Si
lo deseas, empieza por presentarte. ¿Cuál es tu nombre? ¿De dónde eres? ¿A
qué te dedicas?
Me llamo Francisco Orós, nacido en
Zaragoza en 1971. Soy veterinario clínico de animales de compañía y no tengo
nada que ver con el mundo del vino, de manera que no sé muy bien qué hago aquí…
¿Qué
querías ser de mayor?
En realidad, nunca tuve ninguna
predilección. Soy una excepción en mi profesión, donde existe un alto
porcentaje de veterinarios vocacionales. De hecho, dudé entre estudiar medicina
o veterinaria. Por fortuna elegí la segunda, gracias a lo cual tuve la
oportunidad de conocer a Natalia, con quien ya llevo compartidos treinta
años. Ella sí es veterinaria por vocación.
¿Cuál
es tu primer recuerdo relacionado con el vino?
Tengo varios, según la edad. De niño
pasaba mucho tiempo en casa de mi abuela que vivía en el Coso Bajo y recuerdo
que me enviaba a comprar vino a granel al colmado de la esquina. También
recuerdo acompañar a mi padre con las garrafas -ahora se llaman damajuanas- a
la cooperativa de Paniza y probar alguna mistela casi en ayunas. Por último, ya
de adolescente me acuerdo de la botella de Paternina Banda Azul que salía a la
mesa cuando la comida iba a ser importante.
¿Y
el primer contacto “profesional”?
Un fin de semana visitando bodegas en La
Rioja con unos amigos de Santander en el año 2013, comprendí que el vino
trasciende más allá de la copa, que hay muchas cosas que giran en torno a él.
Esos fueron los inicios del blog y tomé conciencia de que debía empezar a
estudiar y a practicar. A la vuelta me matriculé en el primer curso de
introducción a la cata de vinos que encontré.
¿Hay
en tu familia antecedentes relacionados con el vino?
Se podría decir que los hubo, aunque no
los viví en primera persona. Mi abuelo paterno -a quien no tuve ocasión de
conocer- era viticultor en Paniza. Durante la posguerra la familia se trasladó
a Zaragoza y las viñas fueron trabajadas por otros familiares que con el paso
del tiempo terminaron por adquirirlas. Yo nunca tuve relación con el pueblo,
así que mis antecedentes enológicos se perdieron en la noche de los tiempos.
¿Has
recibido formación enológica o eres autodidacta?
Ambas cosas. Miente quien diga que se
aprende a catar sólo asistiendo a cursos. Evidentemente se requiere una
formación, pero lo más importante es adquirir un hábito y una técnica de cata adecuados.
Es fundamental educar los sentidos, practicar la memoria olfativa y resulta de
gran ayuda tener compañeros de cata generosos y desinteresados que se
encuentren en tu mismo nivel, eso te permite crecer mientras se comparten
sensaciones. Al margen de todo ello sí he recibido formación. Más por
curiosidad que por necesidad estudié a finales de 2017 Level 2 de WSET -Wine
& Spirit Education Trust- y se lo recomiendo a todo aquel que desee tener
una visión más global y menos localista del mundo del vino.
¿A
quién invitarías a un vino? (personaje histórico, público o de tu entorno)
Lo he pensado muchas veces y creo que el
elegido sería Jesucristo. En el Nuevo Testamento el vino tiene un papel
protagonista en muchos pasajes, por ejemplo en las Bodas de Caná y desde luego
en la Última Cena. Jesucristo me parece un personaje que trasciende más allá de
la fe y las creencias, representando el eje cardinal de nuestra actual
civilización occidental y de nuestros valores. Seguro que su conversación daría
para más de un vino.
¿Con
quién crees que tienes un vino pendiente?
No tengo ninguna duda. Siempre tengo un
vino pendiente con Natalia, mi apoyo y mi refugio. Ella es quien más padece mi
afición por el mundo del vino, gracias a ella he podido destinar tiempo a catas
y visitas. Aún a pesar de que no lo reconoce, sabe catar francamente bien.
También sé que elegiría un Chardonnay fermentado en barrica y puestos a elegir
lo tomaríamos en una terraza en el Pirineo.
¿Cuál
crees que es la cualidad esencial que se debe tener para catar un vino?
Las mismas que para la vida diaria. Se
debe ser objetivo, sincero, honesto y por encima de todo, respetuoso con el
trabajo de los demás. Hay mucho esfuerzo detrás de cada botella y no soporto
escuchar un comentario despectivo acerca de un vino. Nadie quiere poner en el
mercado un vino de escasa calidad, seguro que todo el mundo intenta hacer las
cosas bien, aunque en ocasiones no se consiga alcanzar el objetivo perseguido. A
veces se producen errores, accidentes y en último extremo están los gustos
particulares de cada uno, pero ante todo debe haber respeto.
Catar,
evaluar o beber vino ¿es lo mismo?
Por supuesto que no, las diferencias son
notables. Para catar y evaluar se requiere una formación previa, sin embargo,
disfrutar tomando una copa de vino está al alcance de cualquiera. A mí me gusta
más la cata que yo califico de “romántica”, con sus aromas descriptores, los
recuerdos olfativos, las sensaciones táctiles y las evocaciones individuales de
cada uno. En los paneles de cata donde los vinos deben ser evaluados y
puntuados no hay opción de hacer eso, su análisis es más sistemático y en
ocasiones algo apresurado. Como cualquier ser vivo, el vino merece algo de
tiempo para ser comprendido.
¿Recuerdas
el mejor vino que hayas probado?
Cada vino tiene su momento, su entorno,
sus sensaciones y sus factores intangibles. Cuántas veces un vino catado en el
viñedo o en la bodega nos colma de satisfacción y más tarde en casa no alcanza
ese nivel. Al margen de todo ello, nunca podré olvidar la primera vez que caté
un vino de Jerez, porque son algo completamente diferente a todo lo demás.
¿Y
el peor?
Dejando a un lado alguno claramente
decepcionante, en realidad todos los vinos tienen más virtudes que defectos. Otro
asunto diferente es si un determinado vino cumple las expectativas y si
proporciona una satisfacción acorde a su precio. Y como he dicho, en
último extremo están los gustos particulares de cada uno.
¿Cuál
es tu sueño (futuro) relacionado con el vino?
Digamos que ese sueño tiene dos partes y
la primera de ellas en cierto modo ya se ha cumplido. Me gustaría viajar,
conocer zonas vitivinícolas y escribir sobre ello vinculándolo con la historia,
la geografía, la gastronomía, el paisaje y las personas. Incluso presentar un
programa de televisión con todas esas experiencias de enoturismo, de manera que
me permitiera obtener los suficientes ingresos como para vivir de ello. Esto
último sería la segunda parte del sueño que todavía está por cumplirse…
¿Qué
significa para ti pertenecer a Winefrikis?
A decir verdad, no conozco un grupo más
heterogéneo de aficionados al estudio del vino. Cada uno tenemos nuestro
trabajo -la mayoría ajenos al mundo enológico- pero en menos de dos años hemos
conseguido llegar a ser un referente en nuestra ciudad para aquellos elaboradores
o distribuidores que quieren salirse de la dictadura de los cauces comerciales
instaurados. Tenemos la ventaja de poder expresar nuestras opiniones con
absoluta sinceridad porque carecemos de interés comercial alguno. Honestidad en
nuestros comentarios, máximo respeto por el elaborador y un nivel de cata cada
vez más autoexigente. Esas son nuestras prioridades. Por supuesto, luego está
el lado humano, porque siempre es reconfortante descubrir que hay más personas
tan locas como uno mismo. Definitivamente, no es bueno que el winefriki esté
sólo…