El sueño, la pasión y la firme voluntad de los hermanos Amézola fueron determinantes a la hora de volver a empezar en el intrincado mundo del vino. Hacia la mitad de los años 80, Íñigo y Javier Amézola decidieron apostar por el futuro y retomaron la actividad enológica iniciada por su bisabuelo a principios del siglo XIX en su bodega de Torremontalbo (Rioja Alta). No fue una empresa sencilla, sobre todo teniendo en cuenta que los últimos cien años la actividad había sido abandonada, como consecuencia de la plaga de filoxera, con lo que eso conlleva a nivel de cuidado del viñedo y mantenimiento de las instalaciones. Hubo que replantar las vides arrancadas en 1900 y reconstruir los edificios deteriorados por el abandono de más de un siglo, en especial los calados, para lo cual fue necesario el trabajo de 30 canteros gallegos durante más de dos años. En la actualidad al frente de este proyecto a todas luces ya consolidado, están María y Cristina Amézola, las bodegueras más jóvenes de la D. O. Rioja, quienes con el asesoramiento del enólogo francés George Pauli han logrado situar sus vinos entre los mejor valorados por el mercado.
El trabajo bien hecho y sobre todo la ilusión y el esfuerzo invertidos han dado sus frutos, de manera que a día de hoy las Bodegas Amézola de la Mora son unas de las más coquetas de la región. Sus 70 hectáreas de viñedo propio rodean la bodega tipo chateau bordelés, y bajo la tierra se extienden calados y cuevas donde los vinos se someten a envejecimiento en botella. La vendimia re realiza de forma manual por parcelas. En 2001 salió al mercado la primera añada y en 2012 se celebró el 25 aniversario de esta nueva etapa de la familia Amézola. Se producen aproximadamente 300.000 botellas al año, el 70% de las cuales se destinan al mercado nacional, mientras que el 30% restante se exporta.
Elaboran una completísima gama de vinos, siempre bajo los criterios de tradición y elaboración artesanal. Como se suele decir son vinos de corte clásico que siempre gustan, son vinos con "sabor a familia", según reza en su página web. Un crianza (15 meses en barrica), un reserva (22 meses en barrica) y un gran reserva (30 meses en barrica) son la gama, por decir así, más tradicional, a los cuales se añaden dos vinos de pago: un blanco 100% viura con 5 meses de barrica y un tinto 100% tempranillo con 8 meses de barrica. El coupage utilizado para la elaboración del crianza, reserva y gran reserva es el más habitual en La Rioja: 85% tempranillo, 10% mazuelo, 5% graciano. Se realizan trasiegas semestrales, dirigidas personalmente por el equipo de enólogos, un auténtico rompecabezas en su parque de 2000 barricas de roble.
En los últimos años se ha ampliado la oferta de enoturimo, añadiendo a la visita de la bodega y el viñedo, diferentes actividades como los paseos a caballo o en bicicleta.
En los últimos años se ha ampliado la oferta de enoturimo, añadiendo a la visita de la bodega y el viñedo, diferentes actividades como los paseos a caballo o en bicicleta.
Nos sumergiremos a continuación en las características del Señorío de Amézola Reserva 2009, nuestro protagonista de esta entrada. Botella bordelesa de color verde, cápsula y corcho de calidad media. Gran etiqueta de color blanco de diseño atractivo y moderno. Escueta contraetiqueta con datos acerca de las variedades de uva, duración de la crianza en barrica y contenido alcohólico.
Elaborado en base a un coupage típico riojano (tempranillo, graciano y mazuelo), presenta un color cereza con menisco atejado. Capa media casi baja, muy limpio y brillante. Lágrima escasa de rápida caída y sin pigmentación. Nariz de frutas rojas, negras y tabaco, notas propias del tempranillo mayoritario. Algo alcohólico en el ataque inicial en nariz, aunque tal sensación se disipa en la copa con una mínima oxigenación, desplegándose matices balsámicos y regalices, aportes realizados por su larga crianza durante 24 meses en barrica de roble. Complejo y rico en aromas secundarios. Muy buena acidez. Taninos suaves, finos y delicados, con un postgusto especiado de pimienta blanca. Ligerísimo amargor final nada molesto. Un poco "delgado" en boca, no le vendría mal algo más de cuerpo, no obstante parece casi más crianza que reserva, pero la apreciación final es estupenda. Muy correcto, muy clásico y muy fácil de beber.
El resultado de un buen trabajo...
Supongo que los paseos a cabllo o en bici son antes de visitar la bodega ¿no?
ResponderEliminarEso de menisco atejado merece explicación,...( no por mí, pero los más profanos igual no saben de qué va,..)
ResponderEliminarLa primera acepción que a uno le viene a la mente del vocablo "menisco" tiene relación con la estructura anatómica de la rodilla (humana o animal). Obviamente en este blog no cabe tal interpretación, y la palabra "menisco" (o ribete, también llamado) corresponde al punto en que entra en contacto el líquido con el sólido (el vino y el cristal de la copa), y se habla de "atejado", "teja" o "ladrillo" al color tendente más a la gama de los marrones y ocres, consecuencia de la evolución y/o envejecimiento en vinos con crianza. Espero haber sido lo suficientemente explícito. El autor de la pregunta puede ampliar este concepto, dada su amplia experiencia en dinámica de fluídios. Para más información acerca de meniscos (especialmente de rodillas de animales), dirigirse a mí.
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