Resulta curioso que hayamos tenido que esperar tantos años para poder disfrutar en tierras aragonesas de un evento tan interesante como Experiencia Verema. La envidia nos corroía cuando leíamos cada año las nuevas sedes que se iban incorporando y observábamos con incredulidad -conste que sin ninguna animadversión por nuestra parte- que ciudades como Bilbao, Alicante o Marbella eran las elegidas para incluirse en este consolidado road-show enológico, quedando Zaragoza año tras año relegada al papel de eterno aspirante, una provincia que cuenta con tres Denominaciones de Origen (Cariñena, Calatayud y Campo de Borja) a las que podríamos añadir la oscense DO. Somontano, nada menos que cuatro DOs en una misma y humilde comunidad autónoma.
Por fin en este año 2018 se ha hecho justicia y el primer día del mes de Octubre se celebró en los amplios y luminosos salones del Hotel Reina Petronila la 1ª Experiencia Verema en la capital del Ebro. El proceso de inscripción lo realizamos on line sin ningún tipo de dificultad, tanto para obtener la entrada para el showroom como para conseguir plaza en las catas profesionales. La información acerca de las bodegas expositoras, los horarios y las normas de funcionamiento de la feria pudimos igualmente extraerlo de la web de Verema, mecanismo ágil y eficaz, casi imposible de mejorar. El control de acceso, la entrega de acreditaciones y copas, el servicio durante las catas, la infraestructura en los salones (mesas, servilletas, agua, escupideras), resultó absolutamente impecable. Nuestra más sincera enhorabuena a la organización. Se programaron tres catas profesionales (Rueda, Campo de Borja y Calatayud). Por motivos de horario, sólo pudimos asistir a las dos últimas, protagonizadas por vinos que en su mayor parte ya conocíamos. Nos hubiera gustado poder asistir a la primera, buscando quizás ese detalle diferenciador entre los verdejos vallisoletanos -aunque lo encontraríamos más tarde en uno de los stands- pero nos fue imposible. Hubiéramos preferido la realización de catas de vinos menos conocidos (Jerez, Arribes de Duero, Ribeira Sacra, Montsant, Extremadura) aunque las protagonizadas por las DO. Campo de Borja y Calatayud resultaron francamente didácticas y placenteras.
En la actualidad, la DO. Campo de Borja está inmersa en un interesante proyecto de zonificación de su territorio que ha sido bautizado como "Alma de Terroir". Con la colaboración de la Universidad de Zaragoza y la Politécnica de Madrid, desde el año 2012 se persigue la calificación de las tres subzonas históricas (alta, media y baja) mediante la búsqueda de esas diferencias edafológicas y orográficas que tengan traslación a las características organolépticas del vino. Las pruebas realizadas en campo han obtenido su correspondiente refrendo en laboratorio y ese es el modo en que se ha conseguido una clasificación en cinco diferentes unidades de terroir (UT) numeradas del 1 al 5, repartidas en distintas zonas geográficas desde la ribera del Ebro hasta las faldas del Moncayo. Así lo explicó José Ignacio Gracia, secretario del consejo regulador, en una amena presentación que precedió a la cata de ocho vinos monovarietales de Garnacha con muy diferentes formas de expresión. Los vinos correspondientes a añadas más cercanas -2015 y 2016- mostraron predominio de fruta roja acompañada de las correspondientes notas de crianza según el criterio de cada elaborador (tamaño de barrica, grado de tostado, número de usos, etc). No obstante, observamos cierta tendencia a elaborar vinos menos opulentos, ligeramente adelgazados si los comparamos con añadas previas, muy divertidos en fase olfativa, tal vez en un intento comercial de ensanchar la cuota de mercado, siguiendo la tendencia actual de menor extracción y menos presencia de las notas de crianza. El futuro ya está aquí...
Para quien no la conozca, diremos que la comarca de Calatayud es una salvaje sucesión de barrancos, secos durante la mayor parte del año, que se desgajan desde montes que en ocasiones superan holgadamente los 1000 metros de altitud. Esta orografía violenta influye, como es lógico en los suelos y por lo tanto, también en el viñedo mayoritariamente integrado por Garnacha. En las partes más bajas, donde los nutrientes han sido arrastrados por el agua durante su filtración, las vides crecen y fructifican con generosidad. Sin embargo, en las crestas erosionadas y descarnadas durante decenios de baja pluviometría estival y severas heladas invernales, en esos suelos sin sustrato donde aflora la roca madre y la pizarra, sobreviven las viñas más viejas hundiendo las raíces en pos de su alimento. Son los "viñedos extremos" de los que habla la publicidad del Consejo Regulador de la DO. Calatayud, viñedos de escasa producción, avanzada edad y gran calidad. La reciente decisión de ampliar los límites de la DO para acoger municipios cercanos a la comarca de Daroca permitirá sumar no pocas hectáreas de viña vieja. Así como en otras ocasiones hemos comparado el Matarraña con la Toscana, sin duda la comarca de Calatayud podría considerarse el Priorat aragonés.
La cata contó con la valiosa dirección del turolense Raúl Igual, mejor sumiller de España 2010 y propietario del Restaurante Yain, quien desgranó todos y cada uno de los detalles de un total de ocho vinos de la DO. Calatayud, siete de ellos monovarietales de Garnacha (un octavo vino incorporaba Tempranillo y salió ligeramente penalizado por ello). Las añadas 2015 y 2016 se nos antojaron muy correctas, con escasas diferencias entre todos ellos, quizás con una excesiva homogeneidad entre bodegas, siguiendo todas ellas el patrón de crianza cariñosa y poco invasiva, muy de moda en la actualidad, tan respetuosa con la fruta como insuficiente para pulir astringencia y taninos, lo cual perjudica a las garnachas bilbilitanas -en general de hollejo más grueso- si se las compara con las de Campo de Borja. En cualquier caso, resultó una cata técnica a la vez que entretenida.
En cuanto al showroom, a decir verdad, esperábamos algo más... Para el público venido de fuera de Zaragoza con certeza resultó interesante la presencia de cinco bodegas aragonesas, sobradamente conocidas por nosotros y cuyos stands por tanto no fueron de nuestro interés. Algo parecido nos sucedió con las bodegas pertenecientes a DOc. Rioja y DO. Ribera del Duero, elaboradoras todas ellas de vinos de gran calidad e impecable factura, aunque alejados de lo que andaban persiguiendo nuestros inquietos espíritus. Buscábamos cosas curiosas e incluso extrañas y con sinceridad nos costó encontrarlas. Por costumbre solemos comenzar catando algún vino con burbujas, de modo que nos acercamos al stand de Viñedos Balmoral elaboradores de vinos tranquilos y espumosos bajo la dirección técnica del enólogo francés Hervé Jestin en tierras manchegas. La línea Maravides engloba tres tintos y un blanco, sin embargo nuestra atención la captó su marca Edoné que incluye dos espumosos blancos y uno rosado. Crianza mínima de 24 meses en botella que se prolonga hasta 40 meses en el Edoné Gran Cuvée (Chardonnay y Pinot Noir) el más "afrancesado" de los tres, cremoso y elegante sin excesiva acidez, graso y untuoso favorecido sin duda por la crianza en roble francés de parte del vino base antes de ser embotellado para realizar la segunda fermentación. No probamos el Edoné Cuvée de María (Chardonnay) pero sí el Gran Cuvée Rosé (Tempranillo y Syrah), alegre, vivaz, divertido y muy refrescante, aunque algo menos gastronómico.
Continuamos nuestro recorrido en busca de burbujas, y en ese chispeante devenir resulta imperativo hacer escala en alguna bodega de Sant Sadurní d´Anoia. La impresionante imagen de sus botellas nos hizo detenernos en el stand de Montesquius, bodega que precisamente este año cumple un siglo de vida, elaboradora de vinos tranquilos, aunque destaca por encima de todo, con la elaboración de sus cavas. Vitivinicultura ancestral -tal y como describe en su imagen corporativa- que no puede estar equivocada, por algo lleva un siglo aplicándose con éxito. Emplean prácticamente todas las variedades autorizadas por la DO. Cava, y la gama Montesquius 1918 conmemorativa del aniversario de la bodega, aúna calidad y trabajo bien hecho: selección en viñedo, cuidada elaboración de los vinos base y largas crianzas en botella. Se denominan como "Brut Nature Natural" porque no se realiza adición de azúcar en el licor de expedición, son cavas de siempre hechos con la tecnología de ahora. Particularmente nos enamoró el Rosé Doré Gran Reserva (Pinot Noir y Chardonnay), con mucha más personalidad que su hermano el Blanc de Blancs Gran Reserva (Xarel-lo y Macabeo), ambos cremosos y untuosos, con la burbuja fina e integrada hasta casi pasar desapercibida. Dos obras maestras embotelladas.
Cambiamos de tercio visitando el stand de Dehesa del Carrizal, bodega de Castilla-La Mancha ubicada entre las cuencas del Tajo y del Guadiana que, precedida por su fama y su calificación como vinos de pago, hace tiempo que estábamos persiguiendo. Viñedos de edad media sobre suelos silíceos, plantación en espaldera, crianza en roble francés y variedades internacionales (aunque tampoco falta esa Tempranillo autóctona tan nuestra) son sin duda garantía de éxito comercial. Catamos sus tres tintos monovarietales, de imponente presentación en botella borgoñona casi negra de gran calidad y etiqueta sobria. Potente y muy gastronómico el Cabernet Sauvignon, un vino enorme de principio a fin, difícil de evaluar en cata sin el respaldo de algo de comida. Resultó más accesible el Syrah, menos voluminoso que el anterior, sabroso y especiado, a priori nuestro favorito. Sin embargo fue el Petit Verdot el ganador en esta rápida cata comparada, particularmente por su refrescante nariz, una explosión de hierbas aromáticas (tomillo, lavanda, espliego) y regaliz que dio paso a una boca llena de sabor frutal y sensaciones minerales. Sin duda uno de los mejores Petit Verdot que hayamos probado jamás.
Se aproximaba la hora de cierre de la Experiencia Verema y continuábamos sin encontrar ese vino sorprendente y distinto que nos robara el corazón. Deambulando entre los stands, sin rumbo fijo, llegó a nuestros oídos una valiosa información gracias a un amigo. "Si buscas algo verdaderamente peculiar, prueba este vino", nos dijo murmurando, casi avergonzado. Obedientes, nos acercamos al stand de Bodega Tres Pilares (La Seca-Valladolid) y pedimos una copa de Cissus. En realidad no sabemos muy bien qué hacía ese vino allí, porque nuestras investigaciones posteriores nos han llevado a averiguar que está elaborado por Bodega Dominio del Blanco, un pequeño y joven proyecto dedicado íntegramente a la Verdejo. Y de un monovarietal de Verdejo se trataba, una rareza limitada a 350 botellas bajo crianza oxidativa, nada menos que 30 meses de permanencia en barrica de roble francés sin battonage ni rellenados. Ese largo, casi eterno, periodo de crianza se traduce en un tercio de mermas en volumen. Por si fuera poco, se completa el redondeo con 8 meses más en botella. Corcho natural y cierre de lacre para que ni una molécula aromática se escape. El resultado es pura magia, un vino sorprendente que recuerda a Jerez, a Montilla-Moriles y a los blancos del Jura. Visualmente de un amarillo intenso, en nariz es un espectáculo de cáscara de frutas blancas desecadas, infusión de manzanilla con anís, recuerdos yodados, aromas fermentativos y frutos secos. Cuerpo medio y alcohol presente. Difícil de clasificar y todavía más difícil de armonizar con comida. Raro, único y diferente. Al consumidor medio probablemente le resultará incómodo. En cambio, a los "enochalados" como nosotros, nos pareció fascinante...
Porque este es el fin último de las ferias como Experiencia Verema, dar a conocer productos diferenciadores, vinos originales y poco habituales, y para ello es fundamental el concurso de bodegas y productores. De sobras es sabido lo que cuesta en tiempo y en dinero para un pequeño elaborador participar en eventos a cientos de kilómetros de sus viñedos y de sus tanques de fermentación, más todavía si el calendario de vendimia apremia como fue en este caso, pero los consumidores y aficionados sabemos valorarlo.
Sirvan estas líneas como reconocimiento al esfuerzo de las bodegas expositoras, a las Denominaciones de Origen participantes y a la organización de Verema.
Para quien no la conozca, diremos que la comarca de Calatayud es una salvaje sucesión de barrancos, secos durante la mayor parte del año, que se desgajan desde montes que en ocasiones superan holgadamente los 1000 metros de altitud. Esta orografía violenta influye, como es lógico en los suelos y por lo tanto, también en el viñedo mayoritariamente integrado por Garnacha. En las partes más bajas, donde los nutrientes han sido arrastrados por el agua durante su filtración, las vides crecen y fructifican con generosidad. Sin embargo, en las crestas erosionadas y descarnadas durante decenios de baja pluviometría estival y severas heladas invernales, en esos suelos sin sustrato donde aflora la roca madre y la pizarra, sobreviven las viñas más viejas hundiendo las raíces en pos de su alimento. Son los "viñedos extremos" de los que habla la publicidad del Consejo Regulador de la DO. Calatayud, viñedos de escasa producción, avanzada edad y gran calidad. La reciente decisión de ampliar los límites de la DO para acoger municipios cercanos a la comarca de Daroca permitirá sumar no pocas hectáreas de viña vieja. Así como en otras ocasiones hemos comparado el Matarraña con la Toscana, sin duda la comarca de Calatayud podría considerarse el Priorat aragonés.
La cata contó con la valiosa dirección del turolense Raúl Igual, mejor sumiller de España 2010 y propietario del Restaurante Yain, quien desgranó todos y cada uno de los detalles de un total de ocho vinos de la DO. Calatayud, siete de ellos monovarietales de Garnacha (un octavo vino incorporaba Tempranillo y salió ligeramente penalizado por ello). Las añadas 2015 y 2016 se nos antojaron muy correctas, con escasas diferencias entre todos ellos, quizás con una excesiva homogeneidad entre bodegas, siguiendo todas ellas el patrón de crianza cariñosa y poco invasiva, muy de moda en la actualidad, tan respetuosa con la fruta como insuficiente para pulir astringencia y taninos, lo cual perjudica a las garnachas bilbilitanas -en general de hollejo más grueso- si se las compara con las de Campo de Borja. En cualquier caso, resultó una cata técnica a la vez que entretenida.
Espumosos Edoné (Viñedos Balmoral) |
En cuanto al showroom, a decir verdad, esperábamos algo más... Para el público venido de fuera de Zaragoza con certeza resultó interesante la presencia de cinco bodegas aragonesas, sobradamente conocidas por nosotros y cuyos stands por tanto no fueron de nuestro interés. Algo parecido nos sucedió con las bodegas pertenecientes a DOc. Rioja y DO. Ribera del Duero, elaboradoras todas ellas de vinos de gran calidad e impecable factura, aunque alejados de lo que andaban persiguiendo nuestros inquietos espíritus. Buscábamos cosas curiosas e incluso extrañas y con sinceridad nos costó encontrarlas. Por costumbre solemos comenzar catando algún vino con burbujas, de modo que nos acercamos al stand de Viñedos Balmoral elaboradores de vinos tranquilos y espumosos bajo la dirección técnica del enólogo francés Hervé Jestin en tierras manchegas. La línea Maravides engloba tres tintos y un blanco, sin embargo nuestra atención la captó su marca Edoné que incluye dos espumosos blancos y uno rosado. Crianza mínima de 24 meses en botella que se prolonga hasta 40 meses en el Edoné Gran Cuvée (Chardonnay y Pinot Noir) el más "afrancesado" de los tres, cremoso y elegante sin excesiva acidez, graso y untuoso favorecido sin duda por la crianza en roble francés de parte del vino base antes de ser embotellado para realizar la segunda fermentación. No probamos el Edoné Cuvée de María (Chardonnay) pero sí el Gran Cuvée Rosé (Tempranillo y Syrah), alegre, vivaz, divertido y muy refrescante, aunque algo menos gastronómico.
Montesquius, cien años elaborando cava |
Continuamos nuestro recorrido en busca de burbujas, y en ese chispeante devenir resulta imperativo hacer escala en alguna bodega de Sant Sadurní d´Anoia. La impresionante imagen de sus botellas nos hizo detenernos en el stand de Montesquius, bodega que precisamente este año cumple un siglo de vida, elaboradora de vinos tranquilos, aunque destaca por encima de todo, con la elaboración de sus cavas. Vitivinicultura ancestral -tal y como describe en su imagen corporativa- que no puede estar equivocada, por algo lleva un siglo aplicándose con éxito. Emplean prácticamente todas las variedades autorizadas por la DO. Cava, y la gama Montesquius 1918 conmemorativa del aniversario de la bodega, aúna calidad y trabajo bien hecho: selección en viñedo, cuidada elaboración de los vinos base y largas crianzas en botella. Se denominan como "Brut Nature Natural" porque no se realiza adición de azúcar en el licor de expedición, son cavas de siempre hechos con la tecnología de ahora. Particularmente nos enamoró el Rosé Doré Gran Reserva (Pinot Noir y Chardonnay), con mucha más personalidad que su hermano el Blanc de Blancs Gran Reserva (Xarel-lo y Macabeo), ambos cremosos y untuosos, con la burbuja fina e integrada hasta casi pasar desapercibida. Dos obras maestras embotelladas.
Monovarietales de Dehesa del Carrizal |
Cambiamos de tercio visitando el stand de Dehesa del Carrizal, bodega de Castilla-La Mancha ubicada entre las cuencas del Tajo y del Guadiana que, precedida por su fama y su calificación como vinos de pago, hace tiempo que estábamos persiguiendo. Viñedos de edad media sobre suelos silíceos, plantación en espaldera, crianza en roble francés y variedades internacionales (aunque tampoco falta esa Tempranillo autóctona tan nuestra) son sin duda garantía de éxito comercial. Catamos sus tres tintos monovarietales, de imponente presentación en botella borgoñona casi negra de gran calidad y etiqueta sobria. Potente y muy gastronómico el Cabernet Sauvignon, un vino enorme de principio a fin, difícil de evaluar en cata sin el respaldo de algo de comida. Resultó más accesible el Syrah, menos voluminoso que el anterior, sabroso y especiado, a priori nuestro favorito. Sin embargo fue el Petit Verdot el ganador en esta rápida cata comparada, particularmente por su refrescante nariz, una explosión de hierbas aromáticas (tomillo, lavanda, espliego) y regaliz que dio paso a una boca llena de sabor frutal y sensaciones minerales. Sin duda uno de los mejores Petit Verdot que hayamos probado jamás.
Cissus, la sorpresa... |
Se aproximaba la hora de cierre de la Experiencia Verema y continuábamos sin encontrar ese vino sorprendente y distinto que nos robara el corazón. Deambulando entre los stands, sin rumbo fijo, llegó a nuestros oídos una valiosa información gracias a un amigo. "Si buscas algo verdaderamente peculiar, prueba este vino", nos dijo murmurando, casi avergonzado. Obedientes, nos acercamos al stand de Bodega Tres Pilares (La Seca-Valladolid) y pedimos una copa de Cissus. En realidad no sabemos muy bien qué hacía ese vino allí, porque nuestras investigaciones posteriores nos han llevado a averiguar que está elaborado por Bodega Dominio del Blanco, un pequeño y joven proyecto dedicado íntegramente a la Verdejo. Y de un monovarietal de Verdejo se trataba, una rareza limitada a 350 botellas bajo crianza oxidativa, nada menos que 30 meses de permanencia en barrica de roble francés sin battonage ni rellenados. Ese largo, casi eterno, periodo de crianza se traduce en un tercio de mermas en volumen. Por si fuera poco, se completa el redondeo con 8 meses más en botella. Corcho natural y cierre de lacre para que ni una molécula aromática se escape. El resultado es pura magia, un vino sorprendente que recuerda a Jerez, a Montilla-Moriles y a los blancos del Jura. Visualmente de un amarillo intenso, en nariz es un espectáculo de cáscara de frutas blancas desecadas, infusión de manzanilla con anís, recuerdos yodados, aromas fermentativos y frutos secos. Cuerpo medio y alcohol presente. Difícil de clasificar y todavía más difícil de armonizar con comida. Raro, único y diferente. Al consumidor medio probablemente le resultará incómodo. En cambio, a los "enochalados" como nosotros, nos pareció fascinante...
Porque este es el fin último de las ferias como Experiencia Verema, dar a conocer productos diferenciadores, vinos originales y poco habituales, y para ello es fundamental el concurso de bodegas y productores. De sobras es sabido lo que cuesta en tiempo y en dinero para un pequeño elaborador participar en eventos a cientos de kilómetros de sus viñedos y de sus tanques de fermentación, más todavía si el calendario de vendimia apremia como fue en este caso, pero los consumidores y aficionados sabemos valorarlo.
Sirvan estas líneas como reconocimiento al esfuerzo de las bodegas expositoras, a las Denominaciones de Origen participantes y a la organización de Verema.
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