lunes, 14 de octubre de 2024

> Una mañana en Alsacia

 

Es imposible escribir acerca de una zona vitivinícola sin hacer referencia a su historia y Alsacia tampoco es una excepción al respecto. Esta estrecha franja del valle del Rin se extiende en sentido norte-sur a lo largo de algo más de 100 kilómetros y se delimita por la cordillera de los Vosgos al oeste y por el macizo de la Selva Negra al este. En la actualidad, la frontera franco-alemana está situada en el mismo eje del río, pero no fue así siempre. En absoluto fue así siempre...


Este pequeño trocito de territorio -de un tamaño similar a La Rioja, poco más o menos- ha sido motivo de disputa entre Francia y Alemania desde hace más de cuatro siglos, aunque en realidad ha estado más tiempo bajo influencia germánica. La historia de Alsacia ha discurrido prácticamente en paralelo a la de Lorena, otro territorio vecino por el que ambas potencias han pugnado en repetidas ocasiones. Tras la muerte del emperador Carlomagno en el año 814, ambas regiones quedaron incluidas en el Sacro Imperio Romano Germánico y no fue hasta el siglo XVII cuando pasaron a estar bajo dominio francés tras la firma del Tratado de Westfalia que dio por finalizada la Guerra de los Treinta Años. La victoria alemana en la Guerra Franco Prusiana en 1871 devolvió ambos territorios a manos germanas y así permanecieron hasta el final de la Primera Guerra Mundial. La firma del Tratado de Versalles en 1919 oficializó la devolución de Alsacia y Lorena a Francia, sin embargo dicho estatus apenas duró dos décadas. 


Nada más comenzar la Segunda Guerra Mundial, las tropas alemanas no tardaron en volver a invadir ambos territorios, incluso con menos dificultad de lo esperado, ya que fueron recibidos en algunas poblaciones casi como libertadores después de tantos vaivenes históricos. Sin embargo, las autoridades alemanas no fueron nada clementes con la población alsaciana, más de 100.000 hombres fueron forzados a alistarse en el ejército alemán para luchar con el uniforme de un país que no era el suyo, la mayoría de los cuales fueron enviados al frente del este. Casi la cuarta parte fallecieron en la fría estepa rusa y la historia los recuerda como los "Malgré-Nous", nombre que podría traducirse como los "a nuestro pesar". La derrota definitiva de Alemania en la primavera de 1945 finalmente devolvió Alsacia y Lorena a Francia, situación que se prolonga hasta nuestros días. No sabemos por cuánto tiempo...


Cada vez que Alsacia ha cambiado de manos -y han sido unas cuantas- la potencia vencedora ha intentado someter a la población alsaciana imponiendo su idioma y sus símbolos culturales. En líneas generales Francia siempre ha sido más sutil, mientras que Alemania lo ha intentado por la vía de la imposición y las prohibiciones. Los esfuerzos desplegados desde París -no olvidemos que Francia es el país más centralista del mundo- para imponer la cultura francesa no pueden compararse a la germanización forzosa que las autoridades alemanas implantaron entre 1940 y 1945. La consecuencia en la actualidad es que la mayoría de la población de Alsacia simpatiza con ambas culturas y admite su pertenencia a Francia -nunca ha habido un movimiento independentista alsaciano, quizás porque nunca lo han sido, en su permanente papel de bisagra entre imperios- sin renunciar a su evidente pasado germánico e incluso a su propia lengua -el alsaciano- que fonéticamente guarda una gran similitud con el alemán. Lo mismo sucede con los nombres de las localidades, los apellidos, la gastronomía y -por supuesto- también con el vino. La capital de Alsacia es Estrasburgo, sede del Parlamento Europeo, cuya designación nada casual fue un evidente intento de otorgar a este territorio un protagonismo europeísta que pusiera fin al histórico conflicto franco-alemán, una herida antigua, una cicatriz inadmisible en el seno de la Unión Europea. La llanura alsaciana se ha dividido históricamente en dos subzonas geográficas, Alto Rin y Bajo Rin -Haut Rhin y Bas Rhin- sin embargo, las autoridades francesas idearon en 2021 la creación de la Colectividad Europea de Alsacia, integrada en la nueva región bautizada como Gran Este. Como contraprestación a su docilidad con París, Alsacia obtuvo ciertos derechos en materia lingüística y autogestión del territorio, demostrando que los alsacianos siempre han sabido nadar entre dos aguas -en ocasiones turbulentas- y salir con la ropa aceptablemente seca.

Desde el punto de vista geológico, este tramo del valle del Rin es en realidad el resultado del colapso de una gran cordillera que, tras su hundimiento, dejó un gran cauce fluvial de casi 50 kilómetros de ancho, flanqueado por dos cordones montañosos, la cordillera de los Vosgos al oeste y el macizo de la Selva Negra al este. Como consecuencia de dicho colapso, las características de los suelos del fondo del valle guardan interesantes similitudes con los de las cimas que lo rodean, incluso a pesar de estar situadas a bastantes kilómetros de distancia. Existe por tanto un mosaico de tipos de suelo -granito, gneiss, esquisto, arenisca- que llega a su máxima complejidad a mitad de las laderas, entre 200 y 350 metros de altitud. Climatológicamente, Alsacia se puede catalogar como un área de clima semicontinental soleado relativamente cálido y de pluviometría baja -menos de 500 mm anuales- bien protegida por los Vosgos del azote de los temporales del norte. 


Estrasburgo y Sélestat en el Bajo Rin, Colmar y Mulhouse en el Alto Rin son las cuatro ciudades más importantes de Alsacia. Sin embargo, desde el punto de vista turístico, la belleza y el encanto reside en las poblaciones más pequeñas como Eguisheim, Turckheim, Riquewihr, Kaysersberg, Obernai, Bergheim o Ribeauville. Muchas de ellas están incluidas en la Ruta de los Vinos de Alsacia, una magnífica experiencia para disfrutar del paisaje, la gastronomía, las fiestas y las tradiciones que rodean a la cultura de los vinos alsacianos. En esas dos décadas que duró el periodo entre guerras, en algunas de estas pequeñas localidades se produjo el inicio del desarrollo cooperativista, agrupaciones de viticultores que unieron sus esfuerzos para mejorar la calidad de sus vinos y optimizar sus resultados comerciales, convirtiéndose así en pioneros no sólo en Francia, sino en toda Europa. De esa manera, fueron poco a poco dejando atrás la etiqueta de vinos mediocres y de escasa calidad con la que se les identificó durante el siglo XIX. A lo largo de la década de los 50, el estilo de elaboración a ambos lados de la frontera fue igualándose gradualmente en cuanto a contenido en azúcar -tradicionalmente secos los franceses, ligeramente dulces los alemanes- encontrando ambos definitivamente el equilibrio y el éxito comercial.


En el año 1962 se creó la AOC Alsace -clasificación comunal genérica de origen de los vinos alsacianos- y en 1975 se inició el lento desarrollo de la AOC Alsace Grand Cru con la identificación  en 1983 de 51 viñedos o lugares determinados -lieux dits- merecedores de dicha calificación por su calidad reconocida. Estos viñedos de renombre apenas suponen el 8% de la superficie de viña de Alsacia, se ubican mayoritariamente en el Alto Rin -tan sólo 11 lieux dits pertenecen al Bajo Rin-  los vinos que se elaboran con las bayas procedentes de ellos deben ser monovarietales y exclusivamente debe tratarse de uvas pertenecientes a las denominadas "variedades nobles" (Riesling, Pinot Gris, Gewürztraminer y Muscat), en contraposición a las llamadas "variedades populares" (Pinot Blanc, Auxerrois, Sylvaner, Chasselas y Pinot Noir). Para complicar todavía un poco más las cosas, desde el año 2011, cada uno de estos lieux-dits tiene reconocida una AOC propia.


La mayor parte de la superficie de viñedo -aproximadamente el 78%- se destina a la elaboración de vinos blancos monovarietales sin crianza utilizando cualquiera de las variedades de uva autorizadas -nobles y populares- vinos que se comercializan como AOC Alsace en la tradicional botella conocida como "flauta alsaciana". El contenido en azúcar residual depende del estilo de cada elaborador, aunque en general es más probable encontrar cierto dulzor en los Gewürztraminer y en los Pinot Gris que en los Riesling, pero no es una regla fija. Está también autorizada la variedad Pinot Noir, vinificada como tinto,  como rosado e incluso como blanc de noirs, aunque su utilización para elaborar vinos tranquilos es casi anecdótica. 

 

Dejando momentáneamente a un lado los monovarietales, existen dos elaboraciones tradicionales muy populares resultantes del ensamblaje de varias castas blancas. Los Edelzwicker -cuya traducción literal sería "mezcla de nobles"- pueden elaborarse con cualquier variedad blanca autorizada, sin obligación de indicar porcentajes, con uvas fermentadas por separado o cofermentadas e incluso mezclando añadas diferentes. Suelen ser vinos económicos, sutilmente dulces, muy agradables y que representan a los antiguos vinos de parcela que cualquier viticultor elaboraba para autoconsumo. Por otra parte, los Gentil tienen otras exigencias en su elaboración, a pesar de que su comercialización no está regulada a nivel nacional, tan sólo localmente en Alsacia. Son el resultado de otro ensamblaje en el que al menos el 50% debe ser una variedad noble -el resto puede ser Sylvaner, Pinot Blanc o Chasselas- debe vinificarse cada variedad por separado, pertenecer a una sola añada y antes de comercializarse deben ser aprobados por un comité de cata.


Alsacia es probablemente la región con la mayor concentración de variedades blancas florales y voluptuosas de toda Europa. Por tanto no debería sorprender que casi la quinta parte de la superficie del viñedo alsaciano se destine a la elaboración de espumosos. Fue en el año 1976 cuando se sentaron las bases de la AOC Crémant d´Alsace, vinos espumosos elaborados mediante método tradicional con segunda fermentación en botella y una crianza mínima de 12 meses sobre sus lías. Existen blanc de blancs, blanc de noirs y rosados, teniendo en cuenta que en su elaboración pueden emplearse Pinot Blanc, Auxerrois, Pinot Gris, Riesling, Chardonnay e incluso Pinot Noir. Aproximadamente hay unos 500 elaboradores de este tipo de vinos espumosos, agrupados en  torno al Sindicato de Productores de Crémant d´Alsace (SPCA), los cuales elaboran la friolera de 40 millones de botellas al año, convirtiéndose de un tiempo a esta parte en un serio rival para las bodegas de Champagne.


Para terminar este extenso repaso a los diferentes tipos de vinos de Alsacia, nos resta comentar las dos categorías de vinos dulces que curiosamente fueron las últimas en dotarse de una regulación normativa. Ahora hace 25 años que se aprobó el pliego de exigencias para la elaboración de los vinos alsacianos de vendimia tardía (VT) y los elaborados mediante selección de granos nobles (SGN). En el caso de los vinos VT -Vendanges Tardives- exclusivamente pueden elaborarse con variedades nobles, con uvas pasificadas -en la propia cepa o en bastidores de paja- vendimiadas manualmente durante los meses de Noviembre y Diciembre. Los vinos SGN -Sélection Grains Nobles- deben igualmente elaborarse con variedades nobles, seleccionando tan sólo uvas botrytizadas, vendimiadas grano a grano mediante sucesivas pasadas. Esta última categoría representa la máxima excelencia de cada productor y aspira a competir con los Tokaji y los Sauternes con más renombre. Debido a la aplicación de determinadas disposiciones de la Unión Europea, desde el año 2021 existe la obligación de indicar el nivel de dulzor -sec, demi sec, moelleux, doux- en el etiquetado de los vinos alsacianos VT y SGN, de manera que para el consumidor final sea más sencillo de comprender e interpretar.


En cualquier caso, la distribución comercial de los vinos de Alsacia en el mercado español no es abrumadora. Lo más habitual es encontrar a precio competitivo monovarietales de Gewürztraminer con algo de azúcar residual, Riesling totalmente secos -a veces de añadas atrasadas, muy interesantes para apreciar su evolución en botella- y sólo en contadas ocasiones cosas verdaderamente originales como monovarietales de Pinot Gris o -todavía menos frecuente- alguna botella perdida de Pinot Noir. Como es lógico, en tiendas especializadas sí es posible conseguir vinos Grand Cru, VT y SGN, pero los precios medios en estos casos suelen disuadir a muchos compradores.


Hasta aquí la introducción  a la región de Alsacia -algo más extensa de lo deseado, pero en nuestra opinión, imprescindible- su historia, su geografía y sus vinos. No nos cansaremos de reiterar nuestro agradecimiento a Grape Bebop por facilitarnos conocimientos sobre vinos internacionales y proporcionarnos toda esa información sin movernos de nuestra ciudad. Y ahora sí, detallaremos a continuación nuestras notas de cata y opiniones acerca de los vinos de Alsacia que tuvimos oportunidad de disfrutar aquella mañana del mes de Junio. Para no faltar a la verdad, en el listado hay un intruso que catamos unas semanas más tarde.

KREYDENWEISS LUNE À BOIRE BULLE L.B20 BRUT NATURE
AOC Cremant d´Alsace. Pinot Blanc, Auxerrois y Chardonnay. Viñedos ubicados próximos al río Rhin, en zonas más bajas, buscando un menor grado de maduración y más acidez. Espumoso de método tradicional con segunda fermentación en botella. 80% del vino base pertenece a la añada 2019 y el 20% restante se trata de vino de reserva. Crianza en fudres durante un año antes de la segunda fermentación. 24 meses de posterior crianza en botella. Amarillo dorado suave. Manzanas asadas y brioche. Marcada acidez y un carbónico ligeramente excesivo. Incómodo recuerdo a sidra en boca. Complejo, gastronómico y peculiar. Menos afilado que Champagne y muy diferente incluso a otros cremants franceses (Loira, Borgoña).

LEON BEYER SYLVANER 2021
AOC Alsace. 100% Sylvaner. Variedad de uva de origen posiblemente austriaco, producto del cruce entre Savagnin (Traminer) y Osterreichisch Weiss. Cepaje autorizado en AOC Alsacia pero no admitido entre las variedades denominadas "nobles". En el año 2005 fue reconocido -como excepción- un viñedo de esta casta como Grand Cru, concretamente en Zotzenberg. Amarillo verdoso. Neutro y poco aromático. Flores blancas y cítricos sobre un fondo de lías. Acidez media. Final corto, sutilmente amargo, con un recuerdo vegetal. Poco interesante.

TRIMBACH PINOT BLANC 2021
AOC Alsace. Auxerrois y Pinot Blanc (70-30). Históricamente ambas variedades se han cultivado conjuntamente en las mismas parcelas, hasta el punto que la propia AOC Alsace lo permite sin hacer distinción entre una casta y la otra. Aromáticamente muy parecidas, la Auxerrois suele tener menos acidez y más cuerpo que la Pinot Blanc, tratándose ambas de variedades denominadas como "populares". Amarillo verdoso. Melocotón, albaricoque, flores amarillas y gominolas de plátano. Acidez media y ligeramente cálido en boca. No parece casualidad el porcentaje empleado de cada variedad, probablemente buscando el equilibrio entre acidez y alcohol. Preciso y rectilíneo. Muy interesante.

ZIND-HUMBRECHT PINOT GRIS TURCKHEIM 2020
AOC Alsace. 100% Pinot Gris. Variedad noble conocida como Tokay de Alsacia hasta 1984 y como Tokay Pinot Gris hasta 2007, denominaciones que lógicamente debieron abandonarse tras las pertinentes protestas de Hungría ante los tribunales de la Unión Europea. Amarillo dorado bajo. Muy floral, pétalos de jazmín, azahar y mieles en nariz. Curiosamente en boca aparecen las frutas de hueso y las especias (pimienta, jengibre). Acidez media y algo cálido en boca. Recuerda a Gewürztraminer, aunque algo menos aromático. Primera vez que catamos un vino de esta variedad. Un gran descubrimiento.

HENRI WEBER PINOT GRIS 2022
AOC. Alsace. 100% Pinot Gris. Amarillo oro rosa. Flores secas y especias blancas -pimienta y jengibre- que dejan paso a frutas de hueso. Entrada adulzonada que se confunde con glicerol. Moderadamente ácido y ligeramente cálido. Leve astringencia en boca que recuerda a la piel del melocotón. Serio, poco exuberante, aunque más complejo de lo esperado. Muy interesante.


ZIND-HUMBRECHT MUSCAT TURCKHEIM 2021
AOC Alsace. 100% Muscat Blanc à Petit Grains. No confundir esta variedad con sus hermanas minoritarias -Muscat Ottonel y Muscat Rosé- menos extendidas aunque en ocasiones convivientes en las mismas parcelas. Amarillo dorado bajo. Flores, granos de uva y frutas de hueso, menos aromático de lo esperado. Marcada acidez. Afilado, seco, lineal y directo. Tal vez vendimiado un poco antes de tiempo, buscando un perfil más refrescante aunque menos expresivo en nariz. Muestra el camino a seguir en la elaboración de monovarietales secos de Moscatel, menos opulentos y más frescos.


MARCEL DEISS GEWÚRZTRAMINER 2022
AOC Alsace. 100% Gewürztraminer. Una rareza en el catálogo de esta bodega que habitualmente apuesta -de un modo un tanto rupturista- más por los ensamblajes que por los tradicionales monovarietales. Dorado medio-alto. Frutas de hueso, pétalos de rosas y lichis. Semiseco en boca (demi-sec 4-12gr/litro de azúcar) aunque parece más propio categorizarlo como moelleux (contenido en azúcar 12-45 gr/litro), francamente bien compensado en acidez. Ligeramente cálido en boca. Intenso y potente, algo opulento pero no desmedido. Muy aromático y agradable, estupendo en su conjunto.

KREYDENWEISS RIESLING WIEBELSBERG GRAND CRU 2020
AOC Alsace Grand Cru Wiebelsberg. 100% Riesling. Crianza durante 25 meses en fudres. Sin notas de cata. A reevaluar.




ZIND-HUMBRECHT PINOT GRIS CLOS JEBSAL VT 2012
AOC Alsace. 100% Pinot Gris. Curiosa elaboración esta añada, uvas mayoritarias de vendimia tardía (VT) -pasificadas en la viña, recogidas entre los meses de Noviembre y Diciembre- mezcladas con uvas botritizadas que en principio estaban destinadas a elaborar vinos SGN (selección de granos nobles). Dorado de capa alta, casi color ámbar. Impresionante en nariz: barniz, laca, naranja escarchada, orejones, flores marchitas y chocolate blanco. Graso, amable y meloso es boca. Nada cansado a pesar de su contenido en azúcar, perfectamente equilibrado en acidez y alcohol. Una maravilla.


Ponemos aquí el punto y final a esta nuestra primera aproximación a los vinos alsacianos. Ojalá que en el futuro tengamos a nuestro alcance una visita a esta encantadora región tantas veces oprimida y que, sin embargo, no parece guardar rencor alguno hacia quienes han pretendido reiteradamente cercenar su libertad. Hay quien dice que los alsacianos son belgas que se extraviaron camino de Suiza, para los franceses son medio alemanes y para los alemanes son los primos perdidos, pero en realidad el pueblo alsaciano representa mejor que nadie lo que significa adaptarse a cada momento que le ha tocado vivir y sintetiza los vaivenes históricos de los últimos cuatro siglos en Europa. A veces unidos y otras divididos. En resumen, europeos...


lunes, 15 de julio de 2024

> II Jornada de Vinos del Jiloca



En las últimas dos décadas la despoblación y el abandono del viñedo han ido de la mano en la Comarca del Jiloca. Verdaderamente se trata de una misma realidad aunque observada desde dos perspectivas diferentes. De manera paralela, el gradual envejecimiento de la población y la falta de relevo generacional, han conducido al cese de actividad en muchos sectores y lamentablemente la viticultura no ha sido una excepción. Se calcula que sólo en las últimas dos décadas se han perdido más de 20 hectáreas de viñedo cada año, tanto por abandono como por arrancamiento. En el año 1980 había aproximadamente 3400 hectáreas de viñedo, superficie que se ha ido reduciendo gradualmente hasta las 150 hectáreas de viña en producción a día de hoy, según las estimaciones más optimistas. Y lo más grave de todo -dejando al margen la edad de dichas viñas, muchas de ellas centenarias- es que la velocidad de destrucción parece acelerarse, sin que las administraciones hagan nada al respecto. Este patrimonio agrícola y cultural del Aragón ancestral más desconocido, parece a día de hoy condenado a la desaparición. 



Un interesante proyecto de recuperación de viñas semiabandonadas y a punto de desaparecer diseñado por la Asociación Paisajes del Jiloca nació a mediados de 2020 con la meta de volver a poner en producción viñedos en vías de desaparición. El primer paso fue la creación de un catálogo de viñas en situación de emergencia, la mayoría propiedad de viticultores de avanzada edad o de sus herederos. A través de diferentes mecanismos de cesión, apadrinamiento, crowfunding, micromecenazgo y realización de trabajos no remunerados, se persigue devolver la alegría a algunos de esos viticultores mayores. No será labor de un año ni tarea fácil de ejecutar, pero es más que probable que con la uva de esas parcelas ahora a medio recuperar, se elaboren vinos de calidad que además incorporarán la generosidad y la colaboración de personas anónimas. Serán vinos conseguidos gracias al esfuerzo de muchos, pero serán sin duda vinos de la Ribera del Jiloca.



Con la finalidad de dar a conocer el trabajo realizado a lo largo de estos cuatro años de existencia, la Asociación Paisajes del Jiloca celebró hace unos días la segunda edición de una entrañable jornada que armonizó viticultura, paisaje y gastronomía. Para ello fuimos convocados un reducido grupo de privilegiados, irremediablemente seducidos por el programa propuesto por la organización, de manera que acudimos a la hora convenida a la Finca La Falcona, una preciosa torre rehabilitada propiedad de la bodega Pago de la Boticaria, casi equidistante entre las localidades de Daroca y Manchones. Tras franquear la puerta de entrada, nos dio la bienvenida un bonito viñedo y el camino nos condujo hasta una zona de aparcamiento. Caminamos unos pocos metros atravesando un inmaculado patio ajardinado desde donde pudimos contemplar la indudable belleza del palacete estilo colonial que preside la finca y nos dirigimos hasta el sombreado jardín lateral donde tendría lugar el evento.




La primera parte de la jornada tuvo un carácter eminentemente formativo muy enfocado hacia la viticultura -una temática que nos resulta bastante ajena- aunque hemos de dejar claro que asistir a las ponencias nos resultó enormemente interesante. Microbiota, clones, estratos o injertos son conceptos que -aunque conocidos- nunca han sido motivo de nuestro estudio, de modo que escuchar a expertos como Pedro Marco -investigador del Centro de investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA)- Bernardo Sirvent -ingeniero agrónomo y consultor en Bodegas Bocopa (Alicante)- o Pilar Baeza -profesora y doctora de la Universidad Politécnica de Madrid- fue para nosotros una experiencia tan novedosa como estimulante. ¿Estudiar viticultura en el futuro? ¿Y por qué no? Todos ellos coincidieron en el enorme potencial de esta comarca casi olvidada, a menudo marginada por el desarrollo económico, pero con una inusual riqueza geológica y orográfica, todo ello sin olvidar la importancia que tuvo en el pasado como zona vitivinícola, tradición que nunca se ha perdido y que Paisajes del Jiloca persigue recuperar.


Diez son las bodegas que han decidido sumarse a esta iniciativa y todas tienen como denominador común la decidida voluntad de recuperar el cultivo de la vid en estas tierras. En realidad, varias de ellas llevan trabajando sus viñas viejas desde hace años, parcelas perdidas entre los barrancos y las sierras que circundan los valles de los ríos Jiloca y Perejiles. La reciente ampliación geográfica de la DO. Calatayud proporcionó a algunas de estas pequeñas bodegas la posibilidad de elaborar sus vinos con la etiqueta de la denominación bilbilitana, sin embargo, este hecho ha tenido en algunas de ellas el efecto contrario. Ante la posibilidad de convertirse en cola de león, han decidido seguir siendo cabeza de ratón y ahí es donde toma todo el sentido el proyecto creado por Paisajes del Jiloca. Indudablemente quienes más complicado lo tienen son aquellas bodegas que aspiran a comercializar vinos en ambas zonas, poniendo una vela a Dios y otra al diablo, en un arriesgado equilibrio que necesitará mucha mano izquierda para que el ratón no encienda los ánimos del león.



La segunda mitad de la jornada discurrió con la presentación de las bodegas -de una forma relajada y cercana, huyendo de las tediosas charlas habituales, en un evento distendido como era el caso- proponiendo cada elaborador uno de sus vinos mientras se detallaba brevemente su proyecto. Los vinos que tuvimos oportunidad de catar fueron armonizados cada uno con una tapa diferente preparada por Jonathan Aldea, chef del Restaurante Zamacén en Burbáguena, protagonista de un desfile culinario preciso y elaborado, dibujando en cada pincho un maridaje fruto de su libre interpretación del vino acompañante. Si realizar esta tarea en sala es complicado, hacerlo a modo de catering es una heroicidad. La variedad de ingredientes principales -bacalao, pato, conejo, presa ibérica, cordero, perdiz- y la generosa creatividad en sus elaboraciones -escabechado, crujiente, tartar, tosta, ravioli- no dejó indiferente, ni mucho menos hambriento, a ninguno de los presentes. Un trabajo magnífico el de este joven chef aragonés con un enorme futuro por delante.


De regreso a las bodegas, quizás resulte un poco largo especificar cada proyecto empresarial y detallar la información de todos los vinos que elaboran, así que nos limitaremos a nombrar aquellos que tuvimos ocasión de catar y añadiremos una breve descripción, aportando nuestras opiniones y notas de cata. Pasen, lean y déjense hechizar por los apasionantes vinos procedentes de los viñedos casi olvidados de la Ribera del Jiloca.


LADERAS DEL JILOCA MACABEO
Daroca Bodega (Daroca). 100% Macabeo. Viñedos con una edad media de 55 años y situados a 950 metros de altitud. Sin crianza. Amarillo dorado medio. Tal vez poco expresivo en nariz: frutas de pepita, hinojo y anisados. Generosamente ácido, resulta algo cálido y voluminoso en boca, incluso con un punto de tanicidad. Vino serio y austero, aunque sincero y con carácter. Muy aragonés. Buen trabajo técnico de Juanma Gonzalvo para poner en valor los poco conocidos vinos blancos del Jiloca.


VIÑA SATOSHI ORANGE
Pago de la Boticaria (Daroca). 100% Garnacha Blanca procedente de un solo viñedo de 4,2 hectáreas ubicado en Murero a 800 metros de altitud sobre suelos pizarrosos. Vinificado en contacto con pieles. Crianza durante 5 meses en barricas de roble francés y americano. Amarillo dorado alto, ambarino, casi cobrizo. Nariz muy compleja: cáscara de naranja, orejones, miel de acacia y un recuerdo resinoso. Madera muy presente. Moderadamente astringente, generosamente ácido y equilibradamente cálido. Tiene de todo y en grandes cantidades. El vino más personal de Pilar Herrero, que sin duda ganará con algo de guarda. Un vino divertido para catar, fantástico para maridar pero complicado para beber. Muy original.


CLOS BALTASAR
Bodegas San Alejandro (Miedes). Garnacha y otras variedades minoritarias, como Provechón y Miguel de Arco, procedentes de viñedos a 900 metros de altitud. Vinificación con un 75% de racimos sin despalillar. Crianza de 10 meses en huevos de hormigón y barricas de roble francés de 300 y 500 litros. Rojo guinda de capa media-baja, muy diferente a añadas previas. Frutas rojas, flores azules, endrinas y hierbas aromáticas. Levemente licoroso y especiado. Fresco, delgado, floral y elegante, muy alejado de aquellas primeras añadas algo rústicas y potentes. Una interpretación más moderna por parte de Juanvi Alcañiz para este vino que busca recuperar las elaboraciones más tradicionales.


CUEVAS DE AROM "AS LADIERAS"
Cuevas de Arom (Miedes). Garnacha y otras variedades autóctonas coplantadas en viñedos mestizos situados a 800 metros de altitud. Vendimia manual. 50% uva sin despalillar. Vinificación en depósito de cemento. Crianza en huevo de hormigón y fudre de roble austríaco de 3000 litros. Rojo rubí de capa media-baja. Frutos-baya silvestres, laurel, monte bajo e incluso trufa negra. Ligero, fresco, tenso y con cierta complejidad. Excelente. A decir verdad, la simbiosis entre Fernando Mora MW y Bodegas San Alejandro está alcanzando unas cotas que rozan la perfección.


ARAIA
Sommos Garnacha (Murero). 100% Garnacha. Viñedos sobre suelos de arcilla roja localizados en Orcajo y Banarro. Vinificación por parcelas. Crianza durante 14 meses en barricas usadas de roble francés de 600 litros. Frutas rojas acompotadas y negras muy maduras. Discretas notas de crianza muy respetuosa con los aromas varietales. Largo y complejo, con taninos dulces muy bien domados. Curioso recuerdo mineral a grafito en el postgusto. Acostumbrado a gestionar las ingentes cantidades de uva de la bodega homónima del Somontano, José Javier Echandi ha sabido leer a la perfección las viñas del Jiloca para elaborar este tinto de primer nivel.


SAMITIER GARNACHA
Bodegas Augusta Bilbilis (Mara). 100% Garnacha. 8 meses de crianza en barricas de roble francés y en huevo de polietileno, con posterior coupage de ambos vinos antes del embotellado. Nariz muy agradable, con frutas rojas, lácticos y caramelo. Todavía un poco nervioso en boca y falto de ensamblaje. En breve será un vino preciso como todos los que elabora José Antonio Ibarra. Por el momento, démosle unos meses en botella.


LAS PIZARRAS "VIÑA ACERED"
Bodega Raíces Ibéricas (Maluenda). 100% Garnacha. Viñedo sobre suelos de pizarra a 950 metros de altitud. Crianza durante 6 meses de barrica de 225 litros. Rojo picota con ribete granate de capa media-alta. Fruta negra, café en grano, pimienta negra y otras especias. Mermelada de moras y ciruelas, con una pincelada de chocolate amargo. Ataque adulzonado, muy atractivo, levemente rugoso el paso por boca y francamente agradable el postgusto, con un final ligeramente amargo que le aporta longitud. Muy gastronómico. Es la apuesta de Carlos Rubén Magallanes -el hombre que susurra a las garnachas- dibujando un vino de corte más tradicional, un estilo de garnacha de hace unos años, con mayor extracción y más presencia de la barrica. Impecable, aunque no tan sorprendente como otros.


QUERCUS
Bodega Rubus (Rubielos de Mora). Garnacha y Miguel de Arco (70-30). Crianza durante 24 meses en barrica de roble francés. Rojo picota de capa media-alta con ribete granate. Fruta roja y negra, mentolados y suaves tostados sobre un fondo de cedro y tabaco rubio. Amable, sabroso, nada desmedido, con todo en su sitio. Notable alto. Este proyecto es la apuesta personal de Juanvi Alcañiz en tierras turolenses, en nuestro punto de mira desde hace años.


LAJAS FINCA EL PEÑISCAL
Bodega Lajas-Finca el Peñiscal (Acered). 97% Garnacha, 3% otras variedades blancas y tintas plantadas en la misma parcela -Macabeo, Garnacha Blanca, Monastrell, Provechón- tal y como era tradicional hacerlo en esta zona. Vino de parcela, uva procedente de un solo viñedo de 76 años de edad con una superficia de 2,7 hectáreas y situado a más de 1000 metros de altitud. Vendimia manual. El 70% del vino tiene una crianza durante 12 meses en barrica de roble francés de 500 litros. Rojo cereza de capa media. Fruta roja muy madura, licor de cereza y bombones Mon Cheri. Pleno y sabroso en boca, elegante y educado, muy diferente a las primeras añadas donde la extracción y las notas de crianza en roble dominaban todo el conjunto. Nada que ver con el actual, mucho más fresco y delgado, sin perder un ápice de honestidad. Paisaje embotellado por Manuel Castro y familia. Una maravilla.


En resumen, una deliciosa jornada, en un marco incomparable y acompañados por una climatología perfecta. Ponemos aquí el punto final a una crónica que pretende, en la medida de lo posible, dar a conocer algunos de los secretos enológicos que se esconden en este desconocido rincón de Aragón. Porque los proyectos emergentes como éste de Paisajes del Jiloca son los que verdaderamente despiertan pasiones y remueven conciencias. Será el paso del tiempo quien dictaminará si esta iniciativa con poco más de cuatro años de vida fue una locura de unos cuantos románticos que -inspirados en el pasado- pretendieron construir un futuro para las viñas olvidadas del Jiloca. El éxito o el fracaso de este encomiable esfuerzo es muy posible que ni siquiera lo veamos, pero tal vez dentro de unos años alguien escriba la crónica del Centenario de las Jornadas de Vinos del Jiloca. Y desde algún lugar desconocido -con una sonrisa en los labios y una copa de vino en la mano- todos aquellos que en algún momento colaboraron desde el inicio, verán reconocido su empeño.

Reciban todos ellos, nuestra más sincera enhorabuena.



NOTA:
Para la ilustración del presente artículo hemos empleado imágenes tomadas el día del evento, imágenes propias de archivo (es posible que las añadas o las etiquetas en las imágenes no correspondan exactamente con los vinos catados) y por último, imágenes bajadas de las redes sociales y páginas web de las bodegas participantes y de la organización de la Jornada. Entendemos que al tratarse de imágenes públicas, así como que el presente artículo tiene exclusivamente un fin divulgador sin otro tipo de interés, no habrá inconveniente en utilizarlas. Vaya por adelantado nuestro agradecimiento.

miércoles, 29 de mayo de 2024

> Desde Hungría con amor...



El acceso a los vinos centroeuropeos desde España no resulta sencillo para el aficionado medio. No nos referimos a la compra y adquisición de vinos de Croacia, Eslovenia o Rumanía, por poner algún ejemplo -sin duda el comercio online facilita estas gestiones- sino más bien a las escasas posibilidades para obtener una formación adecuada, completa y de primera mano. Precisamente por ese motivo no nos cansamos de agradecer los seminarios monográficos presenciales que periódicamente organiza Grape Bebop, con el valor añadido de realizarse en nuestra misma ciudad y en un horario que nos resulta perfectamente accesible.


En esta ocasión viajamos a Hungría -tierra de los Tokaji- posiblemente los más afamados vinos dulces del mundo, tal vez sólo con el permiso de los Sauternes franceses y el Constantia sudafricano. Sin embargo, esta aproximación a los vinos magiares tiene una doble finalidad. En primer lugar se trata de comprender las diferentes elaboraciones de los Tokaji, porque a pesar de lo que mayoritariamente se cree, no todos son vinos dulces. Resulta sorprendente descubrir que los hay absolutamente secos e incluso con crianza biológica bajo velo de flor. La segunda finalidad de este seminario radica en descubrir las diferentes zonas vinícolas húngaras, sus variedades autóctonas -a menudo emparentadas con las austriacas- y los procedimientos de vinificación tanto tradicionales como modernos, así como sus vínculos con los países vecinos y la influencia que la historia, las invasiones y las guerras han tenido sobre todo ello.


Puede dar un poco de pereza remontarnos hasta el Imperio Romano, Atila, Carlomagno o el Imperio Otomano, pero es indudable cómo cada periodo histórico tuvo su influencia en el cultivo de la vid en tierras húngaras. Ciertamente no fue hasta el siglo XVII con la dominación austriaca de la familia Habsburgo cuando los vinos dulces húngaros se ganaron su merecida fama en las cortes europeas, aquella sin duda fue la edad dorada del Tokaji. Por el contrario, el siglo XX con sus dos terribles guerras mundiales, la oscura época comunista, los dubitativos años de la apertura y la definitiva anexión en 2004 a la Unión Europea, supuso algo así como una travesía del desierto para el viñedo magiar.


En los últimos veinte años, los vinos húngaros han recuperado gran parte del prestigio del que gozaron hace siglos. El turismo ha popularizado el consumo de vinos elaborados con variedades autóctonas poco conocidas, mucho más frecuentes las blancas que las tintas. Budapest y el lago Balatón -el más grande de Europa Central- son los destinos favoritos de quienes visitan Hungría y es creciente el interés por probar vinos de la zona. Áreas geográficas como Eger, Villány, Sapron o Szekszárd comienzan a aparecer en las cartas de vinos de los restaurantes y a nadie sorprende encontrar variedades de uva casi olvidadas como Olaszrizling, Kéknyelü, Kékfrankos o Kadarka. Todo ello sin olvidar Tokaji y sus múltiples interpretaciones, desde las más tradicionales hasta las más modernas.


Los vinos de Tokaj -Tokaji es el gentilicio- merecerían un artículo aparte, sin embargo, daremos a continuación unas pinceladas acerca de ellos. La región de Tokaj-Hegyalja se sitúa en el extremo nororiental del país, limítrofe con Eslovaquia con quien todavía mantiene una disputa comercial por los derechos de etiquetado de vinos blancos dulces que en realidad son algo así como primos lejanos. El origen de los suelos es claramente volcánico y son las cuencas de los ríos Bodrog y Tisza -el primero afluente del segundo- y los montes Zemplén los accidentes geográficos que vertebran toda la región. Somontano, piamonte y hegyalja son palabras sinónimas, de manera que es fácil deducir dónde se ubican los viñedos. La zona es un pequeño laberinto de balsas, meandros y galachos que favorecen la formación de neblinas hacia el final del verano. El rocío matutino o las frecuentes lloviznas seguidas de tardes soleadas que hacen subir las temperaturas son unas condiciones ideales para que se produzca la infección de las uvas maduras por la levadura Botrytis cinerea, responsable de la denominada "podredumbre noble". Las uvas afectadas sufren un proceso de deshidratación que hace aumentar la concentración de azúcares, ácido cítrico y ácido málico, dando como resultado mostos ácidos, dulces, untuosos y con cierta tendencia a la oxidación. Las variedades autorizadas son Furmint, Hárslevelü, Sarga Muskotály, Kövérszölö, Kabar y Zéta, siendo la Furmint la más cultivada. 


Tal y como adelantábamos, existen numerosos estilos en los Tokaji. Por volumen de producción, los vinos secos o semisecos son los más abundantes, ya que cada año la cantidad de uva botritizada es imprevisible. También los vinos dulces de vendimia tardía se están popularizando, elaborados con uvas pasificadas sin botritizar. Como curiosidad añadiremos que también se elaboran espumosos de método tradicional, no sólo con la mayoritaria Furmint, sino también con Pinot Noir, aunque dicha variedad tinta no está reconocida por la indicación geográfica. 


La verdadera complicación se alcanza al asomarnos al fascinante mundo de los Tokaji Aszú -blancos dulces elaborados con uvas botritizadas- ya que existen numerosos estilos y variables procedimientos de elaboración y crianza. Los Szamorodni -palabra de origen polaco que significa "como venga"- se obtienen de la vinificación de uvas botritizadas junto con otras sanas, algo bastante habitual porque la podredumbre noble no afecta por igual a todos los racimos ni a todos los viñedos. Se elaboran secos (száraz) y dulces (édes), en ambos casos con crianza en roble durante al menos 6 meses. Los Szamorodni dulces, a efectos prácticos, han venido a sustituir a los Aszú de 3 y 4 puttonyos después de la entrada en vigor en el año 2013 del nuevo marco normativo en cuanto a contenido de azúcar. Tradicionalmente, la categorización de los Tokaji Aszú venía determinada por la cantidad de uva botritizada que se añadía al vino base -habitualmente un szamorodni terminado- cuantificada en el número de canastas (puttonyos) de 20-25 kilogramos de uva por cada 136 litros de vino base, cifra nada casual porque era la capacidad de cada gönci, tradicional barril de roble de la región, donde se completaba la fermentación y la crianza, habitualmente prolongada al menos "durante un año por cada puttonyo". En la actualidad, las cosas han cambiado mucho y todo ese romanticismo ha desaparecido, a pesar de que algunos productores siguen apostando en favor de la elaboración más artesanal. Ciertamente la vendimia y selección de bayas sigue siendo como antaño, no así los procedimientos de prensado, fermentación -el empleo de depósitos de inoxidable con control de temperatura gana terreno cada vendimia- y posterior crianza en barricas de roble de 220 á 500 litros de capacidad. La duración del envejecimiento en roble también tiende a acortarse -mínimo 18 meses, si bien crianzas entre 24 y 36 meses son lo más habitual- con la finalidad de sacar al mercado vinos más delicados. Los vinos Aszú ya terminados se clasifican en función de su contenido en azúcar residual, no se permiten correcciones en acidez ni en alcohol y tampoco se pueden endulzar ni encabezar. El embotellado debe realizarse dentro de las fronteras de la región de Tokaj. Como guiño al pasado y a la tradición, en las etiquetas se mantiene la categorización en puttonyos, lo cual aporta al consumidor información del grado de dulzor, aunque a día de hoy deben de quedar pocas canastas en uso en las bodegas, si acaso alguna como elemento decorativo.


Todavía es posible encontrar en alguna bodega de la zona vinos elaborados con los estilos Forditás y Maslás, auténticas rarezas de la vinificación tradicional, caracterizadas por una segunda maceración en mosto de la pasta -o de las lías- resultante del prensado de las uvas botritizadas. El mercado, no obstante, va por otros derroteros, con una demanda creciente de vinos fragantes y perfumados. En ese sentido, algunos productores han comenzado a elaborar vinos de parcelas únicas -denominados dülö- casi siempre sobre suelos de loess que aceleran el ciclo vegetativo y producen vinos más afrutados y menos ácidos, llegando incluso a calificativos como Premier Cru emulando a Burdeos y Borgoña -hasta la fecha carentes de respaldo legislativo- aunque de una indiscutible calidad.


Si hasta este momento hemos conseguido mantener su atención, queridos lectores, es el momento de sumergirse en las descripciones, opiniones y notas de cata de la quincena de vinos húngaros que tuvimos la oportunidad de degustar durante el seminario. Pasen, lean, disfruten y comprenderán por qué no sólo de Tokaji vive el hombre... 

IKON IRSAI OLIVER 2022
Balatonboglár. 100% Irsai Olivér. Sin crianza. Variedad de uva lejanamente emparentada con la Moscatel y que hasta hace 40 años se consumía como uva de mesa. Amarillo pajizo, casi transparente. Flores blancas, cítricos (lima, pomelo), ligeramente perfumado. Acuoso, sencillo, poco sabroso. Final corto sutilmente amargo. En verano, con una cubitera y en buena compañía a orillas del lago Balatón puede hacer su papel.

FIGULA SINGLE VINEYARD SZAKA 2019
Balatonfüred-Csopak. 100% Olaszrizling. Sin crianza. Amarillo verdoso, poco expresivo en nariz. Sorprende su contenido alcohólico, bien ponderado por su elevada acidez. Recuerdos de hidrocarburos,  aromas ahumados, manzana madura y apio. Final medio. Ligero amargor. Peculiar.

KREINBACHER SELECT 2020
Somló. 100% Juhfark. 8 meses en roble. Su nombre significa "cola de oveja" por la forma alargada y curvada de sus racimos. 205 hectáreas plantadas en todo el país, más de la mitad en Somló. Amarillo dorado tenue. Ligera reducción en el ataque con escasa expresividad en aromas. Acidez media plus. Recuerdos terpénicos y amielados. Cremoso en boca. Variedad un tanto neutra que requiere de tiempo de crianza para dar todo su potencial.

CSENDES-DULO-SZOLOBIRTOK FAHORDOS 2017
IGP Balaton (Badacsony). 100% Keknyelü, Crianza en roble. Su nombre significa "raspón azul". Variedad autóctona de sexo femenino que requiere de polinización cruzada con otras cepas. Quizás por ese motivo se encuentra en peligro de desaparición. Tan sólo existen 50 hectáreas plantadas en toda Hungría. Amarillo dorado medio. Inexpresivo en nariz. Frutas de pepita maduras, carne de membrillo y aceitunas verdes. Buen equilibrio en boca entre acidez, alcohol y dulzor. Interesante.

PETER VIDA PÈTIT BONSAI 2021
Szekszárd. 100% Kadarka. Conocida también como "pinot húngaro", cultivo exclusivo en vaso de bajo porte, lo cual dificulta considerablemente el trabajo en la viña, sobre suelos mayoritarios de loess con parches de terra rossa. Color rojo cereza de capa baja con ribete rosado. Frutillos rojos, recuerdos metálicos y de flores azules. Acidez media plus. Escasa astringencia. Más anisado que especiado. Rústico, sencillo y corto. Puede recordar a Gamay.

GAL TIBOR PAJADOS EGRI BIKAVER GRAND SUPERIOR 2018
Eger. Kékfrankos, Kadarka, Cabernet Franc, Pinot Noir y Syrah. Crianza durante 14 meses en barrica de roble. Ensamblaje multitudinario de al menos cuatro variedades tintas con predominio de la Kékfrankos (30-65%) para elaborar este estilo de vinos conocidos como "sangre de toro". Picota con ribete rubí. Fruta roja y negra, piracinas, lácticos, recuerdos vegetales y de flores azules. Roble nuevo y granos de café. Intenso en boca. Final amargo. Este curioso nombre proviene de una leyenda según la cual las tropas otomanas, al observar las barbas de los soldados húngaros impregnadas de una sustancia roja, creyeron que habían bebido sangre de toro, cuando en realidad se trataba del recio vino tinto de la época.

WENINGER STEINER 2016
Sopron. 100% Kékfrankos. Crianza 24 meses en barricas de roble de 500 litros. Variedad conocida fuera de Hungría con el nombre austríaco de Blaufränkisch. Vino procedente de un viñedo único en cultivo biodinámico y elaboración casi como vino  natural. Rojo picota con ribete ocre. Frutas rojas maduras, frutas negras y recuerdos animales. Algo vegetal, ácido y mineral. Final medio-largo. Vinificación llevada al límite. Imperfecto y diferente. Muy alejado de nuestros gustos.

ATTILA GERE KOPAR 2018
Villány. Quizás la zona vitivinícola más prestigiosa después de Tokaj. Clima con una ligera influencia mediterránea, continental aunque algo más cálido. Viñedos de calidad con orientación sur.   Cabernet Franc, Merlot y Cabernet Sauvignon (50-40-10). Crianza durante 16 meses en barrica de roble. Rojo picota con ribete teja. Salvando las distancias, puede recordar a Burdeos pero con más evolución. Fruta negra, ciruelas-pasas, tapenade, café y tostados. Cuero y hoja de tabaco. Buena acidez. Final largo. Un estilo internacional más reconocible para nosotros.

CHATEAU DERESZLA DRY 2021
Tokaj. Furmint, Hárslevelü, Sarga Muskotály y Kabar. Sin crianza. Elaboración bastante habitual de este vino procedente de uvas sin botrytis que prácticamente es imposible adquirir fuera de Hungría. Una manera de aprovechar y comercializar las uvas blancas no botritizadas para elaborar un vino (casi) seco. Amarillo pálido. Serio, sobrio, poco expresivo en nariz. Flores blancas y cítricos. Afilado, ácido, lineal. Resto de azúcar residual que le aporta cierta gracia en boca. Original.

DEMETER-ZOLTAN SZERELMI 2018
Tokaj. 100% Hárslevelü. Viñedo único. Variedad más aromática que la Furmint mayoritaria en Tokaj. Puede considerarse una rareza este monovarietal, aunque cada vez son más habituales estos Tokajis elaborados con variedades diferentes a la Furmint. Amarillo dorado. Mieles y cereales. Frutos secos. Licoroso y agradable.

HETSZOLO SELECTION 2011
Tokaj. 100% Furmint. 5 meses en roble. Amarillo dorado medio. Curioso aroma a espárragos trigueros a copa parada. Cera, miel, dulce de membrillo. Ligero amargor final que recuerda a las almendras crudas, en nuestra opinión un descriptor aromático casi omnipresente en la Furmint. Muy varietal.

SAMUEL-TINON SZAMORODNI SZARAZ 2011
Tokaj. Furmint y Hárslevelü. Racimos parcialmente botritizados. Crianza bajo velo de flor en barrica durante 4 años. Dorado medio plus. Velo de flor muy presente. Naranja escarchada. Más voluminoso que un amontillado. Recuerda a los vinos de Jura. A pesar de su etiquetado, conserva un discreto contenido en azúcar. Muy divertido y curioso. La traducción de Szamorodni sería "tal cual viene", es decir, que se vinifican las uvas botritizadas junto con las no afectadas por podredumbre noble. El resultado suele ser un vino seco con una pizca de azúcar residual, como en este caso. 

HETSZOLO SZAMORODNI EDES 2017
Tokaj. Furmint, Hárslevelü, Sarga Muskotály y otras. Racimos parcialmente botritizados. Crianza en barrica durante 12 meses. Amarillo dorado. Hidrocarburos, miel y disolvente. Sutil y ligero en boca. Elegante acidez. Otro szamorodni con menos crianza que el anterior, en esta caso elaborado como dulce y sin velo de flor, un concepto más habitual y sobre todo más comercial que ha venido a sustituir los antiguos tokajis etiquetados como 3 y 4 puttonyos. 

HETSZOLO TOKAJI ASZU 5 PUTTONYOS 2010
Tokaj. Furmint, Hárslevelü, Sarga Muskotály y otras. Elaborado con granos de uva completamente botritizados. Barniz y cáscara de naranja escarchada. Elevada acidez que le da una complejidad y una elegancia perfectas, muy acorde a su elevado contenido en azucares. Delicioso en boca y aromáticamente eterno.

OREMUS ASZU 6 PUTTONYOS 2013
Tokaj. Furmint, Hárslevelü, Sarga Muskotály y Zéta. Elaborado con granos de uva completamente botritizados. Crianza durante 2-3 años en barriles nuevos de roble húngaro. Naranja y mandarina desecadas. Rama de canela y especias blancas. Acidez media que no consigue aligerarlo, tal vez resulta demasiado dulce y pesado. En cualquier caso, se trata de un vino majestuoso.

Concluimos aquí este viaje virtual por los viñedos húngaros, tantas veces arrasados por los ejércitos a lo largo de la historia. Una tierra que ha sido campo de batalla en casi todas las invasiones, guerras y conflictos territoriales en Europa central. Un país que ha sufrido numerosos cambios en sus fronteras y vaivenes políticos en ocasiones traumáticos, pero que sin embargo ha sabido mantenerse fiel a sus tradiciones, entre las que obviamente se encuentra, el cultivo de la vid y la elaboración de vino. 

"Un pueblo que no bebe su vino y no come su queso 
tiene un grave problema de identidad"
 (Manuel Vázquez Montalbán)