El verano del año 2000 fue extremadamente caluroso y a mediados del mes de Octubre el agua del Mediterráneo seguía estando todavía templada. Sin embargo, en las capas altas de la atmósfera la temperatura iba descendiendo y una bolsa de aire frío se descolgó de la circulación general de los vientos e inició ese deambular errático y dubitativo tan característico de las denominadas "gotas frías". Atraída irremediablemente por las cálidas aguas del Mediterráneo, su interacción generó la formación de unas poderosas nubes de evolución que -impulsadas por los vientos del sureste- impactaron en la cordillera prelitoral de los Puertos de Beceite. Las torrenciales precipitaciones comenzaron el día 21 de Octubre y durante dos largos días no amainaron en intensidad. Toda la cuenca del río Matarraña se vio afectada por una devastadora riada tan sólo comparable a la del año 1957. Los daños fueron cuantiosos en Beceite, Valderrobres y Peñarroya de Tastavins, pero la situación fue mucho peor en las localidades de la cuenca baja del Matarraña -Fabara, Maella, Mazaleón- y particularmente en Nonaspe donde el río Algars unifica su cauce con el Matarraña.
Aquellos días del principio del otoño del año 2000 cambiaron abruptamente los planes de la familia Taberner al verse completamente destruida su finca agrícola debido al violento paso de las aguas. Pero haciendo de la necesidad virtud, afrontaron la adquisición de unos nuevos terrenos un poco más elevados buscando la protección de las faldas de la sierra que separa Nonaspe de Fayón. En dichos terrenos continuaron su actividad agrícola dedicada principalmente al cultivo de frutales, complementada con la explotación de varias parcelas de olivos en régimen intensivo. Quizás por casualidad, quizás por su ubicación algo más elevada, la crecida del rio Matarraña apenas afectó a la viña en la que la familia Taberner elaboraba su vino para autoconsumo. A veces la naturaleza tiene estos caprichos y la fuerza del agua en aquel mes de Octubre respetó las vides, la casa de labranza y el pozo.
Bernabé Taberner representa en la actualidad la tercera -tal vez la cuarta- generación de agricultores dentro de su familia. Continúa con el cultivo de frutales y olivos, pero aquel extraño respeto que el agua de la riada tuvo con el viñedo de sus abuelos no dejó de rondarle la cabeza durante años. Algo pasional en su interior no hacía más que recordarle los días de vendimia cuando era niño y -casi sin pretenderlo- comprendió que estaba destinado a elaborar vinos de calidad con las uvas de aquella viña que tan cerca estuvo de desaparecer arrastrada por un disgustado Matarraña que en el último instante decidió ignorarla. El proyecto comenzó a tomar forma en el momento en que Bernabé le propuso emprender la aventura a su amigo de la infancia Jordi Satué, también natural de Nonaspe aunque establecido desde hace años en Barcelona por motivos laborales. El primero tenía la tierra y la experiencia en el campo, el segundo los conocimientos necesarios en materia económica y empresarial. Ambos compartían la ilusión de volver a poner en valor las labores agrícolas que sus abuelos desempeñaron durante décadas y pensaron que la mejor manera de rendirles un sentido homenaje sería concentrar sus recuerdos esforzándose en elaborar vinos de calidad. Acababa de ver la luz Vinos Taberner Amado
Como es lógico, aquella pequeña viña original respetada por las aguas se amplió hasta las 12 hectáreas de viñedo en propiedad que en la actualidad cuentan con una edad aproximada de 30 años. No trabajan con uva procedente de otros viticultores, de manera que las 9000 botellas anuales que elaboran proceden exclusivamente de las vides trabajadas por la familia Taberner. El viñedo está en un precioso paraje protegido del frío y del calor extremos tan habituales en la zona, situado en la orilla derecha del Matarraña -tantas veces querido, algunas odiado- en una curva que su cauce se ve obligado a realizar por la presencia de la sierra con algo menos de 300 metros de altitud en la que se localizan los restos del Castellete de Fayón, torre de vigilancia erigida a finales del siglo XIX durante la Tercera Guerra Carlista.
Las primeras botellas de Taberner Amado salieron al mercado -al principio con cierta timidez- en el año 2018. En realidad no fue hasta el año pasado cuando su nombre comenzó a sonar y sus etiquetas a tener cierta visibilidad en redes sociales, eventos y ferias, en parte gracias al premio obtenido en la Berlin Wine Trophy 2021, nada menos que medalla de oro para su blanco sin barrica, posiblemente su vino más comercial. Su catálogo lo integran cuatro vinos, dos blancos y dos tintos, siendo los jóvenes los que representan más porcentaje dentro de la producción total. Todos ellos se comercializan con el mismo nombre -Entre dos aguas- obviamente en referencia a la localización geográfica de la finca en Nonaspe, justo al lado de la confluencia del rio Algars con su hermano mayor el rio Matarraña, el cual a partir de ese punto sigue su camino hasta encontrarse con el padre Ebro aguas abajo en Fayón.
Detallaremos a continuación nuestras notas de cata y opiniones acerca de los vinos catados.
ENTRE DOS AGUAS BLANCO 2021
100% Garnacha Blanca. Sin permanencia en roble. 3500 botellas. Amarillo verdoso claro. Frutas de pepita, hierbas aromáticas, recuerdos de monte y de vegetación de orilla de río. Acidez media plus. Untuoso y complejo a pesar de su juventud. Perfectamente equilibrado en acidez-alcohol, no resulta nada cálido en boca, más bien todo lo contrario, invita a tomar otro sorbo. Muy agradable y más que correcta Garnacha Blanca que nada tiene que envidiar a sus vecinas de Terra Alta.
ENTRE DOS AGUAS BLANCO BARRICA 2020
100% Garnacha Blanca. Crianza durante 6 meses en barrica de roble francés. 1000 botellas. Amarillo dorado tenue con ribete acerado. Manzana amarilla, piña madura, plátano y mantequilla. Recuerdos de mantecado y de ebanistería. Notable acidez que se puede confundir con salinidad. Se echa en falta algo más de grasa y cremosidad en boca. Interesante y muy bien diseñado, con un perfecto equilibrio entre fruta y crianza. Tal vez una temporada en botella le otorgue un poco más de complejidad y persistencia en final de boca. Seamos pacientes.
ENTRE DOS AGUAS TINTO 2020
Garnacha, Cabernet Sauvignon, Syrah, Merlot y Cabernet Franc. Sin permanencia en roble. 3500 botellas. Rojo picota con ribete granate. Frutas rojas, mentolados, balsámicos y hierbas aromáticas. Guirlache, caramelo y anís estrellado sobre un desconcertante recuerdo a encurtidos y cenizas. Acidez media plus. Un tanto delgado en boca, ligeramente salvaje y falto de doma. Intenso, eléctrico y algo nervioso. Con potencial, aunque le falta algo de redondeo en botella. Leve amargor final con un recuerdo vegetal a tallo verde. Longitud media. Nos deja ligeramente desconcertados, pues no se parece a nada que conozcamos. A reevaluar en unos meses.
Tan sólo quien lo ha experimentado es capaz de comprender la enorme satisfacción que supone catar un vino en medio del viñedo y en compañía del viticultor. La conversación fluye como el agua entre las piedras, acuden a la memoria recuerdos y vivencias, se perciben los sonidos de la naturaleza y la mente adquiere esa permeabilidad imprescindible para que todo encaje a la perfección.
Desde aquí queremos hacer llegar nuestro más sincero agradecimiento a Bernabé Taberner por las atenciones que nos dispensó aquella calurosa mañana de primavera. Suyo es el mérito de habernos trasladado a las jornadas de vendimia con su familia cuando era niño, animarnos a pisar la misma tierra que cultivaron sus antepasados y contagiado de su entusiasmo para honrar su memoria elaborando el vino que nació entre dos ríos.
Vinos Taberner Amado, el vino que surgió de las aguas.
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