La cultura popular del Pirineo está repleta de leyendas y tradiciones, muchas de ellas casi olvidadas con el discurrir del tiempo, en parte por la desaparición de las personas mayores que en realidad eran los verdaderos depositarios de este tipo de relatos y los responsables de trasmitirlos a los niños en forma de cuentos. En la narración de estas fábulas se acostumbraba a entremezclar verdades y mentiras, hechos históricos y figurados, personas y deidades mitológicas. Prácticamente cualquier cosa tenía cabida con la única finalidad de que la narración resultara atractiva para todo aquel que estuviera dispuesto a escucharla.
Muchas de estas leyendas han llegado hasta nuestros días e incluso han derivado en nombres de barrancos, montañas o valles. Es el caso del Ibón de Plan -más conocido como Basa de La Mora- lago de montaña situado a casi 2000 metros de altitud en el Valle de Gistaín a los pies del Macizo de Cotiella y que encierra una leyenda protagonizada por una princesa árabe cuya figura puede ser observada -exclusivamente por los limpios de corazón- saliendo de las aguas cada noche de San Juan, rodeada de joyas y serpientes de colores, mientras ejecuta una hipnótica danza que es capaz de hechizar a quien la contempla.
Miles de años atrás, en esa época perdida en la noche de los tiempos, durante aquellos siglos en que la Tierra no era más que el patio de recreo de los dioses, el norte de la actual península ibérica pertenecía a Túbal, uno de los nietos de Noé. A la hija de Túbal -la hermosa princesa Pyrene- no le faltaban pretendientes, aunque ella reservaba su amor para Hércules, el héroe con quien Pyrene se encontraba en los bosques a espaldas de su padre. Sin embargo, como tantas veces sucede, esta relación no tenía el beneplácito de Túbal, de manera que cuando éste se enteró de la historia amorosa de los jóvenes, desterró a Hércules para mantenerlo alejado de su hija. Sumida en la tristeza por verse alejada de su amado, Pyrene huyó a las montañas donde enfermó gravemente. Avisado Hércules de los males de la princesa por uno de los animales del bosque, apenas llegó a tiempo para verle exhalar su último suspiro mientras una lágrima resbalaba por su rostro hasta caer sobre unas flores que inmediatamente se marchitaron. Abatido y roto de dolor por la pérdida de su amada, decidió darle sepultura allí mismo y cubrió el cuerpo de Pyrene con rocas de grandes dimensiones que con el paso del tiempo conformaron la actual cordillera de los Pirineos.
Aún hay quien piensa que -observando con atención las montañas- es posible deducir el lugar exacto en el que yace el cuerpo de la princesa. Muchas son las ubicaciones con las que se ha especulado, y algunos han querido creer que Pyrene duerme su sueño eterno cerca de la localidad de Aínsa y que la Peña Montañesa, con su inconfundible silueta de mujer dormida, oculta la belleza eterna de la más hermosa princesa del Pirineo. Sin embargo, nosotros creemos que un personaje tan emblemático, capaz de regalar su nombre a la más preciosa cordillera de España, merece para su descanso un lugar verdaderamente imponente y éste sin duda deberían ser las cumbres del Parque Nacional de Ordesa, el macizo calcáreo más alto de Europa, una formación rocosa coronada por tres cimas conocidas como las Tres Sorores -Monte Perdido, Cilindro y Pico Añisclo- montañas que indudablemente sólo pudieron ser erigidas por la fuerza sobrehumana de Hércules en el empeño de dar sepultura a su amada.
En agradecimiento por tan maravilloso mausoleo, el alma de la princesa hace brotar cada primavera miles de lirios en aquellas laderas -una auténtica alfombra azulada sobre la hierba verde- y ocasionalmente, para que todos los visitantes recordemos su historia, una vez entre un millón, nace un lirio de color blanco como la nieve, en memoria de aquella última lágrima que derramó la princesa Pyrene.
Muchas de estas leyendas han llegado hasta nuestros días e incluso han derivado en nombres de barrancos, montañas o valles. Es el caso del Ibón de Plan -más conocido como Basa de La Mora- lago de montaña situado a casi 2000 metros de altitud en el Valle de Gistaín a los pies del Macizo de Cotiella y que encierra una leyenda protagonizada por una princesa árabe cuya figura puede ser observada -exclusivamente por los limpios de corazón- saliendo de las aguas cada noche de San Juan, rodeada de joyas y serpientes de colores, mientras ejecuta una hipnótica danza que es capaz de hechizar a quien la contempla.
Miles de años atrás, en esa época perdida en la noche de los tiempos, durante aquellos siglos en que la Tierra no era más que el patio de recreo de los dioses, el norte de la actual península ibérica pertenecía a Túbal, uno de los nietos de Noé. A la hija de Túbal -la hermosa princesa Pyrene- no le faltaban pretendientes, aunque ella reservaba su amor para Hércules, el héroe con quien Pyrene se encontraba en los bosques a espaldas de su padre. Sin embargo, como tantas veces sucede, esta relación no tenía el beneplácito de Túbal, de manera que cuando éste se enteró de la historia amorosa de los jóvenes, desterró a Hércules para mantenerlo alejado de su hija. Sumida en la tristeza por verse alejada de su amado, Pyrene huyó a las montañas donde enfermó gravemente. Avisado Hércules de los males de la princesa por uno de los animales del bosque, apenas llegó a tiempo para verle exhalar su último suspiro mientras una lágrima resbalaba por su rostro hasta caer sobre unas flores que inmediatamente se marchitaron. Abatido y roto de dolor por la pérdida de su amada, decidió darle sepultura allí mismo y cubrió el cuerpo de Pyrene con rocas de grandes dimensiones que con el paso del tiempo conformaron la actual cordillera de los Pirineos.
Irremediablemente seducidos por su nombre, adquirimos una botella de Pyrene, elaborado con Chardonnay y Macabeo en proporciones desconocidas. Blanco sin crianza, perteneciente a la DO. Somontano. Botella borgoñona de color caramelo y tapón sintético de calidad media. Visualmente de un amarillo verdoso con ribete plateado, recuerda a flores amarillas y blancas en nariz, también manzana Golden y pera Conferencia. Piña, yogur de limón y un recuerdo mineral. Refrescante acidez media-alta en fase gustativa, aunque algo cálido en su paso por boca. Notable persistencia y con un ligero amargor final en el postgusto. En general resulta agradable -cumple con holgura lo que se espera de él- aunque le vendría bien algo más de complejidad.
Peña Montañesa |
Valle de Ordesa. Al fondo, las Tres Sorores
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En agradecimiento por tan maravilloso mausoleo, el alma de la princesa hace brotar cada primavera miles de lirios en aquellas laderas -una auténtica alfombra azulada sobre la hierba verde- y ocasionalmente, para que todos los visitantes recordemos su historia, una vez entre un millón, nace un lirio de color blanco como la nieve, en memoria de aquella última lágrima que derramó la princesa Pyrene.
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