martes, 31 de octubre de 2023

> Bodegas Protos: pioneros del Duero

 


Al observar desde la distancia el Castillo de Peñafiel, un viajero despistado podría pensar que se trata de un barco varado en lo alto de un cerro. Sin duda es lo primero que viene a la mente al contemplar esta fortaleza medieval cristiana construida durante la Reconquista en el siglo X y remodelada en el siglo XV por la Orden de Calatrava hasta dotarla de su aspecto actual.

Jardines de acceso a Bodegas Protos

Transitar por las faldas de dicho monumento y no entrar a visitar Bodegas Protos podría calificarse como un comportamiento inapropiado, de manera que nos presentamos a la hora convenida dispuestos a conocer de primera mano los orígenes más genuinos de la Ribera del Duero. Para el visitante, resulta un tanto confuso el acceso y tampoco ayuda a orientarse la ausencia de un aparcamiento señalizado como en muchas otras bodegas. Además, el hecho de encontrar una bodega tradicional semienterrada en la montaña ubicada en frente de la moderna construcción diseñada por Richard Rogers -ambas separadas por una carretera- abunda todavía más en el desconcierto. Tan sólo cuando se consigue encontrar el letrero que indica el punto de acceso para la visita, se despejan las dudas. 

Vinos top de la bodega


Dedicatoria de Gonzalo Giner en su obra "El sanador de caballos"

Aire de Protos (DO. Cigales)

La visita comienza en la bodega tradicional, cuyos impecables jardines dan la bienvenida al enoturista. Según se accede, es inevitable alzar la vista para contemplar el castillo, que con su imponente presencia parece dominar toda la comarca. La sala de recepción es de una austera sobriedad castellana y desde ella se accede a una zona de espera donde al visitante puede entretenerse leyendo dedicatorias de escritores famosos que han pasado por la bodega, mientras se disfruta de una copa de Aire de Protos, delicioso rosado de la DO. Cigales, tan atractivo en nariz -melocotón, grosellas- como delicioso en boca, fresco, divertido y seductor. A decir verdad, es la primera vez que en una bodega se nos recibe con una copa de vino -sin duda un detalle de calidad- con el valor añadido de que dicha copa sea un obsequio para cada uno de los asistentes.

Galerías de crianza 


La Sacristía de Bodegas Protos


Luceras, desde el exterior

La visita continúa -copa en mano- con la esperada visualización de un audiovisual, aunque de una excelente calidad y sorprendente puesta en escena. La proyección de las imágenes en diferentes paredes de la sala, la iluminación de distintos objetos y el magnífico sonido guían al visitante por los orígenes de la Ribera del Duero, región vitivinícola en la que Bodegas Protos desempeñó un papel imprescindible desde sus inicios. Su célebre eslogan corporativo -Ser Primero- no puede contener más significado en menos palabras. A la finalización del audiovisual y tras franquear una puerta de madera, se produce un viaje en el tiempo. Casi sin darnos cuenta -absortos en apurar nuestra copa de rosado- nos encontraremos rodeados de barricas, en el interior de un laberinto de túneles de más de dos kilómetros de longitud, la mayoría de ellos excavados a pico y pala bajo la montaña sobre la que se asienta el Castillo de Peñafiel. Atención especial merece La Sacristía, pequeña capilla cerrada con una reja donde reposan botellas de prácticamente todas las añadas desde que se empezaron a elaborar los vinos de la bodega, hace casi un siglo, allá por el lejano 1927. Cada cierta distancia, unos pozos verticales denominados luceras -aunque bien escasa es la luz que permiten pasar- sirven como respiraderos para la indispensable aireación de estos subterráneos donde los vinos de Bodegas Protos realizan su crianza en roble. Varias decenas de metros hacia arriba, las luceras terminan en unas peculiares construcciones visibles por todas partes en la ladera de la montaña.  


Nueva sala de crianza


Bodega moderna, obra de Richard Rogers

Dejando atrás las galerías, el paso de una nueva puerta devuelve al visitante a la actualidad. Reaparecen el acero inoxidable, la mecanización, los aparatos de bombeo y los sistemas de control. La nueva sala de barricas sorprende por sus dimensiones, pero también por su pulcritud. No es de extrañar que casi todas las semanas sea utilizada como escenario para grabar una entrevista o rodar un anuncio. En una esquina, unas mesas de cata para eventos profesionales, cientos de barricas bordelesas, varias tinas de roble francés y algunos huevos de hormigón como representantes de los procedimientos de crianza más modernos. En otro salto en el tiempo, un largo y moderno túnel iluminado comunica la bodega tradicional con la moderna, transitando por debajo de la carretera donde se encuentran aparcados los vehículos. La colosal construcción de casi 20.000 metros cuadrados de superficie, obra del arquitecto británico Richard Rogers, es una estructura aparentemente liviana que en realidad se encuentra soterrada en su mayor medida. Tan sólo la parte visible permite identificar los materiales utilizados -hormigón, vidrio, madera y acero- para conseguir la elevación de las cinco bóvedas que recuerdan a las tejas de terracota tan habituales en los tejados de las casas castellanas. Una construcción imponente que convierte en diminuto a quien entra en ella por primera vez. A un lado se sitúa la gigantesca sala de elaboración, al otro las dependencias de administración y entre ambas un descomunal hall desde el que es posible visualizar el Castillo de Peñafiel desde el interior de la bodega, quizás la imagen más icónica de toda la jornada.

Vinos protagonistas de la cata

La visita concluye con la anhelada cata de dos vinos de la bodega en una enorme sala acristalada que bien podría emplearse para celebrar banquetes. En realidad, más que una cata podría decirse que se trata de una degustación de quesos y embutidos acompañados por algo de vino, a pesar de los repetidos intentos del personal de la bodega para transmitir con rigor las sensaciones que proporcionan sus vinos una vez servidos. A esas alturas de la visita y amenazando el mediodía a algún estómago hambriento entre los presentes, somos minoría los que insistimos en descubrir aromas y evocaciones en el interior de nuestras copas. No obstante, insistimos hasta encontrar las notas de heno recién cortado, el hinojo y las frutas de pepita en el fresco y fácil Protos Verdejo de la vecina DO. Rueda donde la bodega también tiene unas modernas instalaciones desde el año 2006. El cierre de la cata lo protagoniza el Protos Crianza, un tinto serio, monovarietal de tinta del país, frutas rojas y negras bien acompañadas por notas de crianza tras permanecer 12 meses en roble -cacao, tostados, especias- redondo, elegante, impecable en su ejecución y todavía con capacidad de guarda.


Ponemos así punto y final a la visita de la bodega -posiblemente-  más conocida de la DO. Ribera del Duero, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. A decir verdad, una visita más turística de lo esperado -nos hubiera gustado ver algo de viña o de los procesos de elaboración- pero tal y como está diseñado el recorrido durante la hora y media de visita, comprendemos que así resulta más atractiva para todos los públicos. Al fin y al cabo, este tipo de visitas no dejan de ser actos promocionales a pequeña escala, para nosotros menos apasionantes que recorrer viñedos con el viticultor, pero que sin embargo despiertan el interés del consumidor medio, todo ello sin olvidar la dificultad que conlleva gestionar miles de kilogramos de uva y transformarlos en vinos de elevada calidad y prestigio. Y en eso, Bodegas Protos tiene casi cien años de experiencia.

Protos, ser primero tiene su premio...




lunes, 23 de octubre de 2023

> El confesionario: Miguel Gregorio

 


Si lo deseas, empieza por presentarte. ¿Cuál es tu nombre? ¿De dónde eres? ¿A qué te dedicas? 
Me llamo José Miguel Gregorio Blasco, soy de Zaragoza y me dedico al sector de la mecánica y electricidad de camiones.

¿Qué querías ser de mayor?
Mi ilusión siempre había sido ser mecánico de aviones, pero en su día no pude cursar esos estudios en Zaragoza, así que me dediqué a estudiar mecánica de vehículos industriales. 

¿Cuál es tu primer recuerdo relacionado con el vino? 
Desde pequeño siempre me divertía con mi padre tomando un poco de vino del porrón y también me gustaba comer tostadas de vino y azúcar para merendar. Son recuerdos de la infancia que nunca se olvidan.

¿Y el primer contacto “profesional”? 
Mi primer contacto profesional, aunque sin dejar de ser un aficionado, fue con Michael Cooper en una vinoteca en Zaragoza. Las catas de los jueves en aquella tienda fueron el punto de partida en el mundo del vino para mucha gente, entre los que me incluyo.

¿Hay en tu familia antecedentes relacionados con el vino? 
 No, nadie. Alguno tenía que ser el primero...

¿Has recibido formación enológica o eres autodidacta? 
Soy completamente autodidacta. En varias ocasiones me han ofrecido realizar cursos, pero no he podido hacerlos, casi siempre por motivos de agenda. De todas formas, igual me animo algún día, sería una buena manera de medir los conocimientos adquiridos de manera individual.

¿A quién invitarías a un vino? (personaje histórico, público o de tu entorno) 
Me gustaría invitar a mi hija para que así se introdujera en el mundo del vino, aunque por el momento, sus intereses van por otro camino.

¿Con quién crees que tienes un vino pendiente?
Las prisas del día a día hacen que tengamos un vino pendiente con mucha gente, pero prefiero tomarlo con cualquiera de mis compañeros Winefrikis.

¿Cuál crees que es la cualidad esencial que se debe tener para catar un vino?
Bajo mi punto de vista es esencial tener buenas capacidades gustativas y olfativas, pero pienso que el sentido del olfato es absolutamente primordial.

Catar, evaluar o beber vino ¿es lo mismo?
No, por supuesto que no. Catar es más complicado de lo que parece, ya que mucha gente puede beber vino, pero pocos saben apreciarlo. Hay que saber distinguir matices, aromas, recuerdos y todo eso integrarlo con la variedad de uva, la elaboración, la crianza...

¿Recuerdas el mejor vino que hayas probado? 
Hay múltiples vinos que me han apasionado, pero si tuviera que destacar uno sería Baigorri B70. 

¿Y el peor?
El peor vino que he probado es... muchos. Mi aprendizaje ha sido a fuerza de probar, a veces con acierto, otras no tanto.

¿Cuál es tu sueño (futuro) relacionado con el vino? 
Mi sueño sería montar una enoteca en Zaragoza donde se pudieran realizar catas y donde tuviéramos un sitio de reunión para los Winefrikis. 

¿Qué significa para ti pertenecer a Winefrikis? 
Para mí es un orgullo pertenecer a este grupo que comparte una de mis mayores pasiones y la disfruta tanto como yo. Lástima que por causas diversas no pueda asistir a más catas y visitas.




lunes, 16 de octubre de 2023

> El confesionario: Ángel Real

 


Si lo deseas, empieza por presentarte. ¿Cuál es tu nombre? ¿De dónde eres? ¿A qué te dedicas? 
Soy Ángel Real y nací en el año 1981 en Santander. Aunque estudié Derecho en la Universidad de Cantabria, llevo ya unos cuantos años dedicado al sector bancario, aquí en Zaragoza, a donde vine precisamente por motivos laborales en el lejano 2012.

¿Qué querías ser de mayor?
De muy joven futbolista, pero las limitaciones y poca habilidad -nunca se me dio bien lo del fútbol- me hicieron pronto desistir, a pesar de mi gran afición al balón. Posteriormente siempre me llamó la atención ser escritor o estudiar historia, pero por aquello de estudiar algo con salidas, dicho recurrente en la época, no me decidí por ello y acabé estudiando otra cosa.

¿Cuál es tu primer recuerdo relacionado con el vino? 
Las barbacoas familiares de verano con mi familia, en Oruña de Piélagos, el pueblo de mis abuelos, en Cantabria. Ya de pequeño me dejaban probar un poco de sangría, al año siguiente un poco de vino y así fui iniciándome en este maravilloso mundo. Como bien decía mi abuelo: "el vino mejor que lo prueben los chiquillos en casa poco a poco, que no un día por ahí, todo de golpe..."

¿Y el primer contacto “profesional”? 
Al llegar a Zaragoza empecé a interesarme por el vino de la zona, y poco a poco empecé a asistir a catas. A diferencia de Cantabria, donde casi no se produce vino, Aragón sí es una comunidad que produce mucho y muy buen vino. Posteriormente conocí a Luis Días, un encantador portugués profesional del sector, y a partir de ahí empezamos con el grupo de Winefrikis a acudir a eventos y actos más profesionales.

¿Hay en tu familia antecedentes relacionados con el vino? 
Cómo aficionados, sí. Mi abuelo, mi tío y mi padre siempre abrían vino los fines de semana. Se tomaban los vendidos en aquellos años 80 y 90, marcas y vinos que todos conocemos y hemos bebido. Luego en fiestas, navidades y fechas señaladas, se optaba por algún vino más escogido. Pero sí, siempre se bebía vino, y aún sin conocimientos o estudios vinícolas, había criterio para escoger una determinada botella, añada o zona.

¿Has recibido formación enológica o eres autodidacta? 
He hecho algún curso online y asistido a algún taller formativo, pero en la mayor parte de mi aprendizaje ha sido autodidacta. Tengo costumbre de ver catas online, escuchar podcast, leer libros y revistas de esta temática. En mente tengo hacer más formación, si saco algo de tiempo, en breve, me pondré con ello.

¿A quién invitarías a un vino? (personaje histórico, público o de tu entorno) 
Me gustaría tomarme un buen vino de Falerno con Julio César, Mario y Sila. Soy un gran aficionado a la historia de Roma y hablar pausadamente con ellos sería una experiencia más que satisfactoria. Me gustaría que me contasen un poco de aquella época suya, de transición de la famosa República Romana, al no menos famoso Imperio Romano.

¿Con quién crees que tienes un vino pendiente?
Seguramente con mi tío, falleció siendo yo joven y tenía gran afición por el vino. Me gustaría intercambiar opiniones sobre un determinado vino que compartiésemos o un champagne o cava, ya que era un gran aficionado a los espumosos.

¿Cuál crees que es la cualidad esencial que se debe tener para catar un vino?
Memoria, paladar y olfato. Memoria por un lado olfativa y por otro, memoria para recordar los vinos o uvas catados con anterioridad y poder cruzar las sensaciones, con el actual que estés catando.

Catar, evaluar o beber vino ¿es lo mismo?
Rotundamente no. En mi opinión beber es el acto de ingerir sin más, disfrutando más o menos en función de lo que se está probando. Catar es opinar y sacar conclusiones del vino que se está degustando. Por último, evaluar sería valorar y puntuar el vino en cuestión, con alguno de los procedimientos establecidos.

¿Recuerdas el mejor vino que hayas probado? 
Seguramente alguno del Barrio de la Estación de Haro, es una de mis zonas favoritas. Alguna añada de los 80, tengo grandes recuerdos de ellos.

¿Y el peor?
Esos los suelo utilizar para cocinar. Sí que recuerdo alguno, pero por respeto hacia el elaborador -soy de la idea que nadie quiere hacer un mal vino- lo mantendremos como nuestro pequeño  secreto.

 

¿Cuál es tu sueño (futuro) relacionado con el vino? 
Conocer más acerca de los Barolos y hacer un viaje a Napa Valley. Habrá que ahorrar o esperar a ver alguna notificación de primitiva premiada en el teléfono móvil.

¿Qué significa para ti pertenecer a Winefrikis? 
Un verdadero honor y privilegio. Es una verdadera gozada el grupo que tenemos, buena gente y muchos conocimientos.




jueves, 5 de octubre de 2023

> El confesionario: Julio Viela


Si lo deseas, empieza por presentarte. ¿Cuál es tu nombre? ¿De dónde eres? ¿A qué te dedicas? 
Me llamo Julio, Julio Viela Hernández y vine al mundo el 7 de Enero de 1963 en Zaragoza. Me dedico al asesoramiento jurídico, fiscal y mercantil de pymes y particulares. Nada apasionante, pero me permite vivir bien. A decir verdad, hubiese preferido ser John Wayne en “Centauros del desierto”, pero qué se le va a hacer.

¿Qué querías ser de mayor? 
De joven quería ser mayor para poder descubrir todo lo antes posible. Ahora en cambio me sucede al revés: quisiera ser más joven porque ya soy bastante mayor. Paradojas de la vida. Hubo una época en la que me interesé por algo parecido a “Agente de la Naturaleza”, pero se me pasó enseguida en cuanto mi madre me trajo la cena y me di cuenta que la calefacción de casa estaba encendida en una noche fría de invierno.

¿Cuál es tu primer recuerdo relacionado con el vino? 
El primer recuerdo relacionado con el vino -al margen de la típica intoxicación etílica de adolescente- es ver la torre que corona las Bodegas López de Heredia en Haro. Esa madera roja que la envuelve siempre la he considerado un toque de clase y distinción, sinónimo de que allí había cosas serias que jamás pensé que pudieran atraerme tanto años después. Y todas las construcciones de bodegas con piedra de sillería con ese color arenisco de las localidades de La Rioja.

¿Y el primer contacto “profesional”? 
No he tenido contactos profesionales con el vino salvo el de la mera curiosidad y la imagen que daban los distintos Riojas que había a mi alcance por razones familiares. López de Heredia, Muga, Carlos Serres y otras pequeñas bodegas.

¿Hay en tu familia antecedentes relacionados con el vino? 
La familia de mi padre se dedicaba a realizar en su imprenta familiar todas las contra etiquetas de las distintas bodegas riojanas, hasta que la D.O. Rioja estableció las contra etiquetas con marcas de agua entregadas por dicho consejo. No hacíamos vino, pero vivíamos gracias al vino y por supuesto también nos lo bebíamos. Además, mi tío Luis Viela -un bon vivant de la comida y del vino, que fue alcalde de Haro- me permitió acceder a cosas que eran un privilegio para un tipo como yo venido de la ciudad. A través de él y sus amigos, tuve una época “gloriosa” con su generación, probé vinos y viví momentos que ahora me serían totalmente inalcanzables. Eso que me llevo y a lo que estaré eternamente agradecido.

¿Has recibido formación enológica o eres autodidacta? 
La escasa formación enológica que poseo, si es que poseo algo, me la proporcionó un tal Francisco Orós en casa de un común amigo. A partir de ahí probar, memorizar sabores, olores y catar siempre que sea posible. No tengo una buena nariz, pero sí una buena boca Entre ambas me defiendo y voy diferenciando lo que me gusta y lo que no. Aunque hay que aprender a conocer y valorar todos los vinos y no quedarte sólo con lo que te gusta. Hay que abandonar la zona de confort enológico y estar dispuesto a probarlo todo. En consecuencia de todo ello, puede decirse que soy autodidacta.


¿A quién invitarías a un vino? (personaje histórico, público o de tu entorno) 
A Cicerón, Sócrates, Aristóteles, Séneca y a tantos más a los que escucharía “con un vino en la mano”. También a esos pequeños bodegueros a los cuales escucho embelesado cuando hablan de sus vinos y sus ideas acerca de cómo se deben hacer los vinos. Estaría horas escuchándolos.

¿Con quién crees que tienes un vino pendiente? 
Vino pendiente sería con todos aquellos que forman y han formado mi imaginario afectivo y que ya no están. Y también un Viognier con Scarlett Johansson contemplando juntos el skyline de Tokio desde la planta 90 del Sheraton.

¿Cuál crees que es la cualidad esencial que se debe tener para catar un vino? 
Estar abierto de mente para apreciar olores, sabores, saber identificar lo que puedas, ejercer tu memoria olfativa y visual y emitir un pequeño juicio de lo que has catado. Sobre todo, actitud abierta. Y sobre todo practicar, catar y rodearte de personas que saben más que tú para aprender de ellas.

Catar, evaluar o beber vino ¿es lo mismo? 
Catar es analizar según tus aptitudes. Evaluar conlleva más complejidad porque debes tener “visión global” de lo que has catado para poder evaluarlo. Como se puede ver, no es lo mismo.


¿Recuerdas el mejor vino que hayas probado? 
Sí, un Tondonia del 82. También un 904 y un 890 de Rioja Alta igualmente del 82. Tiempos inolvidables. Y un último Enate Uno Blanco probado recientemente. Cosas bien hechas…

¿Y el peor? 
El peor un Cabernet Franc o similar que fue arrojado inmediatamente por el desagüe. Habrá tantos…

¿Cuál es tu sueño (futuro) relacionado con el vino? 
No es un sueño. La realidad es seguir conociendo vinos con los WINEFRIKIS, los cuales están absolutamente “chalados por el vino” y te proporcionan experiencias magníficas y amistad personal.

¿Qué significa para ti pertenecer a Winefrikis? 
Una oportunidad de juntarme con apasionados del vino -todos ellos con un gran criterio y conocimientos- y que se convierten en amistades personales.