domingo, 18 de diciembre de 2022

> Visita a Vins del Tros: actualidad y tradición en Terra Alta

La comarca tarraconense de Terra Alta es geográficamente una pequeña meseta situada en el margen derecho del río Ebro, que limita al oeste con Aragón y al sur con la sierra prelitoral de Els Ports. Zona históricamente alejada de las rutas comerciales y sin apenas actividad industrial, tradicionalmente ha basado su economía en la explotación de cultivos clásicos de secano como el olivo, el almendro y la vid, obligada por su climatología continental con marcada vocación mediterránea. Todas las localidades de la comarca tienen numerosas bodegas y almazaras, algunas familiares, otras agrupadas en cooperativas, como señal inequívoca de la importancia que estos productos han tenido en el devenir histórico de la zona. La DO. Terra Alta es una denominación de origen joven que agrupa a numerosas bodegas situadas en doce municipios. Predomina el cultivo de variedades tradicionales, destacando por encima de todas la Garnacha Blanca -no en vano se calcula que en Terra Alta se encuentra el 75% del viñedo nacional y el 30% del viñedo mundial de dicha variedad- que si bien resulta algo neutra en nariz, es capaz de transformarse en vinos cremosos y untuosos, magníficos acompañantes de no pocas elaboraciones gastronómicas. Otras variedades blancas cultivadas son la Macabeo y la Parellada. Entre las castas tintas cabe destacar la Garnacha Tinta, la Garnacha Peluda, la Cariñena y una variedad autóctona de la zona conocida como Morenillo de la que apenas se conservan 20 hectáreas en la actualidad -se calcula que había más de 200 a mediados del siglo pasado- con la que se elaboran vinos frutales, especiados y ligeros con crianza corta en barrica, no demasiado poderosos, muy adecuados para acompañar la gastronomía local. 



A partir de 1950 el desarrollo de nuevas infraestructuras de transporte, en especial la construcción de vías de ferrocarril, permitió una mejora en la distribución de vinos y aceites. De manera paralela, la adquisición de los primeros utilitarios en el seno de las familias de clase media de las ciudades, fue un nuevo impulso para el atractivo turístico de esta región. Finalmente con el inicio del siglo XXI se acometieron numerosas reformas en la  mayoría de las bodegas de Terra Alta. Aquellas instalaciones hasta entonces casi artesanales, dieron paso a las modernas tecnologías y aparejaron inversiones económicas grandes así como numerosos créditos por pagar. Se abandonó la elaboración en volumen destinada a la venta a granel y se orientó el nuevo modelo productivo hacia los vinos de calidad, en sintonía con las modas, gustos y corrientes del momento. Aquella renuncia a sus orígenes como elaboradores de vinos de pueblo -dicho esto con todo el respeto y el máximo reconocimiento- supuso un nuevo revés para las bodegas de Terra Alta, incapaces de poder competir en precio y distribución con los grandes elaboradores de vinos comerciales a escala casi industrial. Lamentablemente fue la puntilla para algunas pequeñas bodegas. Sin embargo, algunos arriesgados visionarios decidieron volver a mirar al pasado y mantenerse fieles a sus raíces. Sin llegar a abandonarlas del todo, arrinconaron las elaboraciones más comerciales y regresaron a las vinificaciones tradicionales con levaduras indígenas, las fermentaciones espontáneas, el contacto con pieles en los blancos, los vinos sin filtrar y las crianzas en barro o en recipientes de maderas distintas del costoso roble francés. Una clara voluntad de marcar diferencias para no ser un elaborador más en un mercado hipertrófico y gigante. Y lo mejor de todo es que lo consiguieron.



El año 2009, en realidad algo más tarde que otras bodegas, fue el momento en que el viticultor Josep Arrufat tomó la decisión de asociarse con su amigo de la infancia Joan Bada y el resurgir de esta relación después de tantos años supuso el nacimiento de Vins del Tros. Naturalmente ninguno de los dos era un novato -Josep tenía ya muchas vendimias a sus espaldas vendiendo sus uvas a las cooperativas de la zona y Joan por su parte llevaba varios años trabajando como enólogo independiente para numerosas bodegas- pero la idea de crear de la nada una bodega en su localidad les inyectó toda la ilusión necesaria para sacar adelante el proyecto. Como es lógico, apostaron desde el inicio por las variedades locales -Garnacha Blanca, Garnacha Tinta, Cariñena y Morenillo- y por las técnicas de viticultura y vinificación más tradicionales, buscando sustituir siempre que fuera posible, el empleo de tratamientos por el trabajo manual. Muestra de la dificultad que todo ello supuso es el hecho de que hasta el año 2014 no se inició la comercialización de las primeras botellas de Vins del Tros, un enorme esfuerzo personal y económico que a cualquiera hubiera hecho desistir.


Afortunadamente la perseverancia dio sus frutos y Vins del Tros obtuvo su máximo reconocimiento en 2021 cuando la guía de vinos de Cataluña le otorgó el galardón del mejor vino tinto de Cataluña al Señora Carmen 2018, monovarietal de Garnacha con algo más de un año de crianza en roble francés, vino top de la bodega que seduce desde el primer momento, aunque nosotros tuvimos la fortuna de poder catar su original antecesor de 2017 con crianza especial en damajuanas, una producción limitada y exclusiva en formato magnum.


No obstante, el primer acercamiento del consumidor medio a los vinos de Terra Alta suele ser a través de sus garnachas blancas y en el caso de Vins del Tros también se cumple esta premisa. El Cent x Cent Blanco 2021 es el resultado de la vinificación por separado de dos vendimias realizadas en la misma parcela con unos días de separación, la más temprana persiguiendo acidez y frescura, la más tardía en búsqueda de aromas más complejos y maduros. El ensamblaje de ambas elaboraciones consigue ese equilibrio de ciruela amarilla, pera madura y plátano sobre un fondo de hierbas de monte mediterráneo, con generosa acidez, persistencia media en boca y un final ligeramente leñoso.



Al margen del premio, el año 2021 marcó un punto de inflexión para Vins del Tros al tener que hacer frente a un cambio en la dirección técnica con la marcha de Joan Bada y su sustitución por un nuevo equipo de enólogos. Desde entonces la responsabilidad técnica recae en la joven enóloga Ivette Alonso, quien cuenta con la asesoría del enólogo alicantino Pepe Mendoza. Savia nueva que se traduce en una enología que acompaña en lugar de intervenir y en interpretaciones de corte más actual -vinos más frescos, delgados y frutales, más accesibles incluso para el público joven- aire fresco para la bodega que sin embargo no renuncia a su pasado, encarnado en sus tintos con crianza en roble y en sus blancos fermentados con pieles -elaboración tradicional para los vinos brisados- estos últimos cada vez más valorados por el consumidor y que curiosamente no han tenido una regulación adecuada por parte del Consejo Regulador de la DO. Terra Alta hasta el año 2020.


En la actualidad el catálogo de la bodega está sufriendo una completa transformación. Desaparecerán algunas referencias, otras se fusionarán, muchas se mantendrán e incluso nacerá alguna nueva. Con la finalidad de agrupar aquellos vinos menos convencionales, se ha creado la marca Terra 0.0 -vinos orgánicos y humanos, cero intervención, cero exógenos- bajo cuyo nombre se comercializan los diferentes vinos brisados, un clarete y algún otro vino elaborado con variedades de uva no reconocidas por la DO. Terra Alta, tal es el caso de un viñedo de una despistada Chenin Blanc.


A todas estas novedades comerciales -consecuencia directa a su vez de la nueva dirección técnica- se añade una decidida apuesta por el enoturismo. Aquellas bodegas de hace años, encerradas sobre sí mismas, herméticas e impermeables al público y a los profesionales del mundo del vino, sencillamente no tienen cabida en los tiempos que corren. Nada mejor que abrir las puertas de par en par y que quien lo desee entre, pregunte, se interese y compre una botella o una caja. Por ese motivo queremos hacer llegar nuestro más sincero agradecimiento a los propietarios y al personal de Vins del Tros, por su disposición, amabilidad y cercanía durante nuestra visita.



martes, 7 de junio de 2022

> Jorge Ordóñez, profeta en su tierra




Hijo de un distribuidor en su Málaga natal, Jorge Ordóñez llegó a este mundo rodeado de vinos. 

De la mano de su novia norteamericana -a la que conoció durante sus estudios universitarios en Córdoba- decidió antes de alcanzar la treintena, cambiar de continente y dar el salto hasta Boston a finales de los años 80, ciudad donde impulsó la creación de una empresa importadora de vinos españoles de calidad para Estados Unidos, con el objetivo de competir con los vinos franceses e italianos, injustamente siempre mejor valorados que los españoles en aquel lado del Atlántico. Veía así la luz Fine States from Spain, exitoso proyecto empresarial que aún a día de hoy sigue ocupando la mayor parte del tiempo de su fundador. Verdaderamente obsesionado con que el vino llegara en óptimas condiciones al consumidor final, su decidida apuesta por el empleo de contenedores y transportes refrigerados supuso una pequeña revolución en la distribución del vino, y a la vista del éxito obtenido, nadie está en condiciones de quitarle la razón.


Con el paso de los años, el catálogo de Jorge Ordóñez se fue modificando con la introducción gradual de vinos procedentes de bodegas menos conocidas pero con mayor identidad y carácter. Convencido del enorme potencial de las castas autóctonas españolas -fue el primer importador en llevar la variedad Albariño a tierras americanas, sólo por poner un ejemplo- a la uva de las Rías Baixas le siguieron otras como la Mencía, la Godello o la Garnacha, casi siempre en vinos monovarietales y con crianzas respetuosas, para que cada casta no perdiera ni un ápice de sus características varietales. La acogida del mercado estadounidense fue fantástica y el éxito no tardó en llegar. Los originales vinos de Jorge Ordóñez Selections sedujeron al instante a la exigente clientela de los más afamados restaurantes norteamericanos, tanto por su calidad como por su personalidad, sin dejar a un lado el competitivo precio medio de los vinos españoles.


Sin embargo, por la inquieta mente de Jorge Ordóñez circulaba desde hacía tiempo una nueva aventura -un nuevo reto- y soñaba con ponerse al frente de la elaboración sin abandonar la distribución. Para ello realizó un pormenorizado estudio de las diferentes zonas geográficas españolas para finalmente elegir los mejores viñedos viejos de secano con los que alimentar sus nuevas bodegas. De manera paralela inició la selección de un amplio equipo de enólogos, a cada uno de los cuales lo situó al frente de una sola bodega con el fin de evitar distracciones. Toro, Valdeorras, Calatayud y su adorada comarca de la Axarquía malagueña -entre muchas otras- fueron las regiones donde inicialmente se pusieron las bases de este gran proyecto que todavía no ha terminado de crecer. En la actualidad el Grupo Jorge Ordóñez engloba 6 pequeñas bodegas capaces de elaborar 23 vinos diferentes para un total de 120.000 cajas de vino al año, el 70% de las cuales se destinan a exportación, como no podría ser de otra forma si se tiene en cuenta la vocación con la que originalmente nació la empresa.


 

Por cercanía y accesibilidad, la bodega elegida para realizar nuestra visita fue Bodegas Breca (Munébrega, Zaragoza) en la DO. Calatayud, una bodega para elaborar vino más que para enseñarla a las visitas, porque si de algo puede presumir es precisamente de su capacidad de producción. Trabajan exclusivamente con Garnacha -probablemente con uno de los clones más antiguos y puros de esta variedad- característica que unida a la orografía, los suelos de pizarra y la climatología extrema, posibilitan la elaboración de vinos monovarietales de corte muy internacional, modernos, frutales y con discretas notas de crianza.


Detallaremos a continuación nuestras notas y opiniones acerca de los vinos que tuvimos oportunidad de probar en una exigente jornada de cata técnica. Un rally de 14 vinos en hora y cuarto, apenas 5 minutos para catar cada vino en fases visual-olfativa-gustativa y retrogusto, hacer la foto, tomar notas, vaciar, limpiar la copa y dejarla preparada para el vino siguiente. Esto no es vida...



AVANCIA MENCIA 2018
DO. Valdeorras. 100% Mencía. Crianza 11 meses en roble francés. Resinoso y frutal. Café y regaliz negro. Acidez media plus. Largo, terroso y mineral.


AVANCIA CUVEÉ MENCIA 2018
DO. Valdeorras. Mencía y Garnacha Tintorera (98-2). Crianza 14 meses en roble francés. Frambuesas, regaliz rojo, lácticos y crema de leche. Cálido, corpulento, con una leve astringencia. Muy elegante.


BOTANI 2021
DO. Sierras de Málaga. 100% Moscatel de Alejandría. Aromático y floral, con una sensacional acidez. Elaborado como vino seco, sin rastro de azúcar residual, aunque con una entrada dulce en boca provocada por el glicerol que seduce y atrapa. Muy sorprendente.


LA CAÑA 2021
DO. Rías Baixas. 100% Albariño. Crianza sobre lías en inoxidable durante 8 meses. Flores y cítricos. Moderada acidez. Ligero, acuoso y levemente salino. Correcto, aunque alejado de nuestros gustos.


LA CAÑA NAVIA 2019
DO. Rías Baixas. 100% Albariño. Crianza durante 12 meses en roble francés. Cítricos y crema de limón. Graso y complejo. Interesante y diferente.


AVANCIA GODELLO 2020
DO. Valdeorras. 100% Godello. Vendimia manual. Crianza durante 12 meses en roble francés. Excelente, redondo, complejo y untuoso.


NISIA 2021
DO. Rueda. 100% Verdejo. Crianza sobre lías en inoxidable durante 8 meses. Tropical y mentolado. Acidez media. Agradable y sincero este verdejo, sin trampantojos ni levaduras seleccionadas.


NISIA LAS SUERTES 2020
DO. Rueda. 100% Verdejo. Crianza durante 12 meses en roble francés. Aromas tropicales y de café con leche. Graso y largo. Muy interesante y complejo, con aromas en boca a los que la Verdejo nos tiene poco habituados. Un gran descubrimiento para nosotros.


AVANCIA CUVEE GODELLO 2020
DO. Valdeorras. 100% Godello. Vendimia manual. Una cuarta parte del vino realiza crianza durante 8 meses en roble francés. Fruta de pepita y membrillo. Discretas notas de crianza, con más acidez y predominio de la fruta. Fresco y correcto.


BRECA ROSÉ 2021
DO. Calatayud. 100% Garnacha. Vendimia manual. Mosto obtenido mediante un suave sangrado. Sin crianza. Rosa tenue, afrancesado y actual. Hoja de tomate y frambuesas. Cálido y ácido, algo inconsistente en boca. Preciosa presentación en botella, aunque la etiqueta puede resultar un tanto trasnochada. Muy comercial, particularmente fuera de nuestras fronteras.


BREGA 2018
DO. Calatayud. 100% Garnacha. Vendimia manual. Crianza durante 22 meses en barricas de roble francés. Frutas rojas, lácticos y tostados muy suaves. Acidez media plus y una moderada astringencia en boca. Algo cálido, muy gastronómico. Requiere todavía unos meses de redondeo en botella.


TRITÓN 2019
DO. Toro. 100% Tinta de Toro. Vendimia manual. Crianza durante 12 meses en barrica de roble francés. Frutas negras, balsámicos y especias. Opulento y poderoso, aunque redondo y bien domado en su paso por boca. Soberbio y magnífico, un vino nada cansado, de final largo y muy amable.


BOTANI ESPUMOSO
DO. Sierras de Málaga. 100% Moscatel de Alejandría. Elaborado por el Método Charmat, con la segunda fermentación en inoxidable. Ramos de flores y jardineras andaluzas en nariz. Clavelinas, azahar y frutas tropicales. Fácil y diferente, imposible resistirse a él, inmejorable resultado como copa de bienvenida, aunque puede resultar algo anodino como vino único, incluso en un cóctel al atardecer junto al mar.


VICTORIA Nº2
DO. Málaga. 100% Moscatel de Alejandría. Vendimia tardía y pasificación de las bayas a la sombra. Se requieren 7 kg de uva para la elaboración de cada botella. Crianza durante 8 meses en inoxidable sobre lías. 250gr de azúcar residual. Sin fortificar. Un espectáculo en nariz y en boca, poco más que añadir.

Finalizamos aquí nuestra primera aproximación a los vinos del Grupo Jorge Ordóñez, el emigrante español que regresó a su país para descubrir viñedos casi olvidados y conseguir la difícil meta de convertirse en profeta en su tierra.



lunes, 25 de abril de 2022

> Cata en primicia: nuevos monovarietales de Daroca Bodega




En las últimas dos décadas la despoblación y el abandono del viñedo han ido de la mano en la Comarca del Jiloca. Verdaderamente se trata de una misma realidad aunque observada desde dos perspectivas diferentes. De manera paralela, el gradual envejecimiento de la población y la falta de relevo generacional, han conducido al cese de actividad en muchos sectores y lamentablemente la viticultura no ha sido una excepción. Se calcula que sólo en las últimas dos décadas se han perdido más de 20 hectáreas de viñedo cada año, tanto por abandono como por arrancamiento. En el año 1980 había aproximadamente 3400 hectáreas de viñedo, superficie que se ha ido reduciendo gradualmente hasta las 150 hectáreas de viña en producción a día de hoy, según las estimaciones más optimistas. Y lo más grave de todo -dejando al margen la edad de dichas viñas, muchas de ellas centenarias- es que la velocidad de destrucción parece acelerarse, sin que las administraciones hagan nada al respecto. Este patrimonio agrícola y cultural del Aragón ancestral más desconocido, parece a día de hoy condenado a la desaparición. 


En general se trata de viñedos mestizos, mayoritariamente Garnacha, aunque con plantas de Juan Ibáñez, Provechón y Macabeo. Sin embargo cada variedad suele ocupar una ubicación en concreto según la orientación, la exposición al viento y el drenaje del terreno. Tradicionalmente todas esas uvas se vendimiaban conjuntamente y se llevaban a la Sociedad Cooperativa Santo Tomás de Aquino -ahora rebautizada como Daroca Bodega- donde se introducían en alguno de los 200 depósitos de cemento construidos a final de la década de los años 50 para elaborar vino a granel. Así fue durante años, un negocio muy poco rentable para la cooperativa y todavía menos para los viticultores, una actividad escasamente lucrativa que sin embargo les permitía disfrutar de los magníficos atardeceres en la viña. Pero pasaron los años, muchos viticultores tuvieron que dejar de trabajar el viñedo y nadie de su familia les cogió el relevo. Sin poda, saneamiento ni limpieza, algunas vides comenzaron a sufrir, casi a agonizar. 


Un interesante proyecto de recuperación de viñas semiabandonadas y a punto de desaparecer diseñado por la Asociación Paisajes del Jiloca nació a mediados de 2020 con la meta de volver a poner en producción viñedos en vías de desaparición. El primer paso fue la creación de un catálogo de viñas en situación de emergencia, la mayoría propiedad de viticultores de avanzada edad o de sus herederos. A través de diferentes mecanismos de cesión, apadrinamiento, crowfunding, micromecenazgo y realización de trabajos no remunerados, se persigue devolver la alegría a algunos de esos viticultores mayores. No será labor de un año ni tarea fácil de ejecutar, pero es más que probable que con la uva de esas parcelas ahora a medio recuperar, se elaboren vinos de calidad que además incorporarán la generosidad y la colaboración de personas anónimas. Serán vinos conseguidos gracias al esfuerzo de muchos, pero serán sin duda vinos de la Ribera del Jiloca.


A la espera de los vinos procedentes de viñedos recuperados Daroca Bodega comenzó en 2019 una nueva andadura para elaborar vino embotellado, incrementando los estándares de calidad y el valor añadido. Su objetivo es la búsqueda del prestigio y los ingresos económicos necesarios para pagar más por cada kilogramo de uva a los viticultores que en la actualidad aportan su cosecha en cada vendimia, así como atraer nuevos socios y aumentar el grado de satisfacción de los actuales. Bajo su supervisión técnica hay viñas de cuatro variedades -Garnacha, Juan Ibáñez, Provechón y Macabeo- y disponen de cuatro vinos en el mercado agrupados en dos marcas comerciales, Daruqa y Marqués de Daroca. Recientemente se ha iniciado la presentación comercial de una tercera línea de vinos denominada Laderas del Jiloca, interesantes monovarietales que protagonizan el presente artículo y que a nadie dejarán indiferente.


Detallaremos a continuación nuestras notas de cata técnica, evaluación y comentarios en primicia de los nuevos monovarietales de Daroca Bodega.


LADERAS DEL JILOCA MACABEO 2020
100% Macabeo. Sin crianza. Viñedo de 40 años de edad. 700-1000 metros de altitud. Producción 5000 botellas.
Amarillo verdoso con ribete dorado de capa media. Poco expresivo en nariz, frutas de pepita (pera, manzana) hinojo y anisados, aunque cuesta encontrarlos. Acidez media plus. Algo cálido en boca, estructurado incluso con un punto de tanicidad. Ligero amargor final un tanto secante que le aporta longitud y lo sostiene en el postgusto. Mejor en boca que en nariz, con amplias posibilidades de maridaje y un pellizco casi picante que recuerda al jengibre. Vino serio, austero, de lenta apertura, aunque sincero y con carácter, muy aragonés.
Puntuación: 72


LADERAS DEL JILOCA JUAN IBÁÑEZ 2020
100% Juan Ibáñez. Sin crianza. Vino de parcela. Viñedo de 40 años de edad. 900 metros de altitud.
Rojo cereza de capa media con ribete azulado. Intensa nariz de frutas rojas y regaliz rojo sobre un fondo herbáceo. Marcada acidez muy refrescante. Lineal, directo, fresco y muy agradable. Versátil y jugoso. Perfecto para disfrutar por copas o para acompañar comidas ligeras. Perfil muy "todos públicos". Un acierto total su denominación como "Juan Ibáñez", marcando esa diferenciación territorial con la Moristel de la provincia de Huesca.
Puntuación: 82


LADERAS DEL JILOCA GARNACHA 2020
100% Garnacha. Sin crianza. Viñedo de 40 años de edad. 750-1000 metros de altitud. Producción 15000 botellas.
Rojo cereza de capa media plus con ribete violáceo que se insinúa granate. Frutas rojas y lácticos en nariz, yogur de  moras, tarta de queso con arándanos y un peculiar aporte de hojas de menta. Agradable, fresco, cariñoso y muy redondo. Tal vez algo falto de centro de boca, un poco más de volumen y estructura le vendrían bien. En cualquier caso una garnacha sabrosa, impecable y bien elaborada a la que nada le falta, con equilibrio perfecto entre acidez y contenido alcohólico. Paisaje embotellado.
Puntuación: 85


LADERAS DEL JILOCA PROVECHÓN 2019
100% Provechón. 12 meses de barrica usada. Viñedo de 70 años. Uvas procedentes de una sola parcela. Vendimia manual.
Rojo picota de capa alta con ribete granate. Frutas rojas y negras acompotadas con recuerdos vegetales ligeramente pulverulentos, casi terrosos. Secante y rugoso en boca, algo cálido y astringente, con un amargor final que ensombrece el conjunto. Tal vez la variedad o tal vez la edad de la barrica empleada, le transmiten dificultad al vino. Vino rústico y rural que transporta a tiempos pasados. Complicado en cata técnica, quizás con el maridaje adecuado se consiga otro resultado.
Puntuación: 70


LADERAS DEL JILOCA ORANGE WINE 2020
100% Blanca de Daroca (antigua denominación de la Macabeo en esa zona). 30 días skin-contact con bazuqueos diarios. 12 meses de crianza en barrica usada de 300 litros. Viñedo 40-70 años de edad.
Dorado de capa media-alta. Corteza de cítricos escarchados, caramelo, piña madura, orejones y un recuerdo ajerezado. Complejo, maduro, largo, pleno en su paso por boca, con volumen y estructura. Excelente trabajo, especialmente por el aporte justo de barrica. No recuerda a otros orange-wines extremos, resultando más comercial e incluso gastronómico. Muy original y diferente.
Puntuación: 89


Muchas más sorpresas nos va a deparar esta bodega con sesenta años de experiencia a sus espaldas. Vinos de variedades tradicionales poco conocidas -como la Provechón o la Juan Ibáñez- vinos de parcelas recuperadas, con nombre, apellidos y una historia que contar, vinos actuales pero con la esencia de los vinos de antes, todos ellos frutales y frescos, gracias a la altitud de más de 900 metros y a los suelos de pizarra. La nueva dirección técnica, el ambicioso programa de recuperación de viñedos olvidados, las excelentes condiciones de la zona para el cultivo de la vid y la reciente ampliación de la DOP Calatayud -incluyendo municipios como Daroca, Murero, Manchones, Orcajo y Villafeliche- son garantías para un seguro éxito.


jueves, 3 de marzo de 2022

> Visita a Celler Cal Menescal


La comarca tarraconense de Terra Alta es geográficamente una pequeña meseta situada en el margen derecho del río Ebro, que limita al oeste con Aragón y al sur con la sierra prelitoral de Els Ports. Zona históricamente alejada de las rutas comerciales y sin apenas actividad industrial, tradicionalmente ha basado su economía en la explotación de cultivos  clásicos de secano como el olivo, el almendro y la vid, obligada por su climatología continental con marcada vocación mediterránea. Todas las localidades de la comarca tienen numerosas bodegas y almazaras, algunas familiares, otras agrupadas en cooperativas, como señal inequívoca de la importancia que estos productos han tenido en el devenir histórico de la zona. La DO. Terra Alta es una denominación de origen joven que agrupa a numerosas bodegas situadas en doce municipios. Predomina el cultivo de variedades tradicionales, destacando por encima de todas la Garnacha Blanca -no en vano se calcula que en Terra Alta se encuentra el 75% del viñedo nacional y el 30% del viñedo mundial de dicha variedad- que si bien resulta algo neutra en nariz, es capaz de transformarse en vinos cremosos y untuosos, magníficos acompañantes de no pocas elaboraciones gastronómicas. Otras variedades blancas cultivadas son la Macabeo y la Parellada. Entre las castas tintas cabe destacar la Garnacha Tinta, la Garnacha Peluda, la Cariñena y una variedad autóctona de la zona conocida como Morenillo con la que se elaboran vinos frutales y ligeros con crianza corta en barrica, no demasiado poderosos, muy adecuados para acompañar la gastronomía local.



A partir de 1950 el desarrollo de nuevas infraestructuras de transporte, en especial la construcción de vías de ferrocarril, permitió una mejora en la distribución de vinos y aceites. De manera paralela, la adquisición de los primeros utilitarios en el seno de las familias de clase media de las ciudades, fue un nuevo impulso para el atractivo turístico de esta región. Finalmente con el inicio del siglo XXI se acometieron numerosas reformas en la  mayoría de las bodegas de Terra Alta. Aquellas instalaciones hasta entonces casi artesanales, dieron paso a las modernas tecnologías y aparejaron inversiones económicas grandes así como numerosos créditos por pagar. Se abandonó la elaboración en volumen destinada a la venta a granel y se orientó el nuevo modelo productivo hacia los vinos de calidad, en sintonía con las modas, gustos y corrientes del momento. Aquella renuncia a sus orígenes como elaboradores de vinos de pueblo -dicho esto con todo el respeto y el máximo reconocimiento- supuso un nuevo revés para las bodegas de Terra Alta, incapaces de poder competir en precio y distribución con los grandes elaboradores de vinos comerciales a escala casi industrial. Lamentablemente fue la puntilla para algunas pequeñas bodegas. Sin embargo, algunos arriesgados visionarios decidieron volver a mirar al pasado y mantenerse fieles a sus raíces. Sin llegar a abandonarlas del todo, arrinconaron las elaboraciones más comerciales y regresaron a las vinificaciones tradicionales con levaduras indígenas, las fermentaciones espontáneas, el contacto con pieles en los blancos, los vinos sin filtrar y las crianzas en barro o en recipientes de maderas distintas del costoso roble francés. Una clara voluntad de marcar diferencias para no ser un elaborador más en un mercado hipertrófico y gigante. Y lo mejor de todo es que lo consiguieron.


Tal es el caso de Celler Cal Menescal (Bot, Tarragona) al frente de la cual se encuentra Josep Bosch, enólogo y propietario de la bodega, quinta generación de la familia en esta aventura que comenzó en 1783 con un antepasado suyo de profesión veterinario -menescal, en catalán- dedicado al cuidado de los équidos por vocación así como a otras actividades agrícolas por necesidad. Siguiendo la premisa de hacer cosas diferentes si no se quiere que suceda siempre lo mismo, Josep decidió en 2010 regresar a su propio pasado y volver a elaborar los vinos como los hacía su abuelo. Y no sólo eso, también optó por ignorar la distribución a gran escala y apostó decididamente por abrir las puertas de su bodega-museo al enoturismo -le avalan sus cifras de 5000 visitantes sólo en el año 2021- actividad que le permite el trato directo con el consumidor final para así estar en disposición de explicar su amplio catálogo de vinos que contiene algo más de una veintena de referencias. De esta manera, la mayor parte de sus ventas se realizan a la conclusión de las visitas, cuando el enoturista ha interiorizado por completo la filosofía de Cal Menescal.


La producción media de la bodega es de unas 20000 botellas al año, divididas en dos grandes familias. En primer lugar están los vinos más convencionales generalmente elaborados con levaduras seleccionadas y que se comercializan con la precinta de la DO. Terra Alta. Por otro lado están los vinos experimentales, en cuya elaboración es donde verdaderamente disfruta Josep mientras recuerda a sus antepasados, pequeñas producciones con fermentaciones espontáneas, levaduras autóctonas, crianzas alternativas y sin filtrado. Mención aparte merece la producción de vinos dulces, vinos rancios, vermut y vinagre balsámico, todos ellos considerados elixires mágicos, porque algo de misterio hay siempre en su elaboración.


Detallaremos a continuación nuestras notas de cata y opiniones acerca de los vinos que tuvimos ocasión de probar.


OKO BAIX 2021
100% Garnacha Blanca. Elaboración exclusivamente en inoxidable. Fermentación con levaduras seleccionadas. Vino de entrada de gama de la bodega. Fruta de pepita. Acidez presente. Fácil, alegre, correcto y comercial.

LO NEO 2021
100% Garnacha Blanca. Vino en rama, directamente extraído del depósito. 90 días en inoxidable en contacto con las pieles. Fermentación con levaduras salvajes. Boca explosiva y moderada astringencia que se pulirá con el filtrado previo al embotellado, aunque probablemente pierda parte de su potencia en boca. Con más identidad que el anterior.

MARETA MEUA 2020
100% Garnacha Blanca. Fermentación con levaduras salvajes. Crianza de 5 meses en vasijas de barro. Manzana asada y tiza. Persistente y largo. Intenso y poderoso. Bastante diferente a sus predecesores, especialmente en boca.


DE NIT 2020
100% Garnacha Blanca. Uvas vendimiadas a mano durante la noche  y selección grano a grano. Fermentación en barrica de acacia con  levaduras seleccionadas y posterior crianza en las mismas barricas durante 5 meses. Manzanas asadas, flores secas y caramelo de café con leche. Impecable y cremoso. Sin duda se trata del blanco más elegante de la bodega.

ATARONJAT 202
100% Garnacha Blanca. Orange wine elaborado como si de un tinto se tratara, con 3 meses de contacto con pieles. Cítricos, orejones y un permanente recuerdo a sidra. Violento y descompensado. Resultan muy difíciles para nosotros los llamados "vinos naturales", esta nueva corriente de elaboración en la que cualquier cosa parece tener cabida. No dudamos que tendrá su mercado.


AVUS TINTO 2020
Garnacha y Syrah (70-30). Crianza durante 8 meses en barrica de roble. Llamativas notas de toffee y frutas rojas. Severa acidez y bastante cálido en boca. Tiene buena estructura y posiblemente mejorará en botella, pero ahora mismo resulta algo desequilibrado y falto de redondeo. A reevaluar.

DIJOUS SANT 2020
100% Garnacha Peluda. Crianza durante 12 meses en barrica de roble. Frutal, fresco y amable, con una complejidad de las notas de crianza que acompañan sin estorbar. Excelente. Sin llegar al extremo, la bodega sigue algunos principios biodinámicos respetando el calendario lunar y en ese sentido el embotellado de la primera añada se realizó en Jueves Santo -Dijous Sant, en catalán.



AVUS DULCE 2015
Garnacha y Syrah (50-50). Crianza durante 3 años en barrica de roble. Vino dulce natural, elaborado con uvas sobremaduradas y encabezado con alcohol vínico para detener la fermentación. Mermelada de moras y ciruelas. Cálido y adictivo. Más licor que vino. Para deleitarse sin prisas.

RANCIO DULCE 2000
Garnacha Blanca y Garnacha Tinta. 25 años en barrica. Oxidación llevada al límite. El hombre propone y la  naturaleza dispone. Una extraña rareza que representa a los vinos de siempre, elaborados mediante refresco de esas madres que llevan décadas en el interior de unas barricas que -podría decirse sin miedo- son ya miembros de la familia. Historia enológica, poesía embotellada, recuerdos imborrables de toda una vida que se disfrutan sólo con quien los merece.

Cerramos aquí esta fugaz visita a Terra Alta, una comarca que bien merece más atención de la que habitualmente podemos prestarle. Prometemos regresar a esas tierras más cercanas a las nuestras de lo que nunca hubiéramos podido pensar.