Antes de la ceremonia, en los jardines que rodean la Basílica de Ntra. Señora del Prado |
El traslado a Talavera, casi una hora en coche, no se
hizo largo en principio, pero puedo jurar que no he conducido jamás empleando
menos músculos de mi cuerpo: movimientos suaves, acompasados, sin brusquedad
alguna, todo ello con la finalidad única de preservar la integridad textil de
los atuendos.
Las tierras toledanas en verano no son frescas
precisamente, y el interior de la iglesia no fue una excepción. Los ropajes,
las luces, la emoción y los metabolismos de los presentes contribuyeron a hacer
subir la temperatura en la Basílica de Nuestra Señora del Prado. En el interior de mi levita rondábamos los 40ºC , añadiendo a los más de 32ºC exteriores los de mi
propio organismo. Finalizada la ceremonia y de regreso al aparcamiento, nuevo
via crucis térmico, antes de volver a Toledo.
El banquete se celebró en un marco precioso. El Cigarral Santo Ángel Custodio es una maravillosa sucesión de jardines, patios,
construcciones de piedra y ladrillo, instalaciones a las que los novios habían
añadido un sinfín de detalles para personalizar el acto, todos de exquisito
gusto. No faltaba de nada. El cóctel fue abundante y variado, de soberbia
calidad y presentación, el servicio impecable... Cuando fuimos invitados a
pasar a sentarnos a las mesas, aún seguían saliendo camareros con platos de
jamón perfectamente troceado, el cual con el calor del mediodía, comenzaba a
destilar esa grasilla deliciosa que sólo el ibérico es capaz de sublimar.
En los jardines, durante el cóctel |
Las
mesas estaban dispuestas en un patio porticado, mayoritariamente a la sombra.
Nos instalamos en nuestra mesa previamente asignada y disfrutamos de la velada
compartiendo mantel con varios amigos de los novios, de diversas procedencias,
ocupaciones y estados civiles. De entre todos los presentes en esa mesa tuve el
honor de ser el único al que los rayos del sol iluminaron durante toda la
comida, situación ésta que se tradujo en un considerable incremento térmico en
el interior de mi levita, prenda la cual no obstante permaneció sobre mis
hombros durante todo el tiempo. El único momento tenso del día se produjo cuando una camarera, en su
intento de servir, derramó algo así como litro y medio de salsa sobre el mantel a escasos centímetros de nosotros, a pesar de lo cual logramos salir prácticamente indemnes de semejante
catarata, algo verdaderamente milagroso.
Con María, una buena amiga. Obsérvese a quién le da el sol... |
Entrante de salmón, crujiente de foie y solomillo fue el menú, regado con un verdejo de Rueda y un majestuoso Reserva de Marqués de Riscal 2010. Botella bordelesa, etiqueta, cápsula, corcho y malla dorada, todo acorde con la más respetuosa tradición de la bodega de Elciego. Visualmente se presentó con su característico color cereza picota de capa media-alta, bien cubierto, con ribete atejado y abundante lágrima ligeramente pigmentada de rápida caída. Nariz compleja, pura delicia, frutas negras en licor, mentolados, especias y tostados, todo en su justa medida, nada sobra y nada falta. Puesto en boca, la sensación aún fue mejor: redondo, elegante, sabrosísimo, con cierta acidez muy agradable y fresca, taninos finos y modulados. Final largo y especiado. Delicioso.
Tras el postre fuimos invitados a salir a un mirador
sobre el Tajo donde se celebró el baile, se instalaron las barras y demás. Yo
fui de los últimos en abandonar la mesa, no por querer permanecer más tiempo al
sol, sino porque a tal temperatura mi espíritu comenzaba a fundirse con el de
la silla. Pura alquimia. Tras un momento de duda, pues tuve tentaciones de
quedarme allí al sol a esperar la muerte, salimos al mirador, a la sombra (por
fin...) a tomar algún refrigerio.
La velada se alargó hasta cerca de las 2 de la madrugada, y
pasó como un suspiro entre risas, fotos y algunos otros detalles cortesía de
los novios: minihamburguesas, palomitas, algodón dulce, chuches, chocolate con churros,
etc. No sin cierta pena, regresamos a nuestro hotel encantados y satisfechos, y lo que es más importante, con la dignidad y las costuras
intactas.
Maravillosa boda.Compañía inmejorable.Toledo majestuosa.Pero lo mejor de todo es haber compartido, todo ello, junto con la persona con la que decidí estar hace 21 años.
ResponderEliminarSin miedo a equivocarnos podemos afirmar que fue, sin lugar a dudas, la mejor boda a la que hemos asistido y a la que probablemente asistamos nunca.
ResponderEliminar¿incluida la vuestra?