sábado, 26 de octubre de 2013

> Casas de ensueño (I)




Amplitud y luminosidad

El domingo posterior al día de El Pilar nos invitaron a comer nuestros amigos Rosa y Javier. En realidad se trataba de la presentación en sociedad de su nuevo hogar, una preciosa casa que ha sido su ilusión de toda la vida. La construcción podría encajar perfectamente en Beberly Hills o en Montecarlo, pero no es así, está en España y a poco más de 15 minutos en coche del centro de Zaragoza.

Como decíamos, la casa es una moderna edificación idílicamente orientada y exquisitamente decorada con aires minimalistas. Predomina el color blanco, los espacios diáfanos y el cristal, dando un resultado extremadamente luminoso y amplio. El tiempo era excepcionalmente benigno para mediados de Octubre, así que decidimos comer al aire libre en el porche con vistas a la piscina. Como la ocasión lo merecía, llevamos un Viña Bosconia 2003 que guardábamos con celo desde hacía más de 6 meses, esperando pacientemente tan anhelado momento. 



Viña Bosconia 2003. Homenaje a la Virgen del Pilar.

En la conversación durante la comida tuvo un papel destacado Nacho, el hijo de nuestros amigos, un joven con un futuro profesional enorme que ya empieza a dar sus frutos en el presente, en materia de comunicación y marketing. 

Unos entrantes, una crema de calabaza y un pastel de pescado fueron los deliciosos testigos culinarios con los que fuimos agasajados durante la velada. El Viña Bosconia 2003 se comportó como esperábamos, no defraudó la labor tradicional y podría decirse que ancestral de Bodegas López de Heredia, tal y como intuimos en Marzo al realizar la visita.

Visualmente presenta un bonito color rojo cereza con ribete atejado. En nariz resulta un poco estrecho, se espera más de un López de Heredia, no obstante se detectan frutas rojas acompotadas, maderas finas y especias dulces (canela, clavo, pimienta). Mucho mejor la impresión en boca: fino, sedoso, taninos muy bien integrados, con toques licorosos y un recuerdo amargo muy agradable. Final largo, fresco, muy sabroso y moderadamente persistente. 

Habitualmente, la copa de vino que más disfrutamos es la última que tomamos justo antes del postre. Suele ser así porque a lo largo de la comida hemos ido emparejando el vino con cada uno de los platos y hemos ido sacando conclusiones. Ese instante antes del postre intentamos alargarlo, ralentizarlo, eternizarlo casi en el tiempo. Es nuestro momento. Con los receptores de sabores mayoritariamente estimulados por la comida, un último contacto con el vino multiplica exponencialmente los recuerdos, los aromas, las evocaciones. Nada nos disgusta más que las urgencias que en ocasiones sobrevienen para servir el postre, a menos que el postre sea un surtido de quesos, lo cual permite un tránsito suave y fluido sin abandonar la compañía del vino. Con total seguridad solemos ser los últimos comensales en atacar el postre, pues nos resistimos a abandonar la copa de vino, especialmente si éste nos resulta agradable.

En esta ocasión sucedió un hecho curioso. El postre, servido sin ninguna prisa, consistió en unos brownies caseros con helado de vainilla, exquisitos en sabor y textura. Se nos ofreció tomar algún licor y nos sorprendimos a nosotros mismos declinando la oferta. Optamos por continuar disfrutando del vino después de terminar el postre, algo verdaderamente poco habitual en nosotros. Incluso nos levantamos de la mesa y nos trasladamos a la zona de estar con nuestras copas de vino. La decisión no fue premeditada, más bien se trató de algo emocional e instintivo. Tal vez nuestro subconsciente pensó: ¿cómo vamos a desdeñar lo que queda de este vino?. En muchas ocasiones los sentimientos aciertan plenamente.

Con las papilas gustativas saturadas de dulce, descubrimos el toque licoroso del Viña Bosconia 2003, se completó la conexión neuronal que nos reveló un sabor sorprendente. Inicialmente pensamos en brandy, pero un análisis más exhaustivo nos permitió detectar el licor de endrinas, un pequeño secreto oculto hasta ese momento. ¿Y si hubiéramos abandonado justo antes del postre? ¿Nos hubiéramos perdido este detalle final? Muy probablemente.


Zona de estar orientada hacia el sol de la tarde


Tras un buen rato de conversación al calor del sol poniéndose tras los enormes cristales, no nos quedó más remedio que despedirnos de nuestros amigos, agradeciéndoles sus atenciones y felicitándoles por su magnífica casa, el escenario ideal para haber aprendido a disfrutar sin prisas de este vino, un Rioja clásico de los de toda la vida, por el que no pasan los años. Si Don Rafael López de Heredia decidiera hacer a día de hoy un vino, haría un vino como este Viña Bosconia 2003, y seguro que estaría encantado de descorcharlo, como hicimos nosotros, en casa de unos buenos amigos.

Hasta pronto.


D. Rafael López de Heredia

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