Una vez superadas las estrecheces rocosas del
embalse de El Grado, el Cinca recupera su morfología más natural y abierta. En
sus orillas reaparecen los bosques de ribera, los canales y las acequias que
van a dar de beber a los cultivos. Es el denominado Cinca Medio, donde el río
deja atrás Barbastro y discurre en dirección a Monzón, regando por su margen
izquierda las huertas de Cofita, pequeña población dependiente desde el punto
de vista administrativo de la vecina y algo más grande localidad de Fonz. Cofita
posee un interesante pasado ligado a la Orden del Temple, como bien atestigua la
iglesia-ermita dedicada a María Magdalena, ubicada en la misma Plaza Mayor y
semioculta por las construcciones aledañas. Incluso antiguamente en sus
inmediaciones se ubicó un trujal donde se pisaban las uvas para que el mosto
discurriera por una conducción subterránea por debajo el templo, de manera que
cada vendimia se obraba el milagro de la transformación del fruto en vino en
ese tránsito bajo suelo sagrado.
Esta tradición ancestral de la transmutación de las uvas en vino, ha vuelto a ser realidad en las inmediaciones de
Las 12 hectáreas de viñedo propio se condensan
en unas 25000 botellas anuales, todas ellas bordelesas de color caramelo
oscuro. La vendimia se realiza manualmente por parcelas y por variedades,
garantizando que las uvas lleguen en condiciones óptimas de salud y maduración
a cada uno de los 8 depósitos de acero inoxidable. Se trabaja con cepajes
internacionales sólidamente implantados en el Somontano oscense -Cabernet
Sauvignon, Merlot, Syrah y Chardonnay- a las que se suma una variedad autóctona
recuperada -Parraleta- y otra más -Moristel- en vías de recuperación. El
único guiño a la modernidad es el empleo de levaduras seleccionadas. En
realidad es una medida de control, un certificado de seguridad de que la
vinificación no tendrá sobresaltos y de que el resultado final será el
esperado. Cuando hay que trabajar con microorganismos, mejor que éstos sean
conocidos y -siempre que sea posible- aliados nuestros. El vino sin
clarificar se mantiene en inoxidable hasta el mes de enero como mínimo para
realizar una decantación natural por gravedad, no sólo los tintos, también el
vino blanco, y se inicia su comercialización un poco más tarde que otras
bodegas.
La crianza se realiza exclusivamente en barricas de
roble americano de tostado medio, en total unas 70-80 unidades con una vida
media de 4-5 usos como máximo. El contenido de algunas barricas
descartadas durante la crianza por el enólogo Ernesto Franco, se vende como
vino a granel. Esta circunstancia puede antojarse como algo contradictorio para
una bodega que apuesta por la elaboración de vinos de calidad, pero sin embargo
tiene su lógica, si se interpreta como una "selección dentro de la
selección" que permite garantizar la homogeneidad de las botellas que se
ponen a la venta. El embotellado de cada vino se realiza en un solo día,
de manera que no se guarda vino en depósito. Los cierres son de corcho siempre
natural, de diferentes calidades en función del vino, originario de
Extremadura, pero adquirido a través de comercializadoras internacionales.
Llama la atención en la contraetiqueta de cada
botella de Bodegas Sers la palabra "fuerza" seguida de un
número. Alguien podría pensar que se trata de algún tipo de calificación del
vino según su potencia o intensidad. Nada más lejos de la realidad. Esa
numeración corresponde a la velocidad media del viento en el mes de Septiembre
del año de vendimia expresada en kilómetros por hora. Nada parece aportar este
dato a las sensaciones organolépticas durante la cata de cada vino, pero si no
fuera por dicha anotación, no estaríamos hablando de ello en este preciso momento.
Meramente una curiosidad...
La sala de catas de Bodegas Sers invita a la
meditación. Mobiliario y paredes de un inmaculado color blanco dan la
bienvenida al visitante. Sus pequeñas dimensiones justifican la limitación en
el aforo de los grupos, más de 10 personas no es aconsejable, pero sobre todo
se comprende desde el punto de vista espiritual. Un suave hilo musical y una
iluminación impecable son el aderezo perfecto para degustar los vinos de la
bodega. Presidiendo la cabecera de la mesa de catas, un mural con un texto que
sólo puede interpretarse como la declaración fundacional de intenciones de
Bodegas Sers: viñedo, suelo, clima y respeto a la naturaleza. Poco que
añadir...
Si hay algo que tienen en común todos los
vinos de Bodegas Sers es su cuidada elaboración. La continuidad es también unos
de sus principales valores, añada tras añada ninguno baja del notable alto, de
manera que podría decirse que son garantía de éxito. Sin embargo, su catálogo
no está exento de ciertos riesgos. Evidentemente no nos referimos al Blanqué -Chardonnay parcialmente
fermentado en barrica- ni al Temple -ensamblaje clásico de Cabernet
Sauvignon y Merlot con crianza- ambos son vinos muy comerciales que al
consumidor medio no le cuesta identificar con la DO. Somontano. Hablamos
del Primer y del Singular, tintos monovarietales
-Syrah y Parraleta, respectivamente- modernos y diferentes, el primero sin
crianza y el segundo con breve paso por barrica, muy alejados de lo habitual,
lo cual quizás sea precisamente el motivo de su éxito. Por todo lo contrario,
el Reserva y del Gran Reserva representan en cierto modo "nadar
a contracorriente" de la actual tendencia a repudiar los vinos con largas
crianzas, el reducido número de botellas disponibles y su indudable calidad
respaldan la decisión de la bodega de continuar elaborándolos, al menos hasta
el año pasado.
La principal novedad de Bodegas Sers para
este año 2020 es el lanzamiento del G.R.18
2016, en nuestra opinión, una sabia decisión que fusiona las categorías
Reserva y Gran Reserva en un nuevo producto más comercial con el nombre de la
ruta senderista que une Fonz con la Ribagorza. Coupage
de variedades internacionales tintas -Cabernet Sauvignon y Merlot- en este caso
con crianza durante 18 meses en barrica. Elegante y entretenido en cata
técnica, hará las delicias de aquellos comensales a quienes les gusten vinos
maduros y complejos. Granate de capa media con menisco ladrillo. Ciruelas
pasas, higos secos, chocolate negro y caja de puros. Balsámico y elegante.
Redondo y equilibrado, con taninos bien domados. Tiene de todo y nada le sobra.
Excelente vino clásico del Somontano con indudable influencia
bordelesa.
Estaremos atentos a las futuras incorporaciones al catálogo. Posiblemente en un futuro no muy lejano se disponga de un tinto monovarietal elaborado con Moristel, otra variedad autóctona recuperada, y quién sabe si por fin verá la luz un blanco totalmente fermentado en barrica.
Sólo Sers lo sabe...
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