En las últimas dos décadas la despoblación y el abandono del viñedo han ido de la mano en la Comarca del Jiloca. Verdaderamente se trata de una misma realidad aunque observada desde dos perspectivas diferentes. De manera paralela, el gradual envejecimiento de la población y la falta de relevo generacional, han conducido al cese de actividad en muchos sectores y lamentablemente la viticultura no ha sido una excepción. Se calcula que sólo en las últimas dos décadas se han perdido más de 20 hectáreas de viñedo cada año, tanto por abandono como por arrancamiento. En el año 1980 había aproximadamente 3400 hectáreas de viñedo, superficie que se ha ido reduciendo gradualmente hasta las 150 hectáreas de viña en producción a día de hoy, según las estimaciones más optimistas. Y lo más grave de todo -dejando al margen la edad de dichas viñas, muchas de ellas centenarias- es que la velocidad de destrucción parece acelerarse, sin que las administraciones hagan nada al respecto. Este patrimonio agrícola y cultural del Aragón ancestral más desconocido, parece a día de hoy condenado a la desaparición.
Rafael fue viticultor durante toda la vida, al menos hasta que la edad y los achaques se lo permitieron. Bueno, en realidad el viticultor nunca deja de serlo, si no en cuerpo -los años no perdonan- al menos sí en alma. Aquel viñedo lo plantó su abuelo -en una vaguada cerca de la carretera que sube hacia Orcajo- para celebrar el nacimiento de Rafael, de manera que sus vides tienen tantos años como él, más de ochenta y menos de noventa -al menos eso nos dijeron- concretar más es imposible. La viña de Rafael tiene una orografía curiosa, pues desde su parte más elevada tiene forma de plato hondo. Es un viñedo mestizo, mayoritariamente Garnacha, aunque con plantas de Juan Ibáñez, Provechón y Macabeo. Sin embargo cada variedad ocupa una ubicación en concreto -nada dejó al azar el abuelo de Rafael- según la orientación, la exposición al viento y el drenaje del terreno. Por ejemplo, la Macabeo está ubicada en una pequeña meseta algo apartada, mientras que la Provechón se localiza en el fondo, en la parte más profunda y húmeda de la parcela. Tradicionalmente todas esas uvas se vendimiaban conjuntamente y se llevaban a la Sociedad Cooperativa Santo Tomás de Aquino -ahora rebautizada como Daroca Bodega- donde se introducían en alguno de los 200 depósitos de cemento construidos a final de la década de los años 50 para elaborar vino a granel. Así fue durante años, un negocio muy poco rentable para la cooperativa, pero menos aún para Rafael. Sin embargo, él estaba satisfecho, porque esa actividad tan escasamente lucrativa le permitía disfrutar de los magníficos atardeceres en la viña. Pero pasaron los años, por motivos de salud Rafael tuvo que dejar de trabajar el viñedo y nadie de su familia le cogió el relevo. Sin poda, saneamiento ni limpieza, algunas vides comenzaron a sufrir, casi a agonizar. Y sin fuerzas, ilusión ni ánimo, Rafael pensó que era el fin de aquella viña que plantó su abuelo.
Un interesante proyecto de recuperación de viñas semiabandonadas y a punto de desaparecer diseñado por la Asociación Paisajes del Jiloca nació a mediados de 2020 con la meta de volver a poner en producción viñedos en vías de desaparición. El primer paso fue la creación de un catálogo de viñas en situación de emergencia, la mayoría propiedad de viticultores de avanzada edad o de sus herederos. A través de diferentes mecanismos de cesión, apadrinamiento, crowfunding, micromecenazgo y realización de trabajos no remunerados, se persigue devolver la alegría a algunos de esos viticultores mayores. No será labor de un año ni tarea fácil de ejecutar, pero es más que probable que con la uva de esas parcelas ahora a medio recuperar, se elaboren vinos de calidad que además incorporarán la generosidad y la colaboración de personas anónimas. Serán vinos conseguidos gracias al esfuerzo de muchos, pero serán sin duda vinos de la Ribera del Jiloca.
A la espera de los vinos procedentes de viñedos recuperados -como el de Rafael- Daroca Bodega comenzó en 2019 una nueva andadura para elaborar vino embotellado, incrementando los estándares de calidad y el valor añadido. Su objetivo es la búsqueda del prestigio y los ingresos económicos necesarios para pagar más por cada kilogramo de uva a los viticultores que en la actualidad aportan su cosecha en cada vendimia, así como atraer nuevos socios y aumentar el grado de satisfacción de los actuales. Bajo su supervisión técnica hay viñas de cuatro variedades -Garnacha, Juan Ibáñez, Provechón y Macabeo- y disponen de cuatro vinos en el mercado agrupados en dos marcas comerciales, Daruqa y Marqués de Daroca. Elaboran también vinos por encargo, para distribuidores y tiendas especializadas, con etiquetados personalizados.
MARQUÉS DE DAROCA BLANCO 2019
IGP. Ribera del Jiloca. 100% Macabeo. Viñedo en altura entre 650 y 950 metros sobre el nivel del mar. Suelos pizarrosos. Vendimia manual. Sin prensado. En la vinificación se ha incorporado algún racimo de uvas tintas proveniente de las mismas parcelas. 4 días de maceración prefermentativa y algo de contacto con pieles, parcial skin-contact que se traduce en un interesante color oro rosa. Flores blancas y frutas de pepita en fase olfativa, particularmente pera, también piña y plátano. Poco voluptuoso en nariz, más bien serio y sobrio. Vino del interior, con carácter aragonés, austero pero honesto. Marcada acidez y generoso contenido alcohólico. Queda por descubrir sus posibilidades de guarda. Algo vacío en su paso por boca y ligeramente corto en postgusto. Más gastronómico que por copas, maridaje perfecto con carnes blancas y verduras a la parrilla. Primera añada en el mercado, con buenas sensaciones para reevaluar en años venideros.
MARQUÉS DE DAROCA TINTO 2019
IGP. Ribera del Jiloca. 100% Garnacha. Vendimia seleccionada a mano y fermentación con virutas de roble sin tostar. Elaboración muy cuidadosa, con un solo remontado diario y descubado antes de terminar la fermentación. Precioso color rojo rubí de capa media con ribete violáceo. Azúcar quemado, guindas y moras. Mon Cheri, fruta roja en licor y chocolate con leche. Astringencia nula, taninos dulces bien domados. Notable acidez natural y moderado contenido alcohólico muy bien integrado. Equilibrado, redondo y versátil. Garnacha moderna, especiada y frutal. Muy comercial por copas o en una comida completa. Impecable elaboración, muy acertada esa pincelada de roble "alternativo" que ayuda a fijar el color y a modular la astringencia. Postgusto medio, con recuerdos a los caramelos de café con leche de nuestra infancia.
DARUQA GARNACHA 2019
IGP Ribera del Jiloca. 100% Garnacha. Picota de capa media con ribete rubí. Sincera fruta roja madura, chocolate con leche, especias dulces y laurel. Generosa acidez. Recuerdos metálicos algo incómodos. Fluido, ligero, directo, de "trago largo". Corto y sencillo en boca. Ligero amargor, quizás alguna uva no del todo madura, que interfiere en cata técnica pero que sostiene al vino en su armonización gastronómica. Un vino sincero que habla de tiempos pasados que deben ser recordados en el presente y con un esperanzador futuro.
DARUQA MACABEO 2019
IGP Ribera del Jiloca. 100% Macabeo. Viñedo en altura entre 650 y 950 metros sobre el nivel del mar sobre suelos de pizarra. Vendimia manual. Sin prensado. Bonito color oro rosa. Flores blancas algo marchitas, frutas de pepita y monte bajo en fase olfativa. Serio y no demasiado expresivo en nariz. Marcada acidez y generoso contenido alcohólico. Interesante evolución en botella. Algo más estructurado de lo esperado en boca. Le vendría bien un poco más de longitud en el postgusto.
Muchas más sorpresas nos va a deparar esta bodega con sesenta años de experiencia a sus espaldas. Vinos de variedades tradicionales poco conocidas -como la Provechón o la Juan Ibáñez- vinos de parcelas recuperadas, con nombre, apellidos y una historia que contar, vinos actuales pero con la esencia de los vinos de antes, todos ellos frutales y frescos, gracias a la altitud de más de 900 metros y a los suelos de pizarra. La nueva dirección técnica, el ambicioso programa de recuperación de viñedos olvidados y las excelentes condiciones de la zona para el cultivo de la vid son garantías para un seguro éxito.
Y sentado a la sombra en uno de los laterales de la viña, recordando a su abuelo, más que satisfecho con ver brotar de nuevo sus vides, Rafael vuelve a sonreír...
Gracias por las descripciones gustativas y olfativas. Lo tendré en cuenta si me preguntan.
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