lunes, 11 de agosto de 2025

> Rubvinos 2025


La comarca de Gúdar-Javalambre se sitúa en el extremo más meridional de la provincia de Teruel y por tanto representa el último recodo de tierras aragonesas antes de traspasar la linde imaginaria que comunica con el norte de Castellón y de Valencia. Sus sierras y valles han sido históricamente territorio fronterizo -como bien lo atestigua el rico patrimonio medieval de sus pueblos, especialmente Mora de Rubielos, capital de la comarca- pero también zona de un intenso intercambio comercial entre el interior y la costa mediterránea, distante apenas unas decenas de kilómetros en línea recta.


Desde el punto de vista paisajístico, la zona podría recordar a la vecina comarca de Matarraña, aunque una detallada observación por parte del viajero rápidamente llevará a la conclusión de que en Gúdar-Javalambre hay menos cauces fluviales y más altitud. Aquí los inviernos son largos y fríos, los veranos cortos y calurosos, determinando todo ello que las condiciones climatológicas sean de una notable dureza. Por tanto, los cultivos típicos del arco mediterráneo -almendra, olivo y vid- no son tan habituales en esta comarca, siendo sustituidos por el cereal y por cultivos micológicos de gran valor añadido como es el caso de la trufa negra o Tuber melanosporum, producto del que Gúdar-Javalambre es el primer comercializador a nivel europeo. La localidad de Sarrión se considera la capital mundial de las trufas negras y teniendo en cuenta el precio que alcanzan cada año, no sorprende que se les conozca como "diamantes negros".


Por supuesto, en la comarca existen viñas -cada vez menos, muchas de ellas abandonadas y amenazadas con desaparecer por la despoblación y por la falta de relevo generacional en el sector agrario- aunque la mayoría de ellas están destinadas a elaborar vinos para autoconsumo, como se ha hecho toda la vida. En el año 2010 se cruzaron los caminos de Jesús Romero -viticultor natural de Rubielos de Mora, jubilado después de haber trabajado en el sector hostelero en Valencia- y Juan Vicente Alcañiz (Valencia, 1980) ingeniero agrónomo y licenciado en Enología. El primero se puede decir que fue el iniciador del sueño, el segundo quien logró que se hiciera realidad. Juanvi Alcañiz desempeña en la actualidad la dirección técnica de Bodegas San Alejandro en Miedes (DO Calatayud) después de haber trabajado en bodegas de España, Chile, Australia y Nueva Zelanda. De la unión entre ambos surgieron Bodegas Rubus en Rubielos de Mora, inicialmente con tan sólo 5 hectáreas de viñedo en espaldera plantado en 2007 a casi 1000 metros de altitud. Garnacha, Syrah y Tempranillo son las tres variedades de uva mayoritarias con las cuales se elaboran alrededor de 20000 botellas anuales. 


Con la finalidad de dar a conocer la comarca de Gúdar-Javalambre, el sur de la provincia de Teruel, sus atractivos turísticos y su gastronomía, desde Bodegas Rubus surgió en 2022 la idea de organizar una jornada enológica en Rubielos de Mora. Aquella primera edición de Rubvinos desbordó todas las previsiones en cuanto a asistencia, sin duda supuso un enorme éxito y animó a la organización a repetir el evento en años sucesivos. Tras varios intentos infructuosos, al fin pudimos sacarnos la espina de años anteriores y asistir el pasado mes de Julio a Rubvinos 2025. Para poner en contexto el evento, es necesario precisar que en realidad se trata de una jornada en torno al vino que se desdobla en dos actos. El primero de ellos, abierto al público en general, tuvo lugar en la lonja del Ayuntamiento de Rubielos. El segundo, exclusivamente orientado hacia el sector profesional, se celebró en la Ermita de los Mártires, situada en un precioso enclave elevado a escasos dos kilómetros de la localidad. Casi una veintena de bodegas presentaron y dieron a conocer sus vinos a profesionales del sector, con una amplia representación de sumilleres procedentes de Zaragoza y Valencia. Con acierto, se dispuso por parte de la organización de transporte colectivo desde ambas ciudades. Por motivos de agenda, realizamos el desplazamiento en nuestro propio vehículo y aparcamos a la sombra de unos pinos a los pies de la Ermita de los Mártires. 



Gúdar-Javalambre n
os recibió aquella mañana a mediados del  mes de Julio con un cielo azul, una suave brisa, el canto de las cigarras y el estimulante aroma de las hierbas del monte mediterráneo. Recorrimos la suave pendiente del camino empedrado que asciende hasta el porche de entrada y franqueamos la puerta de la ermita. Todavía era temprano y los autobuses rebosantes de sedientos sumilleres procedentes de Zaragoza y Valencia aún no habían hecho su aparición, de manera que nos apresuramos a catar los primeros vinos del día. Como es nuestra costumbre, dedicamos la primera mitad de la mañana a conocer vinos blancos y rosados, dejando los tintos para la parte final de la jornada.


La oferta expositiva en cuanto a bodegas y referencias no puede calificarse de escasa. Docena y media de productores dieron a conocer sus vinos en un ambiente cercano y distendido. Los asistentes tuvimos la oportunidad de catar casi un centenar de muestras y -lo que es más interesante- charlar con los bodegueros para comprender la identidad de sus proyectos, la mayoría de ellos familiares, de pequeño tamaño y con una firme voluntad en la defensa de sus orígenes y de las variedades autóctonas de su tierra. Entre los presentes, una amplia representación de bodegas levantinas (Tren de Vida, Can Leandro, Curii, Cooperativa de Viver) y aragonesas (Cuevas de Arom, Sers, A Maru de Gasconne, Rubus), así como algunas pinceladas de La Rioja (Ukan, Baigorri), La Mancha (Gratias), Navarra (La Calandria), Galicia (Granbazán), Gerona (La Vía Líquida) y tres productores de fuera de España.


Resultaría tedioso detallar las notas de cata de todos y cada uno de los vinos que tuvimos ocasión de degustar, de manera que nos limitaremos a reseñar aquellos productores cuyas elaboraciones nos resultaron más originales. Debido a nuestro desconocimiento acerca de su trabajo de recuperación de variedades casi desaparecidas -Tardana, Pintaíllo, Coloraíllo, Rojal- nos resultaron muy interesantes los vinos artesanales de Bodegas Gratias (Casas Ibáñez, Albacete) y por su apuesta por las variedades autóctonas mediterráneas -Merseguera, Tortosí, Bonicaire- los vinos finos y luminosos de Can´Leandro (Onteniente, Valencia).



Casa Marín (Aconcagua, Chile) presentó los magníficos resultados obtenidos con la Sauvignon Blanc y la Pinot Noir -impecable el trabajo de esta bodega chilena ubicada en el Valle de San Antonio muy cerca de la costa del Pacífico- vinos precisos, frescos, minerales y muy varietales. Lo mismo puede decirse de Domaine La Soufrandiere (Borgoña, Francia) y sus diferentes interpretaciones de los viñedos y la crianza de la Chardonnay en una zona moderadamente cálida como Mâcon -fruta madura, madera discreta y mucha elegancia- así como un agradable vecino de Beaujolais monovarietal de Gamay que se coló sin estar invitado, pero que a nadie defraudó. 



Mención aparte merece Azienda Agrícola Barbacán (Valtellina, Italia) quizás el productor que más nos cautivó. Trabajan exclusivamente con la variedad Chiavennasca, sinonimia de la Nebbiolo en Valtellina -valle alpino de Lombardía- elaborando numerosos vinos que clasifican en función del viñedo, la altitud y los suelos. Disponen de 6 hectáreas de viña cultivadas en terrazas, con un esforzado trabajo manual en el campo y artesanal en la bodega. En realidad todos los viñedos incorporan un pequeño porcentaje de otras variedades autóctonas minoritarias, un verdadero tesoro de la biodiversidad que la bodega se esfuerza en preservar. Las etiquetas de sus botellas pueden parecer algo infantiles, pero adquieren todo su significado cuando se comprende que están inspiradas en las pinturas rupestres descubiertas en la zona. Tuvimos la oportunidad de catar dos rosados -rosati- cinco tintos -rossi- de diferentes procedencias y con distintas crianzas, así como un maravilloso sforzato di Valtellina, tinto elaborado tras la fermentación de uvas pasificadas -passito- menos dulce de lo esperado, sensacional en nariz y sencillamente eterno en boca.



El regreso a territorio nacional lo hicimos entrando por dos localidades de Rioja Alavesa -Laguardia y Samaniego- realizando la cata de los vinos de Ukan Winery y Bodegas Baigorri respectivamente. Tempranillo sola o en compañía de otras, en general con larga permanencia en roble, tintos riojanos modernos, pero nada simples, con más fruta y menos presencia de la madera. Incluso pudimos apurar las últimas gotas de un blanco de Viura y Malvasía fermentado en barrica de Baigorri, poesía en nariz y seda en boca. Granbazán es la aventura de la bodega de Samaniego en Rías Baixas -una joya arquitectónica a tenor de lo visto en fotografías, ubicada en un palacio que deja sin palabras- donde la Albariño adquiere todo el protagonismo. Catamos dos de sus vinos -Etiqueta Verde y Etiqueta Ambar- tenso, algo nervioso y cítrico el primero, más tropical y cariñoso el segundo.




Para ir concluyendo, haremos un breve repaso a las bodegas aragonesas presentes en esta edición de Rubvinos 2025. Bodegas Sers (Cofita, Huesca) son la apuesta por el territorio de la familia Canales, con sus 12 hectáreas de viña en propiedad para elaborar unas 25000 botellas -siempre bordelesas- cada año. Como la mayoría de las bodegas del Somontano, iniciaron su andadura con variedades internacionales y las siguen trabajando con acierto, aunque en los últimos años su voluntad de recuperación de cepajes autóctonos, como la Moristel o la Parraleta, es cada vez más decidida. Cuevas de Arom, es el nombre del proyecto más personal de Fernando Mora en Bodegas San Alejandro (Miedes). Una estricta selección de viñedos de Garnacha -cuanto más viejos mejor, sobre suelos de pizarra entre Calatayud y Jiloca, con viticultura artesanal y vinificaciones tradicionales- nos conduce a unos vinos finos, elegantes y muy aromáticos. A Maru de Gasconne (Cretas, Teruel) es con total seguridad la bodega más joven de todo Aragón. Inaugurada hace apenas unas semanas fruto del impulso empresarial de Gonzalo Iranzo -ingeniero agrónomo enamorado del Matarraña- han apostado por variedades como Syrah, Viognier y Garnacha Blanca para la elaboración de sus vinos, recién salidos al mercado, con una bonita imagen de marca y la intención de posicionarse en el segmento premium.


 

Hemos dejado para el final las notas de cata de los vinos que Juanvi Alcañiz elabora en Rubielos de Mora. Su vino de inicio de gama es Rubus, ensamblaje de Garnacha y Tempranillo, de un precioso rojo cereza de capa media con ribete violáceo. Frutas rojas, caramelo, yogur de fresas y moras. Especias blancas sobre un fondo herbáceo, recuerdos mentolados y una viva acidez, gracias a la altitud del viñedo. Postgusto medio, con taninos dulces y aterciopelados. Rubus Quercus es su hermano mayor, coupage de Garnacha y Syrah en el que la crianza durante 5 meses en barricas usadas de 400 litros acompaña discretamente a la fruta, con un punto más especiado y de notas tostadas, todo muy suave, sin perder nada de frescura, más largo y elegante. En 2017 se incorporaron 4 hectáreas de viñedo de Garnacha y Miguel de Arco plantadas en 1955 en el municipio de Báguena y de ahí se obtiene el Viña de Báguena, vino top de la bodega que se elabora con uvas parcialmente despalilladas y con crianza durante 10 meses en barricas de 400 litros de segundo y tercer año. 


Recientemente se ha iniciado la comercialización de su primer vino blanco, el Rubus Leuko, monovarietal de Macabeo elaborado con uvas procedentes de dos viñedos cultivados en vaso que ya fueron vinificadas en los años 2022 y 2023 pero que en esta añada 2024 han dado todo lo que se esperaba de ellas: frutas de pepita, hinojo, hierbas de monte y tiza, poderoso en boca, generosa acidez y ligeramente cálido, quizás algo falto de redondeo en botella y con mucha guarda por delante.


En resumen, una jornada deliciosa, en un lugar precioso en mitad del campo turolense, catando vinos diferentes -algunos casi en exclusiva- intercambiando opiniones con los elaboradores y rodeados de buena gente. Poco más se puede pedir. Tan sólo nos queda agradecer la invitación a Juanvi Alcañiz y anhelar que en la próxima edición de Rubvinos se nos vuelva a abrir la puerta de la Ermita de los Mártires -ese enclave místico donde una vez al año y tan sólo durante unas horas- algunos cuantos elegidos se reúnen bajo su techo para compartir opiniones en torno a una copa de vino. 



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