martes, 21 de mayo de 2019

> Edra: aromas de la Hoya de Huesca




No hay mejor época que la primavera para disfrutar de un paseo por el monte de la Hoya de Huesca. Su extremo más occidental dibuja las últimas estribaciones de las sierras prepirenaicas en unas formaciones rocosas verticales conocidas como mallos, paraíso natural de numerosas especies de aves -buitres, alimoches, quebrantahuesos, milanos, halcones, chovas piquigualdas- y destino habitual para los aficionados a la escalada. Los más conocidos e imponentes son los Mallos de Riglos, sin embargo la pequeña y cercana localidad de Agüero también cuenta en su entorno con unas formidables paredes verticales de roca rojiza. 

Paisajes

En todos los sentidos, nosotros preferimos tener los pies en el suelo, así que nos animamos a realizar la ruta senderista que rodea los Mallos de Agüero. Después de buscar infructuosamente la reseña de la excursión en los archivos de uno de los mejores blogs de senderismo de Aragón -nos extrañó dicha ausencia- logramos obtener toda la información en este enlace del programa Chino Chano de Aragón TV, presentado por un buen amigo y mejor winelover. La circular de Riglos -más larga y con mayor desnivel- ya la realizamos hace tiempo, así que en esta ocasión nos apetecía un recorrido más corto para poder entretenernos a identificar flores y plantas propias de la zona -exuberantes en estos meses primaverales previos a la llegada del calor- con la intención de detectar dichos componentes aromáticos en los vinos elaborados por las bodegas del entorno. El tomillo y su prima hermana la ontina, el romero y la lavanda -visualmente tan parecidos y de aroma tan diferente- el boj y el erizón -presentes cada vez en altitudes más bajas- son las notas olfativas que componen la partitura aromática del monte oscense en los meses de Abril y Mayo. 

Viñedo en brotación. Bodegas Edra (Ayerbe)

Tres años han pasado desde que conocimos a Alex Ascaso, responsable de Bodegas Edra, en una lluviosa tarde también de primavera en la que se nos hizo de noche catando sus vinos y que dio lugar a la redacción de un artículo anterior. Nadie puede poner en duda cuánto le agradecimos que nos regalara parte de su escaso tiempo aquella vez, pero reincidentes como somos, de nuevo le propusimos encontrarnos tras nuestro paseo por el monte. Ni que decir tiene que aceptó gustoso, a pesar de tener que retrasar un compromiso que había adquirido con anterioridad, porque si hay algo a lo que nunca renuncia Alex es a compartir una relajada charla con quien disfruta de sus vinos. Y con toda parsimonia, comenzó a descorchar botellas...

Quebrantahuesos 2016, garnacha de monte

QUEBRANTAHUESOS 2016
100% Garnacha. Rojo cereza de capa media con ribete granate. Guindas y frutas rojas. Monte bajo y laurel. Generosa acidez. Redondo. Menos voluminoso de lo esperado en boca. Postgusto medio-largo con recuerdo a bombones Mon Cheri. Podría recordar a algunas garnachas del Sistema Central. Vino natural que representa como nadie esas sensaciones olfativas del monte de la Hoya de Huesca. Su nombre tampoco deja indiferente a nadie, en un guiño a la naturaleza y a la fauna salvaje del territorio. Vino solidario con la Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos, entidad a la que va destinada parte de la recaudación por la venta de cada botella.

Próxima Estación 2018

PRÓXIMA ESTACIÓN 2018
100% Syrah. Rosa anaranjado con ribete asalmonado, de capa más contenida que añadas anteriores. Cítricos (pomelo y naranja), tierra húmeda y arcilla. Aromas que recuerdan a los campos de Ayerbe después de una tormenta. Regaliz de palo. Cálido y licoroso. Rosado atípico, muy gastronómico. Posible cambio en el etiquetado en la próxima añada. En nuestra opinión uno de los vinos más complejos de Bodegas Edra. Su curioso nombre pretende recordar la vieja reclamación de las poblaciones de la Hoya de Huesca para conseguir la mejora de la vía ferroviaria que une el Valle del Ebro con el Pirineo y que muere en la frontera francesa, sin aparente voluntad por parte de ninguno de los dos países en reactivar el proyecto del corredor central pirenaico, sin duda la conexión ideal de España con el resto de Europa y que lleva décadas olvidada en el cajón de algún ministerio. 


Edra Grullas de Paso 2016

GRULLAS DE PASO 2016
Ensamblaje de variedades tintas en proporción desconocida. Color rojo picota con ribete granate. Frutas negras y especias muy marcadas, sobre todo pimienta negra y clavo. Tostados evidentes, incluso una pizca de cuero. Acidez media. Astringencia algo descompensada. Largo postgusto. Cambio de tendencia en este vino muy bien conocido por nosotros. Al parecer ha alcanzado la mayoría de edad, dejando atrás aquella generosidad frutal y esa versatilidad en el maridaje de añadas anteriores. Maceraciones más prolongadas y un mayor tiempo en depósito del vino terminado -no así la crianza en barrica que sigue siendo breve- se han materializado en un vino más corpulento. Cierto periodo de redondeo en botella le vendrá bien. De nuevo otra llamada a la protección de las diferentes aves migratorias -grullas, garcetas, garzas reales, etc- que realizan estancias temporales en la cercana Alberca de Alboré, próxima al Embalse de La Sotonera.


Edra Syrah-Merlot 2015

SYRAH-MERLOT 2015
Rojo picota de capa alta con menisco granate. Acidez media. Frutas rojas y negras, marcadas notas tostadas, incluso torrefactos. Astringencia contenida. Bastante redondo. Larga persistencia. En ocasiones presenta cierta reducción nada más descorcharse que se disipa con paciencia y oxigenación en copa. Un vino sin prisa al que el tiempo le viene bien, tanto durante su elaboración -depósito, barrica, botella- como durante su servicio. A la vista de sus notas de cata, parece haber intercambiado los papeles con el vino anterior. Tal vez sea rebautizado en un futuro no muy lejano.


Grullas, Syrah-Merlot y XtraSyrah

Vinos Edra de producción limitada

Nadie sabría decir con exactitud a qué recuerda esta zona de la provincia de Huesca en primavera. Es una mezcla de aromas gobernada por la tierra húmeda y las plantas aromáticas, los árboles frutales y las flores. Pero también los sonidos, como el sisear del viento en los campos de cereal, el zumbido de los abejorros o el cristalino tintineo de una corriente de agua entre las piedras. 

Y sólo Alex Ascaso en Bodegas Edra es capaz de condensar todo ese paisaje en el interior de unas botellas de vino.






lunes, 13 de mayo de 2019

> En busca del rosado perdido...




Llegadas estas fechas primaverales en las que la naturaleza se despereza con el ascenso diurno de las temperaturas, el nacimiento de las flores y el regreso a la actividad de los animales, ya casi resulta una tradición emprender la búsqueda del vino que ostentará, según nuestros gustos, el prestigioso galardón de Rosado del Año.


Amapolas entre carrascas (Ayerbe)...

En las últimas temporadas el difícil mercado de los vinos rosados se ha visto aún más complicado con la irrupción de la moda francesa de elaborar rosados tenues y pálidos, de color asalmonado -los conocidos como "piel de cebolla"- siguiendo la tradición de la Provenza. El eterno reto de atraer al público joven hacia el mundo del vino tiene su primera frontera en los rosados delicados y de bajo contenido alcohólico donde las frutas ganan protagonismo y la acidez refresca el paladar. Sin duda el momento para ello es el atardecer y el lugar cualquier terraza con buenas vistas y mejor compañía. Ese afán por mantener capas bajas de color obliga a reducir los tiempos de contacto del mosto con los hollejos, obteniéndose vinos ligeros y poco estructurados, con unos perfiles aromáticos que en ocasiones pueden recordar más a uvas blancas que a tintas. Por si no fuera suficiente, algunas bodegas optan por conservar algo de carbónico y de azúcar residual para obtener vinos todavía más apetecibles y fáciles de beber. Las etiquetas de diseño desenfadado y los cierres con tapón de rosca se han sumado también a la fiesta, porque sin duda este tipo de vinos están destinados a triunfar en las reuniones de amigos, las excursiones campestres y las barbacoas.


... y también entre viñas (Ibdes)

Sin embargo, nuestra obstinación no tiene límites. Año tras año nos lanzamos a buscar entre los rosados clásicos, serios y gastronómicos, rosados con vocación de rosado -aunque parezca una redundancia- capaces de aguantar una comida completa desde el aperitivo hasta el postre. Somos conscientes de estar nadando a contracorriente, de caminar en la dirección opuesta al mercado. Y las bodegas se empeñan en demostrarlo, porque cada año nos cuesta más encontrar esos rosados de los de antes, no sólo con frutas rojas y golosinas, sino voluminosos, largos, estructurados, con cuerpo y con poderío. Algunas excepciones hay -no muchas- particularmente bodegas pequeñas que optan por elaborar rosados diferentes, algunos incluso con cierto aporte de madera. Es el caso del Flamenco de Bodegas Ignacio Marín o el Pink Pank Punk de Michael Cooper, Garnacha el primero y Cariñena el segundo, ambos con varios meses de permanencia en barrica de roble. Otros elaboradores aún más transgresores elaboran rosados con todo el carácter del mundo aunque comercialmente complicados de ubicar. Nos referimos a Bodegas Edra y a su Próxima Estación,  monovarietal de Syrah en las antípodas de lo que el consumidor medio entiende por rosado.

Detallaremos a continuación nuestras notas de cata y puntuaciones de los vinos catados durante las últimas semanas.



CONZIETO ROSADO
Bodegas Montedemba (Blecua). DO Somontano. Moristel y Syrah en porcentaje desconocido. Se agradece la utilización de una variedad autóctona casi desaparecida. Rosa medio con reflejos anaranjados. Ligeramente reducido. Cerezas y granada. Acidez alta. Algo alcohólico. Corta persistencia. Final amargo. Desequilibrado. Bastante evolucionado, algo lógico tratándose de una añada atrasada. Puntuación 4/10


TERRAE ROSADO
Bodegas Tempore (Lécera). IGP Bajo Aragón. 100% Garnacha. En una primera botella, recuerdos de cartón húmedo que cuesta mucho disipar. Mejora mucho con la oxigenación. Una segunda botella nos dio frutillos rojos poco maduros, alguna flor y poco más. Menos intenso y expresivo que añadas previas. Moderada acidez y postgusto corto. Esperábamos más. Puntuación 5/10



GLARIMA ROSADO
Bodegas Sommos (Barbastro). DO Somontano. Syrah y Cabernet Sauvignon. Fresas y grosellas poco maduras. Marcada acidez. Ligero amargor final. Sin imperfecciones pero carente de alma. No enamora. Correcto. Puntuación 5/10




ALODIA ROSADO
Bodegas Alodia (Adahuesca). DO Somontano. 100% Parraleta. Digna de mención la recuperación de un rosado monovarietal de esta casta autóctona. Rosa medio ligeramente cobrizo. Fresas ácidas, arándanos y cítricos (pomelo y naranja). Atractivos recuerdos infantiles a sidral. Tremenda acidez, muy refrescante. Postgusto corto. Un rosado muy diferente, casi con espíritu de blanco. Puntuación 6/10



VISPIUS ROSÉ
Bodegas Estrada Palacios (Bespén). DO Somontano. Moristel y Garnacha. Frambuesas, fresas silvestres y frutas de hueso (?). Casi podría recordar a un blanco en nariz. Ataque semidulce en boca, explosiva y refrescante acidez, final frutal sin rastro de verdores. Divertido y juguetón. Puntuación 7/10


TRANQUERA ROSADO
Bodegas Esteban Castejón (Ibdes). DO Calatayud. Coupage de Tempranillo, Cabernet Sauvignon y Garnacha en proporciones desconocidas. Potente color rojo fresón sin ribete. Frutos rojos maduros. Acidez contenida. Cálido y licoroso. Alcohol quizás demasiado presente. Muy intenso en boca. Postgusto medio. Excelente relación calidad/precio. Puntuación 7/10



PRÓXIMA ESTACIÓN
Bodegas Edra (Ayerbe). IGP Ribera del Gállego. 100% Syrah. Rosa anaranjado con ribete asalmonado, de capa más contenida que añadas anteriores. Cítricos (pomelo y naranja), tierra húmeda y arcilla. Regaliz de palo. Cálido y licoroso. Rosado atípico, muy gastronómico. Posible cambio en el etiquetado en la próxima añada. En nuestra opinión el vino más complejo de Bodegas Edra. Puntuación 7/10


BESTUÉ ROSADO
Bodegas Otto Bestué (Enate). DO Somontano. 100% Garnacha. Rojo frambuesa de intenso color con ribete malva. Frutos rojos muy maduros y algún recuerdo láctico. Fresas con nata. Gominola y piruleta. Perfecta acidez y un pellizco de azúcar residual que le dota de un gran atractivo. Sin amargores ni recuerdos herbáceos. Muy sabroso y pleno en paso por boca. Postgusto medio. Firme candidato para optar a medalla. ¿Maridaje? Una cubitera, una puesta de sol y buena compañía... Puntuación 8/10



NUEVE ROSAS
Bodega Mas de Torubio (Cretas). IGP Bajo Aragón. Merlot y Garnacha Peluda. Frambuesas maduras, chucherías, hierbabuena, balsámicos y una deliciosa acidez. Tal vez incluso con algo de azúcar residual. Redondo, lácteo y cremoso. Postgusto medio. Elegantísimo en boca. Primera añada de este vino que representa como nadie la primavera en el Matarraña. Muy destacado. Puntuación 9/10

Rosas y viñedos

Alguien nos dijo en alguna ocasión que la mejor manera de conocer el modo de trabajar en una bodega es probar su vino rosado. Su elaboración es la más arriesgada y la que menos margen de error deja para realizar correcciones posteriores. Somos por tanto conscientes de las dificultades que entraña la elaboración de los vinos evaluados y en absoluto pretendemos hacer juicios de valor en el buen hacer de cada bodega. En este artículo nos hemos limitado a puntuar unos vinos -siguiendo exclusivamente criterios personales-  después de haber catado una sola botella de cada uno de ellos, circunstancia que puede haber resultado a lo mejor injusta para alguno.

En cualquier caso que nadie olvide que la primavera ya está aquí y no se nos ocurre mejor bienvenida que un ramo de flores y un rosado bien frío...


jueves, 2 de mayo de 2019

> Hotel Casa de San Martín: el sonido del silencio en La Solana




Marzo de 1988, Karkar Island, Nueva Guinea. Un joven occidental de aspecto decidido inspecciona una plantación de cacao mientras conversa con un grupo de trabajadores... Abril de 2019, Sobrarbe (Huesca), España. Un atento inglés de cabellos plateados sirve una copa de vino a los huéspedes de su hotel en San Martín de La Solana... Con treinta años de separación, una misma persona protagoniza esas dos escenas -real la segunda, ficticia la primera- pero como suele decirse en italiano "si non e vero, e ben trovatto", así que empecemos desde el principio.

Vino y chocolate

David Robinson nació en Inglaterra un día de primavera hace unos cuantos años. Tras cursar sus estudios universitarios se especializó en el comercio de materias primas -cacao y café principalmente, aunque bien podría haberse tratado de madera o minerales- viajando a lo largo y ancho del globo. Recorrió África, Asia, América y Oceanía buscando los mejores cultivos y la máxima calidad de dichos productos, pequeños placeres gastronómicos de los que nunca recordamos sus orígenes, tal vez porque los tenemos al alcance de la mano en cualquier supermercado de los países más avanzados y olvidamos con frecuencia que detrás de cada paquete de café o cada tableta de chocolate hay un esfuerzo humano del que no somos conscientes. Tales cultivos son la forma de ganarse la vida en muchos puntos del planeta -en ocasiones la única forma lícita- pero ese trabajo no tendría sentido si nadie ejerciera de nexo entre el productor y el consumidor. 

Mapa del valle de La Solana

Vista del valle del río Ara desde La Solana

Exactamente ese fue el papel que David desempeñó durante años, un trabajo sólo apto para personas inquietas, ciudadanos del mundo dispuestos a cambiar de continente cada poco tiempo, un trabajo exigente desde el punto de vista físico, pero aún más desde el emocional. A lo mejor por todo ello, con el paso de los años, decidió emprender la búsqueda de un lugar donde recalar definitivamente. Eligió España, pensó primero en tierras andaluzas, después en Baleares y finalmente en el Pirineo. Inicialmente alguien le sugirió adquirir un pueblo abandonado, bastante numerosos en las zonas próximas al cauce del Ara -el único río del Pirineo Aragonés que no ha sido represado ni modificado por la mano del hombre- donde en la década de los 60 se proyectó la construcción de un gran pantano. El anuncio de aquella obra que nunca llegó a realizarse fue suficiente para herir mortalmente a numerosas localidades -la historia ignominiosa de Jánovas es la más conocida pero no la única-  bien por su ubicación en zona inundable, bien por el aislamiento al que se hubieran visto condenadas. A diferencia de lo sucedido en Jánovas, a los habitantes de Muro, Burgasé, San Felices, Tricas, Campol, Geré -la lista resulta interminable- no se les obligó a abandonar sus casas, más bien se les invitó a permutar sus propiedades por otros bienes inmuebles en capitales de provincia. La inmensa mayoría aceptaron, más pensando en el futuro de sus hijos que en ellos mismos, y allí quedaron sus casas y tierras a merced de las aguas que nunca las cubrieron.


Casa de San Martín y su entorno

Terrazas del Hotel Casa de San Martín

No todos los habitantes del valle se marcharon. Tres hermanos solteros, con esa terquedad que a los aragoneses se nos echa en cara tan a menudo, decidieron permanecer con su ganado en su casa en San Martín de La Solana, una casa por cierto con mucha historia, pues perteneció al abad del Monasterio de San Victorián -situado a los pies de la Peña Montañesa- como uno más entre los múltiples territorios encargados de suministrar bienes al mismo y que tras la desamortización de Mendizábal pasó a manos privadas convertida en casa de labranza, con corrales, pajares y almacenes agrícolas. La gran diferencia de la Casa de San Martín en relación al resto de casas abandonadas es que siempre estuvo habitada por sus legítimos propietarios, de manera que el día que aquel amable viajero inglés se puso en contacto con ellos, los documentos de propiedad no supusieron ningún inconveniente. Se llegó a un acuerdo con rapidez y David Robinson se convirtió en propietario de la casa y de las 92 hectáreas de bosque y monte que la rodean. Había encontrado su soñado lugar de retiro.


Puerta principal del Hotel Casa de San Martín

Porche

De alguna manera, la Casa de San Martín siempre estuvo predestinada a convertirse en lugar de hospedaje, así que David decidió convertirla en un hotel exclusivo y diferente, un hotel que invitara a conectar con la naturaleza, a la meditación y al recogimiento, para lo cual la peculiar ubicación de la casa -en lo alto de una loma que separa dos barrancos- así como su acceso -cinco kilómetros por pista forestal sin asfaltar- jugaron a su favor. Los trabajos de rehabilitación de la casa llevaron bastante tiempo, aunque por fortuna la estructura de aquella construcción en piedra se encontraba intacta, prueba indiscutible de que antiguamente se construía para la eternidad. Hubo que levantar todo el encalado que ocultaba las paredes de sillería y sanear las impresionantes techumbres de madera visibles a día de hoy. Algunos medianiles se eliminaron y se abrieron nuevas ventanas para dotar al interior de más luminosidad, el pajar se reconvirtió en comedor, se levantó un delicioso porche con vistas al valle del Ara y la estancia que antaño fue la capilla del abad se transformó en un agradable salón, como bien lo demuestra la pila para el agua bendita que se conserva en uno de sus muros. Varias imágenes de arte sacro protegen y amparan a quien se aloja en Casa de San Martín, rememorando su pasado religioso, porque en palabras de David "siempre han vivido en esa casa". 

Salón: bajo la luz, la pila del agua bendita

Un rincón con historia

Ocupa un lugar destacado junto a la mesa de recepción la copia de un retrato del canónigo José Duaso y Latre, eclesiástico aragonés natural del Valle de La Solana quien a principios del siglo XIX ostentó importantes roles políticos y de gestión. En aquellos años posteriores a la Guerra de la Independencia y durante la restauración del absolutismo, dio cobijo y protección a numerosos liberales y artistas en el desempeño de sus cargos en Madrid, entre los que estaba el autor del cuadro, el universal Francisco de Goya y Lucientes, quien pintó el lienzo original -perteneciente al Museo de Bellas Artes de Sevilla- como agradecimiento hacia el sacerdote.

Flores y luces

Salón y biblioteca

El hotel cuenta con diez habitaciones, todas con nombres de flores. Las estándar se distribuyen en los dos primeros pisos, mientras que las suites se ubican en una construcción adyacente al porche. Siguiendo la distribución tradicional de las casas de labranza, el primer piso acoge el hogar, a día de hoy todavía en uso, un rincón donde refugiarse en los días de climatología adversa mientras se escucha el crepitar de la lumbre. El tercer piso está ocupado por un impecable salón de estar, quizás la estancia más bonita de la casa -el techo de vigas de madera es absolutamente maravilloso- pero tal vez la más olvidada, en especial durante las épocas del año en que el tiempo resulta más benigno e invita a pasear por el exterior, disfrutando de los cuidados jardines que rodean la construcción y del latir de la naturaleza. El sonido del viento moviendo los árboles, el canto de los pájaros y el croar de las ranas acompañan al huésped en sus ratos de reposo, aunque en ocasiones, sin previo aviso ni motivo aparente, esa banda sonora natural cesa durante unos segundos y es posible escuchar el silencio del valle de La Solana. No dura mucho tiempo, enseguida reanudan las ranas su ruidosa actividad y se levanta otra racha de viento que vuelve a agitar los árboles, pero sólo por disfrutar esos breves momentos merece la pena alojarse en el Hotel Casa de San Martín.


Decoración cálida y acogedora en las habitaciones

Textiles y bordados

La decoración interior no puede ser de mejor gusto. Una perfecta combinación de piedra, forja, barro y madera, aderezada con adornos florales, música suave y luces cálidas en los salones. Las habitaciones son amplias y siguen la línea decorativa ya comentada, con mobiliario antiguo restaurado, armarios generosos, camas francamente cómodas y cuarto de baño en estilo rústico. La ropa de cama y baño es de un algodón de excelente calidad. Todas las habitaciones son exteriores y algunas disponen de una terraza desde donde contemplar los bosques que descienden hacia el valle del Ara. La página web del Hotel Casa de San Martín tiene a gala informar a quien la visita que no se dispone de aparato alguno de televisión, ni en las habitaciones ni en los salones, y podemos asegurar que en absoluto se echa en falta. 


El Pajar: piedra, pizarra y chimenea con espantabrujas
Mesa personalizada
Comedor

Como hemos comentado con anterioridad, el antiguo pajar se convirtió tras la remodelación en un elegante comedor con chimenea donde se sirve la cena y el desayuno. Se accede por un pasillo desde el salón del hogar en el primer piso y traspasar por primera vez sus puertas tiene algo de místico. Nada se deja al azar porque cada detalle es importante y de ello se encarga personalmente David. La luz tenue y el suave hilo musical son una clara invitación a hablar en voz baja, casi a susurrar, lo cual no puede ser un mejor comienzo para una velada romántica. Cada mesa se identifica -una vez acomodados los comensales- con una piedra de pizarra tallada con el nombre de la habitación, un bonito método que aúna eficiencia y tradición. 




Y en cuanto a la gastronomía, los protagonistas principales son los productos naturales de primera calidad. Las cenas se sirven a menú cerrado y constan de aperitivo, entrante, plato principal y postre. Por méritos propios, las carnes de cordero y ternera procedentes de los valles de la zona acaparan todas las atenciones. El trabajo en cocina es excelente, la presentación de los platos inmejorable y los tiempos de espera adecuados. Como suele ser habitual, el desayuno es tipo buffet dulce y salado, con repostería casera, zumos naturales y café de muy buena calidad.


Sentif (Bodegas Estrada Palacio) luciendo el sello de Vignerons

Y acerca del vino -casi se nos había olvidado- podemos afirmar que la carta es amplia y variada, con referencias de diferentes orígenes geográficos, aunque destacan los vinos pertenecientes a Vignerons de Huesca de los que ya hemos hablado largo y tendido en otras ocasiones. En cualquier caso, recomendamos al comensal que se deje llevar por los consejos de David, siempre dispuesto a orientar sabiamente a sus huéspedes. Así lo hicimos nosotros y disfrutamos de principio a fin, es decir, desde el aperitivo hasta el postre, con una botella de Sentif elaborado por Bodegas Estrada Palacio (Bespén) en base a un ensamblaje de tres variedades tintas -Tempranillo, Merlot y Cabernet Sauvignon- con prolongada permanencia en barrica de roble francés. Un vino como este representa en sí mismo una dualidad. Por un lado es la mejor definición de los vinos tintos de la moderna DO. Somontano -fusión de cepajes autóctonos y foráneos, crianza prolongada, etc- pero por otra parte es también la seña de identidad de esos pequeños productores que fieles a sus orígenes han decido continuar trabajando las mismas tierras que cultivaron sus antepasados, aferrados a sus casas y sus campos como hicieron aquellos habitantes de La Solana que se negaron a rendirse.


Un antiguo fudre reconvertido en elemento decorativo

Abandonamos el Hotel Casa de San Martín no sin antes echar una última mirada a su fachada de piedra y a sus impolutos jardines, al mismo tiempo que nos preguntábamos el motivo por el que alguien que ha vivido en los cinco continentes decidió echar raíces en este desconocido y recóndito valle del Pirineo Aragonés. 

Y prestando atención no tardamos en encontrar la respuesta. 

Únicamente escuchamos el silencio de La Solana...