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jueves, 22 de mayo de 2025

> Visita a la bodega histórica Remigio Salas en Dueñas (Palencia)

 

La comarca del Cerrato se extiende al sureste de la ciudad de Palencia, ocupando territorios de las vecinas provincias de Burgos y Valladolid. Sin embargo, la mayor extensión de tierras cerrateñas corresponde a la provincia de Palencia. Venta de Baños, Torquemada, Astudillo y Dueñas son las localidades con más renombre, si bien desde el punto de vista enoturístico es ésta última la que ofrece más oportunidades.


El Barrio de las Bodegas de Dueñas se extiende al norte del casco urbano y ocupa un cerro que en realidad es un gigantesco queso Gruyere, horadado en múltiples direcciones desde tiempos inmemoriales. La inmensa mayoría de las bodegas son de uso privado y por tanto no son visitables. No obstante, hay una excepción a dicha regla no escrita, tan sólo una honrosa excepción y afortunadamente dimos con ella. Hablamos de la Bodega Remigio Salas todo un referente entre las bodegas de Dueñas, por sus dimensiones, su historia y la calidad de sus vinos.


Al franquear la pequeña puerta de entrada de la bodega, el visitante casi se ve obligado a agacharse ligeramente, en un gesto que parece indicar en cierto modo una reverencia, porque en realidad está pidiendo permiso para adentrarse por unos túneles excavados a pico y pala hace más de dos siglos. Los primeros registros de construcción de la bodega datan del año 1778, aunque la realización de sucesivas ampliaciones y continuas mejoras han conseguido que esta maravilla arquitectónica subterránea haya llegado hasta nuestros días en perfecto estado y -lo que es más importante- en condiciones plenas para la elaboración y crianza de los vinos. 


Desde finales del siglo XIX, las instalaciones son propiedad de la familia Salas, al principio como una pequeña bodega elaboradora que rápidamente debió ampliarse con la construcción de un imponente lagar de sillería en 1887 para satisfacer los encargos de vino de bodegueros franceses, en aquel entonces amargamente acuciados por la plaga de filoxera. Como es bien sabido, la enfermedad no tardó en cruzar los Pirineos, de manera que el viñedo español también se vio prácticamente diezmado. Aquellos fueron años difíciles, sin embargo, a principios del siglo XX la familia Salas -haciendo gala de ese carácter castellano, tenaz y perseverante- comenzó a replantar sus viñas con las variedades autóctonas de siempre. En la actualidad, la bodega está dirigida por la cuarta generación de la familia Salas y gestiona 90 hectáreas de viñedo propio, sobre suelos calizos y pedregosos. Aunque los tiempos han cambiado y las técnicas modernas de vinificación y crianza van poco a poco permeando la roca de las paredes, la bodega apuesta por preservar esos ecos de tradición y se muestra orgullosa de mostrarlos a los visitantes.



Traspasar la puerta de esta bodega es iniciar un pequeño viaje virtual en el tiempo. No resulta difícil imaginar los carros cargados de uva y detenidos en el exterior, los hombres llenando el lagar con los racimos, la enorme viga accionada por medio del giro del tornillo de madera, el esfuerzo de los peones, los maderos prensando las uvas, el mosto manando y el olor a vino por todos los rincones. Imágenes, sonidos y aromas de hace no tanto tiempo, aunque nos parezca que haya transcurrido una eternidad.


Tras descender un estrecho tramo de escaleras de madera, se accede al reino del silencio y la calma. Barricas, tinas y grandes bocoyes ocupan cada espacio de los pasadizos subterráneos. Algunos de estos contenedores de madera llevan allí varias décadas, fueron ensamblados en ese lugar y ahí permanecerán eternamente, sostenida su vida por los litros de vino que contienen. El vino es su líquido vital -algo así como su sangre- porque sin el vino se secan, resquebrajan y mueren. Probablemente poco aporta esa vieja madera al vino, pero se trata de una vieja amistad, porque ambos se necesitan, sin precisar cuál de los dos se entrega más en esta relación de hace décadas. 


Sin embargo, de unos años a esta parte ha entrado en escena un nuevo personaje. La construcción de depósitos de hormigón -en cierto modo, una pequeña infidelidad- posibilitó mejorar los procedimientos de vinificación y guarda, así como incrementar sensiblemente la capacidad de la bodega, la cual se estima que puede llegar a procesar hasta 250.000 kilogramos de uva en cada vendimia. A diferencia de la madera, el hormigón no tiene capacidad para intercambiar oxígeno y es un perfecto complemento a las barricas para la realización de la crianza. En realidad la hilera de depósitos de cemento -magistralmente construida adaptándose al desnivel de la galería subterránea que ocupan- ha venido a sustituir a los antiguos trujales, aunque mucho más fáciles de limpiar y mantener.


Evidentemente la bodega cuenta con una parte más moderna -destinada al almacenaje, embotellado y llenado de los bag in box- si bien todavía conserva vestigios históricos, como los carriles, poleas y ganchos que servían para mover las barricas en el pasado, utensilios fuera de uso en la actualidad, pero que en Remigio Salas se muestran con orgullo al visitante como parte de la memoria vitivinícola de la familia. La dirección técnica actual mira hacia el futuro y sabe cuál es el rumbo a seguir, pero sin olvidar sus orígenes ni los esfuerzos de las generaciones anteriores. Porque sencillamente, una tierra que reniega de sus antecesores, no merece un porvenir.


Desde luego, hace ya muchos años que se dejó de vender vino a granel. Aquella entrañable imagen del señor mayor que cada semana se pasaba por la bodega con su pequeña garrafa -más para entablar conversación que por otro motivo- ha quedado definitivamente atrás. No obstante, en Remigio Salas se sigue comercializando vino en formatos de gran volumen -cinco y quince litros, si no estamos equivocados- y no son pocos los viajeros que a su paso por Dueñas detienen su vehículo en la puerta de la bodega para reponer existencias de su vino de cabecera. Sin duda, los formatos bag in box de diferentes capacidades son los sustitutos de la antigua venta a granel. Los dos vinos más demandados en formato grande son sin duda el rosado y el "ojo gallo" -que en realidad son el mismo vino de elaboración tradicional, con la única diferencia del grado de prensado- más delicado el primero y con mayor extracción -también más cuerpo y estructura- en el caso del segundo, de modo que el "ojo gallo" estaría más cerca de ser un tinto que un rosado.



El verdadero salto de calidad se dio con el inicio de la comercialización de vino embotellado. El nacimiento de la gama comercial Las Luceras marcó un antes y  un después en la historia de la Bodega Remigio Salas. La elección del nombre de esta familia de vinos tampoco fue fruto de la casualidad: se llaman luceras a los pozos de ventilación de las bodegas -aunque en realidad es escasa la cantidad de luz que dejan pasar- elementos imprescindibles para la correcta aireación de los túneles subterráneos, sin las cuales la humedad se acumularía y las bodegas terminarían hundiéndose. Exteriormente pueden visualizarse en cualquier punto del Barrio de las Bodegas de Dueñas, aunque en su remate final exista cierta diferencia de criterios estéticos según quién sea su constructor.


Elaboran cinco vinos, todos ellos con la cintilla de la DO. Cigales, tierra históricamente reconocida por sus rosados y claretes. Como no podía ser de otro modo, Las Luceras Rosado representa el nexo de unión entre tradición y modernidad. Este ensamblaje de variedades tintas -Tempranillo y Garnacha- con un 20% de uva blanca -Albillo y Verdejo- es la definición perfecta de un rosado cerrateño. Frutillos rojos, chucherías y un recuerdo a hoja de hierbabuena en nariz presagian un vino fresco y divertido en boca, y aunque ciertamente así lo es, resulta más cálido, voluminoso y serio de lo esperado. Pocas bromas con este tipo de rosados.


De unos años a esta parte, la variedad blanca española más popular es sin duda la Verdejo. La aceptación de dicho cepaje por parte del Consejo Regulador de la DO. Cigales concedió a las bodegas la posibilidad de incrementar notablemente sus ventas, así como ofertar monovarietales de Verdejo a precios muy competitivos, dando además a conocer una denominación menos famosa que su vecina DO Rueda y aportando esa pizca de novedad que busca el consumidor mínimamente curioso. Las Luceras Blanco es uno de esos nuevos verdejos, menos voluptuosos y folclóricos en nariz, pero considerablemente más sinceros y completos en boca. Representan la honestidad castellana, son vinos honrados que trasladan hasta la copa lo que la variedad otorga, sin artificios ni maquillajes. Nariz de flores blancas, frutas de pepita, heno y anisados. Fresco y agradable en boca, con un ligerísimo amargor final que le da longitud al conjunto.


Finalmente, tres son los tintos elaborados por Bodega Remigio Salas. Las Luceras Roble es su tinto de inicio de gama, coupage de Tempranillo y Garnacha (80-20) con 6 meses crianza en barrica de roble americano -frutas rojas, flores azules, caramelo de nata y fresa- atractivo en nariz y muy agradable en boca, con taninos presentes pero amables. En sus dos hermanos mayores -Las Luceras Crianza y Las Luceras Reserva- desaparece la Garnacha del coupage, tratándose en realidad de dos monovarietales de Tempranillo con 14 meses de permanencia en barrica de roble francés y americano en el crianza y con 24 meses en barrica exclusivamente de roble francés  en el reserva. Frutas rojas y negras, tabaco, cedro y especias en nariz. Finos, elegantes y sabrosos en boca. Ambos son dos vinos excelentes y complejos, aunque a decir verdad, sorprenden menos que los vinos jóvenes, quizás por tratarse de un perfil más conocido y similar a otros vinos más habitualmente catados, en particular a ciertos Riberas del Duero, con quienes comparten variedad de uva, elaboración e incluso cercanía geográfica.


Poco más que añadir a esta breve incursión en tierras palentinas, como ya dijimos en una entrada anterior, tan cercanas como desconocidas. Sin duda la visita a las instalaciones de Remigio Salas ha sido el perfecto resumen de lo que Palencia significa en cuanto a la fusión entre tradición y modernidad. Trabajo bien hecho con la mirada hacia el futuro, pero sin dejar de observar -aunque sea de soslayo- ese esforzado pasado no tan lejano que ha permitido llegar hasta hoy sin perder autenticidad.  


martes, 28 de enero de 2025

> Palencia, el discreto encanto de provincias

 

El turismo de interior tiene un ritmo más sosegado. Y no digamos si el destino es la provincia menos visitada de la España peninsular. En la vieja Castilla en general y en Palencia en particular, da la sensación de haberse detenido el tiempo. Nadie parece tener prisa en esta provincia amistosamente abrazada por las de Burgos, Valladolid y León, animando a los palentinos -quizás sin pretenderlo- a mirar hacia el norte más allá de las montañas, en dirección a Cantabria, territorio hermano que en otro tiempo fue la única salida al mar que tuvo Castilla. 





La mitad sur de la provincia de Palencia es una llanura colosal por la que se extienden las comarcas de Tierra de Campos y el Cerrato. Al visitante suele sorprenderle la gran altura de las iglesias de todos estos pueblos -algunos diminutos- pero hay que comprender que durante siglos fueron las espadañas de los templos los indicadores que seguían los viajeros para no perderse por los caminos. La otra gran vía de comunicación construida durante el siglo XVIII es el Canal de Castilla. Palencia es la provincia con más kilómetros de esta gigantesca obra hidráulica de la ilustración española diseñada con la finalidad de comunicar las zonas cerealistas de la meseta norte inicialmente hasta Reinosa, con la pretensión de prolongar más adelante su recorrido incluso hasta el puerto de Santander. Durante algo menos de un siglo, las barcazas cargadas de cereal recorrieron sus aguas en dirección norte, arrastradas por caballerías que tiraban de ellas desde los denominados "caminos de sirga". Animados por el éxito de la empresa, en sus orillas proliferaron los molinos y batanes, así como otras actividades comerciales. Aquellos fueron los años dorados del Canal de CastillaEl desarrollo del ferrocarril y la mejora de las comunicaciones por caminos y carreteras, hicieron que la explotación del canal como vía de transporte dejara de ser rentable. Poco a poco se fue abandonando su uso y en la actualidad sirve para el regadío, como fuente de producción de energía aprovechando los saltos de agua de sus esclusas y más recientemente como atractivo turístico. Hoy en día es posible disfrutar de su recorrido a pie o en bicicleta, en un entorno natural que permite contemplar flora y fauna ribereñas, solapándose alguno de sus tramos con etapas del Camino de Santiago, de manera que no es difícil coincidir con peregrinos procedentes de cualquier punto del mundo. Tal vez las obras más imponentes del canal sean las 49 esclusas -todas ellas numeradas- gracias a las cuales es posible salvar 150 metros de desnivel a lo largo de los más de 200 kilómetros que tiene en total su recorrido. Algunos tramos del canal pueden navegarse a bordo de barcos turísticos que realizan agradables recorridos guiados de algo más de una hora de duración.





Cualquier guía de arte románico que sea consultada, pasará irremediablemente por Frómista, porque tal y como decía el escritor leonés Raúl Guerra Garrido -Premio Nacional de las Letras en 2006- todo español debería visitar Frómista al menos una vez en la vida. La Iglesia de San Martín de Tours está considerada como el templo románico más completo de toda Europa. Construida en el siglo XI como capilla de un monasterio -hoy en día desaparecido- su ubicación en el centro de la localidad, en una gran explanada adoquinada y alejada de cualquier otra construcción, permite la contemplación de sus cuatro fachadas y vale la pena hacerlo con detenimiento. Cada detalle decorativo indica cómo los artesanos y maestros canteros viajaban a lo largo del Camino de Santiago, incorporando a sus nuevas obras las técnicas y estilos de otros artistas. Así es posible encontrar en el exterior de San Martín de Tours decoraciones como el "ajedrezado jaqués", presente en templos y castillos de Aragón, Navarra, León, Zamora e incluso Santiago de Compostela. En el interior de la Iglesia de San Martín de Tours se representa el románico más puro, mantenido tal y como fue diseñado, sin los habituales aderezos góticos y barrocos visibles en muchas otras iglesias, permitiendo al visitante o al peregrino la contemplación de sus ricos capiteles, pasear entre las columnas que separan sus tres naves, elevar unas plegarias y sentirse por unos minutos en la Edad Media.


Frómista es lugar de paso obligado en el llamado Camino Jacobeo Francés. Estas largas etapas por la llanura palentina no resultan especialmente duras, salvo quizás en los meses más calurosos, cuando guarecerse del sol de mediodía es casi una obligación. Existen numerosos albergues en Frómista donde los peregrinos pueden detenerse a pernoctar. A primera hora de la tarde, las terrazas se llenan de gente y se convierten en una Torre de Babel donde se escucha hablar en cien idiomas al mismo tiempo. Sin embargo, aunque cada peregrino la pronuncie con su propio acento, una frase se repite sin cesar... ¡Buen Camino!



Por el contrario, el extremo norte de la provincia de Palencia es en realidad la cara sur de la Cordillera Cantábrica, con mayores altitudes, climatología más extrema y naturaleza en estado puro. Allí nacen los ríos Carrión y Pisuerga que vertebran a lo largo de sus cursos casi la totalidad de la provincia, dejando tras de sí numerosos embalses -Compuerto, Camporredondo, Requejada, Ruesga- cuyas orillas pueden recorrerse por la denominada Ruta de los Pantanos, con  final en Velilla del Río Carrión e inicio en Aguilar de Campoo, localidad esta última que puede considerarse la capital de la Montaña Palentina, tradicional núcleo urbano nacido al calor de los intercambios comerciales y que en la actualidad se ha convertido en vértice industrial de la zona. Pocos restos se conservan del castillo de Aguilar de Campoo -ubicado como es lógico en la zona más elevada de la población- aunque vale la pena acercarse hasta sus faldas donde se alza la ermita románica de Santa Cecilia -cuidada y coqueta- desde cuyo mirador se tiene una espectacular vista panorámica de la localidad. El corazón de Aguilar de Campoo late con intensidad en los característicos soportales castellanos de su Plaza de España -en el pasado denominada Plaza Mayor o Plaza del Mercado- en uno de cuyos extremos destaca la Colegiata de San Miguel, templo gótico principal de la localidad donde se conserva el venerado Cristo Yacente de Aguilar. 


En el extremo occidental de la Ruta de los Pantanos se ubica Velilla del Río Carrión, último rincón de montaña palentina antes del límite con la provincia de León. Dedicada hasta el siglo pasado a la extracción de carbón, el paulatino abandono de las explotaciones mineras y el cierre de la central térmica sumió a esta localidad en una despoblación alarmante. Por fortuna, la belleza de su entorno natural ha conseguido reconducir su futuro hacia el turismo de calidad. El monumento más célebre de la localidad son las Fuentes Tamáricas, surgencias de agua ya descritas en época romana por Plinio El Viejo, situadas en el centro de un gran parque y a escasos metros de la ermita de San Juan de las Fuentes Divinas. El comportamiento de estas fuentes es cuando menos curioso, ya que de ellas puede manar agua en abundancia o permanecer absolutamente secas y estas variaciones pueden darse incluso a lo largo de un mismo día. Por supuesto, existe una explicación científica para ello, pero no seremos nosotros quienes la desvelemos. Este carácter misterioso sirvió para alimentar la leyenda del poder mágico de dichas aguas y aún hoy en día se cree que todo aquel viajero que encuentre secas las fuentes en su primera visita a Velilla del Río Carrión, fallecerá antes de siete días. Por nuestro propio bien, esperemos que sólo se trate de una leyenda...  



El legado dejado por los romanos en Palencia ha sido descubierto hace relativamente poco tiempo. Tratándose de una provincia mayoritariamente agrícola y ganadera, los hallazgos se han circunscrito al descubrimiento de varias villas romanas relacionadas con lo que fueron inicialmente explotaciones agropecuarias y que con el paso del tiempo se convirtieron en preciosos palacios en el medio rural con todos los lujos y comodidades de la época. Existen varias villas descubiertas, sin embargo sólo son visitables la Villa La Tejada en Quintanilla de la Cueza y la Villa La Olmeda en Pedrosa de la Vega. Ambas tienen la particularidad de que los yacimientos permanecen en el lugar exacto donde se descubrieron, no ha habido traslado de vestigios a museos y las labores de investigación se realizan in situ. Como es lógico, ha sido necesario destinar importantes sumas de dinero para acondicionarlas y preservarlas, pero el resultado es sencillamente imponente. En concreto, la Villa Romana La Olmeda es posiblemente el yacimiento arqueológico que conserva el mejor conjunto de mosaicos romanos en toda España. La visita a los 4400 metros cuadrados de la vivienda -pars urbana- se completa con los almacenes, talleres y cuadras -pars rustica- todavía por descubrir, sin olvidar el museo ubicado en la cercana localidad de Saldaña donde pueden contemplarse la mayoría de los objetos recuperados en el yacimiento.



La capital de la provincia se extiende junto a la margen izquierda del río Carrión, cuyo cauce se abre caprichosamente en dos brazos en ese punto, formando dos islas conocidas como El Sotillo de los Canónigos y la Isla Dos Aguas. Al este del río queda el casco antiguo de la ciudad, cuyo eje principal es la Calle Mayor Antigua, arteria peatonal de más de 900 metros de longitud en torno a la cual se sitúan la mayoría de lugares de interés. Muy cerca de allí, la Plaza Mayor -algo menos mayor que otras plazas mayores, si se nos permite el juego de palabras- alberga el ayuntamiento y unos cuantos restaurantes, aunque nos resultó más interesante la cercana Iglesia de San Francisco, con su doble espadaña y su claustro que esconde en unos de sus extremos una capilla-osario verdaderamente excepcional y que tiene el honor de haber sido la sede de las Cortes de Castilla en el siglo XIV.


Recorriendo la Calle Mayor hacia el norte, se llega a la Plaza de la Inmaculada y a la Catedral de San Antolín -La Bella Desconocida, como la llaman los palentinos- tercera catedral gótica más grande de España tras las de Toledo y Sevilla. El templo y las plazas que lo rodean sorprenden por sus dimensiones. La llana orografía de la ciudad favoreció las obras así como las numerosas propiedades que la Iglesia tenía en el entorno de dicha ubicación, previamente empleada para erigir un templo románico y anteriormente un templo visigodo, cuyos vestigios todavía son visitables en la cripta de la propia catedral. Muy cerca se halla la Iglesia de San Miguel, templo de estilo tardorománico o protogótico, de aspecto menos grácil y más robusto, pero que cuenta en su favor con la leyenda de haber sido el lugar donde se ofició la boda entre Rodrigo Díaz de Vivar -el Cid Campeador- y su esposa Doña Jimena. Y decimos leyenda porque no existe documento histórico alguno que permita corroborar dicho enlace. En cualquier caso y quizás precisamente por este motivo, la Iglesia de San Miguel es una de las preferidas por los novios palentinos para jurarse amor eterno.



Sin ningún género de dudas, la Calle Mayor Antigua es la pasarela de moda de la ciudad. Pasear por ella durante la tarde, saludar a los conocidos y dejarse ver parece ser imprescindible para muchos palentinos. Ciertamente es una actividad muy agradable, sin olvidar la belleza arquitectónica de muchos de sus edificios -tristemente cada vez menos habitados- es la cara urbana del vaciamiento de la España interior, un fenómeno imparable que afecta por igual a casi todas las capitales de provincia y del que hemos sido testigos en numerosas ciudades. Y no sólo hablamos de las viviendas -algunas de ellas encuentran una nueva vocación como apartamentos turísticos- sino sobre todo de los locales. El cierre de un comercio tradicional es inmediatamente aprovechado por las franquicias, independientemente del sector al que se dediquen -mayoritariamente a la hostelería, aunque las hay de todo tipo- y su voracidad urbanística es infinita. De manera que a los negocios de toda la vida tan sólo les queda resistir. Y precisamente en Castilla es donde hemos encontrado la resistencia más feroz ante esta invasión deshumanizadora de las grandes empresas. En ese sentido, nos resulta imposible olvidar una confitería en la Plaza Mayor de Salamanca, desde cuya entrada era posible divisar al fondo del local a una señora sentada junto a una mesa camilla. Pues de igual modo, en Palencia es posible encontrarse con comercios que todavía protegen su escaparate durante las horas de cierre con tablas de madera y farmacias heredadas de padres a hijos en las que sus propietarios residían en una vivienda justo encima de la botica. Son imágenes enternecedoras, cargadas de sentimiento, que hablan de cómo discurría el día a día hace medio siglo en cualquier ciudad española "de provincias", como se acostumbraba a decir -un tanto despectivamente- en los círculos más elitistas y relamidos de Madrid y Barcelona. Castilla todavía resiste -fiel a su historia, su pasado y sus tradiciones- convirtiéndose en una cápsula del tiempo que al visitante sorprende más por olvidado que por desconocido.



No obstante, hasta principios del siglo XX Palencia adolecía de una imagen icónica como ciudad. Quizás por ese motivo en el año 1930 el escultor palentino Victorio Macho recibió el encargo de construir una gran estatua de un Sagrado Corazón de Jesús. Se decidió erigirla en el Cerro del Otero, uno de los pocos promontorios cercanos a la ciudad. Con sus más de 20 metros de altura, el Cristo del Otero sorprende tanto por sus dimensiones como por la rapidez con que fue construido -apenas 9 meses- realizándose su inauguración en la primavera de 1931. A sus pies existe una preciosa ermita -visitable y muy reformada- dedicada a Santa María, en cuyo interior yacen los restos de Victorio Macho, cumpliendo así una de las últimas voluntades del artista, descansar en tierras palentinas después de haber diseñado esculturas y monumentos en España y América. En los meses con menos afluencia de visitantes, vale la pena acudir al atardecer a visitar el centro de interpretación del Cristo del Otero y esperar a quedarse a solas para disfrutar de las últimas luces del ocaso. Las sombras comienzan a ganarle terreno al sol, que apenas alcanza a iluminar el rostro y los hombros de la estatua. El silencio te envuelve, tan sólo se escucha a los pájaros o algún crujido de la piedra al enfriarse y en ese preciso momento hay quien asegura que se puede percibir un susurro, un murmullo, una suave voz procedente de lo alto que agradece al viajero la visita y que le acompaña hasta que el sol se pone por completo.



En efecto, ni una sola palabra hemos escrito relativa al vino en el presente artículo. Que no cunda el pánico, queridos lectores, enseguida resolveremos este asunto. A continuación una breve introducción a las denominaciones de origen Arlanza y Cigales, así como notas de cata y opiniones acerca de un par de vinos adquiridos, catados y disfrutados en tierras palentinas.


La provincia de Palencia no cuenta con una Denominación de Origen propia, sin embargo comparte con Burgos la DO. Arlanza y con Valladolid la DO. Cigales. La DO. Arlanza es una demarcación geográfica más bien joven -fue creada en el año 2007- aunque la tradición vitivinícola data de hace casi mil años. Sus viñedos ocupan aproximadamente 450 hectáreas repartidas en las inmediaciones del río Arlanza, en parcelas pequeñas, mestizas y desiguales, a menudo de difícil acceso, con marcos de plantación que imposibilitan la mecanización del trabajo en campo. Se extiende por la mitad sur de las provincias de Burgos y Palencia. La variedad Tinta del País es la más abundante, aunque también están autorizadas Garnacha, Mencía, Cabernet Sauvignon, Merlot y Petit Verdot. Se elaboran vinos tintos y rosados, ambos deben incorporar al menos un 50% de Tinta del País y en el caso de los rosados pueden elaborarse mezclando uvas tintas y blancas. Los cepajes reconocidos para elaborar vinos blancos son Albillo y Viura. 


En los últimos años ha crecido el número de bodegas de la DO. Arlanza hasta superar holgadamente la veintena. La mayoría siguen siendo de tamaño pequeño y algunas de ellas apuestan por la recuperación de viñas centenarias casi perdidas. Tal es el caso de Vinos Sinceros Viticultores elaboradores del PALENZUELA QUINTERO 2021, un vino de parcela como los de antes, pero de factura actual y muy moderno. Botella numerada -851 de 1300- ensamblaje de Tempranillo, Garnacha y otras variedades blancas, todas ellas procedentes de un mismo viñedo mestizo a una altitud de 1000 metros sobre suelos de cascajo y clima extremo en la comarca del Cerrato palentino. Crianza durante 18 meses en barrica de roble de 500 litros. Color rojo cereza de capa media con ribete malva. Cerezas, ciruelas y pimienta blanca en nariz. Ligeramente licoroso y con un punto herbáceo muy interesante. Marcadamente mineral, acidez media y francamente bien equilibrado. Fino, agradable y redondo en boca, con tensión, frescura y nervio. Todo un descubrimiento.


Históricamente Cigales se ha significado en la elaboración tradicional de rosados -antes denominados como claretes- los cuales representaban el producto sincero de la mayoría de los viticultores de la zona, vinos que se elaboraban tras la vendimia de toda la uva disponible en el viñedo, mayoritariamente tinta, pero con un porcentaje significativo de uvas blancas. Eran vinos destinados al autoconsumo y cuyos excedentes se comercializaban habitualmente a granel. La creación de la DO. Cigales data del año 1991 y sus viñedos se extienden por ambas márgenes del río Pisuerga tanto en su trazado vallisoletano como en el palentino, aunque en realidad no existe solución de continuidad entre unas tierras y las otras. El Consejo Regulador ha realizado una importante labor para posicionar Cigales en el mercado y actualizar su imagen. Tempranillo, Garnacha -tinta, blanca, tintorera y gris- Viura, Verdejo y Albillo son las variedades principales. Desde 2011 se reconocen como complementarias Cabernet Sauvignon, Merlot, Syrah y Sauvignon Blanc. Finalmente en 2022 se decidió eliminar la distinción entre variedades principales y complementarias. Se autoriza la elaboración de vinos tintos, rosados, blancos, espumosos y dulces. De un tiempo a esta parte, Cigales ha experimentado un salto cualitativo, que si bien le ha permitido alcanzar cierto éxito comercial, hay quien opina que ha sido a costa de perder algo de su identidad. 


Un buen representante de los nuevos tiempos que corren en la DO. Cigales es Bodega Hiriart, reinterpretación de la tradicional bodega de la familia Muñoz a cargo de su tercera generación. La bodega actual abrió sus puertas en el año 2007, aunque en realidad llevan más de un siglo elaborando vino. El nombre es un homenaje al apellido de su bisabuela de origen francés, con cuya familia -natural de Burdeos- establecieron relaciones comerciales a finales del siglo XIX. Este vínculo franco-español entre bodegas es de sobra conocido en Castilla, en La Rioja y en muchos otros lugares. No olvidemos que gracias a aquel intercambio de información y de vino, llegaron hasta nosotros las técnicas bordelesas de crianza en roble. HIRIART CRIANZA  2020 es un monovarietal de Tempranillo que reposa durante 14 meses en barrica de roble francés y americano. Color rojo picota de capa media con ribete granate. Ciruelas y cerezas, especias dulces, caja de puros y guirlache. Algo rústico y cálido en boca. Acidez media, astringencia media y ligero amargor en el postgusto. Menos voluminoso de lo esperado. Fresco, agradable, sabroso y versátil. Entre Rioja y Ribera... Cigales!


Damos por concluido este amplio y agradable recorrido por la provincia de Palencia, tierras tan cercanas como desconocidas para muchos españoles. Es curioso cómo con demasiada frecuencia emprendemos un largo viaje hasta el otro extremo del mundo y sin embargo seguimos sin conocer preciosos rincones de nuestro país que probablemente sean más valorados en el extranjero que por nosotros mismos. 

En una próxima entrada, todos los detalles de la visita a una espectacular bodega subterránea tradicional palentina.