lunes, 11 de agosto de 2025

> Rubvinos 2025


La comarca de Gúdar-Javalambre se sitúa en el extremo más meridional de la provincia de Teruel y por tanto representa el último recodo de tierras aragonesas antes de traspasar la linde imaginaria que comunica con el norte de Castellón y de Valencia. Sus sierras y valles han sido históricamente territorio fronterizo -como bien lo atestigua el rico patrimonio medieval de sus pueblos, especialmente Mora de Rubielos, capital de la comarca- pero también zona de un intenso intercambio comercial entre el interior y la costa mediterránea, distante apenas unas decenas de kilómetros en línea recta.


Desde el punto de vista paisajístico, la zona podría recordar a la vecina comarca de Matarraña, aunque una detallada observación por parte del viajero rápidamente llevará a la conclusión de que en Gúdar-Javalambre hay menos cauces fluviales y más altitud. Aquí los inviernos son largos y fríos, los veranos cortos y calurosos, determinando todo ello que las condiciones climatológicas sean de una notable dureza. Por tanto, los cultivos típicos del arco mediterráneo -almendra, olivo y vid- no son tan habituales en esta comarca, siendo sustituidos por el cereal y por cultivos micológicos de gran valor añadido como es el caso de la trufa negra o Tuber melanosporum, producto del que Gúdar-Javalambre es el primer comercializador a nivel europeo. La localidad de Sarrión se considera la capital mundial de las trufas negras y teniendo en cuenta el precio que alcanzan cada año, no sorprende que se les conozca como "diamantes negros".


Por supuesto, en la comarca existen viñas -cada vez menos, muchas de ellas abandonadas y amenazadas con desaparecer por la despoblación y por la falta de relevo generacional en el sector agrario- aunque la mayoría de ellas están destinadas a elaborar vinos para autoconsumo, como se ha hecho toda la vida. En el año 2010 se cruzaron los caminos de Jesús Romero -viticultor natural de Rubielos de Mora, jubilado después de haber trabajado en el sector hostelero en Valencia- y Juan Vicente Alcañiz (Valencia, 1980) ingeniero agrónomo y licenciado en Enología. El primero se puede decir que fue el iniciador del sueño, el segundo quien logró que se hiciera realidad. Juanvi Alcañiz desempeña en la actualidad la dirección técnica de Bodegas San Alejandro en Miedes (DO Calatayud) después de haber trabajado en bodegas de España, Chile, Australia y Nueva Zelanda. De la unión entre ambos surgieron Bodegas Rubus en Rubielos de Mora, inicialmente con tan sólo 5 hectáreas de viñedo en espaldera plantado en 2007 a casi 1000 metros de altitud. Garnacha, Syrah y Tempranillo son las tres variedades de uva mayoritarias con las cuales se elaboran alrededor de 20000 botellas anuales. 


Con la finalidad de dar a conocer la comarca de Gúdar-Javalambre, el sur de la provincia de Teruel, sus atractivos turísticos y su gastronomía, desde Bodegas Rubus surgió en 2022 la idea de organizar una jornada enológica en Rubielos de Mora. Aquella primera edición de Rubvinos desbordó todas las previsiones en cuanto a asistencia, sin duda supuso un enorme éxito y animó a la organización a repetir el evento en años sucesivos. Tras varios intentos infructuosos, al fin pudimos sacarnos la espina de años anteriores y asistir el pasado mes de Julio a Rubvinos 2025. Para poner en contexto el evento, es necesario precisar que en realidad se trata de una jornada en torno al vino que se desdobla en dos actos. El primero de ellos, abierto al público en general, tuvo lugar en la lonja del Ayuntamiento de Rubielos. El segundo, exclusivamente orientado hacia el sector profesional, se celebró en la Ermita de los Mártires, situada en un precioso enclave elevado a escasos dos kilómetros de la localidad. Casi una veintena de bodegas presentaron y dieron a conocer sus vinos a profesionales del sector, con una amplia representación de sumilleres procedentes de Zaragoza y Valencia. Con acierto, se dispuso por parte de la organización de transporte colectivo desde ambas ciudades. Por motivos de agenda, realizamos el desplazamiento en nuestro propio vehículo y aparcamos a la sombra de unos pinos a los pies de la Ermita de los Mártires. 



Gúdar-Javalambre n
os recibió aquella mañana a mediados del  mes de Julio con un cielo azul, una suave brisa, el canto de las cigarras y el estimulante aroma de las hierbas del monte mediterráneo. Recorrimos la suave pendiente del camino empedrado que asciende hasta el porche de entrada y franqueamos la puerta de la ermita. Todavía era temprano y los autobuses rebosantes de sedientos sumilleres procedentes de Zaragoza y Valencia aún no habían hecho su aparición, de manera que nos apresuramos a catar los primeros vinos del día. Como es nuestra costumbre, dedicamos la primera mitad de la mañana a conocer vinos blancos y rosados, dejando los tintos para la parte final de la jornada.


La oferta expositiva en cuanto a bodegas y referencias no puede calificarse de escasa. Docena y media de productores dieron a conocer sus vinos en un ambiente cercano y distendido. Los asistentes tuvimos la oportunidad de catar casi un centenar de muestras y -lo que es más interesante- charlar con los bodegueros para comprender la identidad de sus proyectos, la mayoría de ellos familiares, de pequeño tamaño y con una firme voluntad en la defensa de sus orígenes y de las variedades autóctonas de su tierra. Entre los presentes, una amplia representación de bodegas levantinas (Tren de Vida, Can Leandro, Curii, Cooperativa de Viver) y aragonesas (Cuevas de Arom, Sers, A Maru de Gasconne, Rubus), así como algunas pinceladas de La Rioja (Ukan, Baigorri), La Mancha (Gratias), Navarra (La Calandria), Galicia (Granbazán), Gerona (La Vía Líquida) y tres productores de fuera de España.


Resultaría tedioso detallar las notas de cata de todos y cada uno de los vinos que tuvimos ocasión de degustar, de manera que nos limitaremos a reseñar aquellos productores cuyas elaboraciones nos resultaron más originales. Debido a nuestro desconocimiento acerca de su trabajo de recuperación de variedades casi desaparecidas -Tardana, Pintaíllo, Coloraíllo, Rojal- nos resultaron muy interesantes los vinos artesanales de Bodegas Gratias (Casas Ibáñez, Albacete) y por su apuesta por las variedades autóctonas mediterráneas -Merseguera, Tortosí, Bonicaire- los vinos finos y luminosos de Can´Leandro (Onteniente, Valencia).



Casa Marín (Aconcagua, Chile) presentó los magníficos resultados obtenidos con la Sauvignon Blanc y la Pinot Noir -impecable el trabajo de esta bodega chilena ubicada en el Valle de San Antonio muy cerca de la costa del Pacífico- vinos precisos, frescos, minerales y muy varietales. Lo mismo puede decirse de Domaine La Soufrandiere (Borgoña, Francia) y sus diferentes interpretaciones de los viñedos y la crianza de la Chardonnay en una zona moderadamente cálida como Mâcon -fruta madura, madera discreta y mucha elegancia- así como un agradable vecino de Beaujolais monovarietal de Gamay que se coló sin estar invitado, pero que a nadie defraudó. 



Mención aparte merece Azienda Agrícola Barbacán (Valtellina, Italia) quizás el productor que más nos cautivó. Trabajan exclusivamente con la variedad Chiavennasca, sinonimia de la Nebbiolo en Valtellina -valle alpino de Lombardía- elaborando numerosos vinos que clasifican en función del viñedo, la altitud y los suelos. Disponen de 6 hectáreas de viña cultivadas en terrazas, con un esforzado trabajo manual en el campo y artesanal en la bodega. En realidad todos los viñedos incorporan un pequeño porcentaje de otras variedades autóctonas minoritarias, un verdadero tesoro de la biodiversidad que la bodega se esfuerza en preservar. Las etiquetas de sus botellas pueden parecer algo infantiles, pero adquieren todo su significado cuando se comprende que están inspiradas en las pinturas rupestres descubiertas en la zona. Tuvimos la oportunidad de catar dos rosados -rosati- cinco tintos -rossi- de diferentes procedencias y con distintas crianzas, así como un maravilloso sforzato di Valtellina, tinto elaborado tras la fermentación de uvas pasificadas -passito- menos dulce de lo esperado, sensacional en nariz y sencillamente eterno en boca.



El regreso a territorio nacional lo hicimos entrando por dos localidades de Rioja Alavesa -Laguardia y Samaniego- realizando la cata de los vinos de Ukan Winery y Bodegas Baigorri respectivamente. Tempranillo sola o en compañía de otras, en general con larga permanencia en roble, tintos riojanos modernos, pero nada simples, con más fruta y menos presencia de la madera. Incluso pudimos apurar las últimas gotas de un blanco de Viura y Malvasía fermentado en barrica de Baigorri, poesía en nariz y seda en boca. Granbazán es la aventura de la bodega de Samaniego en Rías Baixas -una joya arquitectónica a tenor de lo visto en fotografías, ubicada en un palacio que deja sin palabras- donde la Albariño adquiere todo el protagonismo. Catamos dos de sus vinos -Etiqueta Verde y Etiqueta Ambar- tenso, algo nervioso y cítrico el primero, más tropical y cariñoso el segundo.




Para ir concluyendo, haremos un breve repaso a las bodegas aragonesas presentes en esta edición de Rubvinos 2025. Bodegas Sers (Cofita, Huesca) son la apuesta por el territorio de la familia Canales, con sus 12 hectáreas de viña en propiedad para elaborar unas 25000 botellas -siempre bordelesas- cada año. Como la mayoría de las bodegas del Somontano, iniciaron su andadura con variedades internacionales y las siguen trabajando con acierto, aunque en los últimos años su voluntad de recuperación de cepajes autóctonos, como la Moristel o la Parraleta, es cada vez más decidida. Cuevas de Arom, es el nombre del proyecto más personal de Fernando Mora en Bodegas San Alejandro (Miedes). Una estricta selección de viñedos de Garnacha -cuanto más viejos mejor, sobre suelos de pizarra entre Calatayud y Jiloca, con viticultura artesanal y vinificaciones tradicionales- nos conduce a unos vinos finos, elegantes y muy aromáticos. A Maru de Gasconne (Cretas, Teruel) es con total seguridad la bodega más joven de todo Aragón. Inaugurada hace apenas unas semanas fruto del impulso empresarial de Gonzalo Iranzo -ingeniero agrónomo enamorado del Matarraña- han apostado por variedades como Syrah, Viognier y Garnacha Blanca para la elaboración de sus vinos, recién salidos al mercado, con una bonita imagen de marca y la intención de posicionarse en el segmento premium.


 

Hemos dejado para el final las notas de cata de los vinos que Juanvi Alcañiz elabora en Rubielos de Mora. Su vino de inicio de gama es Rubus, ensamblaje de Garnacha y Tempranillo, de un precioso rojo cereza de capa media con ribete violáceo. Frutas rojas, caramelo, yogur de fresas y moras. Especias blancas sobre un fondo herbáceo, recuerdos mentolados y una viva acidez, gracias a la altitud del viñedo. Postgusto medio, con taninos dulces y aterciopelados. Rubus Quercus es su hermano mayor, coupage de Garnacha y Syrah en el que la crianza durante 5 meses en barricas usadas de 400 litros acompaña discretamente a la fruta, con un punto más especiado y de notas tostadas, todo muy suave, sin perder nada de frescura, más largo y elegante. En 2017 se incorporaron 4 hectáreas de viñedo de Garnacha y Miguel de Arco plantadas en 1955 en el municipio de Báguena y de ahí se obtiene el Viña de Báguena, vino top de la bodega que se elabora con uvas parcialmente despalilladas y con crianza durante 10 meses en barricas de 400 litros de segundo y tercer año. 


Recientemente se ha iniciado la comercialización de su primer vino blanco, el Rubus Leuko, monovarietal de Macabeo elaborado con uvas procedentes de dos viñedos cultivados en vaso que ya fueron vinificadas en los años 2022 y 2023 pero que en esta añada 2024 han dado todo lo que se esperaba de ellas: frutas de pepita, hinojo, hierbas de monte y tiza, poderoso en boca, generosa acidez y ligeramente cálido, quizás algo falto de redondeo en botella y con mucha guarda por delante.


En resumen, una jornada deliciosa, en un lugar precioso en mitad del campo turolense, catando vinos diferentes -algunos casi en exclusiva- intercambiando opiniones con los elaboradores y rodeados de buena gente. Poco más se puede pedir. Tan sólo nos queda agradecer la invitación a Juanvi Alcañiz y anhelar que en la próxima edición de Rubvinos se nos vuelva a abrir la puerta de la Ermita de los Mártires -ese enclave místico donde una vez al año y tan sólo durante unas horas- algunos cuantos elegidos se reúnen bajo su techo para compartir opiniones en torno a una copa de vino. 



jueves, 22 de mayo de 2025

> Visita a la bodega histórica Remigio Salas en Dueñas (Palencia)

 

La comarca del Cerrato se extiende al sureste de la ciudad de Palencia, ocupando territorios de las vecinas provincias de Burgos y Valladolid. Sin embargo, la mayor extensión de tierras cerrateñas corresponde a la provincia de Palencia. Venta de Baños, Torquemada, Astudillo y Dueñas son las localidades con más renombre, si bien desde el punto de vista enoturístico es ésta última la que ofrece más oportunidades.


El Barrio de las Bodegas de Dueñas se extiende al norte del casco urbano y ocupa un cerro que en realidad es un gigantesco queso Gruyere, horadado en múltiples direcciones desde tiempos inmemoriales. La inmensa mayoría de las bodegas son de uso privado y por tanto no son visitables. No obstante, hay una excepción a dicha regla no escrita, tan sólo una honrosa excepción y afortunadamente dimos con ella. Hablamos de la Bodega Remigio Salas todo un referente entre las bodegas de Dueñas, por sus dimensiones, su historia y la calidad de sus vinos.


Al franquear la pequeña puerta de entrada de la bodega, el visitante casi se ve obligado a agacharse ligeramente, en un gesto que parece indicar en cierto modo una reverencia, porque en realidad está pidiendo permiso para adentrarse por unos túneles excavados a pico y pala hace más de dos siglos. Los primeros registros de construcción de la bodega datan del año 1778, aunque la realización de sucesivas ampliaciones y continuas mejoras han conseguido que esta maravilla arquitectónica subterránea haya llegado hasta nuestros días en perfecto estado y -lo que es más importante- en condiciones plenas para la elaboración y crianza de los vinos. 


Desde finales del siglo XIX, las instalaciones son propiedad de la familia Salas, al principio como una pequeña bodega elaboradora que rápidamente debió ampliarse con la construcción de un imponente lagar de sillería en 1887 para satisfacer los encargos de vino de bodegueros franceses, en aquel entonces amargamente acuciados por la plaga de filoxera. Como es bien sabido, la enfermedad no tardó en cruzar los Pirineos, de manera que el viñedo español también se vio prácticamente diezmado. Aquellos fueron años difíciles, sin embargo, a principios del siglo XX la familia Salas -haciendo gala de ese carácter castellano, tenaz y perseverante- comenzó a replantar sus viñas con las variedades autóctonas de siempre. En la actualidad, la bodega está dirigida por la cuarta generación de la familia Salas y gestiona 90 hectáreas de viñedo propio, sobre suelos calizos y pedregosos. Aunque los tiempos han cambiado y las técnicas modernas de vinificación y crianza van poco a poco permeando la roca de las paredes, la bodega apuesta por preservar esos ecos de tradición y se muestra orgullosa de mostrarlos a los visitantes.



Traspasar la puerta de esta bodega es iniciar un pequeño viaje virtual en el tiempo. No resulta difícil imaginar los carros cargados de uva y detenidos en el exterior, los hombres llenando el lagar con los racimos, la enorme viga accionada por medio del giro del tornillo de madera, el esfuerzo de los peones, los maderos prensando las uvas, el mosto manando y el olor a vino por todos los rincones. Imágenes, sonidos y aromas de hace no tanto tiempo, aunque nos parezca que haya transcurrido una eternidad.


Tras descender un estrecho tramo de escaleras de madera, se accede al reino del silencio y la calma. Barricas, tinas y grandes bocoyes ocupan cada espacio de los pasadizos subterráneos. Algunos de estos contenedores de madera llevan allí varias décadas, fueron ensamblados en ese lugar y ahí permanecerán eternamente, sostenida su vida por los litros de vino que contienen. El vino es su líquido vital -algo así como su sangre- porque sin el vino se secan, resquebrajan y mueren. Probablemente poco aporta esa vieja madera al vino, pero se trata de una vieja amistad, porque ambos se necesitan, sin precisar cuál de los dos se entrega más en esta relación de hace décadas. 


Sin embargo, de unos años a esta parte ha entrado en escena un nuevo personaje. La construcción de depósitos de hormigón -en cierto modo, una pequeña infidelidad- posibilitó mejorar los procedimientos de vinificación y guarda, así como incrementar sensiblemente la capacidad de la bodega, la cual se estima que puede llegar a procesar hasta 250.000 kilogramos de uva en cada vendimia. A diferencia de la madera, el hormigón no tiene capacidad para intercambiar oxígeno y es un perfecto complemento a las barricas para la realización de la crianza. En realidad la hilera de depósitos de cemento -magistralmente construida adaptándose al desnivel de la galería subterránea que ocupan- ha venido a sustituir a los antiguos trujales, aunque mucho más fáciles de limpiar y mantener.


Evidentemente la bodega cuenta con una parte más moderna -destinada al almacenaje, embotellado y llenado de los bag in box- si bien todavía conserva vestigios históricos, como los carriles, poleas y ganchos que servían para mover las barricas en el pasado, utensilios fuera de uso en la actualidad, pero que en Remigio Salas se muestran con orgullo al visitante como parte de la memoria vitivinícola de la familia. La dirección técnica actual mira hacia el futuro y sabe cuál es el rumbo a seguir, pero sin olvidar sus orígenes ni los esfuerzos de las generaciones anteriores. Porque sencillamente, una tierra que reniega de sus antecesores, no merece un porvenir.


Desde luego, hace ya muchos años que se dejó de vender vino a granel. Aquella entrañable imagen del señor mayor que cada semana se pasaba por la bodega con su pequeña garrafa -más para entablar conversación que por otro motivo- ha quedado definitivamente atrás. No obstante, en Remigio Salas se sigue comercializando vino en formatos de gran volumen -cinco y quince litros, si no estamos equivocados- y no son pocos los viajeros que a su paso por Dueñas detienen su vehículo en la puerta de la bodega para reponer existencias de su vino de cabecera. Sin duda, los formatos bag in box de diferentes capacidades son los sustitutos de la antigua venta a granel. Los dos vinos más demandados en formato grande son sin duda el rosado y el "ojo gallo" -que en realidad son el mismo vino de elaboración tradicional, con la única diferencia del grado de prensado- más delicado el primero y con mayor extracción -también más cuerpo y estructura- en el caso del segundo, de modo que el "ojo gallo" estaría más cerca de ser un tinto que un rosado.



El verdadero salto de calidad se dio con el inicio de la comercialización de vino embotellado. El nacimiento de la gama comercial Las Luceras marcó un antes y  un después en la historia de la Bodega Remigio Salas. La elección del nombre de esta familia de vinos tampoco fue fruto de la casualidad: se llaman luceras a los pozos de ventilación de las bodegas -aunque en realidad es escasa la cantidad de luz que dejan pasar- elementos imprescindibles para la correcta aireación de los túneles subterráneos, sin las cuales la humedad se acumularía y las bodegas terminarían hundiéndose. Exteriormente pueden visualizarse en cualquier punto del Barrio de las Bodegas de Dueñas, aunque en su remate final exista cierta diferencia de criterios estéticos según quién sea su constructor.


Elaboran cinco vinos, todos ellos con la cintilla de la DO. Cigales, tierra históricamente reconocida por sus rosados y claretes. Como no podía ser de otro modo, Las Luceras Rosado representa el nexo de unión entre tradición y modernidad. Este ensamblaje de variedades tintas -Tempranillo y Garnacha- con un 20% de uva blanca -Albillo y Verdejo- es la definición perfecta de un rosado cerrateño. Frutillos rojos, chucherías y un recuerdo a hoja de hierbabuena en nariz presagian un vino fresco y divertido en boca, y aunque ciertamente así lo es, resulta más cálido, voluminoso y serio de lo esperado. Pocas bromas con este tipo de rosados.


De unos años a esta parte, la variedad blanca española más popular es sin duda la Verdejo. La aceptación de dicho cepaje por parte del Consejo Regulador de la DO. Cigales concedió a las bodegas la posibilidad de incrementar notablemente sus ventas, así como ofertar monovarietales de Verdejo a precios muy competitivos, dando además a conocer una denominación menos famosa que su vecina DO Rueda y aportando esa pizca de novedad que busca el consumidor mínimamente curioso. Las Luceras Blanco es uno de esos nuevos verdejos, menos voluptuosos y folclóricos en nariz, pero considerablemente más sinceros y completos en boca. Representan la honestidad castellana, son vinos honrados que trasladan hasta la copa lo que la variedad otorga, sin artificios ni maquillajes. Nariz de flores blancas, frutas de pepita, heno y anisados. Fresco y agradable en boca, con un ligerísimo amargor final que le da longitud al conjunto.


Finalmente, tres son los tintos elaborados por Bodega Remigio Salas. Las Luceras Roble es su tinto de inicio de gama, coupage de Tempranillo y Garnacha (80-20) con 6 meses crianza en barrica de roble americano -frutas rojas, flores azules, caramelo de nata y fresa- atractivo en nariz y muy agradable en boca, con taninos presentes pero amables. En sus dos hermanos mayores -Las Luceras Crianza y Las Luceras Reserva- desaparece la Garnacha del coupage, tratándose en realidad de dos monovarietales de Tempranillo con 14 meses de permanencia en barrica de roble francés y americano en el crianza y con 24 meses en barrica exclusivamente de roble francés  en el reserva. Frutas rojas y negras, tabaco, cedro y especias en nariz. Finos, elegantes y sabrosos en boca. Ambos son dos vinos excelentes y complejos, aunque a decir verdad, sorprenden menos que los vinos jóvenes, quizás por tratarse de un perfil más conocido y similar a otros vinos más habitualmente catados, en particular a ciertos Riberas del Duero, con quienes comparten variedad de uva, elaboración e incluso cercanía geográfica.


Poco más que añadir a esta breve incursión en tierras palentinas, como ya dijimos en una entrada anterior, tan cercanas como desconocidas. Sin duda la visita a las instalaciones de Remigio Salas ha sido el perfecto resumen de lo que Palencia significa en cuanto a la fusión entre tradición y modernidad. Trabajo bien hecho con la mirada hacia el futuro, pero sin dejar de observar -aunque sea de soslayo- ese esforzado pasado no tan lejano que ha permitido llegar hasta hoy sin perder autenticidad.  


jueves, 1 de mayo de 2025

> El rompecabezas de Burdeos



El atrevimiento y la ignorancia a menudo van de la mano. De modo que con grandes dosis de ambos, decidimos inscribirnos en el Seminario de vinos de Burdeos propuesto por Grape Bebop, creyendo -erróneamente- que la aproximación a esta zona vitivinícola francesa no tendría demasiada dificultad. De hecho, desde el momento en que formalizamos la inscripción y hasta la fecha de celebración del seminario, apenas buscamos información al respecto, confiando en que quizás una somera lectura un par de días antes sería más que suficiente para asistir a la jornada con una cantidad digna de información. Pues bien, un tremendo quebradero de cabeza nos asaltó cuando por fin nos animamos a entrar en la página oficial de los vinos de Burdeos y descubrimos el auténtico laberinto de denominaciones de origen -AOCs en francés- que integran el viñedo bordelés. Denominaciones genéricas, subzonas geográficas, AOCs grandes, AOCs diminutas, denominaciones con una sola bodega, bodegas que elaboran bajo varias denominaciones, denominaciones con el nombre similar a otras AOCs vecinas, etc. 


A todo este galimatías debe añadirse que existen al menos cuatro clasificaciones para los vinos de Burdeos, habiéndose realizado la primera de ellas nada menos que en el año 1855 desde la Cámara de Comercio de Burdeos y por encargo de Napoleón III con motivo de la celebración de la Feria Universal de Paris. Este primer intento de clasificación tiene una particularidad -en realidad una anomalía dentro del sistema de AOCs- ya que la clasificación se otorga al productor en lugar de al viñedo, algo que sólo sucede en Burdeos. En realidad esta clasificación de 1855 está bastante obsoleta -tan sólo ha sido revisada en dos ocasiones a lo largo de sus casi dos siglos de existencia y exclusivamente agrupa a elaboradores de la margen izquierda- pero sigue estando en vigor y es cierto que en ella figuran algunos de los productores más prestigiosos. En el año 1932 se presentó para los productores del Médoc una nueva clasificación que se revisa anualmente con la cosecha recogida dos años antes. En 1953 se hizo lo mismo para los elaboradores de Graves -clasificación no revisable- y en 1954 para los de Saint-Émilion, con revisiones periódicas cada diez años. Para complicar aún más la situación, algunas de estas revisiones fueron impugnadas y hoy en día aún siguen en los tribunales de justicia pendientes de su aprobación o derogación. Por último, en el año 2006 vio la luz una última clasificación revisable cada cinco años para las bodegas más pequeñas del Médoc -con menos de 5 hectáreas de viñedo- que se agrupan en el Syndicat des Crus Artisans du Médoc.


Por fortuna, las variedades de uva utilizadas no cambian en exceso de unas denominaciones a otras. Cabernet Sauvignon, Merlot y Cabernet Franc son las castas tintas predominantes. Malbec, Petit Verdot y Carmenere son empleadas con carácter minoritario en algunas zonas. En cuanto a las blancas, Sémillon y Sauvignon Blanc son las variedades principales, si bien es posible encontrar otras minoritarias como Sauvignon Gris, Muscadelle, Colombard o Ugni Blanc. Históricamente Burdeos debe su fama a los vinos tintos poderosos y longevos, sin embargo hubo un tiempo en que el estilo de vino más valorado eran los denominados "clarets", a medio camino entre lo que hoy sería un rosado y un tinto de capa media-baja, aunque en la actualidad este tipo de vinos apenas se comercializan fuera del mercado local. Los vinos blancos secos de Burdeos nunca han tenido excesiva demanda comercial, por ese motivo algunos elaboradores los etiquetan como IGP Atlantique y los exportan a precios razonables para su venta en supermercados. Muy diferente es el mercado de los vinos blancos dulces, en particular los procedentes de las zonas más al sur -Sauternes y Barsac, entre otras- elaborados con uvas de vendimia tardía o botritizadas, que alcanzan precios desorbitados en cada añada y que rivalizan con los vinos dulces alsacianos y con los Tokaji húngaros.


Como decíamos, son los vinos tintos de guarda prolongada los que han llevado a Burdeos a la cima del mundo vinícola global. Tradicionalmente se han elaborado mezclando 2 ó 3 de las  variedades tintas principales, con o sin aporte de alguna de las minoritarias. A diferencia de otras zonas, en Burdeos no se vinifica cada variedad por separado sino que se realiza la mezcla de las variedades de uva -assemblée- antes de introducir el vino en las barricas, como contraposición a la mezcla de vinos ya criados -coupage- más habitual en otros lugares. A mediados del siglo XX, algunos avances tecnológicos como el control de la fermentación maloláctica, permitieron dar el salto de calidad definitivo a los vinos de Burdeos. Unas décadas más tarde, tampoco les vino nada mal las opiniones favorables publicadas por un entonces poco conocido Robert Parker, ensalzando las características de la añada de 1982 y permitiendo un ascenso meteórico de la demanda -y por consiguiente de los precios- de los tintos bordeleses, imponiendo sin pretenderlo los gustos norteamericanos de vinos oscuros, con mucho cuerpo, cálidos y apabullantes.


Las casi 120.000 hectáreas de viñedo de Burdeos se extienden a ambos lados del estuario de la Gironda, formado por la desembocadura conjunta en el Atlántico de los ríos Garona y Dordoña. Para diferenciar los vinos y las bodegas, suele hablarse de margen derecha y margen izquierda, en una subdivisión que sin duda resulta insuficiente. En realidad sería más correcto referirse a las cinco grandes zonas geográficas reconocidas por la mayoría de los expertos: Médoc, Graves-Sauternais, Entre-deux-Mers, Libournais y Blaye-Bourg. Entre unas y otras, las diferencias climáticas son escasas, tampoco existen grandes accidentes orográficos que tengan influencia en la orientación de los viñedos y por tanto en las técnicas de viticultura o en la elección de variedades de uva. Sin embargo, existe un factor determinante y son los diferentes tipos de suelos. En la margen izquierda predominan los suelos de gravas con una gran capacidad de drenaje que impide el encharcamiento y numerosas piedras en la superficie que absorben calor durante el día y lo irradian durante la noche. Resultan perfectos para la Cabernet Sauvignon, una variedad de ciclo largo y maduración tardía, que alcanza en Haut-Médoc y Graves su mejor expresión. Por el contrario, en la margen derecha los suelos son menos homogéneos, predominando los arcillo-calcáreos con parches ocasionales de gravas y arenas. Este hecho determina que en la margen derecha las propiedades sean más pequeñas -algunas se ajustan milimétricamente a una caliza o a una arcilla subterránea- así como que la variedad más habitualmente cultivada sea la Merlot, protagonista de los mejores vinos de Pomerol y Saint-Émilion. 


En la zona entre los cauces fluviales del Garona y el Dordoña -entre dos aguas, Entre-deux-Mers- predominan los suelos de limo y arcilla, poco interesantes en general, aunque en ese área se produce la mayor parte del vino que se etiqueta con la denominación genérica AOC Bordeaux. Hay alguna particularidad como son los viñedos para la elaboración de vinos dulces de Cadillac, Loupiac y Sainte-Croix-du-Mont, los cuales sin llegar a la excelencia de sus vecinos de la margen izquierda -Sauternes, Ceron y Barsac- tienen en común con ellos las condiciones de niebla y humedad idóneas para el desarrollo de la Botrytis cinerea y el fenómeno de la podredumbre noble, aunque los blancos dulces más económicos se elaboren con uva pasificada y no botritizada. Pero en esa margen izquierda del Garona no sólo se elaboran vinos blancos dulces. Justo al sur de la ciudad de Burdeos se extiende una zona mítica desde el punto de vista histórico. De los viñedos de Pessac-Léognan y Graves salieron aquellos clarets durante la Edad Media con los que los vinos bordeleses comenzaron a labrar su fama. Hoy en día se elaboran tintos y blancos de calidad, siendo Pessac-Léognan una de las pocas zonas en el mundo en que se acostumbra a realizar crianza en barrica a la Sauvignon Blanc, a menudo acompañada por Sémillon para lograr más cuerpo y volumen, como en el caso del Lune d´Argent 2022 de la imagen de más arriba.


Los extremos más al norte de ambas márgenes han sido tradicionalmente donde se han producido vinos de menor calidad, en especial Bas-Médoc, zona de suelos que anteriormente fueron marismas y que se consiguieron ganar al mar mediante la construcción de diques y canales, así como con labores de drenaje realizadas desde el siglo XVII en adelante. Casi 5000 hectáreas fueron recuperadas en el Bas-Médoc, y durante el breve periodo en que el comercio de los vinos de Burdeos recayó en manos holandesas -apenas 50 años- los tintos procedentes de estos suelos conocidos como palus -ciénaga, charca- alcanzaron cierto renombre y precio. Se trataba de vinos tintos más robustos y tánicos, con mayor capacidad de guarda, más acordes con las necesidades holandesas para su transporte marítimo y su comercialización en las colonias. En la actualidad, se elaboran buenos tintos dominados por la Cabernet Sauvignon que se comercializan con el nombre de Les Crus Bourgeois du Médoc, derivado de aquella clasificación de 1932, pero que no consiguen hacer sombra a los productores de más renombre de Haut-Médoc, Pauillac, Saint-Éstephe o Margaux.


Por último, la zona menos conocida -y la que tiene por tanto más por descubrir- se extiende por el noreste del viñedo bordelés, concretamente por dos municipios -Blaye y Bourg- ambos a orillas del estuario de la Gironda. Sus suelos guardan cierta similitud con los de otras AOCs de la margen derecha, de modo que la Merlot domina los ensamblajes tintos. Fuera del mercado local, resulta prácticamente imposible localizar alguno de los vinos de Blaye, Côtes de Blaye o Côtes de Bourg, pero si se consigue, suelen ser más que correctos y a precios bastante asequibles. Algo similar sucede con los vinos procedentes del extremo más oriental del Libournais, donde han proliferado las AOCs con nombres muy similares a las más prestigiosas -Pomerol, Fronsac y Saint Émilion- aprovechándose de su indudable tirón comercial. Lalande-de-Pomerol, Canon Fronsac, Lussac Saint-Émilion, Montagne Saint-Émilion, Saint-Georges-Saint-Émilion, Puisseguin Saint-Émilion y también Castillon Côtes de Bordeaux producen tintos de mezcla típica de margen derecha a precios mucho más accesibles aunque sin llegar a la excelencia de las denominaciones más célebres.


Si todavía seguís ahí, queridos lectores, quiere decir que aún no habéis tirado la toalla y no os habéis rendido ante la dificultad de comprender el tremendo puzle de los prestigiosos vinos de Burdeos. Lógicamente, vuestra perseverancia tiene una recompensa, de manera que estáis invitados a disfrutar de nuestras notas de cata y opiniones acerca de los vinos catados en este inmenso seminario de Grape Bebop.

Pasad y leed...
 
CHÂTEAU TOURCAUD 2023
Cabernet Franc, Cabernet Sauvignon y Merlot (25-25-50). 4 días de maceración prefermentativa en acero inoxidable. AOC Bordeaux Clairet. Color rojo rosáceo de capa media plus. Frutas rojas muy maduras con recuerdos lígneos y vegetales. Rústico y con cierta sensación terrosa en boca. Más cálido que ácido. Longitud media. Algo pesado en su conjunto.

CHÂTEAU BONNET BLANC 2023
Sauvignon Blanc, Sémillon, Colombard, Muscadelle (75-15-6-4). 4 meses de crianza sobre lías en depósito de acero inoxidable. AOC Entre-deux-Mers. Amarillo pálido. Muy Sauvignon Blanc en nariz, más herbáceo que frutal, con una mínima presencia de los notas florales de la Moscatel, sobre todo a copa parada. Seco y correcto. Fresco y agradable. Leve amargor final y notable acidez. Corto y sencillo en boca.

CHÂTEAU CARBONNIEUX BLANC 2020
Sauvignon Blanc y Sémillon (65-35). Fermentación en barricas y fudres. Crianza durante 10 meses sobe lías con battonage. 25% barricas nuevas. Clasificado como Grand Cru Classé de Graves. AOC Pessac-Léognan. Amarillo medio. Muy varietal y elegante. Agradablemente complejo, con fruta, notas suaves de crianza -vainilla, toffee- y cierta mineralidad. Muy buen equilibrio acidez/alcohol. Interesante, pero sobrevalorado.

DOURTHE Nº1 2021
Merlot, Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc (52-44-4). Algunos lotes realizan la crianza en barricas nuevas de 225 litros y fudres de 80 hectolitros. AOC Bordeaux. Rojo cereza de capa media con ribete granate. Algo inexpresivo en nariz. Frutas rojas y negras con sutiles notas de crianza. Moderadamente secante en boca. Correcto aunque no demasiado complejo.

TOUR PRIGNAC GRANDE RÉSERVE 2020
Merlot, Cabernet Sauvignon y Petit Verdot. Crianza en barricas durante 10-14 meses. 
AOC Médoc. Rojo cereza de capa media-alta con ribete granate. Fruta roja, mentolados y pimienta negra. Menos voluminoso y estructurado de lo esperado.

CHÂTEAU REYSSON 2016
Cabernet Sauvignon, Merlot y Petit Verdot. Clasificado como Cru Bourgeois Supérieur. AOC Haut-Médoc. Rojo picota de capa alta con ribete teja. Frutas negras en compota y piracinas. Cuero, champiñón, clavo de olor, tabaco y una pincelada de acidez volátil. Muy evolucionado, casi al límite de su vida comercial. Teniendo en cuenta que no se trata de una añada tan antigua, sorprende esa evolución, parece más probable algún defecto o problema con el corcho.

CHÂTEAU MONTROSE 2013
Cabernet Sauvignon, Merlot y Cabernet Franc (68-29-3). Crianza durante 18 meses en barricas nuevas y usadas de 8 tonelerías diferentes. Clasificado como 2éme Cru Classé 1855. AOC Saint-Éstephe. Rojo picota  de capa alta con ribete teja. Frutas negras y significativas notas de crianza. Algo menos de estructura que el anterior, especialmente en centro de boca. Excelente. Muy elegante. Todavía con guarda por delante.

CHÂTEAU LASCOMBES 2011
Cabernet Sauvignon, Merlot, Petit Verdot (55-40-5). Crianza de duración desconocida en barricas nuevas y usadas. Clasificado como 2éme Cru Classé 1855. AOC. Margaux. Rojo picota  de capa alta con ribete teja, visualmente muy evolucionado. Fruta negra en compota, piracinas, regaliz y nueces. Ataque algo goloso. Excelente en boca. La Merlot consigue "rellenar" ese centro de boca, aportando estructura y volumen, logrando un resultado final más armonioso.

LA CHAPELLE DE LA MISSION HAUT BRION 2012
Cabernet Sauvignon, Merlot, Cabernet Franc (56-29-14). Crianza de duración desconocida en barricas, una tercera parte nuevas. Segundo vino de la bodega. AOC Pessac-Léognan. Rojo picota de capa alta con ribete granate que insinúa ladrillo. Evolución media. Frutas negras, pimientas y otras especias. Completo y equilibrado. Taninos firmes pero amables, una caricia en boca. Muy elegante y largo. Tal vez nuestro tinto favorito de entre todos los catados.

CHÂTEAU MONTLANDRIE 2018
Merlot, Cabernet Franc, Cabernet Sauvignon (75-20-5). Crianza de duración desconocida en barricas, casi la mitad de ellas nuevas. AOC Castillon-Côtes de Bordeaux. Denominación próxima a Saint-Émilion, con la que comparte tipología de suelos, pero con precios muy competitivos. Rojo picota  de capa alta con ribete granate algo evolucionado. Fruta roja, fruta negra y pimienta negra. Algo secante pero muy correcto en boca. Muy completo, equilibrado y con la mejor relación calidad-precio de todos. La AOC Castillon podría decirse que es el rincón secreto mejor guardado de Burdeos.

CHÂTEAU CANON LA GAFFELIERE 2009
Merlot, Cabernet Franc, Cabernet Sauvignon (55-35-10). Fermentación en cubas de madera. Crianza durante 17 meses en barricas nuevas. Clasificado como 1er Grand Cru Classé-B. AOC Saint-Émilion Grand Cru. Rojo picota  de capa alta con ribete teja. Fruta negra desecada, caja de puros, hoja de tabaco, pimienta negra y clavo de olor. Mentolado y balsámico. Serio y muy elegante.

CHÂTEAU LE BON PASTEUR 2003
Merlot y Cabernet Franc (80-20), porcentajes de viñedo, no del vino. Fermentación en inoxidable y cubas de madera. Crianza de duración desconocida en barricas. Bodega ubicada justo al lado de la célebre Chàteau Petrus, con la que comparte una capa de arcilla bajo las gravas. AOC Pomerol. Rojo cereza de capa media con ribete marrón. Muy perfumado. Fruta negra deshidratada, cedro, tabaco y mentolados. Fino y delicado en boca, aunque le vendría bien un poco más de longitud en el postgusto. Quizás al límite de consumo. Muy agradable, pero tal vez hace unos meses estuvo aún mejor.

CHÂTEAU CLIMENS 2011
Sémillon (100). Elaborado con uvas botritizadas. Fermentación en barricas de roble francés y crianza durante 20-22 meses en las mismas barricas, una tercera parte nuevas. Clasificado como 1er Cru Classé 1855. AOC Barsac. Color ambarino, seductor e hipnótico. Complejidad absoluta. Mieles, naranja escarchada e hidrocarburos, con la compañía del toffee y la vainilla. Magnífica acidez y delicioso dulzor, sin resultar empalagoso ni cansado. Todo un amor en boca.


Concluimos esta aproximación -un tanto apresurada por nuestra parte- a un territorio del que tantas veces hemos escuchado hablar y que sin embargo hasta el momento no había conseguido captar nuestra atención. Ahora que hemos comenzado a resolver el rompecabezas, es más probable que insistamos en concluirlo. Aunque para ello nos quedan todavía muchas piezas por descorchar...