Aún habiendo tenido oportunidad de conocer el proyecto en algún otro evento previo, la visita en persona a Vinos Ignius en Almonacid de la Sierra nos permitió verdaderamente interiorizar la complejidad del trabajo desarrollado a lo largo de los últimos años por Javier Sanz. Su meticuloso estudio del medio y sus conocimientos de enología le impulsaron a emprender esta nueva andadura empresarial, aunando la más arraigada tradición de una familia viticultora con la realidad actual de la elaboración de vinos. El proyecto vio la luz hacia el año 2010, pero los inicios se remontan a finales del siglo XIX, concretamente al año 1890, fecha en la que se documenta la construcción de la bodega familiar, como muchas otras en Almonacid, horadada en las faldas de la Sierra de Algairén a las afueras de la localidad. El primer paso fue acondicionar aquella vieja bodega en la que se elaboraba el vino de la familia cada año y reconvertirla en una bodega moderna dotada de los principales medios, una bodega pequeña pero técnicamente preparada para lanzar al mercado un vino de calidad, certificado además como ecológico.
Interior de la bodega. Imagen de Carlos Schölderle |
De manera simultánea se fue trabajando en el campo, aproximadamente unas 10 hectáreas plantadas en altura. La vid nunca tiene prisa, así que casi 28 años lleva Javier preparando el viñedo, algunas viñas con más de 70 años de edad plantadas mayoritariamente en vaso, a una altitud entre 400 y 800 metros. La Garnacha es la variedad dominante, con alguna zona donde se cultiva Syrah, algo de Tempranillo, un poco de Macabeo y un pellizco de Vidadillo, casta autóctona ésta última casi desparecida con la que en la actualidad se está trabajando muy bien en Almonacid. Los suelos son eminentemente pedregosos, pizarrosos y pobres, aflorando la roca madre metamórfica de origen ígnico, de alto contenido en sílice y de la que deriva el nombre comercial del vino.
Por supuesto la vendimia es manual y se realiza en cajas para preservar la salud y la integridad de las bayas hasta su recepción en la bodega. Todo el proceso de vinificación se realiza en depósito de acero inoxidable, sin prisa alguna, porque la premisa de Javier es realizar una elaboración mínimamente intervencionista. Muy acertadamente, considera que el vino "es el resultado de un intercambio de energía", "es un ser vivo" y como tal, hay que dejar que se exprese. Por ese motivo no establece plazos en las fases de elaboración. Atiende, observa y escucha al vino, e interpreta según su criterio cuál es el momento idóneo para dar el siguiente paso. Sirva como ejemplo que en el momento de nuestra visita a finales del mes de Mayo, el vino del año anterior todavía estaba en depósito, en palabras de Javier, "recreándose en sus fangos".
Bodega-cueva de crianza. Imagen de Carlos Schölderle |
Charlando con Javier Sanz junto a sus barricas |
Una mañana, el vino le susurrará al oído a Javier que es el momento de pasar a descansar una temporada en el interior de una barrica. Se emplean barricas de roble francés y americano, nuevo o seminuevo, máximo 2-3 usos, lo cual supone una considerable inversión anual en roble, en especial si tenemos en cuenta el pequeño tamaño de la bodega, prácticamente una microempresa. El periodo de crianza se extiende durante aproximadamente 18 meses, aunque no es tampoco nada estricto, dependerá de la evolución del vino y del criterio de Javier. Esa ha sido la duración de la crianza del último Ignius, correspondiente a la añada 2012, un vino de paraje del cual tuvimos la oportunidad de catar allí mismo, en la bodega donde vio la luz, una de las escasas 2000 botellas comercializadas.
Ensamblaje dominado mayoritariamente por la Garnacha, acompañada, en un emparejamiento ideal, por la Syrah y completado por otras variedades de uva (Tempranillo y Vidadillo) en proporción desconocida. Visualmente de un intenso color rojo picota de capa alta con ribete rubí, con gran cantidad de lágrima, se mostró en nariz potente e intenso, algo alcohólico de inicio, frutas rojas y negras que dejaron paso a notas balsámicas y mentoladas, como de monte bajo y plantas aromáticas, algún recuerdo a resina de conífera, toques tostados y regaliz. En boca resultó estructurado y con volumen, con taninos algo marcados, presentes quizás en exceso. Satisfactorio paso por boca, dejando un final medio-largo de nuevo rico en fruta, agradablemente especiado y recuerdo mineral.
En resumidas cuentas, un soplo de aire fresco y de renovación en el panorama enológico aragonés, en el cual algunas grandes bodegas parecen ver mermado su atractivo paulatinamente, en especial entre los aficionados más exigentes, deseosos de conocer pequeños proyectos empresariales, más pegados al viñedo y la tierra, que son los que verdaderamente nos apasionan.
Porque detrás de cada botella de vino siempre existe una historia y para transmitirla hay que llegar al corazón.
En resumidas cuentas, un soplo de aire fresco y de renovación en el panorama enológico aragonés, en el cual algunas grandes bodegas parecen ver mermado su atractivo paulatinamente, en especial entre los aficionados más exigentes, deseosos de conocer pequeños proyectos empresariales, más pegados al viñedo y la tierra, que son los que verdaderamente nos apasionan.
Porque detrás de cada botella de vino siempre existe una historia y para transmitirla hay que llegar al corazón.
Preciosa reseña Paco y excelente trabajo.
ResponderEliminarGracias, Julio. Lleva escrita muchos meses, pero yo también debo "medir mis tiempos", lo cual no creo que afecte en el resultado final. Por cierto, un vino muy de tu estilo, me da la sensación...
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