sábado, 9 de agosto de 2014

> Torla y el petirrojo


Postal de Torla


La oscense villa de Torla es la puerta de entrada más habitual al Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, sin duda una de las "joyas de la corona" del Pirineo Aragonés. 

Desde la construcción hace unos años del aparcamiento público y la posterior liberalización del uso del mismo durante la temporada turística, el centro de la población ha recuperado la tranquilidad y el encanto que antaño tuvo. Las construcciones conservan el aire tradicional y el tipismo pirenaicos, tanto las obras nuevas como las restauradas, de modo que la piedra, la pizarra y la madera son los materiales más utilizados. 

Ya desde el pasado Torla ha venido siendo un núcleo comercial importante, vital en el intercambio de bienes y servicios a un lado y otro de la frontera. Allí acudían los contrabandistas a vender lo que pasaban de estraperlo desde Gavarnie a través del Puerto de Bujaruelo, también los pastores a vender sus productos y animales o a comprar utensilios, herramientas y enseres para abastecer sus hogares y establos. En la actualidad, el comercio en Torla tiene una vocación más turística: tiendas de alimentación y tiendas de regalos satisfacen las necesidades de los visitantes.

Sin embargo, una vez al año se recrea el mercado tradicional, este año en concreto fue el penúltimo fin de semana del mes de Julio, y por unas horas los puestos callejeros invaden la plaza. Los responsables de los mismos, ataviados con ropas que recuerdan a tiempos pasados, se esmeran en atender a los visitantes y compradores. Alimentación y artesanía son los dos sectores más representados, y como no puede ser de otra forma, compramos de ambas cosas. Algo de bisutería artesanal, un poco de queso de Saravillo, unas cervezas artesanas del Valle de Hecho... y vino del Somontano.

Compras

Vayamos al vino...


Nos decidimos por el Petret 2010 de Bodegas Ballabriga (Barbastro), elaborado en base a un ensamblaje cada vez más extendido en la D. O. Somontano: mitad Merlot y mitad Cabernet Sauvignon, con un breve paso por barrica, posiblemente nueva, de 6 meses de duración antes de ser embotellado, en una línea similar a la seguida por otras bodegas de la zona (Enate, Viñas del Vero, etc). Externamente se presenta en botella bordelesa de color caramelo, con una llamativa cápsula de color naranja zanahoria, ambas de calidad adecuada. El tapón (que no corcho) es de silicona también naranja, técnica de cierre que no termina de gustarnos pero que según los entendidos es altamente eficaz a la vez que respetuosa con los alcornoques y el medio ambiente.

Petret 2010

La etiqueta es de gran tamaño y llama la atención su colocación apaisada, de manera tal que hace las veces de etiqueta y contraetiqueta al mismo tiempo. Destaca al lado del nombre del vino en vertical, el dibujo de un pájaro, en concreto un petirrojo, denominado en las comarcas más orientales de la provincia de Huesca con el nombre de petret, de ahí el nombre del vino.


Detalle de la etiqueta

Una vez en la copa, en fase visual es de un rojo cereza de capa media-baja con ribete rosado. Lágrima escasa sin pigmentación. En nariz destaca la fruta roja (fresas y frambuesas) y también negra (moras). Pimiento rojo asado y pimienta blanca, aromas habituales en la variedad Cabernet. Madera muy sutil, quizás algo ahumada. Cerrado de inicio, el ataque en boca no resulta del todo grato. Mejora al rato de descorcharlo (destaponarlo sería más correcto), tanto en nariz como en boca, y en la segunda copa la mejoría es evidente. Taninos presentes muy vivos (de nuevo la Cabernet), agradables en general merced al equilibrio que aporta la Merlot, variedad amable de beber en solitario o en coupage. Breve postgusto especiado, con un ligero amargor que empaña algo la valoración final.

Algunos vinos impresionan en fase visual u olfativa. Otros destacan en fase retronasal. Sin duda en el Petret 2010 la fase de la cata en la que mejor se desenvuelve es la fase gustativa. Visual y olfativamente es correcto sin estridencias, el postgusto es demasiado breve y poco evocador, pero la fase gustativa es francamente agradable. Es un vino para beber y para disfrutar bebiéndolo.

Así pues, bebamos...


Frambuesas silvestres
  






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