lunes, 11 de marzo de 2019

> ¡Oso ondo, Txakoli!




Tres son las denominaciones de origen en las que se produce txakoli, ese vino ancestral cuyo nacimiento se pierde en la noche de los tiempos. Guetaria, Vizcaya y Alava son las tres áreas geográficas -coincidentes con las tres provincias vascas- reconocidas legalmente para elaborar este vino blanco ligero y afrutado, tan popularmente consumido en el País Vasco como poco conocido fuera de él, heredero de aquellos vinos de autoconsumo que de siempre se elaboraron en los caseríos.

La constitución de los respectivos consejos reguladores no fue ni mucho menos simultánea. La primera en ver la luz fue la de Txakoli de Guetaria en el año 1989, le siguió la de Txakoli de Vizcaya en 1994 y no fue hasta 2001 cuando consiguió la provincia de Alava su correspondiente denominación de origen, sumando entre las tres unas 900 hectáreas de viñedo. Tienen en común la variedad de uva principal con la que trabajan -la Hondarribi Zuri- apoyada en ocasiones por otros cepajes minoritarios si lo que se pretende es dotar de más estructura al resultado final. La geografía y la orientación de los viñedos dictaminan  las características de cada vino, así como la proximidad o lejanía al mar Cantábrico. En los últimos años, la transformación del marco de plantación al emparrado tradicional -aunque sin llegar a recuperar aquellas técnicas antiguas empleando huesos de ballena que narran las leyendas marineras- la optimización de los procesos de vinificación mediante el empleo mayoritario del acero inoxidable, los controles de temperatura y la inertización han conseguido una interesante evolución cualitativa en la elaboración del que podría denominarse como la nueva interpretación del txakoli en el siglo XXI. 

Corcho de Txakoli K5

Los mejor valorados han sido tradicionalmente los txakolis de Guetaria o Getariako Txakolina, más aromáticos que sus vecinos de la costa vizcaína y algo más expresivos que los alaveses de tierra adentro. Otro factor diferenciador suele ser el carbónico residual, considerado de origen natural en los txakolis guipuzcoanos. Por el contrario, la presentación exterior es muy similar en las tres zonas, siendo mayoritarios los productores que utilizan la botella verde tipo Rhin, quizás en recuerdo de los vinos alsacianos con los que en ocasiones se les ha pretendido comparar. La participación como accionistas en algunas bodegas de personajes famosos como el cocinero Karlos Arguiñano -tan mediático como campechano- ha posibilitado la rápida difusión del txakoli fuera del País Vasco e incluso fuera de España, a lo cual sin duda ha contribuido la labor embajadora del televisivo maestro de los fogones de Zarautz. 



Cortesía de un buen amigo que durante un fin de semana se dejó caer por aquellas tierras, llegó a nuestras manos una botella de Mendigorri 2017, un txakoli de Guetaria de clase media, en botella Rhin, con cápsula y corcho colmatado de calidad correcta. Visualmente de color amarillo pajizo muy claro, limpio y transparente. Poco expresivo en nariz, si acaso flores blancas y tímidos cítricos como el pomelo. También heno y hierba recién cortada. Yogur de limón. Interesante punto salino en boca, con marcada acidez que recuerda al sidral, muy refrescante y con un ligero resto de carbónico -según indica la etiqueta- de origen natural. Calificado como "vino de aguja", lógicamente sin asomo de crianza alguna ni trabajo sobre lías. Escasamente voluminoso, apenas alcohólico, con una alegre y vivaz entrada en boca, aunque de corta persistencia y breve postgusto.

En la actualidad se da la circunstancia de que el txakoli goza de una mejor reputación en el extranjero que en España. Aquí le cuesta dejar atrás aquel sambenito de vino ácido y flojo que durante años llevó aparejado. En Estados Unidos y en países centroeuropeos por ejemplo tiene una magnífica aceptación por parte del consumidor medio, fascinado por un vino de bajo grado, fresco y fácil de beber, elaborado con una variedad de uva desconocida e impronunciable y a un precio en general asequible. Quedan pendientes para el futuro los retos de elaborar semidulces, espumosos y blancos con larga vida en botella, así como la utilización de la Hondarribi Beltza para la elaboración de txakolis tintos y rosados, conocidos por su color pálido como "ojo de gallo". 

¡Oso ondo, Txakoli!


Precinto de la DO. Getariako Txakolina

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