Desde hace tiempo nos rondaba por la cabeza la idea de visitar la bodega más céntrica de Logroño. Indudablemente su ubicación no ha variado desde sus orígenes, más bien ha sido el desarrollo urbanístico de la capital de La Rioja el que ha conseguido situarla a poco más de diez minutos a pie desde la puerta de la Concatedral de Santa María de la Redonda o desde la célebre calle Laurel. Es posible ir en coche pero el trayecto adolece del encanto de pasear por el Puente de Hierro que cruza el Ebro sobrevolando sus riberas, transformadas a día de hoy en unos magníficos y cuidados parques.
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La bodega al final del Puente de Hierro, al fondo la Sierra de Cantabria |
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Preciosas vistas del río Ebro y sus riberas |
En 1890, tan sólo unos pocos años después de la inauguración de dicho puente, con la imperativa necesidad de buscar territorios aptos para la elaboración de vinos lo suficientemente alejados de la plaga de filoxera que asolaba el viñedo francés a finales del XIX, el bordelés Frederick D´Anglade con dos socios franceses y seis riojanos funda Bodegas Franco-Españolas. La añoranza a su Burdeos natal influyó en el diseño inicial de las instalaciones: edificaciones de piedra de sillería tipo chateau a orillas de un cauce fluvial importante y con el viñedo a salvo de los temporales atlánticos protegido por la imponente silueta del "león dormido" -sobrenombre por el que se conoce a la Sierra de Cantabria- complementando la construcción con la sucesiva excavación de unos interminables calados subterráneos abovedados hasta llegar a los 60000 metros cuadrados de superficie en la actualidad. Como cabría esperar, D´Anglade y sus socios no pudieron traerse las variedades de uva bordelesas, pero sí sus técnicas de vinificación y sobre todo sus procedimientos de crianza. De no haber sido por ellos y por muchos otros que se decidieron a cruzar los Pirineos, la elaboración de vinos en España nunca hubiera dado el salto cualitativo que supuso el empleo de las barricas de roble.
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Vidriera gótica en la sala de elaboración |
En tierras francesas sufriendo las acometidas de la filoxera quedaron la Cabernet Sauvignon y la Merlot, de manera que aquellos empresarios aventureros tuvieron que comenzar a elaborar vino con las variedades autóctonas riojanas -Tempranillo y Viura- y a la vista de los años que han pasado desde entonces y del éxito obtenido no parece que se les diera nada mal. En la moderna sala de elaboración de Bodegas Franco-Españolas, en el extremo de una doble hilera de depósitos de acero inoxidable de 66000 kilogramos de capacidad cada uno, llama la atención del visitante una preciosa vidriera que bien podría hallarse en una catedral gótica. En ella se representan los escudos nobiliarios de Burdeos y de Logroño, unas casitas tipo chateau, la Sierra de Cantabria, la reproducción de la cara del dios Baco, así como los rostros de dos mujeres, una de tez blanca representando a la Viura y otra de tez morena representando a la Tempranillo, en un sincero homenaje al pasado, a la tradición y a la tierra.
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Imagen y colores modernizados |
A lo largo del siglo XX la bodega cambió de propietarios en varias ocasiones -formó parte junto con otras bodegas de la red de empresas de Rumasa- hasta que en 1984 fue adquirida por Marcos Eguizábal, exitoso empresario riojano que incluso llegó a ser presidente del Club Deportivo Logroñés. Tras su fallecimiento en 2009 y después de un periodo de transición, su nieto Borja le sustituyó definitivamente en 2016 al frente del grupo bodeguero que lleva con orgullo su apellido y en la actualidad elabora cada año 5 millones de litros de vino en Rioja y 400.000 en Ribera del Duero. Esta savia nueva que circula entre las barricas de Franco-Españolas es la responsable de la modernización en la imagen de sus vinos. Se mantienen sus dos marcas míticas, Diamante y Bordón, si bien pueden apreciarse cambios graduales en sus etiquetas. También la elaboración de nuevos vinos, como el blanco semidulce Talla de Diamante o el crianza RB, orientan en las futuras tendencias hacia vinos más frutales y ligeros, sin renunciar a la elaboración tradicional de reservas y grandes reservas, vinos que antaño fueron conocidos como "finos de Rioja".
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Antigua sala de elaboración |
La visita enoturística propiamente dicha se inicia en una espectacular sala subterránea ocupada por tinos de roble de 33000 kilogramos de uva de capacidad, actualmente en desuso, con finalidad exclusivamente decorativa, ubicados bajo una gran sala dedicada a eventos -bodas, comuniones, semana de la moda- porque también en ese aspecto Bodegas Franco-Españolas están revolucionando sus actividades comerciales. Y no es de extrañar que así lo hayan decidido, porque si alguien dispone de una bonita bodega lo más inteligente es mostrarla al público y ponerla a disposición de quien desee disfrutarla.
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Una de las salas subterráneas de crianza |
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Sala de la Virgen de Valbanera |
No existe una única sala de crianza en Bodegas Franco-Españolas que albergue las aproximadamente 11000 bordelesas de 225 litros que integran el parque de barricas. Los kilométricos calados subterráneos esconden barricas en todos los rincones y sólo el personal de la bodega sabe qué vino reposa en una sala, y lo más importante, por qué en esa y no en otra. A pesar de que para el visitante la temperatura y el grado de humedad parezcan constantes, la realidad es bien diferente: la profundidad del calado, la cercanía al vecino lecho fluvial del río Ebro, la antigüedad de las piedras... todo parece tener influencia. Tal vez por lo que representa, una de las más queridas es una pequeña sala de crianza presidida por la imagen de la Virgen de Valbanera, patrona de La Rioja, a quien se tiene por costumbre ofrecer el primer mosto del año, y con certeza que así lo hará hasta el bodeguero menos creyente, por lo que pueda pasar...
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Bitartratos |
El uso medio de cada barrica es de 7 años y emplean roble americano, roble francés y mixtas -tapas de francés y duelas de americano- destinándose estas últimas a la crianza de los tintos más modernos. Las barricas una vez superada su vida útil se venden a bodegas jerezanas y a destilerías para el añejamiento de whisky. También los bitartratos -sedimentos que quedan en las barricas después de realizar los trasiegos- se aprovechan dándoles como destino la elaboración de sal de vino y de productos cosméticos. Asimismo, los corchos se donan a una asociación benéfica que fabrica con ellos motivos decorativos.
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Bordón, marca icónica de la bodega |
La gama Bordón tan sólo realiza crianza en roble americano. Podríamos decir que dichos vinos siguen la elaboración más tradicional riojana. Por cierto, una curiosidad. Después de pasarnos media vida preguntándonos de dónde provenía dicha marca y si tenía alguna significación, nuestra amable guía durante la visita -Isela, profesional y cercana a partes iguales- por fin resolvió nuestras dudas. Un "bordón" es un báculo, un bastón de peregrino, en recuerdo de los muchos que han transitado y transitarán por las proximidades de Logroño en su viaje hacia Santiago de Compostela. También fonéticamente "bordón" guarda cierta similitud con Bourdeaux, lugar de procedencia de Frederick D´Anglade, fundador de la bodega.
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Botellero Meninas |
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El trono de la vid y Bordón Crianza |
El vino terminado y embotellado se conserva también bajo tierra, bien en jaulones metálicos, bien siguiendo el sistema de apilamiento tradicional riojano a lo largo de una pared. Este segundo método es el que se emplea en el Botellero Meninas, una curiosa sala que armoniza modernidad y tradición. Una representación del famoso cuadro de Velázquez, tuberías pintadas con colores que recuerdan a las gamas cromáticas de los vinos según su crianza y en un lugar preeminente una peculiar obra de arte actual que representa a una vid en su trono y que desde luego a nadie deja indiferente.
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Retrato de Ernest Hemingway durante su visita a la bodega |
Tal y como reza alguna imagen promocional de la bodega, sin duda Franco-Españolas son historia viva de Rioja y de España. El rey Alfonso XIII las visitó en dos ocasiones, a sus puertas hay tomadas fotografías durante la Guerra Civil y por sus calados paseó el célebre periodista y escritor estadounidense Ernest Hemingway en el año 1956, quien incluso llegó a nombrar los vinos de Franco-Españolas en alguna de sus obras.
Detallaremos a continuación nuestras notas de cata y opiniones acerca de los vinos que tuvimos ocasión de probar durante la visita.
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Talla de Diamante |
TALLA DE DIAMANTE
Viura y Chardonnay (80-20). Blanco semidulce sin crianza que no pretende desplazar al Diamante original sino más bien completar la gama. Escasa producción de venta exclusiva en bodega. Vino muy novedoso y original, ya que la Chardonnay fue autorizada por el Consejo regulador de la DOc. Rioja hace poco más de 10 años, de manera que existen pocos viñedos productivos de esta casta francesa. Amarillo tenue con ribete ligeramente verdoso. Frutas de pepita y flores blancas con un fondo de bollería. Entrada dulce en boca, meloso y sensual, dejando paso una acidez media que le aporta frescura y agilidad. Nada pesado, más bien al contrario. Postgusto medio largo.
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RB, un crianza moderno |
RB
Crianza moderno, con más protagonismo de la fruta y barrica menos presente. Monovarietal de Tempranillo con permanencia de 12 meses en barrica mixta de roble americano y francés. 70000 botellas anuales. Vino de autor. Capa media con ribete rubí. Cerezas y vainillas. Yogur de fresa y suaves tostados. Créme Brûlée (azúcar quemado). Acidez media. Estructura perfecta. Astringencia media-alta. Ligero amargor final que recuerda al café. Postgusto medio-largo, muy balsámico.
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Bordón Gran Reserva, sobriedad y elegancia |
BORDÓN GRAN RESERVA
Vino clásico de la bodega y de Rioja en general. Ensamblaje típico riojano con predominio de la Tempranillo acompañada de Graciano y Mazuelo (70-20-10). Larga permanencia en barrica de roble americano y francés, nada menos que 30 meses de crianza, con posterior redondeo en botella durante 36 meses más. Visualmente de color granate de capa media con ribete teja. Una sinfonía de aromas en nariz, enormemente complejo, predominando como es lógico las notas de crianza (tabaco, cuero, hojarasca) sin olvidar esos recuerdos de fruta negra desecada y en licor.
Por lo que suponen de historia y tradición, por la calidad de sus vinos añada tras añada y por su privilegiada ubicación, Bodegas Franco-Españolas representan sin duda el complemento ideal para una breve visita a la capital de La Rioja.
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