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jueves, 1 de mayo de 2025

> El rompecabezas de Burdeos



El atrevimiento y la ignorancia a menudo van de la mano. De modo que con grandes dosis de ambos, decidimos inscribirnos en el Seminario de vinos de Burdeos propuesto por Grape Bebop, creyendo -erróneamente- que la aproximación a esta zona vitivinícola francesa no tendría demasiada dificultad. De hecho, desde el momento en que formalizamos la inscripción y hasta la fecha de celebración del seminario, apenas buscamos información al respecto, confiando en que quizás una somera lectura un par de días antes sería más que suficiente para asistir a la jornada con una cantidad digna de información. Pues bien, un tremendo quebradero de cabeza nos asaltó cuando por fin nos animamos a entrar en la página oficial de los vinos de Burdeos y descubrimos el auténtico laberinto de denominaciones de origen -AOCs en francés- que integran el viñedo bordelés. Denominaciones genéricas, subzonas geográficas, AOCs grandes, AOCs diminutas, denominaciones con una sola bodega, bodegas que elaboran bajo varias denominaciones, denominaciones con el nombre similar a otras AOCs vecinas, etc. 


A todo este galimatías debe añadirse que existen al menos cuatro clasificaciones para los vinos de Burdeos, habiéndose realizado la primera de ellas nada menos que en el año 1855 desde la Cámara de Comercio de Burdeos y por encargo de Napoleón III con motivo de la celebración de la Feria Universal de Paris. Este primer intento de clasificación tiene una particularidad -en realidad una anomalía dentro del sistema de AOCs- ya que la clasificación se otorga al productor en lugar de al viñedo, algo que sólo sucede en Burdeos. En realidad esta clasificación de 1855 está bastante obsoleta -tan sólo ha sido revisada en dos ocasiones a lo largo de sus casi dos siglos de existencia y exclusivamente agrupa a elaboradores de la margen izquierda- pero sigue estando en vigor y es cierto que en ella figuran algunos de los productores más prestigiosos. En el año 1932 se presentó para los productores del Médoc una nueva clasificación que se revisa anualmente con la cosecha recogida dos años antes. En 1953 se hizo lo mismo para los elaboradores de Graves -clasificación no revisable- y en 1954 para los de Saint-Émilion, con revisiones periódicas cada diez años. Para complicar aún más la situación, algunas de estas revisiones fueron impugnadas y hoy en día aún siguen en los tribunales de justicia pendientes de su aprobación o derogación. Por último, en el año 2006 vio la luz una última clasificación revisable cada cinco años para las bodegas más pequeñas del Médoc -con menos de 5 hectáreas de viñedo- que se agrupan en el Syndicat des Crus Artisans du Médoc.


Por fortuna, las variedades de uva utilizadas no cambian en exceso de unas denominaciones a otras. Cabernet Sauvignon, Merlot y Cabernet Franc son las castas tintas predominantes. Malbec, Petit Verdot y Carmenere son empleadas con carácter minoritario en algunas zonas. En cuanto a las blancas, Sémillon y Sauvignon Blanc son las variedades principales, si bien es posible encontrar otras minoritarias como Sauvignon Gris, Muscadelle, Colombard o Ugni Blanc. Históricamente Burdeos debe su fama a los vinos tintos poderosos y longevos, sin embargo hubo un tiempo en que el estilo de vino más valorado eran los denominados "clarets", a medio camino entre lo que hoy sería un rosado y un tinto de capa media-baja, aunque en la actualidad este tipo de vinos apenas se comercializan fuera del mercado local. Los vinos blancos secos de Burdeos nunca han tenido excesiva demanda comercial, por ese motivo algunos elaboradores los etiquetan como IGP Atlantique y los exportan a precios razonables para su venta en supermercados. Muy diferente es el mercado de los vinos blancos dulces, en particular los procedentes de las zonas más al sur -Sauternes y Barsac, entre otras- elaborados con uvas de vendimia tardía o botritizadas, que alcanzan precios desorbitados en cada añada y que rivalizan con los vinos dulces alsacianos y con los Tokaji húngaros.


Como decíamos, son los vinos tintos de guarda prolongada los que han llevado a Burdeos a la cima del mundo vinícola global. Tradicionalmente se han elaborado mezclando 2 ó 3 de las  variedades tintas principales, con o sin aporte de alguna de las minoritarias. A diferencia de otras zonas, en Burdeos no se vinifica cada variedad por separado sino que se realiza la mezcla de las variedades de uva -assemblée- antes de introducir el vino en las barricas, como contraposición a la mezcla de vinos ya criados -coupage- más habitual en otros lugares. A mediados del siglo XX, algunos avances tecnológicos como el control de la fermentación maloláctica, permitieron dar el salto de calidad definitivo a los vinos de Burdeos. Unas décadas más tarde, tampoco les vino nada mal las opiniones favorables publicadas por un entonces poco conocido Robert Parker, ensalzando las características de la añada de 1982 y permitiendo un ascenso meteórico de la demanda -y por consiguiente de los precios- de los tintos bordeleses, imponiendo sin pretenderlo los gustos norteamericanos de vinos oscuros, con mucho cuerpo, cálidos y apabullantes.


Las casi 120.000 hectáreas de viñedo de Burdeos se extienden a ambos lados del estuario de la Gironda, formado por la desembocadura conjunta en el Atlántico de los ríos Garona y Dordoña. Para diferenciar los vinos y las bodegas, suele hablarse de margen derecha y margen izquierda, en una subdivisión que sin duda resulta insuficiente. En realidad sería más correcto referirse a las cinco grandes zonas geográficas reconocidas por la mayoría de los expertos: Médoc, Graves-Sauternais, Entre-deux-Mers, Libournais y Blaye-Bourg. Entre unas y otras, las diferencias climáticas son escasas, tampoco existen grandes accidentes orográficos que tengan influencia en la orientación de los viñedos y por tanto en las técnicas de viticultura o en la elección de variedades de uva. Sin embargo, existe un factor determinante y son los diferentes tipos de suelos. En la margen izquierda predominan los suelos de gravas con una gran capacidad de drenaje que impide el encharcamiento y numerosas piedras en la superficie que absorben calor durante el día y lo irradian durante la noche. Resultan perfectos para la Cabernet Sauvignon, una variedad de ciclo largo y maduración tardía, que alcanza en Haut-Médoc y Graves su mejor expresión. Por el contrario, en la margen derecha los suelos son menos homogéneos, predominando los arcillo-calcáreos con parches ocasionales de gravas y arenas. Este hecho determina que en la margen derecha las propiedades sean más pequeñas -algunas se ajustan milimétricamente a una caliza o a una arcilla subterránea- así como que la variedad más habitualmente cultivada sea la Merlot, protagonista de los mejores vinos de Pomerol y Saint-Émilion. 


En la zona entre los cauces fluviales del Garona y el Dordoña -entre dos aguas, Entre-deux-Mers- predominan los suelos de limo y arcilla, poco interesantes en general, aunque en ese área se produce la mayor parte del vino que se etiqueta con la denominación genérica AOC Bordeaux. Hay alguna particularidad como son los viñedos para la elaboración de vinos dulces de Cadillac, Loupiac y Sainte-Croix-du-Mont, los cuales sin llegar a la excelencia de sus vecinos de la margen izquierda -Sauternes, Ceron y Barsac- tienen en común con ellos las condiciones de niebla y humedad idóneas para el desarrollo de la Botrytis cinerea y el fenómeno de la podredumbre noble, aunque los blancos dulces más económicos se elaboren con uva pasificada y no botritizada. Pero en esa margen izquierda del Garona no sólo se elaboran vinos blancos dulces. Justo al sur de la ciudad de Burdeos se extiende una zona mítica desde el punto de vista histórico. De los viñedos de Pessac-Léognan y Graves salieron aquellos clarets durante la Edad Media con los que los vinos bordeleses comenzaron a labrar su fama. Hoy en día se elaboran tintos y blancos de calidad, siendo Pessac-Léognan una de las pocas zonas en el mundo en que se acostumbra a realizar crianza en barrica a la Sauvignon Blanc, a menudo acompañada por Sémillon para lograr más cuerpo y volumen, como en el caso del Lune d´Argent 2022 de la imagen de más arriba.


Los extremos más al norte de ambas márgenes han sido tradicionalmente donde se han producido vinos de menor calidad, en especial Bas-Médoc, zona de suelos que anteriormente fueron marismas y que se consiguieron ganar al mar mediante la construcción de diques y canales, así como con labores de drenaje realizadas desde el siglo XVII en adelante. Casi 5000 hectáreas fueron recuperadas en el Bas-Médoc, y durante el breve periodo en que el comercio de los vinos de Burdeos recayó en manos holandesas -apenas 50 años- los tintos procedentes de estos suelos conocidos como palus -ciénaga, charca- alcanzaron cierto renombre y precio. Se trataba de vinos tintos más robustos y tánicos, con mayor capacidad de guarda, más acordes con las necesidades holandesas para su transporte marítimo y su comercialización en las colonias. En la actualidad, se elaboran buenos tintos dominados por la Cabernet Sauvignon que se comercializan con el nombre de Les Crus Bourgeois du Médoc, derivado de aquella clasificación de 1932, pero que no consiguen hacer sombra a los productores de más renombre de Haut-Médoc, Pauillac, Saint-Éstephe o Margaux.


Por último, la zona menos conocida -y la que tiene por tanto más por descubrir- se extiende por el noreste del viñedo bordelés, concretamente por dos municipios -Blaye y Bourg- ambos a orillas del estuario de la Gironda. Sus suelos guardan cierta similitud con los de otras AOCs de la margen derecha, de modo que la Merlot domina los ensamblajes tintos. Fuera del mercado local, resulta prácticamente imposible localizar alguno de los vinos de Blaye, Côtes de Blaye o Côtes de Bourg, pero si se consigue, suelen ser más que correctos y a precios bastante asequibles. Algo similar sucede con los vinos procedentes del extremo más oriental del Libournais, donde han proliferado las AOCs con nombres muy similares a las más prestigiosas -Pomerol, Fronsac y Saint Émilion- aprovechándose de su indudable tirón comercial. Lalande-de-Pomerol, Canon Fronsac, Lussac Saint-Émilion, Montagne Saint-Émilion, Saint-Georges-Saint-Émilion, Puisseguin Saint-Émilion y también Castillon Côtes de Bordeaux producen tintos de mezcla típica de margen derecha a precios mucho más accesibles aunque sin llegar a la excelencia de las denominaciones más célebres.


Si todavía seguís ahí, queridos lectores, quiere decir que aún no habéis tirado la toalla y no os habéis rendido ante la dificultad de comprender el tremendo puzle de los prestigiosos vinos de Burdeos. Lógicamente, vuestra perseverancia tiene una recompensa, de manera que estáis invitados a disfrutar de nuestras notas de cata y opiniones acerca de los vinos catados en este inmenso seminario de Grape Bebop.

Pasad y leed...
 
CHÂTEAU TOURCAUD 2023
Cabernet Franc, Cabernet Sauvignon y Merlot (25-25-50). 4 días de maceración prefermentativa en acero inoxidable. AOC Bordeaux Clairet. Color rojo rosáceo de capa media plus. Frutas rojas muy maduras con recuerdos lígneos y vegetales. Rústico y con cierta sensación terrosa en boca. Más cálido que ácido. Longitud media. Algo pesado en su conjunto.

CHÂTEAU BONNET BLANC 2023
Sauvignon Blanc, Sémillon, Colombard, Muscadelle (75-15-6-4). 4 meses de crianza sobre lías en depósito de acero inoxidable. AOC Entre-deux-Mers. Amarillo pálido. Muy Sauvignon Blanc en nariz, más herbáceo que frutal, con una mínima presencia de los notas florales de la Moscatel, sobre todo a copa parada. Seco y correcto. Fresco y agradable. Leve amargor final y notable acidez. Corto y sencillo en boca.

CHÂTEAU CARBONNIEUX BLANC 2020
Sauvignon Blanc y Sémillon (65-35). Fermentación en barricas y fudres. Crianza durante 10 meses sobe lías con battonage. 25% barricas nuevas. Clasificado como Grand Cru Classé de Graves. AOC Pessac-Léognan. Amarillo medio. Muy varietal y elegante. Agradablemente complejo, con fruta, notas suaves de crianza -vainilla, toffee- y cierta mineralidad. Muy buen equilibrio acidez/alcohol. Interesante, pero sobrevalorado.

DOURTHE Nº1 2021
Merlot, Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc (52-44-4). Algunos lotes realizan la crianza en barricas nuevas de 225 litros y fudres de 80 hectolitros. AOC Bordeaux. Rojo cereza de capa media con ribete granate. Algo inexpresivo en nariz. Frutas rojas y negras con sutiles notas de crianza. Moderadamente secante en boca. Correcto aunque no demasiado complejo.

TOUR PRIGNAC GRANDE RÉSERVE 2020
Merlot, Cabernet Sauvignon y Petit Verdot. Crianza en barricas durante 10-14 meses. 
AOC Médoc. Rojo cereza de capa media-alta con ribete granate. Fruta roja, mentolados y pimienta negra. Menos voluminoso y estructurado de lo esperado.

CHÂTEAU REYSSON 2016
Cabernet Sauvignon, Merlot y Petit Verdot. Clasificado como Cru Bourgeois Supérieur. AOC Haut-Médoc. Rojo picota de capa alta con ribete teja. Frutas negras en compota y piracinas. Cuero, champiñón, clavo de olor, tabaco y una pincelada de acidez volátil. Muy evolucionado, casi al límite de su vida comercial. Teniendo en cuenta que no se trata de una añada tan antigua, sorprende esa evolución, parece más probable algún defecto o problema con el corcho.

CHÂTEAU MONTROSE 2013
Cabernet Sauvignon, Merlot y Cabernet Franc (68-29-3). Crianza durante 18 meses en barricas nuevas y usadas de 8 tonelerías diferentes. Clasificado como 2éme Cru Classé 1855. AOC Saint-Éstephe. Rojo picota  de capa alta con ribete teja. Frutas negras y significativas notas de crianza. Algo menos de estructura que el anterior, especialmente en centro de boca. Excelente. Muy elegante. Todavía con guarda por delante.

CHÂTEAU LASCOMBES 2011
Cabernet Sauvignon, Merlot, Petit Verdot (55-40-5). Crianza de duración desconocida en barricas nuevas y usadas. Clasificado como 2éme Cru Classé 1855. AOC. Margaux. Rojo picota  de capa alta con ribete teja, visualmente muy evolucionado. Fruta negra en compota, piracinas, regaliz y nueces. Ataque algo goloso. Excelente en boca. La Merlot consigue "rellenar" ese centro de boca, aportando estructura y volumen, logrando un resultado final más armonioso.

LA CHAPELLE DE LA MISSION HAUT BRION 2012
Cabernet Sauvignon, Merlot, Cabernet Franc (56-29-14). Crianza de duración desconocida en barricas, una tercera parte nuevas. Segundo vino de la bodega. AOC Pessac-Léognan. Rojo picota de capa alta con ribete granate que insinúa ladrillo. Evolución media. Frutas negras, pimientas y otras especias. Completo y equilibrado. Taninos firmes pero amables, una caricia en boca. Muy elegante y largo. Tal vez nuestro tinto favorito de entre todos los catados.

CHÂTEAU MONTLANDRIE 2018
Merlot, Cabernet Franc, Cabernet Sauvignon (75-20-5). Crianza de duración desconocida en barricas, casi la mitad de ellas nuevas. AOC Castillon-Côtes de Bordeaux. Denominación próxima a Saint-Émilion, con la que comparte tipología de suelos, pero con precios muy competitivos. Rojo picota  de capa alta con ribete granate algo evolucionado. Fruta roja, fruta negra y pimienta negra. Algo secante pero muy correcto en boca. Muy completo, equilibrado y con la mejor relación calidad-precio de todos. La AOC Castillon podría decirse que es el rincón secreto mejor guardado de Burdeos.

CHÂTEAU CANON LA GAFFELIERE 2009
Merlot, Cabernet Franc, Cabernet Sauvignon (55-35-10). Fermentación en cubas de madera. Crianza durante 17 meses en barricas nuevas. Clasificado como 1er Grand Cru Classé-B. AOC Saint-Émilion Grand Cru. Rojo picota  de capa alta con ribete teja. Fruta negra desecada, caja de puros, hoja de tabaco, pimienta negra y clavo de olor. Mentolado y balsámico. Serio y muy elegante.

CHÂTEAU LE BON PASTEUR 2003
Merlot y Cabernet Franc (80-20), porcentajes de viñedo, no del vino. Fermentación en inoxidable y cubas de madera. Crianza de duración desconocida en barricas. Bodega ubicada justo al lado de la célebre Chàteau Petrus, con la que comparte una capa de arcilla bajo las gravas. AOC Pomerol. Rojo cereza de capa media con ribete marrón. Muy perfumado. Fruta negra deshidratada, cedro, tabaco y mentolados. Fino y delicado en boca, aunque le vendría bien un poco más de longitud en el postgusto. Quizás al límite de consumo. Muy agradable, pero tal vez hace unos meses estuvo aún mejor.

CHÂTEAU CLIMENS 2011
Sémillon (100). Elaborado con uvas botritizadas. Fermentación en barricas de roble francés y crianza durante 20-22 meses en las mismas barricas, una tercera parte nuevas. Clasificado como 1er Cru Classé 1855. AOC Barsac. Color ambarino, seductor e hipnótico. Complejidad absoluta. Mieles, naranja escarchada e hidrocarburos, con la compañía del toffee y la vainilla. Magnífica acidez y delicioso dulzor, sin resultar empalagoso ni cansado. Todo un amor en boca.


Concluimos esta aproximación -un tanto apresurada por nuestra parte- a un territorio del que tantas veces hemos escuchado hablar y que sin embargo hasta el momento no había conseguido captar nuestra atención. Ahora que hemos comenzado a resolver el rompecabezas, es más probable que insistamos en concluirlo. Aunque para ello nos quedan todavía muchas piezas por descorchar...


jueves, 6 de julio de 2023

> Sudáfrica desconocida

 


Es muy probable que sólo con el paso del tiempo, tomemos consciencia del privilegio que significa tener al alcance de nuestra mano los seminarios impartidos por Grape Bebop. Después de aquella experiencia única que supuso la jornada sobre vinos de Georgia, la asistencia a la reedición de la charla formativa sobre vinos sudafricanos nos pareció casi una obligación. Aunque en los últimos años el acceso a los vinos de Sudáfrica resulta algo más sencillo -particularmente a través de webs especializadas- en general el conocimiento que se tiene al respecto es bastante limitado, incluso para un consumidor medianamente interesado. 


Si el presente de cualquier país no puede comprenderse sin su historia, en el caso de Sudáfrica esta premisa se cumple aún con más firmeza. Al margen de los suelos, la orografía, el clima y la influencia del mar, no se puede entender el origen del vino sudafricano sin echar la vista atrás al menos cuatrocientos años. Fue a mediados del siglo XVII cuando la Compañía Holandesa de las Indias Orientales decidió establecer un puesto de aprovisionamiento para sus naves cerca del Cabo de Buena Esperanza. Con el paso del tiempo, el posterior desarrollo de ese pequeño núcleo -casi exclusivamente formado por almacenes y tabernas- dio lugar a lo que más tarde sería la actual Ciudad del Cabo. La necesidad de asegurar el suministro a los barcos, animó a algunos colonos a establecerse y a construir sus propias granjas, en las que además de criar animales incorporaron diversos cultivos entre los que se incluyó la vid. Este es el motivo por el que la mayoría de bodegas en Sudáfrica se denominan farms. Como casi todos los vinos de aquella época, su calidad dejaba mucho que desear, pero el elevado consumo interno en una región sin apenas infraestructuras e indudablemente volcada al comercio marítimo hizo que crecieran las hectáreas de viñedo. 


Algo cambió a principios del siglo XIX cuando el Imperio Británico se hizo con Ciudad del Cabo. Las constantes guerras con Francia bloquearon el comercio europeo de los vinos de Burdeos y ese segmento del mercado lo intentaron ocupar -aunque con escaso éxito- los vinos procedentes de Sudáfrica, a pesar de los costes del transporte, las dificultades de conservación y la escasa calidad de los mismos. En realidad, sólo los vinos dulces elaborados en Constantia -residencia del antiguo gobernador holandés de la colonia- gozaban por entonces de cierto reconocimiento internacional. Aparentemente ciegos ante las demandas de su mercado exterior, los productores sudafricanos persistieron en los errores que arrastraban desde hace años y en una enloquecida huida hacia adelante, aumentaron las hectáreas de viñedo y el volumen de vino producido, con una calidad tan ínfima que no tardó en derivar en rechazo comercial, viéndose obligados a desviar todos esos excedentes hacia la destilación.


Sin embargo, la independencia de Sudáfrica del Imperio Británico todavía se retrasó varias décadas. 25 años de conflicto armado intermitente entre los colonos de origen holandés -conocidos como bóeres o afrikaners- y la metrópoli británica desembocaron en la creación de la Unión Sudafricana, estado-colonia que a la postre se convertiría con el paso de los años en la actual República de Sudáfrica. Durante ese periodo tan convulso en lo político, se fundó en 1923 la cooperativa KWV que agrupó a la mayoría de viticultores y sentó las bases para una producción adecuada y una comercialización favorable. Al inicio sus decisiones fueron aceptadas con agrado por los productores, pero con el paso de los años y su excesivo intervencionismo, la KWV se convirtió en un monopolio del que era prácticamente imposible escapar. Finalmente en 1994 la KWV colapsó, no sólo debido a sus dificultades económicas, sino también arrinconada por algunos elaboradores independientes que introdujeron novedades tecnológicas procedentes de otros países y que obtuvieron un notable éxito comercial.



No es posible hablar de la historia del vino en Sudáfrica sin mencionar a los esclavos. Fueron los colonos holandeses los que introdujeron esta mano de obra de bajo coste, práctica abolida parcialmente en 1834 por los británicos, aunque durante mucho tiempo pervivió en forma de escasos salarios en ocasiones pagados con botellas de alcohol, una cruel y autorizada costumbre que tenía la doble finalidad de ahorrar costes y convertir a los trabajadores de raza negra en alcohólicos absolutamente dependientes. Las consecuencias de este endemoniado mecanismo denominado "sistema tot" pueden verse incluso hoy en día al comprobar los elevados índices de alcoholismo entre la población de color, situación que apenas ha variado desde el fin del Apartheid a mediados de los 90. El abandono de las políticas de segregación racial por parte de los sucesivos gobiernos sudafricanos supuso un punto de inflexión también para la industria del vino. Asimismo los esfuerzos implementados por las bodegas en materias tales como la certificación de viticultura sostenible con la biodiversidad y el medio ambiente o la certificación de prácticas éticas respecto a las condiciones laborales, persiguen dignificar la imagen del país ante los mercados exteriores más sensibles. La apertura de nuevos destinos comerciales y el definitivo levantamiento de las estrictas normas de la KWV han permitido la entrada de nuevas ideas en las bodegas y han conseguido posicionar al vino sudafricano en el mercado internacional, aunque no resulta sencillo dejar atrás la etiqueta de vinos baratos y de gran volumen.


El sistema de clasificación Wine of Origin (WO) por el que se rigen la totalidad de los vinos sudafricanos fue diseñado en 1973. A diferencia de lo que sucede en las denominaciones de origen españolas, no existe regulación alguna en cuanto a variedades de uva, técnicas de vinificación, tiempos de crianza ni nada similar. Todo el esfuerzo se concentra en la identificación de las zonas geográficas en función de los suelos, la orientación y los mesoclimas. La clasificación comienza con las áreas más grandes denominadas "unidades geográficas", en número total de seis, aunque sin duda la más conocida es Western Cape. Le siguen las "regiones", que a su vez se dividen en "distritos", en cuyo interior se diferencian un número indeterminado de "wards" o zonas geográficas con condiciones geológicas y climáticas especiales que les proporcionan una identidad propia. Por último nos encontramos los "estates", viñedos no fragmentados propiedad de una sola bodega. Todo este complejo entramado obliga a los productores a cumplir con un estricto programa de documentación que garantice la trazabilidad, algo que tiene sentido para vinos de gran calidad pero que supone un severo inconveniente en el caso de los vinos más económicos. Por si fuera poco, el tránsito documental hacia las áreas más pequeñas no lleva aparejado una mayor calidad -es tan sólo un signo de identidad- de modo que no quiere decir que un vino etiquetado con el nombre de un ward vaya a tener más calidad que otro etiquetado como procedente de Western Cape, tan sólo para poner un ejemplo.
 

La inmensa mayoría de países productores de vino intentan abanderar el cultivo de al menos una variedad de uva y no tardan en calificarla como autóctona. Es una simple consecuencia de la mentalidad humana con el fin de diferenciarse del vecino. Son de sobras conocidos los casos de la Malbec en Argentina y de la Tannat en Uruguay. Sudáfrica eligió para desempeñar ese papel a la Pinotage, una variedad tinta resultante de la hibridación entre Pinot Noir y Cinsault -también denominada Hermitage- realizada en tierras sudafricanas en 1924 por Abraham Izak Perold, profesor de viticultura de la Universidad de Stellenbosch. Jugar a ser Dios tiene sus riesgos, de manera que de dos uvas de piel fina y escaso color, se obtuvo sorprendentemente una variedad de hollejo grueso de la que se obtienen vinos de capa profunda y marcada astringencia, aún a pesar de retirar los hollejos antes de que termine la fermentación y de microoxigenar la mezcla. Tan sólo los monovarietales elaborados con uvas procedentes de viñedos viejos en vaso alcanzan los niveles de elegancia que se les debería exigir y todo ello siempre que el trabajo en bodega sea impecable. En la práctica, es complicado encontrar pinotages de calidad, más aún fuera de Sudáfrica. Tal vez por eso se han popularizado en los últimos años los conocidos como Coffee Pinotageun estilo de vino muy comercial con aromas a toffee y capuccino, mucho más agradable para el consumidor medio aunque con un sospechoso maquillaje conseguido con la adición de duelas de roble tostadas durante la fermentación del mosto. La segunda vía por la que Sudáfrica ha decidido presentar su querida Pinotage al mundo son los vinos denominados Cape blend, ensamblajes con variedades francesas -Cabernet Sauvignon, Merlot, Cabernet Franc, Petit Verdot- en los que la casta sudafricana debe ser mayoritaria en el coupage y representar entre un 30% y un 70% del total.


Sin duda resultan mucho más atractivas las tradicionales French-style blends -mezclas bordelesas- o incluso los vinos GSM style -Garnacha, Syrah, Monastrell- tan populares y exitosos en el Ródano. Las variedades blancas más representativas, tanto en vinos monovarietales como en ensamblajes, son la Sauvignon Blanc, la Chenin Blanc, la Chardonnay y la Semillon. Como curiosidad añadiremos que existe en tierras sudafricanas una mutación autóctona de esta última -Semillon Gris- tan escasa como peculiar. Por último, hablaremos brevemente de los desconocidos vinos espumosos sudafricanos. Cap Classique es la asociación que agrupa a 82 productores de vinos espumosos de calidad, sin restricción alguna en cuanto a variedad de uva utilizada. Sí se exige vendimia manual, prensado de racimos enteros, mosto procedente sólo del primer prensado, segunda fermentación en botella y un periodo mínimo de crianza en botella de 12 meses.

Pues bien, si la lectura ha conseguido mantener el interés hasta este punto del artículo, el premio consiste en tener acceso a nuestras notas y opiniones acerca de los vinos que tuvimos el privilegio de catar en aquella interesantísima jornada. Como siempre nos gusta decir: pasen y disfruten, queridos lectores...




GRAHAM BECK VINTAGE COLLECTION BLANC DE BLANCS BRUT 2017
Cap Classique. 100% Chardonnay. Espumoso elaborado siguiendo el método tradicional de segunda fermentación en botella. Vendimia manual temprana en búsqueda de frescura. Uva procedente de viñedos sobre suelos calizos, una rareza dentro del distrito de Robertson, un ancho valle con orientación hacia el Océano Índico. Parte del vino no realiza maloláctica y al menos la mitad realiza 5 meses de crianza en barrica. 48 meses de crianza en total. Brioche, cítricos, mantequilla. Muy cremoso en boca, con algo más de cuerpo que champagnes y cavas con los que comparte método de elaboración. Cifras de producción y exportación en claro incremento. Los espumosos Cap Classique son quizás los vinos sudafricanos comercialmente con más potencial en la actualidad.


KLEIN CONSTANTIA VIN DE CONSTANCE 2018
WO. Constantia. 100% Muscat de Frontignan. Actual recreación del histórico vino dulce que -según se cree- Napoleón hizo que le llevaran durante su destierro en la isla de Santa Elena. Uva vendimiada entre principios de febrero y mediados de abril, a lo largo de 21 fechas diferentes de recogida, buscando el equilibrio entre la acidez, la maduración y el contenido en azúcares. Realización de múltiples elaboraciones -inoxidable, barricas de diferentes tamaños, tipos de roble y grados de tostado- hasta llegar al secreto coupage final. Por si fuera poco, se le somete a tres años de crianza posterior. El resultado es un vino naturalmente dulce, visualmente de un precioso color dorado, opulento y apabullante en nariz, denso y meloso en boca, aunque con una excelente acidez y una complejidad sin igual. Una auténtica delicia. De su precio nada comentaremos -no resulta elegante hablar de dinero- porque como alguien dijo alguna vez, si se necesita preguntar cuánto cuesta, tal vez no nos lo podamos permitir...


DIEMERSDAL SAUVIGNON BLANC 2020
WO. Cape Town. 100% Sauvignon Blanc. Sin crianza en roble. Viñedos situados en las colinas de Durbanville sobre suelos de arenisca al norte de Ciudad del Cabo, zona más fresca por la influencia de los vientos y brisas procedentes del Atlántico, a no más de 10 kilómetros de distancia. Herbáceos, cítricos y una marcada acidez, un estilo de Sauvignon Blanc muy particular de Cape Town, más refrescante y menos tropical que los elaborados en Nueva Zelanda. Correcto y asequible.


THORNE & DAUGHTERS SNAKES & LADDERS 2020
WO. Citrusdal Mountain. 100% Sauvignon Blanc. Fermentación de racimos enteros y crianza sobre lías en barrica de roble durante 9-10 meses. Amarillo dorado medio. Tarta de manzana y tostados, sobre un ligero fondo de reducción. Notable presencia de la crianza. Un irreconocible Sauvignon Blanc con una excelente evolución al oxigenarse en la copa. Muy agradable y elegante.


RALL WINES WHITE 2019
WO. Coastal. Ensamblaje de tres variedades de uva: Chenin Blanc, Verdelho y Viognier (68-28-4) procedentes de Swartland y Stellenbosch. Discreta crianza en barrica de roble francés de varios usos. Cítricos y manzanas. Marcada acidez y posibilidad de guarda. Alejado de nuestros gustos.


CAP MARITIME CHARDONNAY 2018
WO. Hermel-en-Aarde Ridge. Área de producción emergente, escindida de Walker Bay y subdividida a su vez en tres surregiones o wards, con diferencias en altitud y en composición de los suelos. 100% Chardonnay. 14 meses de crianza en barricas de roble nuevo y huevos de cemento. Yogur de limón y frutas de pepita. Imposible diferenciarlo de otros Chardonnays de Nuevo Mundo. Fresco en nariz y elegante en boca, un estilo más borgoñón, aunque con menos acidez que los citados vinos franceses. Elegir entre el original o la copia depende de lo que estemos dispuestos a pagar.


KEERMONT VINEYARDS RIVERSIDE CHENIN BLANC 2018
WO. Stellenbosch. 100% Chenin Blanc. 11 meses de crianza en barricas usadas de roble francés. Elaborado siguiendo principios de enología de mínima intervención. Acidez media. Mieles y frutas de pepita. Ligerísimo resto de azúcar. Cremoso y amable en boca. Un magnífico representante de los exitosos monovarietales de Chenin Blanc elaborados en Sudáfrica. 


RICHARD KERSHAW CLONAL SELECTION PINOT NOIR 2018
WO. Elgin. 100% Pinot Noir. Vendimia manual y fermentación espontánea en depósitos abiertos. Vinificación por separado de diferentes clones de Pinot Noir. 11 meses de crianza en barricas de diferentes capacidades y en huevos. Rojo cereza de capa baja, limpio aunque con un aspecto algo más evolucionado de lo deseable. Recuerdos a carne ahumada, pétalos de rosa marchitos y tierra húmeda. Algo licoroso. De nuevo un estilo borgoñón bastante acertado -la fresca climatología de Elgin así lo determina- pero que sin embargo no alcanza al original. Buen intento.


AA. BADENHORST RED 2019
WO. Swartland. Syrah, Cinsault, Tinta Barroca, Garnacha Tinta y Touriga Nacional (35-31-17-13-4). Vendimia efectuada el mismo día para todas las variedades por igual, lo cual ya indica que el elaborador sabe bien lo que hace aunque asume sus riesgos. Semimaceración carbónica de parte de la uva, dejando entre 3 y 6 meses el mosto en contacto con pieles. Posterior crianza durante 16 meses en barricas usadas. El resultado es algo similar a un "field blend", aunque en realidad las uvas proceden de parcelas diferentes. Capa media con ribete granate. Cerezas, lácticos, chocolate con leche. Ligeramente astringente en boca que hace sospechar algo de verdor, exceso de raspón o más posiblemente ambas cosas. Corte moderno e internacional. Muy curioso.


CHAMONIX WREYWACKE PINOTAGE 2017
WO. Franschhoek. 100% Pinotage. 18 meses de crianza en una combinación de barricas nuevas y usadas. Monovarietal de esta casta tinta resultado de la hibridación entre Pinot Noir y Cinsault -también denominada Hermitage- realizada en tierras sudafricanas a principios del siglo XX, de manera que de dos uvas de piel fina y escaso color, se obtuvo sorprendentemente una variedad de hollejo grueso de la que se obtienen vinos de capa profunda y marcada astringencia, aún a pesar de retirar los hollejos antes de que termine la fermentación y de microoxigenar la mezcla. Por si todo ello no fuera suficiente, en el vino que nos ocupa se efectúa una semimaceración carbónica y además parte de las uvas se deshidratan antes de ser añadidas al vino sin terminar. El resultado no puede ser más incómodo: frutas rojas, negras y frutos secos tostados en nariz, pero en boca presenta un desagradable y prolongado amargor final. Imposible para nosotros.


KANONKOP KADETTE CAPE BLEND 2019
WO. Stellenbosch. Pinotage, Merlot, Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc (44-29-25-2). Vinificación en depósitos de cemento. Crianza durante 12 meses en barricas usadas. Un vino correcto pero sin atractivo alguno, con ese amargor identitario de la Pinotage todavía muy presente, aunque algo más domesticado. En nuestra opinión el estilo cape blend parece más un intento de aprovechamiento de la difícil Pinotage que una búsqueda de la excelencia. En estos coupages la casta sudafricana debe ser mayoritaria y habitualmente se acompaña de variedades francesas, en una nada exitosa reinterpretación de los tintos del Ródano.


DE TRAFFORD ELEVATION 393 2012
WO. Stellenbosch. Syrah, Cabernet Sauvignon, Merlot, Cabernet Franc (32-31-19-18). Crianza durante 23 meses en barrica nueva. Nariz rica en balsámicos y mentolados, con una marcada presencia de piracinas. Como es lógico con ese ensamblaje tan multitudinario, carece por completo de tipicidad varietal. Tampoco goza de identidad geográfica, un estilo muy bordelés que no permite reconocerlo como un vino de Nuevo Mundo, lo cual casi nos parece más un halago que una crítica. Bien elaborado.


Damos por terminado este viaje tan interesante como intenso por tierras sudafricanas. Agradecemos una vez más a Grape Bebop la posibilidad de darnos a conocer vinos procedentes del otro lado del mundo con la comodidad añadida de poder realizarlo sin tener que desplazarnos fuera de nuestra ciudad.

Próximo destino: Hungría


NOTA: Para la redacción del presente artículo nos hemos ayudado de la información proporcionada por Grape Bebop durante nuestra asistencia al seminario, así como de algunas imágenes compartidas en redes sociales, en particular imágenes de ciertas etiquetas, imprescindibles en nuestra opinión para documentar adecuadamente los vinos catados. Nuestro más sincero agradecimiento.

lunes, 22 de mayo de 2023

> El vino que surgió de las aguas

 

 

El verano del año 2000 fue extremadamente caluroso y a mediados del mes de Octubre el agua del Mediterráneo seguía estando todavía templada. Sin embargo, en las capas altas de la atmósfera la temperatura iba descendiendo y una bolsa de aire frío se descolgó de la circulación general de los vientos e inició ese deambular errático y dubitativo tan característico de las denominadas "gotas frías". Atraída irremediablemente por las cálidas aguas del Mediterráneo, su interacción generó la formación de unas poderosas nubes de evolución que -impulsadas por los vientos del sureste- impactaron en la cordillera prelitoral de los Puertos de Beceite. Las torrenciales precipitaciones comenzaron el día 21 de Octubre y durante dos largos días no amainaron en intensidad. Toda la cuenca del río Matarraña se vio afectada por una devastadora riada tan sólo comparable a la del año 1957. Los daños fueron cuantiosos en  Beceite, Valderrobres y Peñarroya de Tastavins, pero la situación fue mucho peor en las localidades de la cuenca baja del Matarraña -Fabara, Maella, Mazaleón- y particularmente en Nonaspe donde el río Algars unifica su cauce con el Matarraña.


Aquellos días del principio del otoño del año 2000 cambiaron abruptamente los planes de la familia Taberner al verse completamente destruida su finca agrícola debido al violento paso de las aguas. Pero haciendo de la necesidad virtud, afrontaron la adquisición de unos nuevos terrenos un poco más elevados buscando la protección de las faldas de la sierra que separa Nonaspe de Fayón. En dichos terrenos continuaron su actividad agrícola dedicada principalmente al cultivo de frutales, complementada con la explotación de varias parcelas de olivos en régimen intensivo. Quizás por casualidad, quizás por su ubicación algo más elevada, la crecida del rio Matarraña apenas afectó a la viña en la que la familia Taberner elaboraba su vino para autoconsumo. A veces la naturaleza tiene estos caprichos y la fuerza del agua en aquel mes de Octubre respetó las vides, la casa de labranza y el pozo.  




Bernabé Taberner representa en la actualidad la tercera -tal vez la cuarta- generación de agricultores dentro de su familia. Continúa con  el cultivo de frutales y olivos, pero aquel extraño respeto que el agua de la riada tuvo con el viñedo de sus abuelos no dejó de rondarle la cabeza durante años. Algo pasional en su interior no hacía más que recordarle los días de vendimia cuando era niño y -casi sin pretenderlo- comprendió que estaba destinado a elaborar vinos de calidad con las uvas de aquella viña que tan cerca estuvo de desaparecer arrastrada por un disgustado Matarraña que en el último instante decidió ignorarla. El proyecto comenzó a tomar forma en el momento en que Bernabé le propuso emprender la aventura a su amigo de la infancia Jordi Satué, también natural de Nonaspe aunque establecido desde hace años en Barcelona por motivos laborales. El primero tenía la tierra y la experiencia en el campo, el segundo los conocimientos necesarios en materia económica y empresarial. Ambos compartían la ilusión de volver a poner en valor las labores agrícolas que sus abuelos desempeñaron durante décadas y pensaron que la mejor manera de rendirles un sentido homenaje sería concentrar sus recuerdos esforzándose en elaborar vinos de calidad. Acababa de ver la luz Vinos Taberner Amado


Como es lógico, aquella pequeña viña original respetada por las aguas se amplió hasta las 12 hectáreas de viñedo en propiedad que en la actualidad cuentan con una edad aproximada de 30 años. No trabajan con uva procedente de otros viticultores, de manera que las 9000 botellas anuales que elaboran proceden exclusivamente de las vides trabajadas por la familia Taberner. El viñedo está en un precioso paraje protegido del frío y del calor extremos tan habituales en la zona, situado en la orilla derecha del Matarraña -tantas veces querido, algunas odiado- en una curva que su cauce se ve obligado a realizar por la presencia de la sierra con algo menos de 300 metros de altitud en la que se localizan los restos del Castellete de Fayón, torre de vigilancia erigida a finales del siglo XIX durante la Tercera Guerra Carlista.


La mayor parte del viñedo está plantado en espaldera, para optimizar las labores agrícolas y al mismo tiempo garantizar una correcta aireación así como la adecuada maduración de los racimos. Cuenta con instalación de
 riego por goteo como apoyo para la supervivencia de las plantas. El agua subterránea -siempre protagonista- procede de un pozo cuya fecha de construcción no se sabe con certeza, pero del  cual ya sacaba agua el bisabuelo de Bernabé. Hay que ver cómo se construía antes. No es de extrañar que la variedad blanca cultivada sea la Garnacha Blanca que tan buena expresión muestra en estas tierras lindantes con la DO. Terra Alta. De hecho alguna parcela de la familia Taberner está separada de la provincia de Tarragona tan sólo por el ancho de un camino. En cuanto a las variedades tintas, predomina la autóctona Garnacha Tinta, aunque no debe sorprendernos la presencia de cepajes internacionales -Cabernet Sauvignon, Syrah, Merlot y Cabernet Franc- introducidos en la viticultura española durante aquellos años en que parecía indispensable la utilización de castas francesas si se pretendía acceder a ciertos mercados.



Las primeras botellas de Taberner Amado salieron al mercado -al principio con cierta timidez- en el año 2018. En realidad no fue hasta el año pasado cuando su nombre comenzó a sonar y sus etiquetas a tener cierta visibilidad en redes sociales, eventos y ferias, en parte gracias al premio obtenido en la Berlin Wine Trophy 2021, nada menos que medalla de oro para su blanco sin barrica, posiblemente su vino más comercial. Su catálogo lo integran cuatro vinos, dos blancos y dos tintos, siendo los jóvenes los que representan más porcentaje dentro de la producción total. Todos ellos se comercializan con el mismo nombre -Entre dos aguas- obviamente en referencia a la localización geográfica de la finca en Nonaspe, justo al lado de la confluencia del rio Algars con su hermano mayor el rio Matarraña, el cual a partir de ese punto sigue su camino hasta encontrarse con el padre Ebro aguas abajo en Fayón.

Detallaremos a continuación nuestras notas de cata y opiniones acerca de los vinos catados. 


ENTRE DOS AGUAS BLANCO 2021
100% Garnacha Blanca. Sin permanencia en roble. 3500 botellas. Amarillo verdoso claro. Frutas de pepita, hierbas aromáticas, recuerdos de monte y de vegetación de orilla de río. Acidez media plus. Untuoso y complejo a pesar de su juventud. Perfectamente equilibrado en acidez-alcohol, no resulta nada cálido en boca, más bien todo lo contrario, invita a tomar otro sorbo. Muy agradable y más que correcta Garnacha Blanca que nada tiene que envidiar a sus vecinas de Terra Alta.



ENTRE DOS AGUAS BLANCO BARRICA 2020
100% Garnacha Blanca. Crianza durante 6 meses en barrica de roble francés. 1000 botellas. Amarillo dorado tenue con ribete acerado. Manzana amarilla, piña madura, plátano y mantequilla. Recuerdos de mantecado y de ebanistería. Notable acidez que se puede confundir con salinidad. Se echa en falta algo más de grasa y cremosidad en boca. Interesante y muy bien diseñado, con un perfecto equilibrio entre fruta y crianza. Tal vez una temporada en botella le otorgue un poco más de complejidad y persistencia en final de boca. Seamos pacientes.



ENTRE DOS AGUAS TINTO 2020
Garnacha, Cabernet Sauvignon, Syrah, Merlot y Cabernet Franc. Sin permanencia en roble. 3500 botellas. Rojo picota con ribete granate. Frutas rojas, mentolados, balsámicos y hierbas aromáticas. Guirlache, caramelo y anís estrellado sobre un desconcertante recuerdo a encurtidos y cenizas. Acidez media plus. Un tanto delgado en boca, ligeramente salvaje y falto de doma. Intenso, eléctrico y algo nervioso. Con potencial, aunque le falta algo de redondeo en botella. Leve amargor final con un recuerdo vegetal a tallo verde. Longitud media. Nos deja ligeramente desconcertados, pues no se parece a nada que conozcamos. A reevaluar en unos meses.


Tan sólo quien lo ha experimentado es capaz de comprender la enorme satisfacción que supone catar un vino en medio del viñedo y en compañía del viticultor. La conversación fluye como el agua entre las piedras, acuden a la memoria recuerdos y vivencias, se perciben los sonidos de la naturaleza y la mente adquiere esa permeabilidad imprescindible para que todo encaje a la perfección. 

Desde aquí queremos hacer llegar nuestro más sincero agradecimiento a Bernabé Taberner por las atenciones que nos dispensó aquella calurosa mañana de primavera. Suyo es el mérito de habernos trasladado a las jornadas de vendimia con su familia cuando era niño, animarnos a pisar la misma tierra que cultivaron sus antepasados y contagiado de su entusiasmo para honrar su memoria elaborando el vino que nació entre dos ríos.

Vinos Taberner Amado, el vino que surgió de las aguas.