sábado, 31 de enero de 2015

> Viña Real: entre el cielo y la tierra




La Compañía Vitivinícola del Norte de España, más conocida por sus siglas (con errata incluida) como CVNE, fue fundada en 1879 por los hermanos Real de Asúa. La primera de las bodegas se construyó en el conocido Barrio de La Estación en Haro (La Rioja), y es a día de hoy la de mayor capacidad elaboradora del grupo con una producción media de 5 millones de botellas al año. En el otro extremo conceptual está la más pequeña de las bodegas pertenecientes a CVNE, Viñedos del Contino en Laserna (Álava) concebida con el diseño propio de un chateau bordelés, casa solariega rodeada de 62 hectáreas de viñedo del que se autoabastece para la elaboración de vinos exclusivos de altísima calidad. La bodega que completa el triplete de CVNE es Viña Real ubicada en la localidad de Laguardia (Álava), con una capacidad de elaboración de 2,5 millones de botellas al año.

Acceso a Viña Real


Vista exterior de la bodega




Viña Real unifica sus 125 años de experiencia con los más recientes avances en innovación tecnológica. Esta bodega existe desde el año 1920, y toma su nombre del antiguo Camino Real que unía Navarra con Castilla. Construida en lo alto del Cerro de la Mesa, es obra del arquitecto francés Philippe Mazieres, hijo de bodegueros bordeleses. Las obras para la construcción se prolongaron durante 7 años (1997-2004). Desde la distancia, la bodega tiene el aspecto de una gigantesca tina vertical semienterrada en la montaña.


Sala de elaboración



El cuerpo principal de la bodega es su famosa construcción cilíndrica de 56 metros de diámetro, dividida en dos pisos: en el primero se ubica la sala de elaboración, presidida por una enorme grúa circular, responsable de la alimentación de los 71 depósitos de acero inoxidable de entre 24000 y 35000 litros de capacidad, que se distribuyen a su alrededor. El ergonómico diseño de las instalaciones posibilita el manejo de la uva siempre a favor de la gravedad, minimizando el empleo de bombas y logrando así reducir los daños en el fruto, lo cual redunda en una disminución de los sabores herbáceos en el producto final. El otro elemento protagonista son los denominados OVIs (objetos volantes identificados) depósitos de acero con capacidad para 6000 kg de uva y curiosa forma, con la ayuda de los cuales se hace el transporte del fruto.


En primer plano uno de los OVIs. 


La uva con la que se elaboran los vinos de Viña Real procede de pagos cercanos, no todos propiedad de la bodega. La vendimia se realiza manualmente en la mayoría de los casos. En Viña Real todo el proceso de fermentación alcohólica se realiza exclusivamente en depósitos de acero inoxidable, a diferencia de la bodega de Haro, más tradicional, donde se siguen empleando tinos de roble. Tras la formación del llamado "sombrero", aproximadamente en 30 días, se inician los "remontados" (delestages) mediante el uso de los OVIs a razón de 2-3 veces al día durante unos 10 días. La segunda fermentación (maloláctica) se efectúa en depósitos de hormigón en el caso de los crianzas, y en barrica en el caso de los reservas y grandes reservas.


Sala de crianza de reservas y grandes reservas, desde la sala de elaboración

Sala de crianza de reservas y grandes reservas. Obsérvese la "inclinación" del techo.

Candelabro vintage



El segundo piso de la construcción, justo debajo de la sala de elaboración, es la sala de crianza de reservas y grandes reservas. Cuenta con un parque de unas 2000 barricas y tiene una curiosa peculiaridad arquitectónica: las columnas están ligeramente inclinadas, de manera que dan al techo el aspecto de tener forma de "carpa de circo", lo cual no es sino una ilusión óptica, porque el techo es absolutamente horizontal.


Sala de embalaje. A la izquierda se dibuja la entrada a uno de los calados.

Interior de los calados. Sala de barricas de los crianzas.


Dos túneles colosales perforados en la roca, acogen 20000 barricas para el envejecimiento de los crianzas y ejercen las veces de botellero. Son en realidad dos gigantescos calados de 120 metros de largo y 15 metros de alto, para cuya construcción no fueron utilizadas más que retroexcavadoras, es falsa la leyenda urbana del uso de tuneladoras. 

Las trasiegas se realizan con periodicidad semestral, manualmente en el caso de los reservas y grandes reservas, o mecánicamente debido al volumen de litros a mover en el caso de los crianzas. El proceso de clarificación final de los vinos se efectúa con levaduras, sólo en Viñedos del Contino se sigue utilizando el método tradicional mediante el empleo de clara de huevo.

Vista de la tienda

Viña Real Crianza 2011



En Viña Real se elaboran vinos de gran calidad, se podría decir que son la "clase media-alta" de La Rioja. Por número de botellas, el más importante y conocido es el Viña Real Crianza (90% tempranillo, 3% graciano, 3% mazuelo, 3% garnacha), con 14 meses de barrica, un éxito de ventas año tras año. El Viña Real Reserva se elabora en base al mismo ensamblaje de uva y tras su crianza de 22 meses en barrica, se convierte en el que a nuestro entender es el mejor vino de la bodega por su relación calidad-precio. Acaba de salir al mercado el Viña Real Rosado, original coupage de viura y tempranillo, mezcla de uva blanca y tinta de las dos variedades típicas riojanas.

Se elabora también un Viña Real Blanco 100% viura, un minoritario Viña Real Gran Reserva (95% tempranillo y 5% graciano) y, por supuesto, un vino icono de la bodega: el Pagos de Viña Real, monovarietal de tempranillo procedente de los mejores viñedos, vendimia manual, transporte en cajas, fermentado en depósitos pequeños, maloláctica en barrica nueva de roble francés, crianza de 15 meses de barrica, trasiegas manuales... El "niño mimado" de Viña Real, por algo tiene ese precio.


Recepción y sala de catas

La visita concluyó con la cata de dos vinos maridados con un poco de embutido. El primero fue el ya conocido Cune Monopole 2013, un blanco 100% viura muy fresco, ácido y floral, que no dudamos que tenga sus admiradores, entre los que no nos encontramos, pues preferimos blancos más golosos y cálidos. El segundo vino fue el Viña Real Reserva 2008, clásico riojano donde los haya, con su fruta negra, su tabaco, su madera y sus especias finales. Delicioso. Como anécdota, comentaremos que unos compañeros de visita nos ofrecieron probar el Contino Graciano 2007, monovarietal de dicha casta de uva, el cual nos pareció muy interesante, más en nariz que en boca, pero un poco sobrevalorado en precio.

Nos despedimos de las simpáticas y eficientes guías de la bodega. Antes de marcharnos, adquirimos para catar más tranquilamente una botella de Viña Real Crianza 2011 y nos llevamos la agradable sorpresa de que las copas con las que habíamos realizado la cata eran un obsequio para nosotros. Buen detalle de calidad por parte de la bodega.

Nos queda en el tintero Viñedos del Contino. 

Volveremos.




martes, 27 de enero de 2015

> Bene Placitum Reserva 2009


Imagen promocional del Bene Placitum Reserva 2009


Presentamos un nuevo "vino de club", que aunque en anteriores añadas se nos ha resistido, al final hemos podido conseguir en su versión 2009. 

Elaborado por Bodegas Olarra (Logroño), sin lugar a dudas una de nuestras favoritas a la hora de elegir tintos con crianza de la DOc. La Rioja, se presenta exteriormente con sobriedad. Botella bordelesa de color verde, cápsula dorada y corcho natural de calidad correcta. Etiqueta absolutamente inexpresiva, sin apenas información. Tampoco la contraetiqueta aporta nada más de valor. Tales detalles externos carecen de importancia, tanto daría que viniera sin etiquetar. Vayamos al contenido. 

Moderno ensamblaje riojano (80% tempranillo, 15% graciano, 5% garnacha tinta) cada vez más habitual, sustituyendo el tradicional pequeño porcentaje de mazuelo por garnacha.


Bene Placitum Reserva 2009


Una vez en la copa, es de un  bonito color rojo picota de capa media con ribete granate más bien tenue. Abundante lágrima no pigmentada de lenta caída. En nariz predominan las frutas rojas y negras, con un fondo de vainillas y tostados. Escasamente alcohólico, resulta en boca bien redondo, muy ligero, de trago largo y fácil. Nada pesado, nada astringente, sin aristas. Más que amable, cariñoso. Sorprendente recuerdo a regaliz negro a copa parada a mitad de la cata. Final largo e interesante, evocador de especias dulces y mermelada de frutas negras (ciruela, cassis). 

Parece más crianza que reserva, o al menos lo que nosotros interpretamos como tal, aunque las modas parecen estar cambiando. Cada vez es más habitual, sobre todo en el canal menos comercial, encontrar crianzas poderosos y potentes, vigorosos y jóvenes, pendientes de domesticar, interesantes en nariz pero complicados en boca. Por el contrario, el antiguo concepto de reservas difíciles de beber sin el acompañamiento de un buen asado, está también en desuso. Hoy en día, los productores tienden a elaborar reservas elegantes, sutiles y complejos, de gran amplitud en aromas, rápido paso por boca e interminable postgusto. Estos últimos son vinos para disfrutar de principio a fin, como sugería un amigo hace unos días, sin maridaje alguno, para extraer de cada copa la esencia, porque en su opinión el sabor del alimento modifica el del vino y no siempre lo mejora. 

Y en casos como con este Bene Placitum Reserva 2009, debo añadir que tiene toda la razón.


Detalle de la etiqueta


miércoles, 14 de enero de 2015

> Visita a Bodegas Amézola de la Mora




Bodegas Amézola de la Mora



El sueño, la pasión y la firme voluntad de los hermanos Amézola fueron determinantes a la hora de volver a empezar en el intrincado mundo del vino. Hacia la mitad de los años 80, Íñigo y Javier Amézola decidieron apostar por el futuro y retomaron la actividad enológica iniciada por su bisabuelo a principios del siglo XIX en su bodega de Torremontalbo (Rioja Alta), al abrigo de la Sierra de Cantabria, justo en la confluencia de los ríos Ebro y Najerilla. No fue una empresa fácil, sobre todo teniendo en cuenta que los últimos cien años la actividad había sido abandonada, como consecuencia de la plaga de filoxera, con lo que eso conlleva a nivel de cuidado del viñedo y mantenimiento de las instalaciones. Hubo que replantar las vides arrancadas en 1900 y reconstruir los edificios deteriorados por el abandono de más de un siglo, en especial los calados, para lo cual fue necesario el trabajo de 30 canteros gallegos durante más de dos años. En la actualidad al frente de este proyecto a todas luces ya consolidado, están María y Cristina Amézola, las bodegueras más jóvenes de la D. O. Rioja, quienes con el asesoramiento del enólogo francés George Pauli han logrado situar sus vinos entre los mejor valorados por el mercado.


Entrada a la bodega, flanqueada por el viñedo



El trabajo bien hecho y sobre todo la ilusión y el esfuerzo invertidos han dado sus frutos, de manera que a día de hoy las Bodegas Amézola de la Mora son unas de las más coquetas de la región. Sus 70 hectáreas de viñedo propio, de suelos arcilloso-calcáreos, pedregosos y calizos, rodean la bodega tipo chateau bordelés, y bajo la tierra se extienden calados y cuevas donde los vinos se someten a envejecimiento en botella. 


Botellero en los calados

La vendimia suele ser tardía, y se realiza de forma manual por parcelas, esperando al techo de maduración, lo cual supone cada año un riesgo que forma parte del encanto de esta bodega que se autoabastece de uva íntegramente procedente de sus viñedos. En 2001 salió al mercado la primera añada y en 2012 se celebró el 25 aniversario de esta nueva etapa de la familia Amézola. Se producen aproximadamente 300.000 botellas al año, el 70% de las cuales se destinan al mercado nacional, mientras que el 30% restante se exporta.



En invierno, el viñedo descansa


Elaboran una completísima gama de vinos, siempre bajo los criterios de tradición y elaboración artesanal. Como se suele decir son vinos de corte clásico que siempre gustan, son vinos con "sabor a familia", según reza en su página web. Un crianza (15 meses en barrica), un reserva (22 meses en barrica) y un gran reserva (30 meses en barrica) son la gama, por decir así,  más "tradicional", a los cuales se añaden, siguiendo la moda de los últimos años, dos "vinos de pago": un blanco 100% viura con 5 meses de barrica y un tinto 100% tempranillo con 8 meses de barrica. El coupage utilizado para la elaboración del crianza, reserva y gran reserva es el más habitual en La Rioja: 85% tempranillo, 10% mazuelo y 5% graciano. Se realizan trasiegas semestrales, dirigidas personalmente por el equipo de enólogos, un auténtico rompecabezas en su parque de 2000 barricas de roble.





Edificio de administración, tienda y visitas

El acceso se hace desde la misma N-232, unos kilómetros antes de llegar a Cenicero dirección Logroño. Un blasón heráldico de la familia nos da la bienvenida y un camino asfaltado de unos cientos de metros flanqueado por viñedos nos conduce hasta las instalaciones de la bodega. Típica construcción riojana en piedra y ladrillo, rodeada de cuidados jardines y zona de aparcamiento, no señalizada y algo angosta, para visitantes. A la hora acordada nos encontramos con un miembro del personal de la bodega, quien sería nuestro guía durante la visita. Al poco rato se incorporó al grupo una pareja de Burgos, que según nos dijeron, realizaban su primera visita a una bodega, detalle cuando menos curioso, proviniendo de tierras tan ricas en lo enológico como las burgalesas. Tal vez fueran espías de la DO. Ribera del Duero.

Jardines y viñedos. Al fondo, la Sierra de Cantabria


Comenzamos la visita dando un breve paseo por el viñedo, en absoluta hibernación en esa fecha. Pudimos constatar la proximidad de las vides a la bodega, apenas unos metros, lo cual pone en valor la brevedad del tiempo de traslado del fruto, consiguiendo minimizar los daños por aplastamiento en el mismo. Pasamos a continuación a la sala de elaboración, donde nuestro guía nos proporcionó todo tipo de información técnica acerca de fermentaciones, delestages, descubados, prensado de hollejos, etc. Fue una charla distendida y cercana, una conversación sincera, directa, sin poesía ni romanticismo, a ratos incluso vehemente, "sin paños calientes". En esta bodega se hace vino, muy buen vino, no se vende humo, así que la explicación durante la visita fue eminentemente técnica, en defensa del terroir, concepto francés que engloba viñedo, laboreo y proceso de vinificación. Y se habló de vino y de su elaboración, no de arquitectura, diseños innovadores, sostenibilidad bioclimática y demás ensoñaciones. 



Puerta de entrada al cementerio, lugar de descanso de grandes añadas


Un agradable paseo por los calados subterráneos, a nuestro entender algo infrautilizados, nos condujo finalmente a una pequeña sala de catas. Concluimos nuestra visita degustando un Viña Amézola Crianza 2010, generosamente servido por nuestro guía, quien haciendo hincapié en que "el vino está para disfrutarlo", abandonó rápidamente los académicos protocolos de cata y nos animó a terminar la botella. De manera que en esta ocasión, no estamos en disposición de proporcionar notas de cata. Adquirimos, por supuesto, unas botellas de ese mismo vino, el cual esperamos catar más tranquilamente, para confirmar que en Amézola de la Mora se siguen haciendo muy bien las cosas, y sobre todo, muy buen vino.

Enhorabuena.



En el número de Nov-14 Amézola en sobremesa
Artículo publicado en la revista Sobremesa. Noviembre 2014