaz de sublimar. 


En los jardines, durante el cóctel


Las mesas estaban dispuestas en un patio porticado, mayoritariamente a la sombra. Nos instalamos en nuestra mesa previamente asignada y disfrutamos de la velada compartiendo mantel con varios amigos de los novios, de diversas procedencias, ocupaciones y estados civiles. De entre todos los presentes en esa mesa tuve el honor de ser el único al que los rayos del sol iluminaron durante toda la comida, situación ésta que se tradujo en un considerable incremento térmico en el interior de mi levita, prenda la cual no obstante permaneció sobre mis hombros durante todo el tiempo. El único momento tenso del día se produjo cuando una camarera, en su intento de servir, derramó algo así como litro y medio de salsa sobre el mantel a escasos centímetros de nosotros, a pesar de lo cual logramos salir prácticamente indemnes de semejante catarata, algo verdaderamente milagroso.


Con María, una buena amiga. Obsérvese a quién le da el sol...

Entrante de salmón, crujiente de foie y solomillo fue el menú, regado con un verdejo de Rueda y un majestuoso Reserva de Marqués de Riscal 2010. Botella bordelesa, etiqueta, cápsula, corcho y malla dorada, todo acorde con la más respetuosa tradición de la bodega de Elciego. Visualmente se presentó con su característico color cereza picota de capa media-alta, bien cubierto, con ribete atejado y abundante lágrima ligeramente pigmentada de rápida caída. Nariz compleja, pura delicia, frutas negras en licor, mentolados, especias y tostados, todo en su justa medida, nada sobra y nada falta. Puesto en boca, la sensación aún fue mejor: redondo, elegante, sabrosísimo, con cierta acidez muy agradable y fresca, taninos finos y modulados. Final largo y especiado. Delicioso.




Tras el postre fuimos invitados a salir a un mirador sobre el Tajo donde se celebró el baile, se instalaron las barras y demás. Yo fui de los últimos en abandonar la mesa, no por querer permanecer más tiempo al sol, sino porque a tal temperatura mi espíritu comenzaba a fundirse con el de la silla. Pura alquimia. Tras un momento de duda, pues tuve tentaciones de quedarme allí al sol a esperar la muerte, salimos al mirador, a la sombra (por fin...) a tomar algún refrigerio.

Miradores sobre el Tajo

Con María y Mercedes, madre e hija. 

El glamour de la "dama de rosa"

Los novios, abriendo el baile nupcial

Con Begoña. Gran mujer y mejor amiga


La velada se alargó hasta cerca de las 2 de la madrugada, y pasó como un suspiro entre risas, fotos y algunos otros detalles cortesía de los novios: minihamburguesas, palomitas, algodón dulce, chuches, chocolate con churros, etc. No sin cierta pena, regresamos a nuestro hotel encantados y satisfechos, y lo que es más importante, con la dignidad y las costuras intactas. 

Sin miedo a equivocarnos podemos afirmar que fue, sin lugar a dudas, la mejor boda a la que hemos asistido y a la que probablemente asistamos nunca.

Nuestra más sincera enhorabuena.








lunes, 1 de diciembre de 2014

> Diamantes negros (I)




La historia
           
La Autovía A-23, también conocida como Autovía Mudéjar, que comunica Zaragoza y Valencia discurre, en las comarcas más meridionales de la provincia de Teruel, salvando barrancos y cortados mediante grandes viaductos que usan como apoyo lomas y cerros cuyas cumbres rondan los 1000 metros de altitud. Impasibles ante el discurrir del tráfico, esos suelos encierran (más bien, entierran) un gran secreto.

En ese entorno, a más de 900 metros de altitud, en el centro de un altiplano rodeado por montañas de hasta 1300 metros y con un clima áspero, frío, seco de baja pluviosidad y suelos alcalinos, se encuentra la villa de Sarrión y sus tierras circundantes, verdaderas protagonistas de esta historia.

El pueblo es como sus habitantes: discreto, sin alardes, poco o nada exuberante, apenas sin ruido, ni tráfico, ni gente. A pesar de que la mañana era fresca y soleada e invitaba al paseo, no nos cruzamos con ningún vecino. Solamente nos encontramos un par de todoterrenos conducidos por hombres de edad indefinida vestidos con ropa de monte y acompañados por sus perros. Pensamos que serían cazadores… y lo eran, pero sus piezas cobradas eran pequeñas y no corrían ni volaban. Alguno nos saludó con una elevación de sus cejas, más por compromiso que por voluntad. Otros ni siquiera eso. Tal vez desconfiaban de nosotros. ¿Qué secreto nos ocultaban?

Al entrar en Sarrión no pasa desapercibida la ausencia de industrias. Tampoco se observan granjas ni cultivos. No hay carteles indicativos de polígonos industriales ni de urbanizaciones de nueva construcción, omnipresentes en casi todos los pueblos de España. No hay ostentación ni signos externos de riqueza, pero algo en el ambiente te hace sospechar que aquí la gente se gana bien la vida. ¿Qué misterio habita en Sarrión?

Por las calles de Sarrión

Paseando por la calle Mayor en dirección a la plaza de la Iglesia, entramos en el único bar que encontramos para tomar un café. Los parroquianos nos miraron con una mezcla de indiferencia y recelo. El camarero nos atendió con educación, cortésmente pero sin dejar rendija alguna a la confianza. Profesionalidad y distanciamiento en el servicio. No hicimos preguntas, tampoco sabemos si habrían sido respondidas. Salimos del bar y nos dirigimos hacia las afueras del pueblo para encontrarnos con Manuel y Joaquín, dos hermanos que nos harían de anfitriones y guías en nuestra visita.

De repente, justo a la altura del número 10 de la calle Teruel, notamos un aroma, casi un perfume, algo sutil y suave, delicado, sedoso pero intenso. Era un olor serio, con carácter, como todo en el pueblo, aunque tenía mil y un matices, una cascada imparable de sensaciones olfativas que nos hicieron regresar a nuestra infancia, a la tierra húmeda del campo de nuestros abuelos, a los animales de su granja y a las gallinas de su corral. Era una percepción olorosa de marcada reminiscencia telúrica, ancestral, atávica. Era algo nuevo para nosotros, pero al mismo tiempo, a todos nos dio la sensación de que no era la primera vez que lo percibíamos. Aquel olor picaba, amargaba, salaba y endulzaba nuestras pituitarias, pero lo más curioso es… ¡que lo lograba hacer todo a la vez! ¿Sería ese olor una pista para descubrir el secreto?

Nos miramos unos a otros, interrogándonos con los ojos, preguntando al de al lado si tenía las mismas sensaciones, pero con preguntas inconexas, más exclamaciones que interrogantes. ¿Notáis eso? ¿A qué huele? ¿De donde viene? Buscamos a nuestro alrededor y encontramos un cartelito, discreto y sin estridencias, en el que figuraba la siguiente información:

               MANJARES DE LA TIERRA®: TRUFAS
                C/ Teruel 10, 44460-Sarrión (Teruel)

Acabábamos de descifrar el misterioso enigma de Sarrión.



La explicación

Desde hace siglos es conocido el Tuber melanosporum o trufa negra. Existen indicios de su empleo culinario en épocas tan lejanas como el Antiguo Egipto y el Imperio Romano donde además se le otorgaron poderes afrodisíacos. En la Edad Media cayó en desgracia porque se le relacionó con prácticas de magia negra y brujería, pero desde el Renacimiento y sobre todo a partir del siglo XVII su interés ha ido creciendo hasta ser considerada hoy en día como el ingrediente y/o condimento más exclusivo y selecto de la cocina internacional. Su elevado precio y su relativa escasez le han hecho merecedora del calificativo “diamante negro”.

De forma natural, los hongos del género Tuber podría decirse que “infectan” las raíces de ciertos árboles de hoja caduca (encinas, robles, coscojos) aunque en realidad se trata de una simbiosis, una especie de “matrimonio de conveniencia” que favorece a ambos. El hongo produce unas nodulaciones, unos tubérculos subterráneos (trufas) cargados de esporas que son su mecanismo de reproducción. El olor que desprenden las trufas es irresistible para algunos animales como el jabalí, el cerdo o el perro y su sabor también, por eso tradicionalmente se han venido empleando ejemplares caninos o porcinos para la búsqueda de trufas.

Recolección de trufas con perros

Hasta hace un siglo aproximadamente, la recolección (o “caza” como también se llama) de trufas se circunscribía al monte, no había producción controlada como tal. El cazador salía con su perro (o su cerdo), su zurrón y su cuchillo dispuesto a cavar donde su animal le indicara. En ocasiones la jornada no tenía recompensa, pero cuando se obtenía fruto la recompensa era elevada, muy elevada. Al parecer fue en Francia (país con una riqueza extensísima en la gastronomía) donde primero se intentó la producción controlada de trufas, y de Francia vino la tecnología trufera hasta Sarrión, donde hace 15 años se creó el primer vivero de plantas micorrizadas, es decir, infectadas sus raíces por hongos del género Tuber. Los impulsores de aquella idea suponemos que fueron calificados de locos e irresponsables por mucha gente, amenazados por malos augurios para ellos y sus familias. Pero la realidad es que hoy en día, todo el que tiene un trozo de tierra en Sarrión, lo tiene plantado de encinas micorrizadas y recoge o espera recoger suficientes trufas como para vivir de ello. Prácticamente no hay empresa en el pueblo ajena al mundo de la trufa: viveros, productores-recolectores, varias empresas manipuladoras y transformadoras, hostelería, etc.


Plantación de encinas micorrizadas

Trufas negras recién recolectadas


La más apreciada en la “trufa negra de invierno” o Tuber melanosporum, aunque también se produce T. aestivum y T. uncinatum (“trufa negra de verano”) de caracteres organolépticos menos interesantes. La trufa negra producida principalmente en España y Francia compite directamente con la “trufa blanca” italiana (T. magnatum, T. album) de aspecto muy diferente e igualmente deliciosa, aunque su precio en ocasiones cuadriplica el de la trufa negra, no tanto por su calidad como por su escasa producción. Es posible también encontrar sobre todo en conserva trufas negras del tipo T. indicum y T. mesentericum, mucho más económicas pero sin la calidad de las anteriores.

La trufa se comercializa en fresco, congelada, entera, en trozos y en láminas. Con ella se elaboran aceites, vinagres, quesos, patés y embutidos. Se conserva en su jugo o en brandy, y desde Sarrión se distribuye por todo el mundo. El precio varía casi cada día y viene determinado por la oferta y la demanda. Suele oscilar entre 500 y 1000 euros el kilo de trufa negra fresca y limpia, el cual se determina en una especie de lonja virtual que se da cita en un hostal en la vecina localidad de Albentosa, algo hermético y casi oculto que no nos fue mostrado ni comentado en nuestra visita. Al parecer, la prudencia y el sigilo son virtudes muy importantes en el cultivo y posterior comercialización de la trufa.


Productos elaborados con T. melanosporum

La comida la realizamos en un restaurante de Sarrión, con un menú en el que la trufa negra autóctona estuvo presente en todos los platos. Como entrante probamos láminas de T. melanosporum confitadas en aceite de oliva virgen extra. El primer plato fue una crema de champiñones con ralladura de trufa y el segundo chuleta de ternera en salsa de trufas. El vino que se sirvió fue un Crianza de El Coto 2007 que se comportó como siempre: todo un clásico de Rioja que pocas veces defrauda. Como ya he dicho en alguna otra ocasión es uno de nuestros "vinos-comodín", muy homogéneo en todas sus añadas y con un precio siempre invariable, bien ensamblado aunque sin ser sorprendente, no enamora pero fideliza. A alguien puede sorprender el año del vino, pero todo tiene una explicación. La visita a Sarrión se realizó en Febrero de 2011, de modo que en aquella fecha el Crianza 2007 de El Coto estaba en plenitud. Si la visita hubiera sido en la actualidad, un crianza del 2007 se encontraría en retroceso más que evidente.

En breve, la segunda parte del relato.