Tal y como ya hemos comentado en ocasiones anteriores, el planteamiento de estas catas a ciegas en las que participamos siempre que nos es posible, carece por completo de prejuicios. Cada uno de los asistentes lleva el o los vinos que considera oportuno, convenientemente ocultos a las miradas escrudiñadoras de los demás. En las últimas ocasiones hemos decidido no coartar la creatividad, de manera que no hay restricciones en cuanto a geografía, variedad de uva, periodos de crianza ni formas de elaboración.
Con esas premisas descorchamos tres blancos y tres tintos, y a cada etiqueta que era destapada la sorpresa se tornaba mayor. Sin ponernos en absoluto de acuerdo, se cataron tres monovarietales de Sauvignon Blanc -dos neozelandeses y uno francés- un Pinot Noir de Borgoña y dos tintos de Utiel-Requena, vecinos entre sí aunque elaborados con uvas diferentes. Cuesta creer que de entre todos los vinos del mundo, el azar pusiera sobre la misma mesa de cata botellas en cierto modo emparentadas entre sí. Más bien nos inclinamos por pensar en que el poder de la mente humana no tiene límites. Tal vez los esfuerzos coordinados de varios cerebros pensando simultáneamente en una misma cosa sean capaces de entrar en sintonía, en resonancia unos con otros. Si se nos permite, consideraremos esta jornada de cata como la primera experiencia exitosa de "eno-telepatía".
A continuación detallaremos nuestras notas de cata de los seis vinos protagonistas.
DOMAINE PASCAL BALLAND SANCERRE 2017
Loira (Francia). 100% Sauvignon Blanc.
Amarillo dorado tenue. Fondo herbáceo acompañado de aromas de panadería. Yogur de limón y manzanas asadas. Recuerdos minerales de pedernal. Acidez marcada, extremadamente refrescante. Persistencia alta, no tanto por aromas en boca como por la acidez. Cuesta un poco ubicarlo en cata a ciegas, una Sauvignon Blanc algo tímida en nariz que lleva a pensar en Chardonnay del norte de Borgoña o incluso en Chablis.
OPAWA 2016
Marlborough (Nueva Zelanda). 100% Sauvignon Blanc.
Amarillo verdoso pálido. Melocotón, pomelo y piña madura. Acidez media. Muy refrescante. Postgusto medio. De impecable elaboración.
TIKI 2016
Marlborough (Nueva Zelanda). 100% Sauvignon Blanc.
Algo inexpresivo de entrada. Limón, melón, cítricos y un punto vegetal. Acidez media. Conserva un resto de azúcar residual que resulta muy seductor. Un vino comercial, completo y bien diseñado.
ALBERT BICHOT HAUTES-CÔTES DE NUITS 2016
Borgoña (Francia). 100% Pinot Noir.
Cereza de capa media con ribete rubí. Ataque algo alcohólico. Guindas y bombones Mon Cheri. Especias dulces y una sutil vainilla. Caramelo de violetas. Algo sanguíneo, mineral e incluso metálico. Ligeramente delgado en boca. Acidez media-alta. Postgusto medio. Astringencia media. Un Borgoña fácil, muy frutal, con escaso aporte de madera, si acaso usada y probablemente en recipientes de gran capacidad.
PAGO DE LOS BALAGUESES 2015
Bodegas Vegalfaro. Utiel-Requena (Valencia).
Garnacha Tintorera y Merlot (70-30).
Garnacha Tintorera y Merlot (70-30).
Rojo picota de capa media con ribete granate. De entrada recuerdo a esmalte de uñas que se disipa al oxigenarse. Ciruelas y otras frutas negras, tostados y torrefactos. Caramelo de la Viuda de Solano. Balsámico. Marcada astringencia, falto de redondeo en botella. Acidez media. Postgusto medio-largo. Muy gastronómico.
FINCA TERRERAZO 2014
Bodegas Mustiguillo. Utiel-Requena (Valencia). 100% Bobal.
Rojo picota de capa media-alta con ribete granate. Muy elegante ya en nariz. Monte mediterráneo, canela en rama y orejones. Fruta roja y negra casi en compota. Cedro y caja de puros. Yogur de fresa y moras. Crema de leche. Complejo e intenso. Astringencia media muy equilibrada. Postgusto generosamente prolongado. Redondo y sin aristas. Con certeza el mejor monovarietal de Bobal que hemos probado jamás.
La elección aleatoria de los vinos no fue la única experiencia paranormal de la tarde, como puede comprobarse leyendo las notas de cata. Una vez servidos en las copas, las sensaciones olfativas, los recuerdos y las evocaciones de todos los presentes en torno a aquella mesa, coincidieron en gran medida, una comunión organoléptica difícil de explicar e imposible de comprender. Sin duda el idioma en el que se expresa el vino es un lenguaje universal, tan sólo las personas somos culpables de no conseguir entenderlo en ocasiones.
Cuánta razón tenían nuestros mayores cuando nos decían que para labrarnos un futuro debíamos aprender idiomas...
La elección aleatoria de los vinos no fue la única experiencia paranormal de la tarde, como puede comprobarse leyendo las notas de cata. Una vez servidos en las copas, las sensaciones olfativas, los recuerdos y las evocaciones de todos los presentes en torno a aquella mesa, coincidieron en gran medida, una comunión organoléptica difícil de explicar e imposible de comprender. Sin duda el idioma en el que se expresa el vino es un lenguaje universal, tan sólo las personas somos culpables de no conseguir entenderlo en ocasiones.
Cuánta razón tenían nuestros mayores cuando nos decían que para labrarnos un futuro debíamos aprender idiomas...
Preciosa imagen cortesía de Mariano Navascués |
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