jueves, 26 de octubre de 2017

> Enoturismo en León (II): visita a Bodega Pardevalles (DO. Tierra de León)




En plena vendimia... No pudimos elegir mejor momento para visitar nuestra primera bodega en tierras leonesas.  

Valdevimbre es una localidad situada al sur de la capital con una contrastada tradición vitivinícola. De siempre el vino elaborado en la zona fue el rosado de Prieto Picudo y todavía a día de hoy sigue siendo el más consumido por copas. Aquellos rosados intensos, en ocasiones casi tintos si se le iba un poco la mano al responsable de la prensa, han quedado más bien atrás y la mayoría de las bodegas familiares se han trasladado desde las cuevas subterráneas en las que se elaboraba aquel vino a modernas instalaciones rodeadas de viñedos. Aderezada con la ilusión de estos pequeños productores, se creó en los años 80 una asociación de viticultores, elaboradores y comercializadores que dos décadas más tarde se concretó en la joven denominación de origen Tierra de León, defensora a ultranza de dos variedades autóctonas, Albarín y Prieto Picudo, aunque abierta a la utilización de otras castas blancas (Verdejo, Malvasía, Godello, Palomino) y tintas (Mencía, Tempranillo, Garnacha) quizás más conocidas y comerciales, pero con menos arraigo en la zona.



Viñedo joven de Albarín

Bodega Pardevalles fue una de aquellas bodegas familiares, responsables del impulso inicial de la DO. Tierra de León. Con la firme creencia de que ninguna otro cepaje se ha adaptado mejor al clima y al suelo, su vínculo con el cultivo de Albarín Blanco y Prieto Picudo no puede ser más decidido. Las 38 hectáreas de viñedo propio con las que se elaboran sus vinos se reparten exclusivamente entre estas dos variedades autóctonas leonesas de ciclo corto. Cabría pensar por tanto que su catálogo de vinos no debería ser muy amplio. Nada más lejos de la realidad... Con tan sólo dos castas pero jugando con la diferente expresión en cada parcela, alguna variación durante la elaboración y sobre todo con la particular crianza subterránea en barrica de roble francés, el portafolio de Pardevalles no puede calificarse de pequeño.


Algunos vinos de Bodega Pardevalles

Pardevalles Albarín, Carroleón Blanco y Clarett

La Albarín Blanco es una uva delicada, aromática y fresca. Con ella se elaboran vinos con recuerdos a frutas de pepita, heno y flores blancas. La climatología determina que sean vinos con fresca acidez y moderado contenido alcohólico, excelentes cimientos para realizar con ellos crianza en barrica, lográndose de esa manera una mayor estructura, untuosidad y persistencia en boca. Por buscar alguna similitud con alguna variedad internacional, quizás podría recordar aromáticamente a Sauvignon Blanc, salvando lógicamente las distancias. Se dispone de muy pocas hectáreas de Albarín Blanco, de hecho la bodega elabora en el mejor de los casos 25000 botellas al año, y las heladas tardías de este pasada primavera no han ayudado precisamente a mejorar la situación, ya que algún viñedo joven a punto de entrar en producción deberá ser arrancado para volver a empezar de nuevo a trabajar desde el inicio. Así de ingrata es la viticultura. Pardevalles elabora con la Albarín tres vinos: un blanco joven llamado Pardevalles Albarín, un blanco fermentado y criado en barrica nueva denominado Carroleón Blanco y un semidulce destinado al público joven con el original nombre de Albar & Coque.


Racimo de Prieto Picudo

Bayas de Prieto Picudo con su característica forma puntiaguda

Por otra parte, la Prieto Picudo es una variedad tinta que tradicionalmente se ha plantado en vaso. Su peculiar porte rastrero, apenas sin elevarse del suelo más de un par de palmos, ha dificultado las labores en el campo e impedido su mecanización. Así fue durante años, hasta que la familia Alonso, responsable de Bodega Pardevalles, comenzó a plantarla en espaldera. Sin duda hay un antes y un después a aquella decisión técnica que supuso una revolución y una ruptura con el pasado, pero que sin embargo permitió optimizar la aireación y la maduración homogénea de los racimos, las técnicas de poda, el aclareo y en especial la vendimia. El cultivo de esta uva tiene su dificultad, en concreto su forma de poda. Las dos primeras yemas no dan fruto ni en cantidad ni en calidad suficientes como para poder elaborar vino, así que conseguir formar una viña productiva lleva su tiempo. Los racimos son apretados y las bayas pequeñas, con el ápice puntiagudo haciendo honor a su nombre, de pulpa escasa y hollejo grueso que alberga una gran cantidad de antocianos y taninos. Lógicamente, con esas características, los mostos que se obtienen son una explosión de color y de aromas frutales. Con ellos se elaboran los afamados rosados de la zona, tintos jóvenes y tintos con crianza, porque si algo tiene a gala la Prieto Picudo es su excelente longevidad en botella. 


Espléndido día de vendimia

Pardevalles trabaja en exclusiva con mosto-flor obtenido sólo por sangrado. En realidad es la primera bodega que nos confiesa abiertamente su renuncia al empleo de la prensa, logrando así obtener un mosto más frutal, sin verdores y amargores. Algo impensable en otros lugares y con otras variedades de uva, pero sin embargo posible con la Prieto Picudo de Valdevimbre, rebosante de aromas y pigmentos. Desde el punto de vista económico, sin duda contribuye el hecho de que la familia Alonso disponga también de destilería propia, ya que esos hollejos sin prensar bien cargados de componentes aromáticos y sápidos se transformarán más adelante tras su destilado en aguardientes de alta calidad.


Delicioso mosto de Prieto Picudo a mitad de fermentar

Durante la elaboración de los vinos rosados, tradicionalmente se ha venido empleando la técnica del "madreo", consistente en añadir  al mosto a medio fermentar, una cantidad variable de uva entera. De esa forma, añadiendo "la madre", se consigue ralentizar la fermentación alcohólica y se obtienen vinos casi con aguja, más frutales e incluso con algún resto de carbónico que todavía los hace más fáciles y agradables de beber. Siguiendo esta técnica original y exclusiva de la zona, se elabora el Pardevalles Rosado, caramelo de fresa, frambuesa y chucherías en nariz, con un recuerdo cítrico fresco y agradable en boca. Rendidos a la actual moda de los rosados afrancesados, elaboran también por petición expresa de un importador centroeuropeo, un rosado pálido que es en realidad un coupage de Albarín y Prieto Picudo (40-60), más parecido a lo que en Rioja se conoce como "clarete", con aromas a flores y fresas ácidas muy alejados de los auténticos rosados de Valdevimbre.


Cata comparada a dos manos
Carroleón, Gamonal y Pardevalles Tinto

Otra concesión a los mercados es el Pardevalles Tinto Joven, más floral y frutal de lo que cabría esperar. Concebido para tomar por copas, la bodega ha optado por una elaboración más moderna, resultando un vino menos estructurado y menos potente en boca, muy atractivo en nariz con flores azules, violetas, frutas rojas y ese recuerdo a regaliz omnipresente en todos sus tintos y que ilustra representativamente su etiqueta. Sin embargo, donde la bodega alcanza cotas de prestigio es en los tintos con crianza. Tras varias añadas modificando decisiones técnicas en beneficio de las guías especializadas y los prescriptores famosos, elaborando vinos al gusto de los otorgadores de puntos y demás adeptos a dicha causa, Bodega Pardevalles ha decidido regresar a sus orígenes. Y como muestra de ello nada mejor que visitar su exclusiva sala de barricas. En realidad se trata de la antigua bodega subterránea, una cueva de 300 años de edad ubicada en el casco urbano de Valdevimbre donde antaño la familia Alonso elaboraba sus vinos. En su interior aún es posible ver el lagar de recepción, la vieja prensa de madera y alguna de las grandes cubas cargadas de historia. En esa atmósfera de reposo y tranquilidad, con una temperatura constante de 13ºC y una humedad del 80% realizan su lenta crianza en barrica los tintos de Pardevalles. Dichas condiciones ambientales ralentizan la microoxigenación y consiguen una evolución más acompasada, más suave y elegante. 


Antigua prensa

Sala de barricas subterránea

El Carroleón Tinto, vino top de la bodega, estrena siempre barrica nueva de roble francés de tostado medio-bajo y en ella permanece durante 24 meses. Su hermano pequeño, el Gamonal, utiliza barricas de segundo y tercer uso durante una media de 12 meses. Ambos son vinos poderosos e intensos, monovarietales de Prieto Picudo, elaborados con uvas procedentes de los viñedos de los que toman su nombre, ambas parcelas de baja producción, entre 2000 y 3500 kg por hectárea respectivamente. Los mínimos cambios en la orientación y las pequeñas variaciones entre suelos, determinan grandes diferencias entre una viña y otra. Capa media-alta con ribete granate, sin atisbos florales en nariz, frutas negras pasificadas, especias, tostados, tabaco y mil cosas más. Estructurados y sabrosos, algo más astringente y complejo el Carroleón. Redondo, equilibrado y casi perfecto el Gamonal, quizás el vino más completo de la bodega, sin duda nuestro favorito.


Contraetiquetas


Tal y como detallamos en una entrada anterior, en general los vinos de la DO. Tierra de León se destinan mayoritariamente al mercado extranjero. Es prácticamente anecdótico encontrarlos en otras provincias españolas. Y es que ni siquiera cuentan con una gran implantación en la hostelería leonesa, dominada por las omnipresentes y premiadas mencías de la DO. Bierzo. Los Prieto Picudo y los Albarín tan sólo aparecen en las cartas de los restaurantes de cierto nivel o todo lo contrario, disponibles por copas en pequeñas tabernas del Barrio Húmedo del casco antiguo de León. 



viernes, 20 de octubre de 2017

> Enoturismo en León (I): hostelería, restauración y gastronomía




Tal y como detallaremos en una entrada posterior, el destino de los vinos de la DO. Tierra de León es primordialmente al mercado extranjero. Es prácticamente testimonial su presencia en otras provincias españolas y ni siquiera cuentan con una gran implantación en la hostelería leonesa, dominada por las omnipresentes y premiadas mencías y godellos de la DO. Bierzo. Los Prieto Picudo y los Albarín tan sólo aparecen en las cartas de los restaurantes de cierto nivel o todo lo contrario, disponibles por copas en pequeñas tabernas del Barrio Húmedo del casco antiguo de León.

En la puerta de "La Pitanza"
Tal vez a la que cogimos más cariño fue a La Pitanza, un local no muy grande con el atractivo de los negocios antiguos que todavía protegen sus cristales con tablas de madera en lugar de las habituales persianas metálicas. Ubicada justo a mitad de camino entre la Catedral y la Plaza Mayor, en una calle no demasiado bien iluminada, conserva el encanto de las tabernas de toda la vida y su letrero revela toda una demostración de intenciones: "degustaciones tradicionales". Allí es posible disfrutar de numerosos vinos por copas y cada copa, como mandan los cánones, se acompaña de una tapa de embutido. Chorizo picante, queso, cecina... sin florituras ni artificios. Dispone de un comedor en el sótano y tiene a la venta embutidos, vinos y dulces típicos. Este es el Barrio Húmedo en sentido estricto, nada que ver con la mayor parte de la hostelería que prolifera en la calle Ancha e invade las adyacentes, más orientada al turista extranjero que al autóctono. 

Una copa de Impresiones en "La Trastienda del 13"

Pequeños placeres gastronómicos en "La Trastienda del 13" y en "Ezequiel"

A mitad de camino entre una cosa y otra, dedicaremos unas líneas a hablar de otros dos locales. La Trastienda del 13 ofrece un servicio más completo: dispone de terraza donde los peregrinos foráneos pueden tostarse al sol, pero lo verdaderamente interesante está en el interior. Su decoración vintage con estanterías de libros y objetos de anticuario lo hacen a la vez seductor y decadente. La mitad del local está destinado a vinoteca (mostrador elevado, mesas de madera y sillas altas) ideal para tomar vinos y tapas, algo más elaboradas en esta ocasión. La otra mitad es un coqueto restaurante, cálido y acogedor, perfecto para cenar a base de raciones generosas y de presentación más que cuidada, pescados, carnes, incluso algo de marisco. Elegimos para empezar un blanco verdejo semidulce llamado Impresiones y continuamos con Petit Pittacum, mencía de media crianza. En la acera opuesta aunque en la misma calle Ancha, más cerca de la plaza de San Marcelo se ubica el Restaurante Ezequiel, similar concepto al anterior pero de tamaño mucho mayor. Bullicioso bar-vinoteca y restaurante a la carta capaz de satisfacer a cualquiera. Excelente servicio en ambos casos, a pesar de lo tumultuoso de las noches de fin de semana.

               

Continuaremos con el que probablemente sea el negocio hostelero mejor situado de toda la ciudad de León. Tanto desde su terraza como desde su interior las vistas de la fachada principal de la Catedral de León son inigualables. Se trata de la Pizzeria El Topo, en alusión a la leyenda de la existencia de dicho animal en el subsuelo de la Catedral. Sorprende con su moderna decoración y con su cocina italiana, nada más alejado de lo que esperábamos encontrar en el mismo casco histórico de León. Un turista norteamericano algo desubicado bien podría pensar que se encuentra en Milán, por ejemplo. Un buen lugar como punto de encuentro, amplio y funcional. Al igual que en la mayoría de locales, magnífico servicio del vino, en cantidad generosa y temperatura idónea, tanto en tintos como en blancos. Obviamente, de tapa... ración de pizza. 


Patio de entrada al Restaurante Entrepiedras
Cocido maragato y Viña Século Crianza (DO. Bierzo)

El resto de la provincia de León goza de una gastronomía envidiable. En líneas generales se trata de platos contundentes y sabrosos, nacidos en aquellos tiempos en los que la gente del campo o los mineros hacían en el mejor de los casos una sola comida al día. Hubiera sido poco menos que un pecado regresar de tierras leonesas sin haber probado dos de sus estrellas culinarias: el cocido maragato y el botillo. Así que sin dudarlo, entramos de lleno en materia trasladándonos a la localidad de Castrillo de los Polvazares, muy cerca de Astorga, en plena comarca de La Maragatería. Podría decirse que Castrillo de los Polvazares vive del cocido maragato, ya que nos dio la sensación de que hubiera más restaurantes que casas habitadas. En cualquier caso, lo peculiar del cocido maragato es el orden en que se sirve. Se comienza con las carnes, se continúa con las verduras y se termina con la sopa. Si al comensal aún le quedan arrestos, puede concluir la comida con natillas caseras con galleta y café de puchero. Si a eso le añadimos la pertinente botella de mencía, Viña Século Crianza en concreto, resulta fácil comprender que nadie salga con hambre de Castrillo de los Polvazares. Nosotros elegimos el Restaurante Entrepiedras, pero las referencias son igualmente buenas para cualquiera de los demás. Siempre es aconsejable dar un paseo por sus calles empedradas, deleitándonos con su arquitectura tradicional maragata, haciendo un poco de tiempo y ya de paso también la digestión, antes de volver a coger el coche y emprender el viaje de regreso.

Botillo

Nuestra última etapa en la provincia de león nos llevó hasta la comarca del Bierzo. El principal atractivo turístico de su capital, Ponferrada, es un espectacular y magníficamente bien conservado Castillo Templario. La visita del mismo puede llevar tranquilamente un par de horas, especialmente si se dedica tiempo a la estupenda colección de códices y facsímiles medievales que atesora. No es de sorprender por tanto, que tras la agotadora mañana, nos viéramos inevitablemente forzados a reponer energías en uno de los numerosos restaurantes cercanos a la fortaleza. En realidad la Tapería Las Cuadras no está cerca del castillo, sino prácticamente en él. A decir verdad, parte de las mesas de su terraza se asientan sobre la hierba justo al lado de los muros exteriores. La carta es amplia y variada, pero no necesitamos ni siquiera abrirla. Estando en territorio berciano hubiera sido una afrenta rechazar el botillo ofrecido por el amable camarero que nos atendió, acompañado como Dios manda por otra mencía, en esta ocasión Dominio de Tares Cepas Viejas.

Botillo y Dominio de Tares Cepas Viejas (DO. Bierzo)

Evidentemente los reseñados no son los únicos negocios de restauración que visitamos durante aquellos días, ni siquiera tenemos la seguridad de que se trate de los mejores, pero fueron los de nuestra elección. ¿Por qué motivo? Pues por muchas cosas y por ninguna en concreto. Sensaciones y sentimientos.

De vez en cuando conviene ser menos analíticos y dejarnos llevar por el corazón.

Y por el paladar...


viernes, 13 de octubre de 2017

> Visita a Bodegas Portia (DO. Ribera del Duero)




El hombre propone y Dios dispone...

¿En cuántas ocasiones no hemos tenido que posponer un viaje y cambiar de planes sobre la marcha? Así sucedió en esta nuestra primera incursión enoturística en la Ribera del Duero, organizada para convertirse en punto de reunión con unos amigos geográficamente algo alejados y que lamentablemente no pudieron acudir. Una vez fijado el centro de operaciones en las proximidades de Aranda de Duero, nuestro principal objetivo fue visitar Bodegas Portia en la cercana localidad de Gumiel de Izán, animados e inspirados por uno de nuestros "vinos-comodín", Portia Roble, antes conocido como Ebeia Roble, acerca del cual hemos hablado en alguna que otra ocasión


Maqueta de Bodegas Portia

Viñedo rodeando la moderna construcción
Tolva de recepción en la parte superior de la bodega

Pertenecientes al riojano Grupo Faustino,  con cuatro generaciones de viticultores y bodegueros a sus espaldas, la aventura de Bodegas Portia se gestó al principio de la década de los 2000 como la extensión a Ribera del Duero de un modelo de producción sobradamente exitoso en La Rioja. El inicio de las obras se data en 2006 y se eligió al estudio del célebre arquitecto Norman Foster como autor del proyecto, un diseño obsesionado con la integración en el paisaje. Desde el primer momento se persiguió el mínimo impacto visual y casi podríamos decir que el mimetismo con la suave ondulación de las lomas y colinas circundantes. Para ello se construyó una gran hélice de tres brazos, destinados cada uno de ellos a sala de elaboración, sala de barricas y botellero respectivamente. El eje central de la hélice se convertiría en zona de recepción de visitantes, oficinas, administración y un luminoso restaurante, todo ello soterrado aproximadamente en los 2/3 inferiores de su altura. El resultado es imponente y de gran funcionalidad. De hecho durante la vendimia, los tractores con los remolques cargados ascienden por la rampa de uno de los brazos de la hélice, vierten la uva en la tolva de recepción situada en la parte más elevada de la construcción directamente sobre la sala de elaboración y descienden por otro de los brazos. De esa manera se consigue por una parte reducir las interferencias durante el transporte y por otra se logra aprovechar la gravedad para recepcionar las bayas, reduciendo así los bombeos y el gasto energético.


Panorámica del restaurante

Acceso a Bodegas Portia

Triennia y Portia Prima, vinos top de la bodega

Inauguradas en el año 2010, en Bodegas Portia se elaboran exclusivamente tintos monovarietales, 100% Tinta del País, variedad de uva emblemática de la DO. Ribera del Duero. Las 160 hectáreas de viñedo propio diseminadas en 20 km a la redonda de la bodega proporcionan aproximadamente 1 millón de kilogramos de uva al año, con un rendimiento medio de 6300kg/hectárea. El marco de plantación es siempre en espaldera con el fin de favorecer los trabajos de campo y la mecanización en la vendimia. La única excepción son los vinos de más alta gama,  cuya vendimia se realiza de forma manual en cajas para así preservar la integridad de las uvas. La fermentación de los mostos se efectúa en depósitos de acero inoxidable de 30000 litros y en idéntico material se realiza la fermentación maloláctica. De nuevo los vinos top de la bodega son mimados en este apartado, ya que realizan la transformación maloláctica en barrica nueva de roble francés. La planta embotelladora tiene capacidad para 6000 botellas/hora, y el embotellado se realiza siempre sobre pedido, conservándose el vino terminado en inoxidable hasta el momento de ser embotellado. El director técnico de Bodegas Portia es el enólogo Raúl Quemada, a cuyo trabajo diario de impecable factura añadió hace un tiempo un interesante proyecto de fermentación integral en barrica de 400 litros, una excentricidad cuyo resultado se desconoce, pues fue vendido en su totalidad a un comprador chino que pujó sin límite alguno hasta hacerse con ese vino.


Sala de elaboración

Sala de barricas

En el interior de la bodega, la sala de vinificación es un derroche de pulcritud casi quirúrgica. Reina en ella el acero inoxidable, con esos depósitos troncocónicos de elaboración perfectamente alineados, visibles desde casi todos los ángulos de la plataforma donde se proyecta para los grupos de visitantes un audiovisual que resume las labores en campo y bodega a los largo de los doce meses del año. La sala de barricas cuenta con unas 2000 unidades, 80% roble francés y 20% roble americano, un espacio amplio, silencioso y en penumbra. En sus paredes se exponen varias obras pictóricas, costumbre cada vez más extendida en las bodegas, aunque lo que más nos llamó la atención fue una sospechosa fila de luces rojas, misterio que sólo conseguimos comprender cuando nuestro guía nos explicó que en realidad se trataba de la luz polarizada del sol atravesando unas diminutas ventanas estratégicamente ubicadas en la cota cero del exterior de la construcción. Tan sólo el tiempo y ese reflejo rojizo acompañan a los vinos Portia en su evolución en barrica.

Sala de nichos. En primer plano, el libro de honor de la bodega

Detalle de uno de los nichos. Curioso diseño del cierre...

Quizás la sala más impactante y atractiva desde el punto de vista estético sea el botellero, aunque antes de acceder al mismo, el visitante es introducido en una preciosa antesala, a medio camino entre una lujosa joyería y una exclusiva boutique, donde es posible leer e incluso firmar el libro de honor de la bodega. Se trata de la sala de nichos, donde los grandes clientes de la bodega conservan sus vinos embotellados, aunque bien podría ser la caja de seguridad de un banco suizo. Y de nuevo el diseño de Norman Foster se deja notar en esta estancia, donde cada mueble, cada estante e incluso cada lámpara lleva su inconfundible impronta, fusión perfecta de modernidad y sobriedad británicas. Sin entrar en profundidad, el detalle de dar al cierre de cada nicho la forma helicoidal icónica de Bodegas Portia es sencillamente una demostración de genialidad.


Acceso a la sala del botellero

Vinos Portia hasta el techo

Desde allí, una vez que se atraviesa una preciosa puerta, se accede al botellero. Emulando a una antigua biblioteca británica, a modo de hojas de un gigantesco libro, decenas de paneles verticales de madera perforados por agujeros del diámetro exacto del cuello de una botella, permiten el reposo horizontal y silencioso de hasta 34000 unidades. Por un momento, el visitante se hace pequeño, disminuye su tamaño, viaja al coro de la Catedral de la cercana ciudad de Burgos y sueña con estar caminando por el facistol donde reposan los libros sagrados de cánticos y salmos. Cada panel del botellero se convierte en una hoja de dichos libros y cada botella en una palabra dibujada más que escrita por algún monje amanuense de nombre olvidado en la noche de los tiempos.


Panorámica de la tienda y de la mesa de catas (?)

La sala de catas hace también las veces de tienda. Se trata de un amplio espacio en la parte más profunda de la bodega al que se accede por una gran escalera desde la misma zona de recepción. Es por encima de todo funcional, aunque el resultado final resulta ligeramente impersonal, a pesar del acabado en madera de alguna de las paredes, en especial donde se exponen las botellas para la venta. Tampoco la iluminación es la más adecuada para realizar las catas, demasiado cálida y ambarina, pero debe tenerse en cuenta que la visita concluye con una degustación más que con una cata en sentido estricto. 


Portia Crianza 2012

El Portia Crianza 2012, primer vino de la cata, se mostró visualmente de un rojo cereza de capa media alta con destellos azulados, joven a pesar de sus 10 meses en roble francés y 3 en roble americano. Fruta negra en nariz (grosellas, moras, arándanos). Vainilla y algún tostado. Sorprendentemente más ácido que tánico en fase gustativa. Nada pesado, fresco y agradable en boca. Quizás el vino más equilibrado de todo el catálogo de la bodega y sin duda el que goza de una mejor relación calidad-precio.


Portia Prima 2014

Por el contrario, el Portia Prima 2014 posee un inconfundible ADN Ribera del Duero. Rojo picota de capa bien alta. Fase olfativa con predominio de la fruta roja y negra muy madura, mermelada de moras. Linimento y recuerdos de farmacia antigua. Clavo, nuez moscada, pimienta. Puro espectáculo en nariz, con una grandiosa evolución en copa. Voluminoso y estructurado, con moderada astringencia y acidez. Cálido en boca, con recuerdos de cacao y mentolados. 15 meses de barrica de roble francés. Un vino para disfrutar con calma, circunstancia ésta que a menudo parece olvidar alguno de los asistentes, a la vista de su lamentable comportamiento al engullir a toda prisa no sólo el vino sino también el pequeño aperitivo servido para acompañarlo.

Vinos Portia servidos para la cata

En los últimos años prácticamente todas las bodegas grandes han ido desarrollando gradualmente sus departamentos de enoturismo y al ampliar su mercado por la base, irremediablemente lo han ido estrechando por el vértice. Visitar una bodega forma parte cada vez de más planes turísticos y esta democratización del mundo del vino sin duda tiene una lectura positiva. Por el contrario las bodegas han tenido que adaptarse a todos los públicos y eso les ha obligado a incluir en sus programas actividades cada vez más diversas, algunas de ellas para visitantes a los que el vino no les interesa lo más mínimo pero que acompañan a otros verdaderamente interesados. La consecuencia negativa es cierta masificación en los grupos de visita, así como una creciente heterogeneidad en los mismos, lo cual siempre deriva en una sensación de insatisfacción generalizada, bien por exceso, bien por defecto. Si a ello le unimos la presencia en los grupos de público infantil, ya tenemos perfectamente diseñado el escenario menos adecuado para una visita con cierto rigor.


Mapa de la DO. Ribera del Duero

Obviamente se trata de una opinión particular. Cuando visitamos una bodega asumimos que pueden darse este tipo de incomodidades y precisamente para evitarlas nos estamos decantando cada vez más hacia bodegas de menor tamaño, menos espectaculares pero con más encanto, si es posible con grupos reducidos y con explicaciones técnicas de nivel elevado, pues todo ello contribuye no sólo a satisfacer a los más interesados sino sobre todo a disuadir a los enoturistas accidentales, advenedizos y discordantes.

Cantidad o calidad, la eterna dicotomía...