lunes, 26 de junio de 2017

> Cata vertical de Ignius (2010-2016) en El Sitio de Eugenia




Hace unos meses abrió sus puertas un interesante comercio en el centro de Zaragoza que apuesta por fusionar gastronomía, turismo y cultura, tres conceptos que siempre deberían ir de la mano y que lamentablemente, en algunas ocasiones, son unos perfectos desconocidos entre sí.

Hablamos de El Sitio de Eugenia, proyecto personal de su propietaria que se ha convertido en algo así como un oasis en el desierto urbano dominado por los supermercados y los productos impersonales de bajo coste e insuficiente calidad. Absolutamente todo en El Sitio de Eugenia tiene nombre y apellidos, la calidad y la originalidad son una obsesión. Los productos artesanos, ecológicos y de proximidad son el escaparate principal, pero no sólo eso, son historias condensadas en una lata, un paquete o una botella, porque en ese sentido, Eugenia ejerce una labor inmensa: transmitir las experiencias del productor y hacer que lleguen hasta cada uno de sus clientes. Por si no fuera suficiente, con cierta periodicidad también organiza gastroexcursiones fuera de Zaragoza para que el consumidor final pueda empaparse directamente de las vivencias del elaborador en su lugar de origen. También con regularidad se organizan eventos y presentaciones de productos, así como catas diversas, de cervezas, aceites o vinos, aunque siempre con el hilo conductor de la producción controlada y respetuosa con el medio ambiente y la naturaleza. 




Y con esas premisas se organizó la primera cata vertical de Ignius, un pequeño proyecto de sostenibilidad en el medio rural en Almonacid de la Sierra, como le gusta definirlo a su creador Javier Sanz, cuerpo y alma de un vino que no es sólo una bebida para disfrutar, es en realidad energía telúrica transformada y embotellada. No es ni mucho menos la primera vez que escribimos acerca de Ignius, porque hay mucho que escribir, y ya en otras ocasiones hemos dejado claro que no es posible entender el vino si no conocemos a su elaborador. En estos tiempos de búsqueda de la paz interior en sesiones de mindfulness, escuchar a Javier mientras se degusta su vino es absolutamente insuperable. Sus amenas explicaciones dejan boquiabierto a cualquiera. No es habitual oír hablar a un elaborador de vino acerca de traslocación de energía, limpieza del huerto interior, retroalimentación del suelo, equilibrio y respeto máximo a la naturaleza. 


Javier Sanz en la bodeguita de El Sitio de Eugenia

En su opinión, el vino es un ser vivo, fruto del intercambio de energía entre el sol y la tierra, y por lo tanto, la mano del hombre debe ser escrupulosa y mínimamente intervencionista. Podría decirse que el vino se obtiene de la vid "a pesar de la influencia humana", invasiva y nefasta en algunas ocasiones. Por ese motivo sus 17 hectáreas de viñedo en las laderas de la Sierra de Algairén entre 400 y 800 metros de altitud, no se laborean ni se abonan, conservan cobertura vegetal que se siega y composta, devolviendo al suelo lo que viene del suelo. Esos sustratos pedregosos, pizarrosos y pobres son la base de todo. La vendimia es evidentemente manual en cajas y con los 2500 kilogramos de uva que se recogen se elaboran como mucho 2000 botellas al año. La vinificación es absolutamente artesanal y los procesos se suceden a la velocidad y al ritmo que quiere la uva, no hay plazos ni fechas, Javier observa y escucha, acompaña al mosto en su transformación en vino y al vino en su evolución primero en barrica y más tarde en botella.


Todo preparado para la cata

Todavía con los recuerdos de la explicaciones de Javier dando vueltas en nuestra cabeza, comenzamos la cata en sí misma. En realidad se decidió efectuarla de forma inversa, comenzando con la añada más joven y terminando con la más antigua, sabia decisión, pues sin duda la intensidad evolutiva del Ignius 2010 hubiera eclipsado impunemente a sus hermanos menores. Todos ellos elaborados mayoritariamente con Garnacha a la que se incorpora un pequeño porcentaje de Syrah variable cada año según criterio de Javier. Posterior crianza en barrica de roble, de diferente edad y procedencia según añada. Pero en realidad todos esos datos carecen de interés, vayamos a las sensaciones, al espíritu, a la esencia de Ignius...


Vinos Ignius. Añada 2012 con cápsula verde, actualmente a la venta

El benjamín Ignius 2016, extraído del depósito de fermentación ex profeso para esta cata se mostró con una gran densidad de capa y ribete violáceo. En fase olfativa reveló detalles impactantes: el ataque alcohólico dejó paso a recuerdos animales (sudor, cuero) y a aromas fermentativos como de quesería. En fase gustativa resultó juvenilmente ácido y en el paso por boca demostró todo su potencial, con una marcada astringencia entre harinosa y terrosa, un vino en pañales, aún a medio hacerse, con toda la vida por delante. Buenos mimbres. No hay ninguna prisa...

El Ignius 2015, todavía en fase de crianza en barrica de roble francés de 400 litros y por tanto sin redondeo en botella, se reveló en copa muy similar al anterior, si acaso el ribete insinuaba algún tono malva. En nariz el ataque recordó a esmalte de uñas y acetona, disipándose tras su oxigenación. Dejó paso a mermelada de grosellas, fruta compotada, licoroso y especiado. Todavía algo astringente en boca, dejó sensaciones agradables a tostados y fruta negra. Postgusto largo. Le quedan meses de evolución y afinamiento en botella, todavía algo agreste para comercializarse. Prometedor.


Ignius en la copa. Precioso...

De los años 2014 y 2013 no hay botellas disponibles, ignoramos el motivo, tal vez el viñedo, las barricas o las propias uvas decidieron tomarse un descanso, solamente Javier tiene la respuesta. Sin embargo, la actual añada a la venta del Ignius 2012 está en plena forma. Con capa media-alta y ribete granate, en nariz es puro espectáculo: fruta negra, especias, pimentón, embutidos y aceitunas negras. Estos últimos marcadores olfativos nos hicieron sospechar un posible incremento en el porcentaje de Syrah, dato desmentido posteriormente por Javier. En boca es potente y sabroso, en equilibrio, tan sólo un ligero recuerdo amargo en el postgusto nos privó de otorgarle la matrícula de honor. Aún con potencial de guarda, que nadie se apresure a descorchar las botellas que le queden, bien conservadas a temperatura constante, tumbadas y en penumbra, tiene una larga vida por delante.

Nos adentramos en temas serios. El Ignius 2011 fue nuestro preferido de entre todos, o mejor dicho, según nuestro criterio la añada 2011 es la que había alcanzado cotas óptimas de evolución. El Ignius 2010, siendo igualmente sensacional, quizás nos pareció que había dejado escapar algo de estructura. En ambos casos el predominio de los aromas terciarios fue total, vinos licorosos, redondos, equilibrados, sabrosos, en su punto, sin asomo de tanicidad y, lo más llamativo, conservando fruta y acidez. 

Alcanzar estos matices comparativos no es sencillo y sólo es posible en una cata vertical, relajada y sin prisas, como la que se celebró en El Sitio de Eugenia, un lugar a tener muy en cuenta de ahora en adelante y que bien merece una visita de vez en cuando.




NOTA: Algunas de las imágenes utilizadas han sido obtenidas del perfil de Facebook de El Sitio de Eugenia.

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