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miércoles, 29 de noviembre de 2023

> Australia, patria querida


 

La historia del vino en Australia tiene poco más de dos siglos de recorrido. Su devenir desde la introducción de los primeros esquejes de vid en los territorios más meridionales del país podría decirse que discurre en paralelo con el de otra colonia británica como es el caso de Sudáfrica. Y las similitudes no terminan ahí. La climatología exigente, el escaso interés local por el vino, la ausencia de variedades autóctonas y la fama de vinos económicos -más rentables por su cantidad que por su calidad- han sido hasta hace poco los principales lastres, tanto para los vinos australianos como para sus primos sudafricanos.


Sin embargo, no fue hasta finales del siglo XIX cuando la elaboración de vinos australianos comenzó a materializarse en producciones interesantes en cuanto a calidad se refiere. Tal es el caso de Penfolds, bodega que protagoniza este artículo y cuyo nacimiento se fija en 1844, año en el que el doctor Christopher Penfold y su esposa Mary realizaron la plantación de su primera viña cerca de Adelaida, para lo cual utilizaron vides procedentes de otros puntos del país, adquiridas a lo largo de uno de sus viajes. Ellos fueron los iniciadores de esta aventura empresarial, continuada con éxito por su hija Georgina tras el fallecimiento de sus padres, posicionando en 1920 a Penfolds como la bodega más grande de Australia -insistimos- más por cantidad que por calidad.


Pero la historia cambió en 1948 con la contratación de Max Schubert, un inquieto e inconformista enólogo australiano que apostó firmemente por la elaboración de vinos de guarda, aplicando los conocimientos que había adquirido durante su estancia en Burdeos. La novedad enológica fue la utilización de la variedad Syrah -en lugar de la Cabernet Sauvignon típica de los viñedos bordeleses- y el resultado no pudo ser más exitoso, aunque no de manera inmediata. Las primeros intentos de elaborar ese vino "capaz de aguantar de pie durante al menos veinte años" -según el propio Schubert- no fueron especialmente satisfactorios. De hecho la bodega le ordenó abandonar el proyecto que ya llevaba seis años consumiendo recursos de la empresa sin reportar resultados favorables. Sin embargo, Schubert perseveró durante tres años más a espaldas de sus jefes, vinificando y criando las añadas 1957, 1958 y 1959 hasta obtener un gran éxito comercial con la añada 1960. El vino elaborado con Syrah y sometido a una crianza en roble americano durante 20 meses recibió el nombre de Grange y desde entonces nunca ha faltado en el catálogo de Penfolds.



En la actualidad, Penfolds es una gigantesca factoría de elaboración de vino, posiblemente la mayor del país. Su catálogo incluye más de 200 referencias agrupadas por familias -Collection, One, Max´s, Koonunga Hill, Cellar Reserve & Limited Editions- aunque no corren buenos tiempos en el mercado enológico australiano. Se da la paradoja de un incremento en la demanda internacional de los escasos vinos top, simultáneamente a una severa disminución en la facturación de los vinos más comerciales y económicos. Es decir, hay excedentes de vinos baratos que se venden a duras penas por debajo de su precio y ello redunda en acumulación de vino y -lo que es peor- también de uva, gran parte de la cual comienza a destinarse para destilación. Regresan los fantasmas del pasado, esta vez a lomos de la globalización.


En Europa no es imposible -aunque tampoco sencillo- tener acceso a seis vinos Penfolds en una sola sesión de cata, pero a los Winefrikis este tipo de retos son los que más nos gustan. Dos blancos y cuatro tintos fueron los protagonistas de esta cata, venidos directamente desde las antípodas hasta nuestras copas. Pasen y lean nuestras notas de cata y opiniones. 


RAWSON RETREAT SEMILLON-CHARDONNAY 2019
Semillón y Chardonnay en proporciones desconocidas. Tampoco se confiesa si hay o no crianza. De hecho en la página web de la bodega habla de "creativos ensamblajes con las dos variedades", en nuestra opinión, un sospechoso eufemismo. Amarillo verdoso, limpio y brillante. Aromas tropicales, piña, cítricos y especias blancas. Cremoso y untuoso en boca. Excelente acidez. Final medio, levemente amargo. Muy bien elaborado. Comercial y fácil. Un vino hecho para gustar.


MAX´S CHARDONNAY 2018
100% Chardonnay. Crianza en barrica de roble usado y nuevo. Amarillo dorado medio. Ataque reductivo que cuesta un poco disipar. Recuerdo a hidrocarburos que inicialmente eclipsa al resto de aromas, pero que pasado un tiempo aporta complejidad. Fruta de hueso, cítricos y manzana verde. No parece Chardonnay. Podría confundirse con Chenin Blanc o incluso con Sauvignon Blanc. Final medio-largo, incluso sutilmente astringente, con un peculiar recuerdo salino. Elegante y complejo. Curioso y con personalidad.


RAWSON´S RETREAT SHIRAZ-CABERNET 2019
Syrah y Cabernet Sauvignon en proporciones desconocidas. Crianza en barrica de roble durante un tiempo indeterminado. Si se realiza algún tipo de crianza alternativa, está muy bien integrada en el resultado final. Rojo picota con ribete ocre. Fruta roja y negra. Compota de ciruela, pastillas juanolas y regaliz negro. Acidez media plus. Envidiable elaboración, con un perfecto equilibrio entre la madera y la fruta. Lineal, directo y muy comercial.



KOONUNGA HILL SHIRAZ-CABERNET 2019
Syrah y Cabernet Sauvignon en proporciones desconocidas, quizás al 50%. Crianza durante 12 meses en barrica de roble. Rojo picota con ribete ocre. Frutas rojas y grosellas negras. Marcada presencia de la barrica, con unos tostados y torrefactos un tanto apabullantes. Astringencia media plus. Extraño recuerdo a encurtidos con un fondo de nuevo salino. Posiblemente catado antes de tiempo, algo más de botella le vendrá bien.


KOONUNGA HILL 76 SHIRAZ-CABERNET 2018
Syrah y Cabernet Sauvignon (70-30). Crianza durante 10 meses en barrica de roble americano nuevo y usado. Rojo picota con ribete ocre. Grosellas, vainilla y caja de tabaco. Eucalipto, balsámicos y mentolados. Muy presente la Syrah, con esos especiados tan característicos. Redondo y equilibrado. Excelente.


MAX´S SHIRAZ CABERNET 2016
Syrah y Cabernet Sauvignon en proporciones desconocidas. Crianza durante 18 meses en barrica de roble francés y americano nuevo y usado. Llamativa presentación externa, con esa botella color rojo eléctrico que a nadie dejará indiferente. Rojo cereza con ribete teja, algo evolucionado. Licor de endrinas, clavo de olor, linimento y farmacia antigua. Muy entretenido en nariz, aunque complicado en boca. Delgado, poco voluminoso, demasiado fluido. Parece más adecuado como copa de sobremesa que para maridaje.



Sin ninguna duda, las dificultades que acechan al mercado enológico australiano son las mismas que al resto del mundo. Se sigue primando la cantidad por encima de la calidad, y este diseño erróneo del modelo productivo se padece por igual en Burdeos, en Cariñena y en Sudáfrica. Tales desequilibrios entre la producción y el mercado son altamente nocivos para el prestigio de muchas zonas vitivinícolas. El futuro es incierto y cada uno hace la guerra por su cuenta. Las bodegas pequeñas tienden a producir menos vino, de mayor calidad y a un precio significativamente más alto, asumiendo ellas mismas la distribución al cliente final o incluso abriendo en sus instalaciones una tienda con servicio de degustación, recalcando el valor de los productos de la zona. Menos es más, podría decirse. Por el contrario, las bodegas grandes resultan menos ágiles para tomar este tipo de decisiones, sujetas como están muchas de ellas a consejos de administración y fuertemente ligadas mediante acuerdos comerciales. Encontrar el equilibrio entre ambas situaciones, será la clave entre lograr el éxito o caer en el fracaso.



jueves, 6 de julio de 2023

> Sudáfrica desconocida

 


Es muy probable que sólo con el paso del tiempo, tomemos consciencia del privilegio que significa tener al alcance de nuestra mano los seminarios impartidos por Grape Bebop. Después de aquella experiencia única que supuso la jornada sobre vinos de Georgia, la asistencia a la reedición de la charla formativa sobre vinos sudafricanos nos pareció casi una obligación. Aunque en los últimos años el acceso a los vinos de Sudáfrica resulta algo más sencillo -particularmente a través de webs especializadas- en general el conocimiento que se tiene al respecto es bastante limitado, incluso para un consumidor medianamente interesado. 


Si el presente de cualquier país no puede comprenderse sin su historia, en el caso de Sudáfrica esta premisa se cumple aún con más firmeza. Al margen de los suelos, la orografía, el clima y la influencia del mar, no se puede entender el origen del vino sudafricano sin echar la vista atrás al menos cuatrocientos años. Fue a mediados del siglo XVII cuando la Compañía Holandesa de las Indias Orientales decidió establecer un puesto de aprovisionamiento para sus naves cerca del Cabo de Buena Esperanza. Con el paso del tiempo, el posterior desarrollo de ese pequeño núcleo -casi exclusivamente formado por almacenes y tabernas- dio lugar a lo que más tarde sería la actual Ciudad del Cabo. La necesidad de asegurar el suministro a los barcos, animó a algunos colonos a establecerse y a construir sus propias granjas, en las que además de criar animales incorporaron diversos cultivos entre los que se incluyó la vid. Este es el motivo por el que la mayoría de bodegas en Sudáfrica se denominan farms. Como casi todos los vinos de aquella época, su calidad dejaba mucho que desear, pero el elevado consumo interno en una región sin apenas infraestructuras e indudablemente volcada al comercio marítimo hizo que crecieran las hectáreas de viñedo. 


Algo cambió a principios del siglo XIX cuando el Imperio Británico se hizo con Ciudad del Cabo. Las constantes guerras con Francia bloquearon el comercio europeo de los vinos de Burdeos y ese segmento del mercado lo intentaron ocupar -aunque con escaso éxito- los vinos procedentes de Sudáfrica, a pesar de los costes del transporte, las dificultades de conservación y la escasa calidad de los mismos. En realidad, sólo los vinos dulces elaborados en Constantia -residencia del antiguo gobernador holandés de la colonia- gozaban por entonces de cierto reconocimiento internacional. Aparentemente ciegos ante las demandas de su mercado exterior, los productores sudafricanos persistieron en los errores que arrastraban desde hace años y en una enloquecida huida hacia adelante, aumentaron las hectáreas de viñedo y el volumen de vino producido, con una calidad tan ínfima que no tardó en derivar en rechazo comercial, viéndose obligados a desviar todos esos excedentes hacia la destilación.


Sin embargo, la independencia de Sudáfrica del Imperio Británico todavía se retrasó varias décadas. 25 años de conflicto armado intermitente entre los colonos de origen holandés -conocidos como bóeres o afrikaners- y la metrópoli británica desembocaron en la creación de la Unión Sudafricana, estado-colonia que a la postre se convertiría con el paso de los años en la actual República de Sudáfrica. Durante ese periodo tan convulso en lo político, se fundó en 1923 la cooperativa KWV que agrupó a la mayoría de viticultores y sentó las bases para una producción adecuada y una comercialización favorable. Al inicio sus decisiones fueron aceptadas con agrado por los productores, pero con el paso de los años y su excesivo intervencionismo, la KWV se convirtió en un monopolio del que era prácticamente imposible escapar. Finalmente en 1994 la KWV colapsó, no sólo debido a sus dificultades económicas, sino también arrinconada por algunos elaboradores independientes que introdujeron novedades tecnológicas procedentes de otros países y que obtuvieron un notable éxito comercial.



No es posible hablar de la historia del vino en Sudáfrica sin mencionar a los esclavos. Fueron los colonos holandeses los que introdujeron esta mano de obra de bajo coste, práctica abolida parcialmente en 1834 por los británicos, aunque durante mucho tiempo pervivió en forma de escasos salarios en ocasiones pagados con botellas de alcohol, una cruel y autorizada costumbre que tenía la doble finalidad de ahorrar costes y convertir a los trabajadores de raza negra en alcohólicos absolutamente dependientes. Las consecuencias de este endemoniado mecanismo denominado "sistema tot" pueden verse incluso hoy en día al comprobar los elevados índices de alcoholismo entre la población de color, situación que apenas ha variado desde el fin del Apartheid a mediados de los 90. El abandono de las políticas de segregación racial por parte de los sucesivos gobiernos sudafricanos supuso un punto de inflexión también para la industria del vino. Asimismo los esfuerzos implementados por las bodegas en materias tales como la certificación de viticultura sostenible con la biodiversidad y el medio ambiente o la certificación de prácticas éticas respecto a las condiciones laborales, persiguen dignificar la imagen del país ante los mercados exteriores más sensibles. La apertura de nuevos destinos comerciales y el definitivo levantamiento de las estrictas normas de la KWV han permitido la entrada de nuevas ideas en las bodegas y han conseguido posicionar al vino sudafricano en el mercado internacional, aunque no resulta sencillo dejar atrás la etiqueta de vinos baratos y de gran volumen.


El sistema de clasificación Wine of Origin (WO) por el que se rigen la totalidad de los vinos sudafricanos fue diseñado en 1973. A diferencia de lo que sucede en las denominaciones de origen españolas, no existe regulación alguna en cuanto a variedades de uva, técnicas de vinificación, tiempos de crianza ni nada similar. Todo el esfuerzo se concentra en la identificación de las zonas geográficas en función de los suelos, la orientación y los mesoclimas. La clasificación comienza con las áreas más grandes denominadas "unidades geográficas", en número total de seis, aunque sin duda la más conocida es Western Cape. Le siguen las "regiones", que a su vez se dividen en "distritos", en cuyo interior se diferencian un número indeterminado de "wards" o zonas geográficas con condiciones geológicas y climáticas especiales que les proporcionan una identidad propia. Por último nos encontramos los "estates", viñedos no fragmentados propiedad de una sola bodega. Todo este complejo entramado obliga a los productores a cumplir con un estricto programa de documentación que garantice la trazabilidad, algo que tiene sentido para vinos de gran calidad pero que supone un severo inconveniente en el caso de los vinos más económicos. Por si fuera poco, el tránsito documental hacia las áreas más pequeñas no lleva aparejado una mayor calidad -es tan sólo un signo de identidad- de modo que no quiere decir que un vino etiquetado con el nombre de un ward vaya a tener más calidad que otro etiquetado como procedente de Western Cape, tan sólo para poner un ejemplo.
 

La inmensa mayoría de países productores de vino intentan abanderar el cultivo de al menos una variedad de uva y no tardan en calificarla como autóctona. Es una simple consecuencia de la mentalidad humana con el fin de diferenciarse del vecino. Son de sobras conocidos los casos de la Malbec en Argentina y de la Tannat en Uruguay. Sudáfrica eligió para desempeñar ese papel a la Pinotage, una variedad tinta resultante de la hibridación entre Pinot Noir y Cinsault -también denominada Hermitage- realizada en tierras sudafricanas en 1924 por Abraham Izak Perold, profesor de viticultura de la Universidad de Stellenbosch. Jugar a ser Dios tiene sus riesgos, de manera que de dos uvas de piel fina y escaso color, se obtuvo sorprendentemente una variedad de hollejo grueso de la que se obtienen vinos de capa profunda y marcada astringencia, aún a pesar de retirar los hollejos antes de que termine la fermentación y de microoxigenar la mezcla. Tan sólo los monovarietales elaborados con uvas procedentes de viñedos viejos en vaso alcanzan los niveles de elegancia que se les debería exigir y todo ello siempre que el trabajo en bodega sea impecable. En la práctica, es complicado encontrar pinotages de calidad, más aún fuera de Sudáfrica. Tal vez por eso se han popularizado en los últimos años los conocidos como Coffee Pinotageun estilo de vino muy comercial con aromas a toffee y capuccino, mucho más agradable para el consumidor medio aunque con un sospechoso maquillaje conseguido con la adición de duelas de roble tostadas durante la fermentación del mosto. La segunda vía por la que Sudáfrica ha decidido presentar su querida Pinotage al mundo son los vinos denominados Cape blend, ensamblajes con variedades francesas -Cabernet Sauvignon, Merlot, Cabernet Franc, Petit Verdot- en los que la casta sudafricana debe ser mayoritaria en el coupage y representar entre un 30% y un 70% del total.


Sin duda resultan mucho más atractivas las tradicionales French-style blends -mezclas bordelesas- o incluso los vinos GSM style -Garnacha, Syrah, Monastrell- tan populares y exitosos en el Ródano. Las variedades blancas más representativas, tanto en vinos monovarietales como en ensamblajes, son la Sauvignon Blanc, la Chenin Blanc, la Chardonnay y la Semillon. Como curiosidad añadiremos que existe en tierras sudafricanas una mutación autóctona de esta última -Semillon Gris- tan escasa como peculiar. Por último, hablaremos brevemente de los desconocidos vinos espumosos sudafricanos. Cap Classique es la asociación que agrupa a 82 productores de vinos espumosos de calidad, sin restricción alguna en cuanto a variedad de uva utilizada. Sí se exige vendimia manual, prensado de racimos enteros, mosto procedente sólo del primer prensado, segunda fermentación en botella y un periodo mínimo de crianza en botella de 12 meses.

Pues bien, si la lectura ha conseguido mantener el interés hasta este punto del artículo, el premio consiste en tener acceso a nuestras notas y opiniones acerca de los vinos que tuvimos el privilegio de catar en aquella interesantísima jornada. Como siempre nos gusta decir: pasen y disfruten, queridos lectores...




GRAHAM BECK VINTAGE COLLECTION BLANC DE BLANCS BRUT 2017
Cap Classique. 100% Chardonnay. Espumoso elaborado siguiendo el método tradicional de segunda fermentación en botella. Vendimia manual temprana en búsqueda de frescura. Uva procedente de viñedos sobre suelos calizos, una rareza dentro del distrito de Robertson, un ancho valle con orientación hacia el Océano Índico. Parte del vino no realiza maloláctica y al menos la mitad realiza 5 meses de crianza en barrica. 48 meses de crianza en total. Brioche, cítricos, mantequilla. Muy cremoso en boca, con algo más de cuerpo que champagnes y cavas con los que comparte método de elaboración. Cifras de producción y exportación en claro incremento. Los espumosos Cap Classique son quizás los vinos sudafricanos comercialmente con más potencial en la actualidad.


KLEIN CONSTANTIA VIN DE CONSTANCE 2018
WO. Constantia. 100% Muscat de Frontignan. Actual recreación del histórico vino dulce que -según se cree- Napoleón hizo que le llevaran durante su destierro en la isla de Santa Elena. Uva vendimiada entre principios de febrero y mediados de abril, a lo largo de 21 fechas diferentes de recogida, buscando el equilibrio entre la acidez, la maduración y el contenido en azúcares. Realización de múltiples elaboraciones -inoxidable, barricas de diferentes tamaños, tipos de roble y grados de tostado- hasta llegar al secreto coupage final. Por si fuera poco, se le somete a tres años de crianza posterior. El resultado es un vino naturalmente dulce, visualmente de un precioso color dorado, opulento y apabullante en nariz, denso y meloso en boca, aunque con una excelente acidez y una complejidad sin igual. Una auténtica delicia. De su precio nada comentaremos -no resulta elegante hablar de dinero- porque como alguien dijo alguna vez, si se necesita preguntar cuánto cuesta, tal vez no nos lo podamos permitir...


DIEMERSDAL SAUVIGNON BLANC 2020
WO. Cape Town. 100% Sauvignon Blanc. Sin crianza en roble. Viñedos situados en las colinas de Durbanville sobre suelos de arenisca al norte de Ciudad del Cabo, zona más fresca por la influencia de los vientos y brisas procedentes del Atlántico, a no más de 10 kilómetros de distancia. Herbáceos, cítricos y una marcada acidez, un estilo de Sauvignon Blanc muy particular de Cape Town, más refrescante y menos tropical que los elaborados en Nueva Zelanda. Correcto y asequible.


THORNE & DAUGHTERS SNAKES & LADDERS 2020
WO. Citrusdal Mountain. 100% Sauvignon Blanc. Fermentación de racimos enteros y crianza sobre lías en barrica de roble durante 9-10 meses. Amarillo dorado medio. Tarta de manzana y tostados, sobre un ligero fondo de reducción. Notable presencia de la crianza. Un irreconocible Sauvignon Blanc con una excelente evolución al oxigenarse en la copa. Muy agradable y elegante.


RALL WINES WHITE 2019
WO. Coastal. Ensamblaje de tres variedades de uva: Chenin Blanc, Verdelho y Viognier (68-28-4) procedentes de Swartland y Stellenbosch. Discreta crianza en barrica de roble francés de varios usos. Cítricos y manzanas. Marcada acidez y posibilidad de guarda. Alejado de nuestros gustos.


CAP MARITIME CHARDONNAY 2018
WO. Hermel-en-Aarde Ridge. Área de producción emergente, escindida de Walker Bay y subdividida a su vez en tres surregiones o wards, con diferencias en altitud y en composición de los suelos. 100% Chardonnay. 14 meses de crianza en barricas de roble nuevo y huevos de cemento. Yogur de limón y frutas de pepita. Imposible diferenciarlo de otros Chardonnays de Nuevo Mundo. Fresco en nariz y elegante en boca, un estilo más borgoñón, aunque con menos acidez que los citados vinos franceses. Elegir entre el original o la copia depende de lo que estemos dispuestos a pagar.


KEERMONT VINEYARDS RIVERSIDE CHENIN BLANC 2018
WO. Stellenbosch. 100% Chenin Blanc. 11 meses de crianza en barricas usadas de roble francés. Elaborado siguiendo principios de enología de mínima intervención. Acidez media. Mieles y frutas de pepita. Ligerísimo resto de azúcar. Cremoso y amable en boca. Un magnífico representante de los exitosos monovarietales de Chenin Blanc elaborados en Sudáfrica. 


RICHARD KERSHAW CLONAL SELECTION PINOT NOIR 2018
WO. Elgin. 100% Pinot Noir. Vendimia manual y fermentación espontánea en depósitos abiertos. Vinificación por separado de diferentes clones de Pinot Noir. 11 meses de crianza en barricas de diferentes capacidades y en huevos. Rojo cereza de capa baja, limpio aunque con un aspecto algo más evolucionado de lo deseable. Recuerdos a carne ahumada, pétalos de rosa marchitos y tierra húmeda. Algo licoroso. De nuevo un estilo borgoñón bastante acertado -la fresca climatología de Elgin así lo determina- pero que sin embargo no alcanza al original. Buen intento.


AA. BADENHORST RED 2019
WO. Swartland. Syrah, Cinsault, Tinta Barroca, Garnacha Tinta y Touriga Nacional (35-31-17-13-4). Vendimia efectuada el mismo día para todas las variedades por igual, lo cual ya indica que el elaborador sabe bien lo que hace aunque asume sus riesgos. Semimaceración carbónica de parte de la uva, dejando entre 3 y 6 meses el mosto en contacto con pieles. Posterior crianza durante 16 meses en barricas usadas. El resultado es algo similar a un "field blend", aunque en realidad las uvas proceden de parcelas diferentes. Capa media con ribete granate. Cerezas, lácticos, chocolate con leche. Ligeramente astringente en boca que hace sospechar algo de verdor, exceso de raspón o más posiblemente ambas cosas. Corte moderno e internacional. Muy curioso.


CHAMONIX WREYWACKE PINOTAGE 2017
WO. Franschhoek. 100% Pinotage. 18 meses de crianza en una combinación de barricas nuevas y usadas. Monovarietal de esta casta tinta resultado de la hibridación entre Pinot Noir y Cinsault -también denominada Hermitage- realizada en tierras sudafricanas a principios del siglo XX, de manera que de dos uvas de piel fina y escaso color, se obtuvo sorprendentemente una variedad de hollejo grueso de la que se obtienen vinos de capa profunda y marcada astringencia, aún a pesar de retirar los hollejos antes de que termine la fermentación y de microoxigenar la mezcla. Por si todo ello no fuera suficiente, en el vino que nos ocupa se efectúa una semimaceración carbónica y además parte de las uvas se deshidratan antes de ser añadidas al vino sin terminar. El resultado no puede ser más incómodo: frutas rojas, negras y frutos secos tostados en nariz, pero en boca presenta un desagradable y prolongado amargor final. Imposible para nosotros.


KANONKOP KADETTE CAPE BLEND 2019
WO. Stellenbosch. Pinotage, Merlot, Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc (44-29-25-2). Vinificación en depósitos de cemento. Crianza durante 12 meses en barricas usadas. Un vino correcto pero sin atractivo alguno, con ese amargor identitario de la Pinotage todavía muy presente, aunque algo más domesticado. En nuestra opinión el estilo cape blend parece más un intento de aprovechamiento de la difícil Pinotage que una búsqueda de la excelencia. En estos coupages la casta sudafricana debe ser mayoritaria y habitualmente se acompaña de variedades francesas, en una nada exitosa reinterpretación de los tintos del Ródano.


DE TRAFFORD ELEVATION 393 2012
WO. Stellenbosch. Syrah, Cabernet Sauvignon, Merlot, Cabernet Franc (32-31-19-18). Crianza durante 23 meses en barrica nueva. Nariz rica en balsámicos y mentolados, con una marcada presencia de piracinas. Como es lógico con ese ensamblaje tan multitudinario, carece por completo de tipicidad varietal. Tampoco goza de identidad geográfica, un estilo muy bordelés que no permite reconocerlo como un vino de Nuevo Mundo, lo cual casi nos parece más un halago que una crítica. Bien elaborado.


Damos por terminado este viaje tan interesante como intenso por tierras sudafricanas. Agradecemos una vez más a Grape Bebop la posibilidad de darnos a conocer vinos procedentes del otro lado del mundo con la comodidad añadida de poder realizarlo sin tener que desplazarnos fuera de nuestra ciudad.

Próximo destino: Hungría


NOTA: Para la redacción del presente artículo nos hemos ayudado de la información proporcionada por Grape Bebop durante nuestra asistencia al seminario, así como de algunas imágenes compartidas en redes sociales, en particular imágenes de ciertas etiquetas, imprescindibles en nuestra opinión para documentar adecuadamente los vinos catados. Nuestro más sincero agradecimiento.

jueves, 2 de diciembre de 2021

> Visita a Bodegas Meler, el Somontano en femenino




Desde hace décadas, el abuelo Pablo venía cultivando aquellas viñas, almendreras y olivares, de modo que más por costumbre que por imposición, su actividad agrícola fue asumida de manera natural por su hijo Andrés, quien decidió complementarla con la cría de ganado vacuno. A largo plazo sin embargo, la actividad ganadera debió abandonarse y aquella nave situada en lo alto de una colina al sur de Barbastro poco a poco fue dejándose de usar excepto como almacén de aperos y maquinaria. Y así siguió hasta el año 2004 en que Isabel, María y Ana -hijas y nietas de viticultores- decidieron poner en marcha el proyecto que nos ocupa en el presente artículo. Su indudable respeto por la tierra, la transmisión familiar de valores y sentimientos, así como ese aprendizaje empírico de la viticultura, por capilaridad -casi por ósmosis- desde la infancia les llevó a emprender esta aventura empresarial con un indudable vínculo con el territorio.





En la actualidad la finca  de  Bodegas Meler se extiende por 110 hectáreas, de las cuales 82 hectáreas son viñedo, aunque no todas en propiedad. El resto siguen siendo olivos y almendros, ocupando en gran medida las laderas de un cerro a cuatro vertientes en cuya cumbre se encuentran las instalaciones de elaboración y crianza, en la antigua nave ganadera reconvertida en bodega que fue la protagonista del proyecto de fin de carrera de Ana Meler, directora técnica de la bodega. La mayor parte de los suelos son calcáreos y con un elevado contenido en yeso, característica que unida a las diferentes orientaciones del viñedo, determina significativas diferencias entre parcelas, cada una de las cuales se vinifica cuidadosamente por separado.




Tratándose de una de las bodegas digamos pequeñas del Somontano y todavía con pocos años a sus espaldas, la comercialización de los vinos de Bodegas Meler se orienta mayoritariamente hacia las tiendas especializadas y la restauración de la provincia de Huesca, no tanto por el resto de Aragón y algo más a nivel nacional. No obstante, se exporta casi el 38%  de la producción y los vinos Meler llegan a día de hoy a 17 países. En la actualidad su catálogo está integrado por 10 vinos, elaborados con 7 variedades de uva, la mayoría internacionales, aunque con una creciente presencia de variedades autóctonas. La inquietud personal y el constante interés por aprender de Ana Meler, le animan a cultivar otras castas en fase experimental para observar su adaptación y aclimatación al Somontano, las cuales poco a poco van incorporándose a sus vinos.


Durante nuestra visita fuimos amablemente atendidos por Ana Meler, como ya hemos mencionado, directora técnica de la bodega y copropietaria junto con sus dos hermanas. Por cierto, qué diferentes son las visitas cuando quien proporciona las explicaciones forma parte del proyecto. Es lógico que las grandes bodegas cuenten con departamentos de enoturismo integrados por personal joven y uniformado, pero la experiencia para el visitante nada tiene que ver. Familia y tierra fueron probablemente las dos palabras que más escuchamos durante nuestra visita, señal inequívoca de cuáles son las prioridades de una bodega pequeña como Meler. Si a todo ello le añadimos la satisfacción de tener la oportunidad de catar vinos en rama, vinos de añadas atrasadas, vinos aún sin comercializar e incluso vinos que jamás saldrán a la venta, la sensación tras la visita no puede ser más enriquecedora.


Detallaremos a continuación nuestras notas de cata y opiniones acerca de los vinos que tuvimos ocasión de probar.

 

MWA BLANCO 2019
6000 botellas. Garnacha y Merlot (90-10). En realidad se trata de un blanc de noirs, un tipo de vino poco habitual por su elaboración tan especial, diseñado para un mejor aprovechamiento de las viñas de corta edad. De un atractivo amarillo dorado de capa media, se mostró poco expresivo en nariz. Por el contrario, resultó muy interesante en boca. Largo, cremoso y complejo, con un discreto amargor final, incluso algo tánico, que lo hacen gastronómico y maridable. Curioso y diferente.

MELER CHARDONNAY 2020
100% Chardonnay. Maceración prefermentativa en frío. Prensado y crianza sobre lías muy presente en fase olfativa. Visualmente de un sorprendente amarillo dorado medio-alto. Tarta de manzana y piña muy madura en nariz. Acidez notable y de nuevo con ese amargor final marca de la casa. Un blanco serio, muy distinto a otros monovarietales de Chardonnay del Somontano.

MELER CHARDONNAY 2021 "EN RAMA"
100% Chardonnay. Más reconocible y varietal, más parecido a lo que el consumidor medio entiende por un Chardonnay del Somontano, lo cual no terminamos de saber si es bueno o malo. Intensamente aromático (frutas tropicales, plátano y piña). A reevaluar tras filtrado y embotellado. Muy buenos mimbres. Prometedor.

MELER CHARDONNAY 2019
100% Chardonnay. Crianza 11 meses en barrica. Una rareza, catada por cortesía de Ana Meler. Elaborado por encargo para un cliente de fuera de España. Vino no comercializado, una verdadera lástima. Imponente color dorado medio-alto. Cera de velas y caramelo de café con leche. Torrefactos y frutos secos. Dulce de membrillo y crème brûlée. Predominio absoluto de notas de crianza, resultado de una elegante evolución bien controlada. Recuerda a Borgoña meridional. Excelente.


MWA TINTO 2017
Merlot, Cabernet Sauvignon, Syrah y Garnacha en proporciones desconocidas. 6 meses de crianza. Nada varietal, con la fruta casi desaparecida. Muy evolucionado, tal vez incluso francamente en declive. Barrica usada. Un vino cuyas notas de cata chocan frontalmente con su planteamiento original como vino de perfil juvenil y moderno. Desorientado y confundido.

MELER 9 MESES 2016
Cabernet Sauvignon y Garnacha. Extraño ensamblaje que no termina de funcionar, al menos en estas latitudes. Idénticas sensaciones que con el vino anterior. Posiblemente tuvo tiempos mejores.

MELER 15 MESES 2014
Merlot y Cabernet Sauvignon. Perfil clásico de los tintos del Somontano. Construido a imagen y semejanza de los tintos bordeleses, con largas crianzas en roble. Algo evolucionado, incluso para quien valora este tipo de vinos, de estilo algo trasnochado y poco actual, pero exitoso entre cierto público. Muy correcto, sin llegar a enamorar.

DIEZ BALLOS GARNACHA 2018
100% Garnacha. Frutas rojas, yogur de moras, lácticos y mentolados. Fresco y ágil. Postgusto medio. En la línea de otros monovarietales de Garnacha del Somontano. Ligero y actual. Delgado y moderno. Cumplidor.


Desde este medio queremos expresar nuestro agradecimiento a Ana Meler por habernos permitido conocer en primera persona este interesante proyecto familiar en el Somontano. Queda pendiente realizar una nueva cata -quizás con algo más de tiempo- que nos permita reevaluar alguno de sus vinos, especialmente aquellos que requieren de un análisis más sosegado.




sábado, 29 de agosto de 2020

> ¡Viajeros al tren!




A mediados del siglo XIX comenzó a fraguarse la idea de establecer una conexión ferroviaria entre Francia y España atravesando los Pirineos por su parte central. El lugar elegido fue la cabecera del río Aragón y para ello se emprendió la colosal labor de perforar la roca bajo las montañas hasta conseguir finalizar la construcción del túnel de Somport. Se planeó asimismo levantar una preciosa estación de estilo modernista en el valle de Arañones -endrinas, en aragonés- que serviría de lugar de intercambio de mercancías, correo y pasajeros. Las obras de la Estación Internacional de Canfranc se prolongaron durante una década -desde 1915 hasta 1925- periodo de tiempo sorprendentemente corto, teniendo en cuenta las técnicas constructivas de la época, los rigores climatológicos y las dificultades orográficas del terreno. La solemne inauguración del complejo ferroviario tuvo lugar el 18 de Julio de 1928 y contó con la presencia del rey de España D. Alfonso XIII y del presidente de la República Francesa M. Gaston Doumerge. El edificio de la estación funcionaba como una ciudad fronteriza y contaba con todos los servicios necesarios: un hotel, un pequeño hospital, cafés, tiendas, salones de belleza, oficina de correos, despachos, almacenes y dependencias del personal de las compañías ferroviarias francesa y española que convivían en la estación. El lujoso vestíbulo y los andenes eran un continuo trasiego de pasajeros y maletas, dado que los diferentes anchos de vía de cada país obligaban a realizar trasbordo en Canfranc. Y si se daba el caso de tener que esperar mucho tiempo, no era infrecuente que los viajeros decidieran pasarlo en algunos de los numerosos negocios y comercios que proliferaron en torno a la estación.  En tan solo unas décadas, donde antes pastaba el ganado, había surgido una nueva y próspera población al calor del desarrollo económico de la línea ferroviaria.


Algunos vagones históricos descansan todavía en sus vías

En una primera etapa la estación prestó servicio al transporte de pasajeros y mercancías durante algo menos de dos décadas, hasta el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945 y en cuyo contexto tuvo un inesperado protagonismo al convertirse en la puerta trasera de la Francia ocupada. Canfranc fue punto de reunión de espías así como la vía de escape de muchos judíos europeos -ayudados en su huida por los habitantes de las poblaciones pirenaicas de ambos lados de la frontera- pero también fue la ruta por la que España envió grandes cargamentos de wolframio con destino a las fábricas de blindados alemanas. En sentido opuesto, por Canfranc entraron toneladas de lingotes de oro, procedente de los saqueos de las propiedades de la población judía de toda Europa y de los campos de concentración. La mayor parte de ese oro nunca tocó suelo español, sino que partió rumbo a Sudamérica, lugar de refugio de muchos mandatarios nazis una vez terminada la guerra. Aunque todos estos hechos eran conocidos, la confirmación definitiva no se produjo hasta que en el año 2000 el ciudadano francés Jonathan Díaz encontró por casualidad unos documentos abandonados en un rincón de la estación que demostraban el tránsito del denominado "oro de Canfranc".


Interior del vestíbulo en rehabilitación

La segunda época brillante de la Estación Internacional de Canfranc se inició a principios de los cincuenta y se extendió hasta el 27 de Marzo de 1970, fatídica fecha en la que descarriló un tren de mercancías en el lado francés provocando el derrumbe del puente de L´Estanguet. Este trágico accidente fue la puntilla para la línea ferroviaria que conectaba España y Francia atravesando el túnel del Somport. Cincuenta años después y a pesar de la aparente sintonía entre ambos gobiernos, la comunicación ferroviaria entre los dos países sigue siendo el sueño no cumplido de muchas personas a ambos lados de la frontera. No obstante, el tren de pasajeros que conecta Zaragoza con Canfranc goza de un indudable atractivo y no precisamente por su rapidez -más bien todo lo contrario- sino por los paisajes que regala al viajero en su recorrido por valles y montañas desconocidos para la mayoría de nosotros, acostumbrados a trayectos en coche cada vez más breves, gracias a las mejoras implementadas en las carreteras de la zona. A estas alturas a nadie se le escapa que el canfranero -nombre cariñoso con el que se denomina al renqueante tren que realiza el trayecto- despierta en la mayoría de la gente sensaciones de cariño y de añoranza, pues representa el abrazo de dos regiones -Aragón y Aquitania- separadas por una frontera, pero unidas por un mismo deseo histórico cumplido en el pasado y esquivo en el presente.

Hasta aquí la introducción histórica. Con certeza, queridos lectores, os estaréis preguntando qué tiene que ver una estación ferroviaria abandonada con el mundo del vino. Comenzamos el viaje, acomódense en sus asientos y prepárense para disfrutar con la magia de los trenes antiguos, así que daremos un último aviso para los rezagados... ¡Viajeros al tren!


Canfraneros a punto de iniciar su viaje. Imagen cortesía de Marta Tornos

Las oscenses Bodegas Valdovinos son una empresa familiar  -con nada menos que cuatro generaciones de historia a sus espaldas- ubicada en Antillón y están adscritas a la DO. Somontano desde  el año 1998. El pasado mes de febrero decidieron ampliar su catálogo de vinos y vermuts sacando al mercado una nueva familia de tres vinos con el nombre de tan querido tren. Como no podía ser de otra forma, la presentación oficial se realizó en el vestíbulo de la Estación Internacional de Canfranc. Un blanco, un rosado y un tinto con crianza, todos ellos en botella borgoñona y con una imagen icónica y juvenil, anticipando en cierta medida las características de dichos vinos: versátiles, frescos y fáciles de beber. Por cortesía de la bodega -que tuvo la amabilidad no sólo de hacernos llegar unas botellas, sino que además lo hizo personalmente a pesar de las limitaciones derivadas de la crisis sanitaria que todos conocemos- catamos los tres vinos en detalle, como a nosotros nos gusta, sin prisa, dejándolos expresarse y evolucionar. 



CANFRANERO ROSADO 2019
100% Cabernet Sauvignon. Visualmente de un bonito color rojo fresa de capa media. Frutillos rojos, lácticos y grosellas en nariz. También apio, hoja de tomate y hierbabuena. Fresca acidez. Ligero y amable en boca. Sin rastro de azúcar residual. Queda ligeramente a medio camino entre los rosados golosos -visualmente promete- y la actual tendencia de los rosados afrancesados. Quizás algo más de cremosidad y de estructura le vendría bien. Esperaremos a la añada 2020 para ver qué linea ha decido seguir la bodega. 



CANFRANERO BLANCO 2019
100% Chardonnay. Excelente interpretación de esta variedad de uva francesa que tan buena expresión adquiere en el Somontano. Precioso color amarillo dorado, con nariz frutal (manzana y piña), sobre un fondo de panadería y especias. Algo cálido de inicio, bien compensado en acidez. Excelente en boca. Cremoso, amplio, graso y muy agradable. Final levemente amargo que le aporta longitud.  Muy presente el trabajo sobre lías. Más complejo y versátil de lo que cabría esperar. Buena opción para disfrutar por copas pero con grandes posibilidades de maridaje: pescados grasos, carnes blancas e incluso comida asiática.



CANFRANERO CRIANZA 2017
Cabernet Sauvignon y Tempranillo en proporciones desconocidas con permanencia durante 10 meses en roble francés. Ensamblaje de una variedad francesa con otra española, representando la unión transfronteriza entre ambos países. Visualmente más Tempranillo, con capa media y ribete granate. En nariz más vegetal que frutal -predomina la Cabernet- con recuerdos de ciruelas y otras frutas rojas muy maduras. No demasiado expresivo en fase nasal, algo dominada por las notas de crianza como los tostados y el café en grano, provenientes de la barrica probablemente usada. Un poco delgado en boca, con astringencia media y cierto amargor final que lo sostiene en el postgusto. Un producto muy comercial, por el atractivo de su nombre, por su precio y por ese vínculo francoespañol que tan bien representa el espíritu de la Estación Internacional de Canfranc. 

Tres vinos que comparten algo más que el nombre con el espíritu de esa línea ferroviaria ignorada por las administraciones durante décadas. Porque siempre hay más cosas que nos unen, porque las fronteras a menudo sólo sirven para separar y porque lo verdaderamente valioso son las personas. Mientras tanto, el tiempo parece haberse detenido en Canfranc y hay quien asegura que en los atardeceres brumosos puede verse todavía a algún viajero despistado -como el de la imagen de cierre- que consulta su reloj mientras espera la llegada del tren, un tren que se retrasa durante demasiados años.


Recreación histórica año 2015. Imagen cortesía de Gonzalo Aguado