viernes, 13 de octubre de 2017

> Visita a Bodegas Portia (DO. Ribera del Duero)




El hombre propone y Dios dispone...

¿En cuántas ocasiones no hemos tenido que posponer un viaje y cambiar de planes sobre la marcha? Así sucedió en esta nuestra primera incursión enoturística en la Ribera del Duero, organizada para convertirse en punto de reunión con unos amigos geográficamente algo alejados y que lamentablemente no pudieron acudir. Una vez fijado el centro de operaciones en las proximidades de Aranda de Duero, nuestro principal objetivo fue visitar Bodegas Portia en la cercana localidad de Gumiel de Izán, animados e inspirados por uno de nuestros "vinos-comodín", Portia Roble, antes conocido como Ebeia Roble, acerca del cual hemos hablado en alguna que otra ocasión


Maqueta de Bodegas Portia

Viñedo rodeando la moderna construcción
Tolva de recepción en la parte superior de la bodega

Pertenecientes al riojano Grupo Faustino,  con cuatro generaciones de viticultores y bodegueros a sus espaldas, la aventura de Bodegas Portia se gestó al principio de la década de los 2000 como la extensión a Ribera del Duero de un modelo de producción sobradamente exitoso en La Rioja. El inicio de las obras se data en 2006 y se eligió al estudio del célebre arquitecto Norman Foster como autor del proyecto, un diseño obsesionado con la integración en el paisaje. Desde el primer momento se persiguió el mínimo impacto visual y casi podríamos decir que el mimetismo con la suave ondulación de las lomas y colinas circundantes. Para ello se construyó una gran hélice de tres brazos, destinados cada uno de ellos a sala de elaboración, sala de barricas y botellero respectivamente. El eje central de la hélice se convertiría en zona de recepción de visitantes, oficinas, administración y un luminoso restaurante, todo ello soterrado aproximadamente en los 2/3 inferiores de su altura. El resultado es imponente y de gran funcionalidad. De hecho durante la vendimia, los tractores con los remolques cargados ascienden por la rampa de uno de los brazos de la hélice, vierten la uva en la tolva de recepción situada en la parte más elevada de la construcción directamente sobre la sala de elaboración y descienden por otro de los brazos. De esa manera se consigue por una parte reducir las interferencias durante el transporte y por otra se logra aprovechar la gravedad para recepcionar las bayas, reduciendo así los bombeos y el gasto energético.


Panorámica del restaurante

Acceso a Bodegas Portia

Triennia y Portia Prima, vinos top de la bodega

Inauguradas en el año 2010, en Bodegas Portia se elaboran exclusivamente tintos monovarietales, 100% Tinta del País, variedad de uva emblemática de la DO. Ribera del Duero. Las 160 hectáreas de viñedo propio diseminadas en 20 km a la redonda de la bodega proporcionan aproximadamente 1 millón de kilogramos de uva al año, con un rendimiento medio de 6300kg/hectárea. El marco de plantación es siempre en espaldera con el fin de favorecer los trabajos de campo y la mecanización en la vendimia. La única excepción son los vinos de más alta gama,  cuya vendimia se realiza de forma manual en cajas para así preservar la integridad de las uvas. La fermentación de los mostos se efectúa en depósitos de acero inoxidable de 30000 litros y en idéntico material se realiza la fermentación maloláctica. De nuevo los vinos top de la bodega son mimados en este apartado, ya que realizan la transformación maloláctica en barrica nueva de roble francés. La planta embotelladora tiene capacidad para 6000 botellas/hora, y el embotellado se realiza siempre sobre pedido, conservándose el vino terminado en inoxidable hasta el momento de ser embotellado. El director técnico de Bodegas Portia es el enólogo Raúl Quemada, a cuyo trabajo diario de impecable factura añadió hace un tiempo un interesante proyecto de fermentación integral en barrica de 400 litros, una excentricidad cuyo resultado se desconoce, pues fue vendido en su totalidad a un comprador chino que pujó sin límite alguno hasta hacerse con ese vino.


Sala de elaboración

Sala de barricas

En el interior de la bodega, la sala de vinificación es un derroche de pulcritud casi quirúrgica. Reina en ella el acero inoxidable, con esos depósitos troncocónicos de elaboración perfectamente alineados, visibles desde casi todos los ángulos de la plataforma donde se proyecta para los grupos de visitantes un audiovisual que resume las labores en campo y bodega a los largo de los doce meses del año. La sala de barricas cuenta con unas 2000 unidades, 80% roble francés y 20% roble americano, un espacio amplio, silencioso y en penumbra. En sus paredes se exponen varias obras pictóricas, costumbre cada vez más extendida en las bodegas, aunque lo que más nos llamó la atención fue una sospechosa fila de luces rojas, misterio que sólo conseguimos comprender cuando nuestro guía nos explicó que en realidad se trataba de la luz polarizada del sol atravesando unas diminutas ventanas estratégicamente ubicadas en la cota cero del exterior de la construcción. Tan sólo el tiempo y ese reflejo rojizo acompañan a los vinos Portia en su evolución en barrica.

Sala de nichos. En primer plano, el libro de honor de la bodega

Detalle de uno de los nichos. Curioso diseño del cierre...

Quizás la sala más impactante y atractiva desde el punto de vista estético sea el botellero, aunque antes de acceder al mismo, el visitante es introducido en una preciosa antesala, a medio camino entre una lujosa joyería y una exclusiva boutique, donde es posible leer e incluso firmar el libro de honor de la bodega. Se trata de la sala de nichos, donde los grandes clientes de la bodega conservan sus vinos embotellados, aunque bien podría ser la caja de seguridad de un banco suizo. Y de nuevo el diseño de Norman Foster se deja notar en esta estancia, donde cada mueble, cada estante e incluso cada lámpara lleva su inconfundible impronta, fusión perfecta de modernidad y sobriedad británicas. Sin entrar en profundidad, el detalle de dar al cierre de cada nicho la forma helicoidal icónica de Bodegas Portia es sencillamente una demostración de genialidad.


Acceso a la sala del botellero

Vinos Portia hasta el techo

Desde allí, una vez que se atraviesa una preciosa puerta, se accede al botellero. Emulando a una antigua biblioteca británica, a modo de hojas de un gigantesco libro, decenas de paneles verticales de madera perforados por agujeros del diámetro exacto del cuello de una botella, permiten el reposo horizontal y silencioso de hasta 34000 unidades. Por un momento, el visitante se hace pequeño, disminuye su tamaño, viaja al coro de la Catedral de la cercana ciudad de Burgos y sueña con estar caminando por el facistol donde reposan los libros sagrados de cánticos y salmos. Cada panel del botellero se convierte en una hoja de dichos libros y cada botella en una palabra dibujada más que escrita por algún monje amanuense de nombre olvidado en la noche de los tiempos.


Panorámica de la tienda y de la mesa de catas (?)

La sala de catas hace también las veces de tienda. Se trata de un amplio espacio en la parte más profunda de la bodega al que se accede por una gran escalera desde la misma zona de recepción. Es por encima de todo funcional, aunque el resultado final resulta ligeramente impersonal, a pesar del acabado en madera de alguna de las paredes, en especial donde se exponen las botellas para la venta. Tampoco la iluminación es la más adecuada para realizar las catas, demasiado cálida y ambarina, pero debe tenerse en cuenta que la visita concluye con una degustación más que con una cata en sentido estricto. 


Portia Crianza 2012

El Portia Crianza 2012, primer vino de la cata, se mostró visualmente de un rojo cereza de capa media alta con destellos azulados, joven a pesar de sus 10 meses en roble francés y 3 en roble americano. Fruta negra en nariz (grosellas, moras, arándanos). Vainilla y algún tostado. Sorprendentemente más ácido que tánico en fase gustativa. Nada pesado, fresco y agradable en boca. Quizás el vino más equilibrado de todo el catálogo de la bodega y sin duda el que goza de una mejor relación calidad-precio.


Portia Prima 2014

Por el contrario, el Portia Prima 2014 posee un inconfundible ADN Ribera del Duero. Rojo picota de capa bien alta. Fase olfativa con predominio de la fruta roja y negra muy madura, mermelada de moras. Linimento y recuerdos de farmacia antigua. Clavo, nuez moscada, pimienta. Puro espectáculo en nariz, con una grandiosa evolución en copa. Voluminoso y estructurado, con moderada astringencia y acidez. Cálido en boca, con recuerdos de cacao y mentolados. 15 meses de barrica de roble francés. Un vino para disfrutar con calma, circunstancia ésta que a menudo parece olvidar alguno de los asistentes, a la vista de su lamentable comportamiento al engullir a toda prisa no sólo el vino sino también el pequeño aperitivo servido para acompañarlo.

Vinos Portia servidos para la cata

En los últimos años prácticamente todas las bodegas grandes han ido desarrollando gradualmente sus departamentos de enoturismo y al ampliar su mercado por la base, irremediablemente lo han ido estrechando por el vértice. Visitar una bodega forma parte cada vez de más planes turísticos y esta democratización del mundo del vino sin duda tiene una lectura positiva. Por el contrario las bodegas han tenido que adaptarse a todos los públicos y eso les ha obligado a incluir en sus programas actividades cada vez más diversas, algunas de ellas para visitantes a los que el vino no les interesa lo más mínimo pero que acompañan a otros verdaderamente interesados. La consecuencia negativa es cierta masificación en los grupos de visita, así como una creciente heterogeneidad en los mismos, lo cual siempre deriva en una sensación de insatisfacción generalizada, bien por exceso, bien por defecto. Si a ello le unimos la presencia en los grupos de público infantil, ya tenemos perfectamente diseñado el escenario menos adecuado para una visita con cierto rigor.


Mapa de la DO. Ribera del Duero

Obviamente se trata de una opinión particular. Cuando visitamos una bodega asumimos que pueden darse este tipo de incomodidades y precisamente para evitarlas nos estamos decantando cada vez más hacia bodegas de menor tamaño, menos espectaculares pero con más encanto, si es posible con grupos reducidos y con explicaciones técnicas de nivel elevado, pues todo ello contribuye no sólo a satisfacer a los más interesados sino sobre todo a disuadir a los enoturistas accidentales, advenedizos y discordantes.

Cantidad o calidad, la eterna dicotomía...



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