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lunes, 29 de julio de 2019

> Cata vertical inversa de Ignius en Vinos Botica




No es posible comprender los vinos de Ignius si no se conoce personalmente a Javier Sanz.

Parafraseando a un buen amigo, más que un elaborador podría decirse que Javier es un "hacedor" de vinos. Su proyecto se inició hace tres decenios y comenzó donde todo debe comenzar: en el viñedo. Treinta años lleva Javier intentando comprender a sus viñas, veinte trabajando en la bodega y solamente diez -como si fuera poco- elaborando vino. Cuenta en la actualidad con 14 hectáreas de viñedo, inicialmente en cultivo de modo convencional aunque en una clara transición a cultivo de residuo cero en producto. Mínimamente intervencionista por principios -en sus propias palabras es el vino quien decide lo que quiere ser- Javier es un elaborador de acompañamiento, casi vocacional, que permanentemente fija la vista en el pasado, en la memoria de sus ancestros y que persigue con ahínco rememorar los aromas tradicionales de Almonacid de la Sierra. Sus viñas se asientan sobre dos tipos de suelos, carbonatados y ligeramente alcalinos unos, silíceos y algo más ácidos otros.  La altitud y la orientación en la que se ubican las parcelas, todas ellas en la Sierra de Algairén, determina absolutamente el resultado. El ensamblaje de uvas procedente de parcelas de ambos tipos, compensando unas con otras es donde reside la principal dificultad para obtener cada año un vino equilibrado.


Viñedos en la Sierra de Algairén

Con potencial para vendimiar más de 80000 kilogramos al año, en realidad sólo se recogen unos 35000 como consecuencia del aclareo de racimos, y de ellos aproximadamente 2500 kilogramos de uva se utilizan en la elaboración de Ignius, el resto se vende a otros productores de la zona. El cultivo tiene certificación ecológica e inspiración biodinámica. En las calles del viñedo se deja crecer una gramínea llamada avena fatua, planta que cuenta con un poderoso sistema radicular que ayuda a movilizar componentes desde lo más profundo del suelo para ponerlos a disposición de las vides vecinas, un claro ejemplo de simbiosis vegetal de la que Javier se aprovecha. La vendimia se realiza manualmente en cajas al amanecer y las uvas permanecen varias horas en el interior de la bodega antes de ser despalilladas, persiguiendo una aclimatación térmica que permite que las bayas se acostumbren a su nueva casa, como cualquier ser vivo después de un largo viaje. La elaboración de Ignius supone invertir 10-12 meses en inoxidable, 14-16 meses en barrica, otros 8-10 meses más de nuevo en inoxidable para afinarse y aún le espera al vino un mínimo de permanencia en botella durante 12 meses antes de salir a la venta. El tiempo lo es todo para Javier y su vino, de hecho sólo se realiza decantación natural, sin filtrado de ningún tipo, para lo cual el paso de las semanas, los meses y los años es absolutamente imprescindible. Javier acostumbra a decir que él no se dedica a elaborar vino, sino que se limita a "encerrar tiempo en una botella". Precioso...


Un regreso al pasado: crianza en tinajas de barro.

Un par de nuevos proyectos a medio plazo rondan por la cabeza del siempre inquieto Javier. Uno de ellos es la elaboración de un monovarietal de Vidadillo -variedad en recuperación autóctona de Almonacid de la Sierra- para lo cual hace tiempo que se está trabajando en ciertas parcelas. Francamente interesante, el otro proyecto persigue la elaboración de un vino con crianza en tinajas de barro que además se pretende que sea comercializado también en botella de cerámica. Una ofrenda al suelo que provee de los frutos y que también merece cobijar el vino elaborado con ellos hasta el mismo momento de su consumo. Estamos en condiciones de adelantar que este segundo vino con tan peculiar crianza, no dejará indiferente a nadie. Esperaremos ansiosos el momento en que ambos vean la luz, por el momento nos conformaremos -que no es poco- con detallar las notas de cata de las tres añadas consecutivas de Ignius que tuvimos ocasión de disfrutar en Vinos Botica, una coqueta vinoteca situada en pleno casco antiguo de Zaragoza que cuenta con una acogedora sala subterránea para realizar catas. 


Vimos Botica

Sala de catas 

En esta ocasión la cata vertical de tres añadas consecutivas -al contrario de lo que suele ser habitual- se diseñó de modo inverso, es decir, comenzando por el vino de más edad y terminando por el menos evolucionado. El Ignius 2013, del se elaboraron 2222 botellas, se mostró de un intenso color rojo picota de capa altísima con ribete granate insinuando algún reflejo teja. Recuerdos de bombones Mon Cheri y frutas negras. Higos secos, tabaco y torrefactos. Crianza íntegramente efectuada en barrica de roble americano. Marcada mineralidad. Astringencia muy domada, acidez media-alta y gran persistencia en el postgusto. Tremendo...


Tres añadas de Ignius

Una primavera lluviosa en 2014 se tradujo en una mayor afección del fenómeno conocido -con perdón- como "corrimiento fisiológico", un déficit de polinización y fecundación muy habitual en la Garnacha. Sin embargo no fue inconveniente para elaborar un total de 1032 botellas de Ignius 2014, visualmente muy similar a su predecesor de la añada 2013. Ligeramente reducido en el ataque, algo menos aromático y un poco cerrado de inicio. Ciruelas, lácticos y café con leche. Cremoso. Astringencia media-alta y moderada acidez. Persistencia media. Con vida y recorrido en botella. Paciencia... El adolescente Ignius 2015 fue el último vino que tuvimos ocasión de catar. Picota de capa alta con un juvenil menisco rubí. Todavía poco expresivo en nariz, mostró lo que cabría esperar de él. Frutas rojas, aromas fermentactivos y especiados. Algo más agreste en boca, con marcada astringencia y acidez alta. Démosle tiempo, se le prevé una gran longevidad. Para guardar varios años...

Para concluir este artículo, no se nos ocurre mejor modo que reproducir unas reflexiones del propio Javier Sanz, un filósofo que -para nuestra satisfacción- en algún momento tomó la decisión de convertirse en vino.

Poco más se puede añadir...





jueves, 13 de junio de 2019

> Visita a Bodegas Esteban Castejón (DO. Calatayud)




Muy cerca del Embalse de La Tranquera, junto a la cuenca del río Mesa y a escasos kilómetros de la frontera imaginaria que separa las provincias de Zaragoza y Guadalajara, en lo alto de un promontorio se alza el núcleo urbano de Ibdes. Este pueblo rojizo de la Comarca de Calatayud, con sus construcciones a base de ladrillo, adobe y tapial contó en tiempos con numerosas bodegas subterráneas -hoy tristemente abandonadas y muchas de ellas derruidas- excavadas en un cabezo conocido como Paraje El Verdinal, reflejo inequívoco de la importancia vitivinícola de la localidad en el pasado.


Bodegas Esteban Castejón en Ibdes (DO. Calatayud)

Las Bodegas Esteban Castejón fueron fundadas por Cecilio Esteban Camacho en 1940. En los años 70 del pasado siglo asumió la gestión Carmelo Esteban Castejón, hijo de Cecilio, y no fue hasta el año 1993 cuando los hermanos Carmelo y José Miguel -tercera generación de bodegueros- decidieron actualizar las instalaciones y modernizar aún más los procesos de elaboración. En 1997 sacaron al mercado su primer vino embotellado, hasta entonces sólo comercializaban vino a granel y prácticamente todo lo que elaboraban era vino tinto sin crianza. A lo largo de aquellos cincuenta primeros años de historia, el mercado recomendaba el cultivo de variedades foráneas -denominadas "mejorantes", dejando entrever cierto desprecio hacia las variedades autóctonas- de manera que un gran número de viñedos viejos de la denostada garnacha fueron arrancados y sustituidos por otros cepajes a priori más interesantes. De manera paralela a lo sucedido un multitud de localidades aragonesas, las máquinas arrasaron numerosas hectáreas de viña vieja en Ibdes. Algunos propietarios, deseosos de sacar un rápido rendimiento, optaron por reconvertir sus tierras en campos de cereal. Otros en cambio, menos apresurados, buscaron asesoría externa para replantar sus viñas. En ese sentido, alguien aconsejó a Carmelo Esteban que debía plantar Tempranillo o Cabernet Sauvignon y obedientemente así lo hizo, pero decidió mantener sus viñedos de Garnacha. Al cabo de los años, el tiempo acabó dándole la razón, convirtiéndose esas viñas plantadas en vaso hace más de treinta años en uno de sus bienes más preciados. A diferencia de las nuevas plantaciones que cuentan con el apoyo del riego por goteo -más como medida de seguridad que como necesidad, porque la zona es algo así como una inmensa esponja de tierra roja- los viñedos más antiguos son de secano estricto, algo que no parece preocupar a las plantas, acostumbradas como están durante décadas a horadar el suelo en busca de nutrientes.


Viña vieja de Garnacha en vaso sobre suelo arcilloso

Joven viñedo de Malvasía en espaldera sobre cantos rodados

En la actualidad la bodega cuenta con 17 hectáreas de viñedo propio de las variedades tintas mencionadas a una altitud máxima de 900 metros sobre el nivel del mar, en un páramo situado al norte de Ibdes en dirección a la vecina localidad de Godojos por el que no es infrecuente ver corretear a las perdices. Sin embargo, de unos años a esta parte, considerando la dificultad y la competencia existente en el mercado de los vinos tintos, se ha apostado con decisión por la recuperación de variedades blancas casi perdidas. Garnacha Blanca y Malvasía han sido las elegidas, ésta última cultivada en un viñedo de 2 hectáreas, escasamente 4000 cepas plantadas en espaldera en 2012. Cuatro años antes -en 2008- se realizó la plantación de la Garnacha Blanca. Con estas dos variedades se elaboran tres vinos monovarietales diferentes y únicos, vinos que una vez que se catan nunca se olvidan, pues despliegan una firma aromática inconfundible y seductora. El artífice de esas escasas botellas es el enólogo Enrique Castels, con experiencia previa en Priorat y Terra Alta, zonas geográficas que casualmente guardan ciertas similitudes con la DO. Calatayud.

Sargas de Idues y 180 Noches, maravillas blancas de Esteban Castejón 

En total se elaboran nueve vinos -cuatro tintos, cuatro blancos y un rosado- así como un vermut que no tuvimos ocasión de probar. Algunos de los vinos se comercializan no sólo en botella sino también en una moderna presentación bag-in-box. La bodega no realiza exportación ni distribución fuera de la comarca, apenas algo a Zaragoza capital. Se encarga también del suministro comercial de vino a los cercanos balnearios de Jaraba y Alhama de Aragón, así como al Monasterio de Piedra, todos ellos destinos turísticos de primer nivel en la Comarca de Calatayud, obteniendo de ese modo una visibilidad importante. Son frecuentes las visitas en la bodega protagonizadas por los viajeros que en alguno de los balnearios han probado uno de los vinos de Esteban Castejón. Un amplio porcentaje de la producción se dispensa directamente en bodega, abierta al público todos los días de la semana excepto los domingos por la tarde. A decir verdad, ganas de trabajar no les faltan a los hermanos Castejón...




Los dos vinos elaborados con Malvasía -uno sin crianza y el otro con paso por roble- se conocen con el original nombre de 180 Noches, en relación a los 6 meses que dura el ciclo vital de la vid, desde que las plantas comienzan a llorar en el inicio de la primavera hasta el momento de la vendimia a principios del otoño. Manzana roja, frutas de hueso, frutas tropicales e incluso frambuesas despliega en nariz esa deliciosa Malvasía sin crianza. Su hermano mayor, tras permanecer en barrica de roble, se transforma en un vino mucho más complejo -miel de acacia, piña madura, cítricos escarchados, especias- más graso, estructurado y untuoso, aunque sin perder acidez ni frescura. Para completar la familia se proyecta elaborar en el futuro un vino dulce también con la Malvasía como protagonista. Estaremos muy atentos a esa rareza.

            

La gama básica de los vinos de Bodegas Esteban Castejón lleva por nombre Tranquera, en referencia al cercano embalse que se construyó al represar el río Mesa. Agrupa un tinto joven a base de Tempranillo, dos tintos con media crianza -Cabernet Sauvignon y Garnacha, respectivamente- un rosado del que ya dimos cumplido detalle en una entrada anterior y un blanco monovarietal de Macabeo. Representan con toda sinceridad la manera de trabajar en la bodega. Vinos honestos y directos que hablan de la tierra y de los viticultores, pensados para disfrutar por copas -como bien demuestra el moderno tapón de silicona con rebaje para favorecer el trabajo de los camareros- pero que en absoluto desmerecen como acompañamiento a una comida completa y que en el transcurso de una cata técnica se desenvuelven muy bien. 

Panorámica de la puerta principal de la Iglesia de San Miguel (Ibdes)

Sargas de Idues Garnacha Blanca

El rosetón de la fachada lateral de la iglesia gótica de San Miguel Arcángel sirve como ilustración a las etiquetas de los dos vinos de la línea Sargas de Idues. Bajo esta curiosa denominación se elaboran una Garnacha Blanca con breve paso por barrica de roble francés y un tinto de Garnacha Tinta con crianza en roble americano. El vocablo Idues se refiere al antiguo nombre de la localidad en lenguaje celtíbero y la sarga es el material con el que están construidas las puertas que cierran el retablo mayor de la iglesia, erigida sobre las ruinas de una antigua fortaleza. Dichas puertas que están ricamente decoradas con pinturas renacentistas realizadas por Pietro Morone -discípulo del gran Miguel Ángel, alegóricas al Juicio Final y que pueden recordar a algunos fragmentos de la Capilla Sixtina- sólo permanecen cerradas durante la Semana Santa, de manera que la posibilidad de contemplar esas pinturas se reduce a unos pocos días al año. 

Azud del río Mesa desde La Paradera

Pero como no sólo de vino vive el hombre, la jornada en este rincón de la Comarca de Calatayud bien merece alguna actividad adicional. Los aficionados a la bicicleta de montaña pueden disfrutar de la ruta que une Nuévalos con Calmarza, también los amantes del senderismo tienen destinos francamente interesantes -Desfiladero de la Hoz Seca, Santuario de Nuestra Señora de Jaraba, Hoces del río Mesa, Mirador de los Buitres, etc- donde además de visualizar flora y fauna pueden visitarse varios abrigos con pinturas rupestres. Los procesos karsticos presentes en toda la zona atraen todos los años a profesionales y aficionados a la geología, destacando por su belleza la Gruta de las Maravillas en Ibdes, junto a cuya entrada el ayuntamiento de la localidad ha acondicionado -sobre un azud en el propio río Mesa- una zona de picnic conocida como "La Paradera".

Y como la vida en ocasiones insiste en regalarnos pequeños placeres, allí nos detuvimos a escuchar el sonido del agua y su refrescante sinfonía, mientras disfrutábamos de una copa de vino, por supuesto de Bodegas Esteban Castejón.

No se puede pedir más...



martes, 4 de junio de 2019

> Hoy catamos con... Fernando Mora en La Alacena de Aragón




La célebre frase que hace referencia a la dificultad de ser profeta en tierra propia le viene como anillo al dedo a Fernando Mora. Su meteórica carrera en el mundo del vino -de la nada más absoluta al Master of Wine en tan sólo unos pocos años- ha despertado lógica admiración e injusto recelo a partes iguales, algo hasta cierto punto habitual en un país donde la cultura del esfuerzo cada día pierde terreno en favor del insano vicio de la subvención. Largo y tendido se ha escrito acerca de aquel día -tampoco tan lejano- en que el Fernando ingeniero dejó a un lado los motores para saltar sin paracaídas en dirección al mundo del vino, descubriendo en ese momento cuál iba a ser la pasión que regiría su vida desde entonces. 

Rápidamente comprendió que la elaboración de un gran vino tiene detrás muchos factores, así que tras varios ensayos a escala doméstica se lanzó a comercializar sus primeras botellas en colaboración con sus dos socios. También asumió que debía enfocar su nueva actividad desde un punto de vista más global y se planteó un nuevo reto, cursar los estudios para obtener el prestigioso título de Master of Wine. Tres exigentes años más tarde alcanzaba dicho reconocimiento, convirtiéndose en el primer aragonés en obtenerlo. Desde entonces los objetivos de Fernando Mora han cambiado ligeramente. Sus elaboraciones tienden a la mínima intervención y en realidad ha decidido mirar hacia el pasado para poder vislumbrar el futuro. Asume que el cuidado de la viña es lo más importante y busca sin descanso viñedos abandonados, cuanto más viejos y recónditos tanto mejor, con la idea de elaborar vinos que expresen la tierra y el clima. En esos viñedos abandonados y casi olvidados espera encontrar en algún momento las uvas para elaborar un vino mítico, mitad arte y mitad técnica, pero sobre todo con pasión.



Tuvimos la oportunidad de asistir a la cata organizada por La Alacena de Aragón y podemos afirmar que nos sentimos unos absolutos privilegiados tras escuchar las explicaciones de Fernando Mora. Sus inicios un tanto irracionales en el mundo del vino, los riesgos a todos los niveles que asumió en su frenética carrera hacia el Master of Wine y el agradecimiento sincero que demuestra hacia quienes le apoyaron, pero destaca sobre todo la imagen que transmite de estar a mitad de su aprendizaje, un trazo de humildad que sólo demuestran quienes se han hecho a sí mismos. 

A día de hoy elabora en dos zonas geográficas cercanas pero diferentes entre sí. Por un lado en Valdejalón -lugar de nacimiento en 2013 de Bodegas Frontonio, su proyecto primigenio y el que más vinos saca al mercado- y por otro en Campo de Borja desde 2015-con dos vinos tintos bajo la marca Cuevas de Arom- siguiendo siempre tres premisas absolutamente innegociables: viñas viejas, cultivo de secano y vendimia manual. Un tercer proyecto a punto de ser inaugurado tras varios años de trabajo en campo y todavía por revelarse al público lo está desarrollando en Alpartir y llevará el nombre de El Jardín de las Iguales, con origen en un viñedo escondido en la cara más oculta de la Sierra de Algairén que atesora vides de Garnacha y Macabeo con más de un siglo de antigüedad. Reconocido enamorado de las variedades autóctonas particularmente de la Garnacha -la Pinot Noir del sur, como él la denomina- elabora 21 vinos distintos, blancos y sobre todo tintos, la mayoría con discretos periodos de crianza en recipientes de roble de gran tamaño, aunque experimenta con otros materiales como el cemento o el plástico alimentario. La inquieta creatividad de Fernando le espolea a diario para imaginar nuevos proyectos y así han visto la luz un monovarietal de uva Cariñena, un blanco de tres variedades fermentadas simultáneamente y un vino de parcela o field blend resultado de la mezcla de uva tinta y blanca procedentes de un mismo viñedo.

Detallaremos a continuación nuestras notas de los vinos catados.


Vinos protagonista en orden de cata

TELESCÓPICO BLANCO 2016
Macabeo, Garnacha Blanca y Viognier en proporciones desconocidas. IGP Valdejalón. Elaborado mediante cofermentación simultánea de los tres tipos de uva, vendimiadas en un mismo día y lógicamente con diferentes grados de madurez. Crianza durante 12 meses sobre lías en depósitos de cemento. Amarillo dorado de capa media. Frutas de pepita muy maduras y cáscara de limón. Toffee, flores secas y jengibre. Acidez media. Ligeramente mineral. Cremoso y graso. Largo postgusto. Un atípico y complejo blanco de guarda sin paso por roble.

TELESCÓPICO GARNACHA 2015
100% Garnacha. IGP Valdejalón. Viñedo en suelos aluviales de cantos rodados. Fermentación en lagos abiertos. Crianza en barricas usadas de roble francés de 500 litros. Cereza de capa media con ribete granate. Ataque alcohólico y laca de uñas que desaparece al instante. Bastante cálido. Ciruelas y mermelada de moras. Especias dulces y pimienta blanca. Discreta nariz y entrada en boca. Un vino más largo que ancho, poco comunicativo de inicio pero que gana en expresividad con el tiempo.

TELESCÓPICO CARIÑENA 2016
100% Cariñena. IGP Valdejalón. Fermentación en depósitos abiertos de plástico alimentario. 14 meses de crianza en barricas de roble francés. Picota de capa media-alta con ribete violáceo. Frutas rojas y flores azules. Caramelo de café con leche. Marcada acidez y notable astringencia. Algo desequilibrado, agreste y poderoso. Tal vez necesite más botella, más barrica o ambas cosas. Parafraseando aquel anuncio de neumáticos, tiene toda la potencia pero le falta un poco de control.

AS LADIERAS 2015
100% Garnacha. DO Campo de Borja. Crianza mixta durante 12 meses en depósitos de cemento, barricas de 500 litros y depósitos ovoides de plástico alimentario. Posterior ensamblaje de los vinos procedentes de cada tipo de crianza, siguiendo el criterio del elaborador. Picota de capa media-alta con ribete granate ligeramente evolucionado. Bombones Mon Cheri y frutas negras. Pimienta negra y hoja de tabaco. Hierbas aromáticas y monte bajo. Balsámicos. Muy sabroso y equilibrado.

LAS ALAS DE FRONTONIO 2016
Garnacha tinta y Macabeo. IGP Valdejalón. Uvas procedentes de un solo viñedo mestizo estrujadas mediante pisado con los pies y fermentadas directamente en barrica. Afinado durante 7 meses en barricas de roble francés de 450 litros. Responde el concepto "field blend", vino de parcela en la que se entremezclan variedades tintas y blancas. Rojo picota de capa media-alta con ribete rubí. Frutas rojas, frutas de hueso y orejones. Acidez moderada. Diferente y muy curioso. Aspira a convertirse en un grand cru, si es que en alguna ocasión llegara a implantarse en España esa catalogación al modo francés.

OS CANTALS 2016
100% Garnacha. DO Campo de Borja. Viñedo con suelos pedregosos. Fermentación en barricas abiertas de 800 litros con al menos la mitad de la uva sin despalillar. Crianza posterior en barricas de 400 litros. Cereza de capa media con ribete rubí que insinúa granate. Frutas rojas y flores azules. Hierbas aromáticas. Fresco y alegre.



Vinos de Fernando Mora. Imagen cortesía de Vignerons de Huesca

A partir de ahora seguiremos bien de cerca a este genio que anhela sorprender al mercado. Muy pocos elaboradores son capaces de interpretar la Garnacha en su versión más sutil, floral y delicada. En algún momento se terminará la moda de los vinos con toneladas de fruta negra, barrica bien marcada y gran extracción. Y será en ese instante cuando aquel que no lo conozca se sorprenderá con los vinos elaborados por el primer Master of Wine aragonés de todos los tiempos. 

Es una lástima que esos mismos vinos hayan privado al mundo de un buen ingeniero...





jueves, 4 de abril de 2019

> Novedades en Vignerons de Huesca 2019



No existe a nivel regional -e incluso nos atreveríamos a decir que tampoco en el ámbito nacional- un proyecto más atractivo y seductor que el propuesto por Vignerons de Huesca. Aquella idea romántica que comenzó su andadura el año pasado, agrupando a varios pequeños productores oscenses en torno a un mismo proyecto y bajo el común denominador del sello Vigneron, asciende este año un escalón en cuanto a exigencia y calidad. Serán numerosas las novedades para 2019, aunque la esencia sigan siendo los viticultores, artesanos y artistas que elaboran sus vinos al ritmo que la naturaleza les dicta, porque si algo tienen en común todos ellos es el respeto máximo a la tierra, unas veces hostil, otras cariñosa, pero siempre capaz de transmitir sentimientos y pasiones. Y si alguien lo pone en duda, no debe perderse este Video.


Foto de grupo de los integrantes del Panel de Cata 2019

A finales del mes de Febrero se convocó en Aínsa el panel de cata encargado de evaluar los vinos que aspiran a obtener el sello Vigneron, pasando de las 30 referencias del año anterior hasta las 41 en la presente edición. La primera novedad se sustanció en la atrevida propuesta de varias bodegas con la presentación de vinos exclusivos que no tendrán distribución fuera del proyecto Vigneron, vinos únicos y peculiares, coupages originales, elaboraciones arriesgadas y microvinifaciones de las que apenas se han obtenido unas pocas botellas que sin duda contribuirán a elevar la calidad de la selección final. La ampliación del número de miembros del panel de cata ha supuesto un incremento significativo en cuanto al nivel de exigencia y obligó a buscar una sede más amplia para la celebración de las catas. El traslado al Hotel Sánchez, tan funcional como acogedor, supuso un gran acierto por parte de la organización, así como la separación en dos mesas paralelas con intercambio aleatorio de los catadores, todo ello con la finalidad de ponderar y equilibrar las evaluaciones finales. La procedencia diversa y heterogénea de los miembros del panel de cata -integrado por enólogos, sumilleres, distribuidores y comunicadores- posibilitó la realización de los análisis de cada vino desde puntos de vista muy diferentes, incluso se contó con varios catadores aficionados en representación del consumidor final, que dejaron constancia de sus preferencias y gustos


Coordinadores de ambas mesas de cata

Una de las mesas del panel de cata Vignerons 2019

 Frontonio: bodega invitada. Imágen cortesía de La Corona de Aínsa

La novedad más visible y mediática de este año ha sido la incorporación de una bodega invitada de fuera de la provincia de Huesca. En realidad estamos ante el primer paso para que el proyecto Vignerons se extienda y eche raíces en las otras dos provincias aragonesas, a lo cual contribuirá notablemente la elección este año de Bodegas Frontonio como primera bodega invitada. La convivencia de los miembros del panel de cata con el Master of Wine Fernando Mora durante aquellas dos jornadas supuso un honor y un privilegio al alcance de muy pocos. Dos vinos de Bodegas Frontonio fueron también evaluados y de ellos solamente uno ostentará el sello Vigneron este año 2019, siempre que obtenga una calificación favorable, algo que nadie que conozca mínimamente la trayectoria de Fernando Mora puede poner ni tan siquiera en duda. 


Cata de reevaluación. Imágen cortesía de Juan Manuel Gonzalvo
Formación para hostelería. Imagen cortesía de Patxi Opere

A mitad de la primavera deberán estar revisadas las evaluaciones efectuadas por el panel de cata. Tal vez algún vino requiera un análisis posterior para afinar un detalle o perfilar una puntuación, lo cual siempre se realizará en estrecha colaboración con el propio elaborador. Comenzarán entonces las jornadas formativas para el personal de restaurantes y hoteles adscritos al proyecto, así como el diseño definitivo de las cartas de vinos. El indudable éxito cosechado durante el año pasado ha animado a la organización a ampliar el número de puntos de venta seleccionados, extendiéndose a la práctica totalidad de la provincia de Huesca y con las miras puestas a dar el salto -tal vez el año próximo- hacia otros territorios, una aspiración lógica que no obstante tiene la intrínseca limitación del número de botellas disponibles de algunos de los vinos.


Notas y puntuaciones de cata

No desvelaremos aquí más novedades, preferimos que vayan siendo descubiertas poco a poco por los visitantes en las bodegas, los comensales en las mesas y los viajeros en los comercios. Tan solo adelantaremos que esta temporada los maridajes serán aún más divertidos, gracias al buen hacer de algunos elaboradores que han apostado por las variedades autóctonas -Alcañón, Moristel, y Parraleta- diseñando procesos de vinificación exclusivos que a buen seguro encontrarán el complemento ideal en los restaurantes adscritos al proyecto, permitiendo así un abanico de armonizaciones aún más amplio que el año pasado. En la selección final se podrán encontrar vinos de todo tipo: monovarietales y coupages, vinos con y sin permanencia en barrica, bastantes tintos, varios blancos, algunos rosados, una crianza oxidativa, una maceración carbónica e incluso un espumoso. En realidad se persigue ofertar un catálogo lo suficientemente amplio como para conseguir la máxima satisfacción incluso del comensal más exigente, sorprendiéndole con algo novedoso y desconocido, pero al mismo tiempo transmitiendo el espíritu del elaborador, de la tierra y del paisaje. 

Suele decirse que hay un vino para cada persona, del mismo modo que cada uno tiene siempre un vino preferido. Déjense seducir por la exigente selección de Vignerons Independientes de Huesca para este año 2019, porque es más que probable que encuentren allí su vino favorito...



miércoles, 8 de agosto de 2018

> Bal Minuta: la senda del tiempo




La despoblación es la más mortífera enfermedad para el medio rural. Esta epidemia se extiende por el campo aragonés y español de manera inexorable y afecta a los pueblos del llano igual que a los de las montañas. Si acaso en estos segundos la situación es aún más grave por las deficientes comunicaciones que necesitan de grandes inversiones en infraestructuras para atender las demandas de un censo poblacional relativamente pequeño, es decir, gastos elevados a cambio de pocos votos, un negocio nada rentable para ninguna administración local ni autonómica.


Indicador de altitud subiendo a Barbenuta

Al este de Biescas existe un valle elevado, con unas privilegiadas vistas de las caras sur del Valle de Tena. Su espina dorsal es el canalizado Barranco d´Os Lucas (lugares o localidades, en aragonés) que en su descenso desde Punta Erata desagua en el río Gállego después de realizar un salto de varios metros cerca de Orós Bajo, dando lugar a un idílico conjunto de cascada y badina, en una preciosa postal pirenaica. Las dos localidades a las que hace referencia el nombre del barranco son Espierre y Barbenuta, con diez siglos de historia a sus espaldas, como bien demuestran sus interesantes iglesias románicas, y ellas conforman este pequeño valle, este valle diminuto, la Bal Minuta, palabra aragonesa de la que toma el nombre la bodega que protagoniza el presente artículo. 

Cruce de caminos

Ambos pueblos están escasamente habitados en la actualidad, aunque durante los meses de verano, aprovechando una climatología más benigna, nos podemos encontrar con algún corrillo de venerables ancianos, estratégicamente sentados al sol a la sombra, según aconseje la temperatura ambiental. Se trata de moradores estivales que antaño fueron habitantes permanentes en aquellos pueblos y que ahora, una vez alcanzada la senectud, gustan de trasladarse al menos una temporada a aquellos lugares en los que jugaron siendo niños. Con los primeros fríos y las lluvias del otoño, no dudarán en echar el cerrojo a su casa de siempre y buscarán refugio, durante los meses más adversos, en núcleos urbanos con más comodidades y menos encanto. El paso del tiempo así lo determina...

Pilar y Ernest ante los cuadros que ilustran sus etiquetas

Para poder hablar de Bodegas Bal Minuta es imprescindible conocer a Pilar y Ernest, química e ingeniero agrónomo respectivamente, una simbiosis perfecta para dedicarse a la elaboración de vino. Esta historia en común comenzó durante sus estudios de enología, se asentó durante su estancia de trabajo en bodegas de la DOc. Priorat y terminó de fructificar -nunca mejor dicho- con la creación de su propia bodega en Barbenuta. De hecho, ellos y sus dos hijos son los únicos habitantes fijos de Barnebuta, sin olvidar a Fita -su perra- y a Rayito -su gato- espíritus de cuatro patas, libres y peludos.  La rehabilitación de una antigua construcción de piedra ha dado finalmente lugar a una preciosa casa, tradicional en su aspecto exterior pero con todas las comodidades de una vivienda moderna. En realidad la bodega propiamente dicha no está en Barbenuta sino a las afueras de Biescas y forma parte de un conglomerado de pequeñas empresas agroalimentarias en el que además de la bodega existe una quesería, un obrador de miel y un elaborador de licores. Pilar y Ernest compaginan en la actualidad la elaboración de vino con la actividad de su empresa de jardinería y mantenimiento, aunque donde verdaderamente se les ve disfrutar es en el viñedo.

Pilar entre sus viñas

Bodegas Bal Minuta cuenta con viñas en propiedad en Barbenuta aunque se están especializando en recuperar viñedos de altura en régimen de arrendamiento. En este sentido, gestionan viñas en el Valle de Arán en Lérida, además de otras parcelas en la provincia de Huesca, concretamente unas Garnachas de entre 70 y 100 años de edad, plantadas en vaso y probablemente prefiloxéricas en el Valle de Hecho, así como 1,5 hectáreas de un viñedo mestizo (Sauvignon Blanc, Chardonnay, Merlot y Tempranillo) en la localidad de Rapún cerca de Sabiñánigo. Los dos viñedos propios situados en Barbenuta se conocen como "La Viñuala" y "San Chus". 


"La Viñuala" y sus silenciosos vecinos

Viñedo experimental

"La Viñuala" se ubica justo al lado de la tapia del cementerio que comparten Espierre y Barbenuta, una curiosa localización que sin embargo no parece molestar ni a vivos ni a muertos. Este es el viñedo familiar de los abuelos de Pilar, reconvertido en espaldera, y en él crecen plantas de dos variedades tintas (Cabernet Franc y Pinot Noir) y dos blancas (Chardonnay y Riesling) conviviendo con otros cepajes centroeuropeos en cultivo experimental para determinar su idoneidad y adaptación a este terreno. Toda la superficie del viñedo está cubierta por mallas de protección, no tanto por los pájaros como por el sol, abrasador en especial para alguna variedad de hollejo fino como la delicada Pinot Noir. En la actualidad Bodegas Bal Minuta colaboran también con el CSIC en un proyecto de tres años de duración, destinado al análisis y la recuperación de vides de montaña, la mayoría de ellas desconocidas. Habrá que esperar para ver qué resultados arrojan dichos estudios genéticos.


Viñedo de Gewürztraminer a 1300m

Viñas, pinos y Punta Erata al fondo

En "San Chus" la única variedad cultivada es la Gewürztraminer. Plantada en espaldera a unos espectaculares 1300 metros, es sin duda el viñedo cultivado a mayor altitud de toda la Península Ibérica. A esa altura, a pesar de la elevada pluviometría media y de la riqueza del suelo, el desarrollo de las vides es lento y la maduración de las bayas tardía. No es extraño que la vendimia se retrase hasta finales de Octubre o incluso algo más. El marco de plantación escogido, así como la acción de los animales (corzos, cabras, aves) han obligado este año a un esfuerzo adicional en vallados y mallas protectoras. Viticultura extrema y pionera en un lugar donde nunca antes hubo viña, con elevados riesgos aunque -por fortuna- prácticamente libre de plagas. En palabras de Pilar, "cada año tenemos el reto de seguir aprendiendo de nuestro viñedo". Aprendiendo y disfrutando, porque desde allí las vistas son absolutamente impresionantes. El lugar no puede ser más hermoso: colgado en una ladera, inaccesible salvo a pie o en vehículo todoterreno, con muros de pizarra y rodeado por vegetación de montaña como el boj o el erizón. En invierno el frío y la nieve, en verano el sol y el viento, son sus fieles acompañantes. Y el silencio... ese silencio que sólo se percibe en el medio natural, cuanto más al límite mejor. El hombre moderno debería esforzarse en volver a disfrutar de ese silencio.



Etiquetas

Por el momento, a la espera de quizás más hectáreas de viñedo, Bodegas Bal Minuta elaboran tres vinos tranquilos y un espumoso. Con el pegadizo nombre de El Vino de las Nieves comercializan un blanco y un tinto sin crianza. No pertenecen a ninguna DO ni IGP, de modo que la legislación no les permite incluir en sus etiquetas las variedades utilizadas, tampoco la añada ni la procedencia de las uvas. La lectura positiva es que gozan de las más absoluta libertad a la hora de elaborar. Ambos vinos representan el grueso de las ventas y su presentación externa en botella borgoñona de gran calidad así lo respalda. Las etiquetas son reproducciones de dos obras de un artista gráfico llamado Ricardo Montoro, guía de montaña y apasionado del Pirineo. Como no podría ser de otra forma, los cuadros originales ocupan un lugar privilegiado en el salón de Pilar y Ernest. En el cultivo de la vid se sigue el máximo respeto medioambiental, el cual incluye algunos tratamientos preventivos inspirados en las teorías biodiámicas. Por supuesto la vendimia es manual en cajas y las vinificaciones se realizan por variedades y por parcelas. 


Viña Balén 2017 durante su crianza en barrica

Botellas de Espumoso de las Nieves

El crianza Viña Balén es un monovarietal de Garnacha del valle de Hecho con permanencia en barrica de roble francés de 400 litros para preservar toda su carga frutal. Es una constante en todos los vinos de Bal Minuta la necesidad de una prolongada oxigenación en copa, incluso decantación en algunos casos, para poder ser disfrutados en plenitud. Son vinos para saborear sin prisas, a la velocidad a la que la vida fluye en este rincón del Pirineo oscense. Incluso el exclusivo Espumoso de las Nieves, monovarietal de Riesling -cuya elaboración es para Ernest algo así como un innegociable secreto de familia- debe ser considerado como un ser vivo y dos curiosidades lo confirman. En primer lugar, es muy sensible a periodos prolongados de refrigeración, apareciendo en esos casos algún precipitado de tartárico. Se aconseja por tanto mantenerlo a temperatura constante y refrigerarlo sólo inmediatamente antes de su consumo. En segundo lugar, en algunas botellas, particularmente aquellas que se descorchan en lugares por encima de los 800 metros de altitud, aparece un exceso de burbujas que indudablemente tiene que ver con la diferencia de presión entre el interior de la botella y la presión atmosférica. En nuestra opinión, debería comercializarse con manual de instrucciones o al menos con recomendaciones de consumo, describiéndose tales fenómenos no como defectos, sino como características propias de este original vino que a nadie deja indiferente.


Fita despidiéndonos desde el balcón

Bodegas Bal Minuta, un encantador proyecto vital y empresarial de los que enamoran desde el primer momento. Y no sólo -que también- por la calidad de sus vinos, sino por la dificultad añadida que tiene el reto al que se enfrentan Pilar y Ernest. La decisión de fijar su hogar en Barbenuta para estar cerca de sus viñas les convierte en unos modernos colonos, ojalá que los primeros de muchos otros, para que el medio rural abandone el camino de la despoblación y regrese a la senda del desarrollo, regrese a la senda del tiempo...

NOTA: Dice el refranero español que "de bien nacidos es ser agradecidos", así que es de justicia incluir en este artículo el enlace a la canción que nos ha inspirado durante la redacción del mismo y de la que hemos tomado prestado el título.





miércoles, 23 de mayo de 2018

> Un paseo por Cretas con Enrique Monreal, el mago de Mas de Torubio




En esta titubeante y fresca primavera que no termina de asentarse en lo climatológico, a contracorriente de ese calentamiento global apocalíptico con el que tanto nos amenazan a diario los medios de comunicación, una mañana de sábado nos regaló un ramillete de pequeños placeres, tampoco especialmente costosos, porque su valor  no es monetario sino emocional.

Viña y olivos, cultivos mediterráneos

Desde que se supera Alcañiz, el paisaje del Bajo Aragón deja de ser llano. Las colinas y barrancos se suceden, la vegetación gana en riqueza y diversidad, alternándose los bosques de ribera y los pinares con los cultivos más mediterráneos. Plantaciones de almendros y olivos, casi todos de la variedad Empeltre, el oro líquido del Bajo Aragón según el criterio de algunos reputados críticos gastronómicos, son los cultivos dominantes. La carretera que une Calaceite con Cretas es agradablemente sinuosa, muy cómoda de transitar en un delicado sube y baja, especialmente en días con escaso tráfico, lo cual es bastante habitual en este rincón de la provincia de Teruel. El viñedo apenas es visible en sus primeros kilómetros, pero de repente, como si una línea invisible se hubiera cruzado, empiezan a observarse las primeras viñas. 


Viñedo. Al fondo, la masía familiar de Mas de Torubio

La finca de la que proceden las uvas con las que se elaboran los vinos de Mas de Torubio se extiende por una vaguada de aproximadamente 25 hectáreas a casi 600 metros de altitud sobre el nivel del mar. En una entrada anterior ya dimos cumplida información acerca de esta pequeña bodega que se esfuerza en elaborar, cada día con mejores resultados, cinco maravillas enológicas en la comarca del Matarraña.


Con Enrique Monreal, inmejorable anfitrión

El pozo de Mas de Torubio en el centro del viñedo. Al fondo, Els Ports

Aparcamos el vehículo en un camino lateral y nos encontramos con quien iba a ser nuestro anfitrión para el resto de la jornada. Enrique Monreal, director técnico de Mas de Torubio, nos recibió a pie de viñedo. Amable y sonriente como siempre, nos invitó a dar un breve paseo hasta la vieja masía familiar que algún día servirá de nave de crianza. Actualmente en vías de rehabilitación, su ubicación domina las plantaciones de viñedo y olivos. Desde allí se tienen las mejores vistas del viñedo, presidido por un pozo central rodeado de lirios, margaritas y amapolas, verdadero icono de la bodega. En los laterales del camino de acceso a la masía, todas las plantas aromáticas imaginables aportan sus compuestos químicos al aire, al ambiente, a la pruina de las uvas y a cada botella de vino. A lo lejos, visible en dirección sureste, la sierra de Els Ports, única barrera orográfica que separa el Matarraña del cercano mar Mediterráneo, a menos de 50 kilómetros en línea recta. 

Julio, gran fotógrafo, junto a Enrique Monreal

 Garnacha Peluda (izquierda) y Garnacha Tinta (derecha)

Defensores convencidos de las variedades autóctonas, la parcela más grande es un crisol de Garnacha Tinta y Garnacha Peluda. Esta segunda se trata de un clon diferente que desde el punto de vista ampelográfico puede diferenciarse por presentar unos pequeños pelos en el envés de sus hojas. Como es lógico, también los vinos elaborados con ella son diferentes, más sutiles y florales, menos estructurados pero más fragantes y perfumados. Las reglamentaciones de la IGP Bajo Aragón no la reconocen como una variedad autorizada, así que en las etiquetas de Mas de Torubio figura como "garnacha indígena". En cuanto a otras castas tintas, el viñedo se completa con Cabernet Sauvignon, Merlot y Tempranillo, uvas que casi siempre acompañadas de Garnacha se utilizan para elaborar vinos con crianza. Los cepajes blancos cultivados son la autóctona Garnacha Blanca, en ocasiones un poco austera desde el punto de vista aromático, y la foránea Sauvignon Blanc, idónea para ensamblar con la anterior por su expresividad en nariz. 


Viñedo en espaldera

Todo el viñedo está plantado en espaldera para optimizar las labores de poda, aclareo y vendimia. Los suelos son arcillosos y la altitud media es de 580 metros. Un ingenioso sistema de alambres móviles permite mantener erguidos los pámpanos según van desarrollándose, evitando así un trabajo añadido como es el despuntado. De esta manera, la densidad foliar no interfiere en la correcta maduración de las bayas, y si es necesario para protegerlas, siempre se pueden bajar los alambres a modo de sombrilla o paraguas natural. Curioso mecanismo, totalmente novedoso para nosotros. 


Inscripción en la Iglesia de la Asunción (Cretas)

El centro histórico de Cretas es un dédalo de calles empedradas en el interior de un recinto amurallado, en excelente estado de conservación en algunos de sus tramos. Varios arcos atraviesan la muralla, aunque uno de ellos se abolió para permitir la construcción de la Iglesia de la Asunción o de San Juan Bautista, en cuya portada es posible leer una curiosa inscripción que da información al visitante acerca de quien se cree fue el arquitecto de la misma, Sebastián Deixado, así como el año en que se terminaron las obras. El nombre abreviado del maestro constructor, inspira las etiquetas de dos de los vinos elaborados por Mas de Torubio. Un guiño a la tradición y al pasado.



Interior de la bodega Mas de Torubio

En una estrecha calle que desemboca en la Calle Mayor, muy cerca de la Plaza de España, se ubican las instalaciones donde Enrique Monreal elabora sus vinos. La planta baja de la antigua casa familiar digamos que es la sala de elaboración. En realidad esos 150 metros cuadrados son también la sala de crianza, la recepción y prácticamente todo lo imaginable. Tres trujales subterráneos son el pulmón semioculto de la bodega. Parece increíble que en ese exiguo espacio se puedan elaborar cinco vinos diferentes, con las dificultades que comporta vinificar por separado cada variedad, realizar los trasiegos, los prensados, los desfangados... y todo ello con el máximo cuidado para obtener un producto de excelente calidad. 





En un artículo anterior detallamos las notas de cata del Xado Tinto, Cloteta, ClotaXado Blanco - por cierto, único vino blanco aragonés galardonado con medalla de oro en la edición de este año del Concurso Garnachas del Mundo - así que no las repetiremos en esta ocasión. Únicamente haremos mención a otro vino blanco que también elabora Enrique Monreal en una bodega perteneciente a la vecina DO. Terra Alta y que recibe el nombre de Prohom. Guarda ciertas similitudes con el Xado Blanco: ambos mayoritariamente elaborados con Garnacha blanca, completan su coupage con variedades aromáticas francesas, Viognier en el caso del Prohom y Sauvignon Blanc en el caso del Xado. El resultado es excelente: la Garnacha aporta estructura a ambos vinos y las uvas francesas les dotan de un gran atractivo en fase nasal, más frescor y tendencia a lo herbáceo la Sauvignon Blanc, más cálido y frutal la Viognier. Cremosos, grasos y untuosos ambos. Un mismo autor, un mismo estilo, dos vinos diferentes.







El único vino del catálogo de la bodega que nos quedaba por catar era el Torubio 2017, ensamblaje de Garnacha y Merlot, es por su nombre el que mejor representa el carácter familiar de la bodega. El sencillo diseño de su etiqueta, casi infantil, recorta la silueta de un viñador entre las cepas. Clara, nítida y directa. El hombre, la tierra y sus frutos. En la copa es visualmente de un color rojo cereza de capa media con menisco violáceo. Fase olfativa rica en frutas rojas con el atisbo de arándanos y alguna grosella negra. Gratamente balsámico, resulta muy sabroso en boca, con la viveza propia de un vino sin crianza. Taninos dulces y maduros, muy buena estructura y volumen. Aunque algo corto en el postgusto, resulta ser uno de los más claros ejemplos de lo que es un magnífico vino joven, versátil y fácil de tomar. Un vino honesto, sin trampa ni cartón. Que nadie se atreva a poner en duda que es posible embotellar el paisaje del Matarraña.

Como hace siglos lo intentaron los alquimistas, a  mitad de camino entre la magia y la ciencia, esa ilusión de condensar la esencia de una tierra y de sus gentes, la consigue todos los años Enrique Monreal en los vinos de Mas de Torubio.