jueves, 27 de diciembre de 2018

> Sabores de siempre en La Venencia



No es Zaragoza una buena plaza para los vinos del sur. Resulta muy extraño ver al parroquiano medio pedir un fino o un oloroso en las nutridas barras de los numerosísimos bares del casco antiguo de la capital del Ebro. En la práctica, la demanda de ese tipo de vinos no existe. De hecho las probabilidades de que al pedir una manzanilla nos sirvan una infusión son aproximadamente del 99%. En alguna taberna es posible encontrar una botella sucia, llena de polvo, invariablemente mal conservada, expuesta a la luz y con escasas posibilidades de estar en condiciones para ser dignamente degustada. No hay una oferta adecuada a nivel profesional, porque como hemos dicho tampoco existe la demanda por parte del consumidor. Es la pescadilla que se muerde la cola, las dos caras de una misma y triste moneda.


Antiguamente, existían los "despachos de vinos", unos negocios peculiares a los que éramos enviados los chiquillos por nuestros padres -en parte para deshacerse un rato de nosotros y de nuestras impertinencias infantiles- con la finalidad de que trajéramos a casa una frasca de vino. El descaro natural de los críos siempre llevaba a granjearse la amistad del bodeguero, y la repetición en las visitas a su establecimiento -húmedo, lúgubre, añejo y lleno de aromas- conseguía tarde o temprano que nos dejara probar a hurtadillas alguno de sus tesoros. Así nos dejamos seducir varias generaciones de españoles, sin maldad pero con picardía, y se nos abrió la ventana al maravilloso mundo de los vinos, en primer lugar dulces -el moscatel, la mistela, el málaga dulce- para dar el salto más adelante a los secos -el fino, la pajarilla, la manzanilla y el amontillado. Las regulaciones legales y el paso de los años dieron la puntilla a este tipo de establecimientos. A día de hoy resulta impensable que un menor de edad pudiera tan solo traspasar el umbral de un despacho de vinos, ni mucho menos adquirir ningún producto alcohólico comercializado a granel. Es obvio que al progreso y a la tradición les cuesta mucho entenderse, y no seremos nosotros los que tomemos partido por uno o por la otra. Aunque en estos tiempos de lo políticamente correcto, a lo mejor sí lo hacemos...

Antiguo despacho de vinos

Aquellos entrañables despachos de vinos se vieron abocados a transformarse como única alternativa a su desaparición, de manera que la mayoría redirigieron su actividad hacia la hostelería, intentando en muchas ocasiones conservar la clientela con la mínima reforma e inversión económica. Completaron su oferta con otros tipos de bebidas e introdujeron productos para el tapeo o el aperitivo, y muchos de ellos aún siguen abiertos con éxito, a pesar de los traspasos y de los cambios de propietario, particularmente en el casco antiguo, donde la estrechez de las calles y el ambiente distendido invitan a buscar en cada barra el pincho más adecuado para cada copa de vino. En los últimos años la oferta de vino se ha multiplicado exponencialmente, animados los hosteleros por una creciente demanda del consumidor, cada vez más formado e inconformista en cuanto a variedades de uva, técnicas de elaboración y zonas geográficas. Los vinos tranquilos de procedencia aragonesa siguen siendo mayoritarios, así como los clásicos crianzas de Rioja y los omnipresentes verdejos de Rueda, aunque sin dejar apenas espacio para alguna cosa diferente y novedosa.


Barra y pizarra de la Venencia

En medio de ese entorno tan hostil, un pequeño establecimiento se empecina desde hace tiempo en hacerse un hueco en la hostelería del Tubo zaragozano. Su nombre supone toda una declaración de intenciones y no parece sencillo el camino elegido por el propietario de La Venencia, obstinado en ofertar exclusivamente vinos de Jerez y Montilla-Moriles, acompañados por una carta también de raciones típicamente andaluzas. El local tiene la decoración de los bares de antes: madera, techos altos y un museo de viejas glorias embotelladas recubriendo las paredes. Algunos taburetes y ni rastro de mesas, porque el lugar es de paso y peregrinación, no tanto de estancia, ideal para tomar un fino y compartir una ración de gambas o de mojama, todo traído directamente desde su lugar de procedencia. Los vinos son adquiridos directamente a sus elaboradores, en formatos grandes y sin intermediario alguno, de modo que en la barra se sirven en botellas sin etiquetar, por supuesto en catavinos y a una temperatura inmejorable. 


Oloroso en catavinos

No es aconsejable adentrarse en La Venencia con ideas preconcebidas ni adelantarse con juicios de valor. Lo mejor es dejarse aconsejar en cuanto al vino y a su acompañamiento. Unas mínimas indicaciones previas si preferimos un vino seco o dulce son más que suficientes para obtener lo que buscamos. En nuestro caso, espoleados por el afán de conocer cosas novedosas, empezamos probando la manzanilla de Sanlúcar, fresca y deliciosa, con esos aromas a almendras, levadura y camomila, menos alcohólica que el fino de Jerez aunque igualmente atractiva en nariz. El elegante amontillado (nueces, mueble antiguo, cáscara de naranja) dio paso a un agradable y denso oloroso (higos, ciruelas pasas, miel de palma) que resultó más dulce de lo esperado, tal vez con demasiada presencia de la Pedro Ximénez. Nos defraudó un poco el palo cortado -porque no era tal- sino una especie de cream autodidacta, de nuevo demasiado dulce en un guiño hacia el público neófito, tal vez poco dispuesto a enfrentarse a un vino seco y serio como debe ser un palo cortado al uso. En cuanto al maridaje, un plato de lomo ibérico untuoso como ninguno, huevas en salazón y un escabeche de boquerones rebozados fueron los acompañantes ideales para disfrutar aún más de estos vinos traídos desde el sur.

Volveremos...





lunes, 17 de diciembre de 2018

> Garnachas axiales




Quién le iba a decir a aquel jóven geólogo holandés llamado Louis Geirnaerdt y menos aún a su esposa Eugenie Van Ekeris, que un viaje realizado hace cuatro décadas iba a cambiarles la vida

Aquella primera visita a tierras españolas inspeccionando minas de carbón en la provincia de Teruel fue en realidad un tránsito hacia el descubrimiento del ingente potencial enológico de España. Nada resultó igual después de esas calurosas jornadas y nunca volvieron a mirar con los mismos ojos los campos, los montes, los barrancos y los valles por los que transitaron. Durante aquel viaje se gestó ese idilio indisoluble con el vino español que les ha llevado al éxito empresarial a día de hoy. Gradualmente se produjo la introducción de su actividad en diferentes bodegas de varias zonas geográficas españolas, al principio como agentes comerciales, luego como gestores y finalmente como propietarios. En la actualidad las inquietas mentes que dirigen Axial Vinos recorren numerosas denominaciones de origen siempre persiguiendo la realización de vinificaciones tranquilas, sin llevar la uva al límite, así como la elaboración de vinos sinceros que reflejen su procedencia, esas son sus líneas maestras independientemente de si hablamos de Rueda, Rioja, Calatayud o Ribera del Duero.


Las margas 2017

Hasta ahora sus alianzas con bodegas en funcionamiento -bien comercializando sus vinos, bien asumiendo la responsabilidad de la elaboración de los mismos- sólo pueden ser calificadas como absolutamente satisfactorias. Sin embargo, en la búsqueda incansable de nuevos retos, su proyecto definitivo siempre ha sido levantar una bodega de la nada. Así surgió la idea de Bodega Bodem, palabra que no por casualidad significa "suelo" en holandés. El lugar elegido fue Almonacid de la Sierra, al pie de la Sierra de Algairén, en la comarca de Cariñena, tal vez uno de los territorios que más les sedujeron durante su viaje iniciático al principio de los años ochenta, tanto por su orografía como por su honda tradición vitivinícola. Las instalaciones estarán plenamente operativas (y esperemos que también visitables) a principios del año próximo. Disponen de 5 hectáreas de viñedo propio actualmente en ampliación, las cuales se complementan con la adquisición de uva a viticultores de la zona. Su andadura ha comenzado con la elaboración de un primer vino monovarietal de Garnacha llamado Las Margas 2017 con una imponente presentación externa en botella troncocónica de magnífica calidad y una llamativa etiqueta que por un lado reclama el protagonismo de la mujer rural, encarnada en la aguadora, y por otro lado la importancia de la Madre Tierra, idealizada en su vestido con capas de llamativos colores que representan a las rocas sedimentarias que dan nombre al vino.  


Servicio del vino durante la cata. Fuente: Facebook de Axial

Este recién llegado al mercado fue el primer vino que tuvimos la oportunidad de catar. Las Margas 2017 se elabora mediante una doble vinificación. Una parte del vino fermenta exclusivamente en inoxidable, sin estrujado ni despalillado, realizando algo así como una maceración carbónica moderna. Otra parte también lo hace en inoxidable, esta vez sin raspón, y con duelas de roble de gran calidad. De esta segunda, aproximadamente la mitad se somete a una breve crianza en huevos de polietileno permeable que permiten una microxigenación natural. Precioso color rojo cereza de una sorprendente capa media-baja con ribete malva. Ligero ataque alcohólico y mentolado. Fruta roja muy fresca. Recuerdos lácticos. Yogur de fresa. Acidez media-alta. Muy agradable astringencia media. Final sutilmente amargo de duración media. Femenino, sutil y perfumado. Un vino tecnológico francamente bien diseñado. Una garnacha moderna destinada a todos los públicos, con gran versatilidad y una excelente relación calidad-precio.


Dos de los vinos protagonistas. Al fondo, Louis Geirnaerdt

Bodega La Casa de Lúculo en Mendigorría (DO. Navarra) es la apuesta más septentrional de Axial Vinos para la elaboración de monovarietales de Garnacha. Los 800 metros de altitud media y su marcada influencia atlántica con un generosa precipitación anual confieren a estos vinos un carácter diferente. El viñedo tiene el certificado de ecológico, las fermentaciones se realizan en depósitos de cemento y la transformación maloláctica en barrica.  Uno de sus vinos punteros es el Lúculo Viñas Viejas 2015, de color rojo cereza de capa media con ribete granate, visualmente algo apagado con menos brillo de lo deseado. De inicio en nariz mostró un recuerdo a esmalte de uñas, incluso a pesar de haber sido decantado con más de una hora de antelación. Una vez oxigenado en copa, aparecieron los bombones Mon Cheri, el cacao y las guindas al marrasquino. Licoroso y tal vez demasiado alcohólico. Acidez media. Astringencia media. Postgusto largo.


Prados Colección, Lúculo Viñas Viejas y Las Margas

Por último tuvimos ocasión de catar el Prados Colección Garnacha 2016 elaborado por Bodega Pagos del Moncayo en Vera de Moncayo (DO. Campo de Borja). Viñedos situados entre 350 y 700 metros de altitud. Elaboración artesanal, pisado de la uva con los pies, fermentación en lagares abiertos de polietileno, sin prensado de pieles, utilizando sólo mosto flor. Crianza 10 meses de barrica de roble americano. En palabras de sus responsables, la bodega representa al movimiento "slow winemaking". Picota de capa alta con ribete rubí. Frutas negras, café y aceitunas negras. Especias dulces. Acidez contenida. Astringencia media. Más opulento que sus predecesores. Postgusto medio-largo. Una garnacha más habitual y reconocible en tierras aragonesas.

Como nosotros, la vid es un ser vivo y como tal está sujeto a las normas elementales de la naturaleza y de la física. Acción y reacción. Causa y efecto. Estos tres vinos representan tres expresiones bien diferenciadas de una misma variedad de uva. Al margen de sus distintas técnicas de elaboración, muestran la esencia de sus diversos lugares de origen. Altitud, pluviometría y características del suelo son los ejes vitales de estas Garnachas. 

Garnachas axiales...




martes, 11 de diciembre de 2018

> Visita a Bodegas Franco-Españolas: historia viva de Rioja




Desde hace tiempo nos rondaba por la cabeza la idea de visitar la bodega más céntrica de Logroño. Indudablemente su ubicación no ha variado desde sus orígenes, más bien ha sido el desarrollo urbanístico de la capital de La Rioja el que ha conseguido situarla a poco más de diez minutos a pie desde la puerta de la Concatedral de Santa María de la Redonda o desde la célebre calle Laurel. Es posible ir en coche pero el trayecto adolece del encanto de pasear por el Puente de Hierro que cruza el Ebro sobrevolando sus riberas, transformadas a día de hoy en unos magníficos y cuidados parques.


La bodega al final del Puente de Hierro, al fondo la Sierra de Cantabria

Preciosas vistas del río Ebro y sus riberas

En 1890, tan sólo unos pocos años después de la inauguración de dicho puente, con la imperativa necesidad de buscar territorios aptos para la elaboración de vinos lo suficientemente alejados de la plaga de filoxera que asolaba el viñedo francés a finales del XIX, el bordelés Frederick D´Anglade con dos socios franceses y seis riojanos funda Bodegas Franco-Españolas. La añoranza a su Burdeos natal influyó en el diseño inicial de las instalaciones: edificaciones de piedra de sillería tipo chateau a orillas de un cauce fluvial importante y con el viñedo a salvo de los temporales atlánticos protegido por la imponente silueta del "león dormido" -sobrenombre por el que se conoce a la Sierra de Cantabria- complementando la construcción con la sucesiva excavación de unos interminables calados subterráneos abovedados hasta llegar a los 60000 metros cuadrados de superficie en la actualidad. Como cabría esperar, D´Anglade y sus socios no pudieron traerse las variedades de uva bordelesas, pero sí sus técnicas de vinificación y sobre todo sus procedimientos de crianza. De no haber sido por ellos y por muchos otros que se decidieron a cruzar los Pirineos, la elaboración de vinos en España nunca hubiera dado el salto cualitativo que supuso el empleo de las barricas de roble.


Vidriera gótica en la sala de elaboración

En tierras francesas sufriendo las acometidas de la filoxera quedaron la Cabernet Sauvignon y la Merlot, de manera que aquellos empresarios aventureros tuvieron que comenzar a elaborar vino con las variedades autóctonas riojanas -Tempranillo y Viura- y a la vista de los años que han pasado desde entonces y del éxito obtenido no parece que se les diera nada mal. En la moderna sala de elaboración de Bodegas Franco-Españolas, en el extremo de una doble hilera de depósitos de acero inoxidable de 66000 kilogramos de capacidad cada uno, llama la atención del visitante una preciosa vidriera que bien podría hallarse en una catedral gótica. En ella se representan los escudos nobiliarios de Burdeos y de Logroño, unas casitas tipo chateau, la Sierra de Cantabria, la reproducción de la cara del dios Baco, así como los rostros de dos mujeres, una de tez blanca representando a la Viura y otra de tez morena representando a la Tempranillo, en un sincero homenaje al pasado, a la tradición y a la tierra.  

Imagen y colores modernizados

A lo largo del siglo XX la bodega cambió de propietarios en varias ocasiones -formó parte junto con otras bodegas de la red de empresas de Rumasa- hasta que en 1984 fue adquirida por Marcos Eguizábal, exitoso empresario riojano que incluso llegó a ser presidente del Club Deportivo Logroñés. Tras su fallecimiento en 2009 y después de un periodo de transición, su nieto Borja le sustituyó definitivamente en 2016 al frente del grupo bodeguero que lleva con orgullo su apellido y en la actualidad elabora cada año 5 millones de litros de vino en Rioja y 400.000 en Ribera del Duero. Esta savia nueva que circula entre las barricas de Franco-Españolas es la responsable de la modernización en la imagen de sus vinos. Se mantienen sus dos marcas míticas, Diamante y Bordón, si bien pueden apreciarse cambios graduales en sus etiquetas. También la elaboración de nuevos vinos, como el blanco semidulce Talla de Diamante o el crianza RB, orientan en las futuras tendencias hacia vinos más frutales y ligeros, sin renunciar a la elaboración tradicional de reservas y grandes reservas, vinos que antaño fueron conocidos como "finos de Rioja".


Antigua sala de elaboración

La visita enoturística propiamente dicha se inicia en una espectacular sala subterránea ocupada por tinos de roble de 33000 kilogramos de uva de capacidad, actualmente en desuso, con finalidad exclusivamente decorativa, ubicados bajo una gran sala dedicada a eventos -bodas, comuniones, semana de la moda- porque también en ese aspecto Bodegas Franco-Españolas están revolucionando sus actividades comerciales. Y no es de extrañar que así lo hayan decidido, porque si alguien dispone de una bonita bodega lo más inteligente es mostrarla al público y ponerla a disposición de quien desee disfrutarla.


Una de las salas subterráneas de crianza

Sala de la Virgen de Valbanera

No existe una única sala de crianza en Bodegas Franco-Españolas que albergue las aproximadamente 11000 bordelesas de 225 litros que integran el parque de barricas. Los kilométricos calados subterráneos esconden barricas en todos los rincones y sólo el personal de la bodega sabe qué vino reposa en una sala, y lo más importante, por qué en esa y no en otra. A pesar de que para el visitante la temperatura y el grado de humedad parezcan constantes, la realidad es bien diferente: la profundidad del calado, la cercanía al vecino lecho fluvial del río Ebro, la antigüedad de las piedras... todo parece tener influencia. Tal vez por lo que representa, una de las más queridas es una pequeña sala de crianza presidida por la imagen de la Virgen de Valbanera, patrona de La Rioja, a quien se tiene por costumbre ofrecer el primer mosto del año, y con certeza que así lo hará hasta el bodeguero menos creyente, por lo que pueda pasar...


Bitartratos

El uso medio de cada barrica es de 7 años y emplean roble americano, roble francés y mixtas -tapas de francés y duelas de americano- destinándose estas últimas a la crianza de los tintos más modernos. Las barricas una vez superada su vida útil se venden a bodegas jerezanas y a destilerías para el añejamiento de whisky. También los bitartratos -sedimentos que quedan en las barricas después de realizar los trasiegos- se aprovechan dándoles como destino la elaboración de sal de vino y de productos cosméticos. Asimismo, los corchos se donan a una asociación benéfica que fabrica con ellos motivos decorativos. 

Bordón, marca icónica de la bodega

La gama Bordón tan sólo realiza crianza en roble americano. Podríamos decir que dichos vinos siguen la elaboración más tradicional riojana. Por cierto, una curiosidad. Después de pasarnos media vida preguntándonos de dónde provenía dicha marca y si tenía alguna significación, nuestra amable guía durante la visita -Isela, profesional y cercana a partes iguales- por fin resolvió nuestras dudas. Un "bordón" es un báculo, un bastón de peregrino, en recuerdo de los muchos que han transitado y transitarán por las proximidades de Logroño en su viaje hacia Santiago de Compostela. También fonéticamente "bordón" guarda cierta similitud con Bourdeaux, lugar de procedencia de Frederick D´Anglade, fundador de la bodega.


Botellero Meninas

El trono de la vid y Bordón Crianza

El vino terminado y embotellado se conserva también bajo tierra, bien en jaulones metálicos, bien siguiendo el sistema de apilamiento tradicional riojano a lo largo de una pared. Este segundo método es el que se emplea en el Botellero Meninas, una curiosa sala que armoniza modernidad y tradición. Una representación del famoso cuadro de Velázquez, tuberías pintadas con colores que recuerdan a las gamas cromáticas de los vinos según su crianza y en un lugar preeminente una peculiar obra de arte actual que representa a una vid en su trono y que desde luego a nadie deja indiferente.


Retrato de Ernest Hemingway durante su visita a la bodega

Tal y como reza alguna imagen promocional de la bodega, sin duda Franco-Españolas son historia viva de Rioja y de España. El rey Alfonso XIII las visitó en dos ocasiones, a sus puertas hay tomadas fotografías durante la Guerra Civil y por sus calados paseó el célebre periodista y escritor estadounidense Ernest Hemingway en el año 1956,  quien incluso llegó a nombrar los vinos de Franco-Españolas en alguna de sus obras. 

Detallaremos a continuación nuestras notas de cata y opiniones acerca de los vinos que tuvimos ocasión de probar durante la visita.


Talla de Diamante

TALLA DE DIAMANTE
Viura y Chardonnay (80-20). Blanco semidulce sin crianza que no pretende desplazar al Diamante original sino más bien completar la gama. Escasa producción de venta exclusiva en bodega. Vino muy novedoso y original, ya que la Chardonnay fue autorizada por el Consejo regulador de la DOc. Rioja hace poco más de 10 años, de manera que existen pocos viñedos productivos de esta casta francesa. Amarillo tenue con ribete ligeramente verdoso. Frutas de pepita y flores blancas con un fondo de bollería. Entrada dulce en boca, meloso y sensual, dejando paso una acidez media que le aporta frescura y agilidad. Nada pesado, más bien al contrario. Postgusto medio largo.


RB, un crianza moderno

RB
Crianza moderno, con más protagonismo de la fruta y barrica menos presente. Monovarietal de Tempranillo con permanencia de 12 meses en barrica mixta de roble americano y francés. 70000 botellas anuales. Vino de autor. Capa media con ribete rubí. Cerezas y vainillas. Yogur de fresa y suaves tostados. Créme Brûlée (azúcar quemado). Acidez media. Estructura perfecta. Astringencia media-alta. Ligero amargor final que recuerda al café. Postgusto medio-largo, muy balsámico.


Bordón Gran Reserva, sobriedad y elegancia

BORDÓN GRAN RESERVA
Vino clásico de la bodega y de Rioja en general. Ensamblaje típico riojano con predominio de la Tempranillo acompañada de Graciano y Mazuelo (70-20-10). Larga permanencia en barrica de roble americano y francés, nada menos que 30 meses de crianza, con posterior redondeo en botella durante 36 meses más. Visualmente de color granate de capa media con ribete teja. Una sinfonía de aromas en nariz, enormemente complejo, predominando como es lógico las notas de crianza (tabaco, cuero, hojarasca) sin olvidar esos recuerdos de fruta negra desecada y en licor.

Por lo que suponen de historia y tradición, por la calidad de sus vinos añada tras añada y por su privilegiada ubicación, Bodegas Franco-Españolas representan sin duda el complemento ideal para una breve visita a la capital de La Rioja.