miércoles, 27 de diciembre de 2023

> El confesionario: Francisco Orós




Si lo deseas, empieza por presentarte. ¿Cuál es tu nombre? ¿De dónde eres? ¿A qué te dedicas?
Me llamo Francisco Orós, nacido en Zaragoza en 1971. Soy veterinario clínico de animales de compañía y no tengo nada que ver con el mundo del vino, de manera que no sé muy bien qué hago aquí…

¿Qué querías ser de mayor?
En realidad, nunca tuve ninguna predilección. Soy una excepción en mi profesión, donde existe un alto porcentaje de veterinarios vocacionales. De hecho, dudé entre estudiar medicina o veterinaria. Por fortuna elegí la segunda, gracias a lo cual tuve la oportunidad de conocer a Natalia, con quien ya llevo compartidos treinta años. Ella sí es veterinaria por vocación.

¿Cuál es tu primer recuerdo relacionado con el vino?
Tengo varios, según la edad. De niño pasaba mucho tiempo en casa de mi abuela que vivía en el Coso Bajo y recuerdo que me enviaba a comprar vino a granel al colmado de la esquina. También recuerdo acompañar a mi padre con las garrafas -ahora se llaman damajuanas- a la cooperativa de Paniza y probar alguna mistela casi en ayunas. Por último, ya de adolescente me acuerdo de la botella de Paternina Banda Azul que salía a la mesa cuando la comida iba a ser importante.

¿Y el primer contacto “profesional”?
Un fin de semana visitando bodegas en La Rioja con unos amigos de Santander en el año 2013, comprendí que el vino trasciende más allá de la copa, que hay muchas cosas que giran en torno a él. Esos fueron los inicios del blog y tomé conciencia de que debía empezar a estudiar y a practicar. A la vuelta me matriculé en el primer curso de introducción a la cata de vinos que encontré.

¿Hay en tu familia antecedentes relacionados con el vino?
Se podría decir que los hubo, aunque no los viví en primera persona. Mi abuelo paterno -a quien no tuve ocasión de conocer- era viticultor en Paniza. Durante la posguerra la familia se trasladó a Zaragoza y las viñas fueron trabajadas por otros familiares que con el paso del tiempo terminaron por adquirirlas. Yo nunca tuve relación con el pueblo, así que mis antecedentes enológicos se perdieron en la noche de los tiempos.

¿Has recibido formación enológica o eres autodidacta?
Ambas cosas. Miente quien diga que se aprende a catar sólo asistiendo a cursos. Evidentemente se requiere una formación, pero lo más importante es adquirir un hábito y una técnica de cata adecuados. Es fundamental educar los sentidos, practicar la memoria olfativa y resulta de gran ayuda tener compañeros de cata generosos y desinteresados que se encuentren en tu mismo nivel, eso te permite crecer mientras se comparten sensaciones. Al margen de todo ello sí he recibido formación. Más por curiosidad que por necesidad estudié a finales de 2017 Level 2 de WSET -Wine & Spirit Education Trust- y se lo recomiendo a todo aquel que desee tener una visión más global y menos localista del mundo del vino.

¿A quién invitarías a un vino? (personaje histórico, público o de tu entorno)
Lo he pensado muchas veces y creo que el elegido sería Jesucristo. En el Nuevo Testamento el vino tiene un papel protagonista en muchos pasajes, por ejemplo en las Bodas de Caná y desde luego en la Última Cena. Jesucristo me parece un personaje que trasciende más allá de la fe y las creencias, representando el eje cardinal de nuestra actual civilización occidental y de nuestros valores. Seguro que su conversación daría para más de un vino.

¿Con quién crees que tienes un vino pendiente?
No tengo ninguna duda. Siempre tengo un vino pendiente con Natalia, mi apoyo y mi refugio. Ella es quien más padece mi afición por el mundo del vino, gracias a ella he podido destinar tiempo a catas y visitas. Aún a pesar de que no lo reconoce, sabe catar francamente bien. También sé que elegiría un Chardonnay fermentado en barrica y puestos a elegir lo tomaríamos en una terraza en el Pirineo.

¿Cuál crees que es la cualidad esencial que se debe tener para catar un vino?
Las mismas que para la vida diaria. Se debe ser objetivo, sincero, honesto y por encima de todo, respetuoso con el trabajo de los demás. Hay mucho esfuerzo detrás de cada botella y no soporto escuchar un comentario despectivo acerca de un vino. Nadie quiere poner en el mercado un vino de escasa calidad, seguro que todo el mundo intenta hacer las cosas bien, aunque en ocasiones no se consiga alcanzar el objetivo perseguido. A veces se producen errores, accidentes y en último extremo están los gustos particulares de cada uno, pero ante todo debe haber respeto.

Catar, evaluar o beber vino ¿es lo mismo?
Por supuesto que no, las diferencias son notables. Para catar y evaluar se requiere una formación previa, sin embargo, disfrutar tomando una copa de vino está al alcance de cualquiera. A mí me gusta más la cata que yo califico de “romántica”, con sus aromas descriptores, los recuerdos olfativos, las sensaciones táctiles y las evocaciones individuales de cada uno. En los paneles de cata donde los vinos deben ser evaluados y puntuados no hay opción de hacer eso, su análisis es más sistemático y en ocasiones algo apresurado. Como cualquier ser vivo, el vino merece algo de tiempo para ser comprendido.

¿Recuerdas el mejor vino que hayas probado?
Cada vino tiene su momento, su entorno, sus sensaciones y sus factores intangibles. Cuántas veces un vino catado en el viñedo o en la bodega nos colma de satisfacción y más tarde en casa no alcanza ese nivel. Al margen de todo ello, nunca podré olvidar la primera vez que caté un vino de Jerez, porque son algo completamente diferente a todo lo demás.
 
¿Y el peor?
Dejando a un lado alguno claramente decepcionante, en realidad todos los vinos tienen más virtudes que defectos. Otro asunto diferente es si un determinado vino cumple las expectativas y si proporciona una satisfacción acorde a su precio. Y como he dicho, en último extremo están los gustos particulares de cada uno.

¿Cuál es tu sueño (futuro) relacionado con el vino?
Digamos que ese sueño tiene dos partes y la primera de ellas en cierto modo ya se ha cumplido. Me gustaría viajar, conocer zonas vitivinícolas y escribir sobre ello vinculándolo con la historia, la geografía, la gastronomía, el paisaje y las personas. Incluso presentar un programa de televisión con todas esas experiencias de enoturismo, de manera que me permitiera obtener los suficientes ingresos como para vivir de ello. Esto último sería la segunda parte del sueño que todavía está por cumplirse…

¿Qué significa para ti pertenecer a Winefrikis?
A decir verdad, no conozco un grupo más heterogéneo de aficionados al estudio del vino. Cada uno tenemos nuestro trabajo -la mayoría ajenos al mundo enológico- pero en menos de dos años hemos conseguido llegar a ser un referente en nuestra ciudad para aquellos elaboradores o distribuidores que quieren salirse de la dictadura de los cauces comerciales instaurados. Tenemos la ventaja de poder expresar nuestras opiniones con absoluta sinceridad porque carecemos de interés comercial alguno. Honestidad en nuestros comentarios, máximo respeto por el elaborador y un nivel de cata cada vez más autoexigente. Esas son nuestras prioridades. Por supuesto, luego está el lado humano, porque siempre es reconfortante descubrir que hay más personas tan locas como uno mismo. Definitivamente, no es bueno que el winefriki esté sólo…



1 comentario:

  1. Muy buena entrevista, tato. Me ha encantado saber también de tus orígenes con el vino y nuestros antepasados conjuntos. Y por supuesto, el apoyo incondicional de Natalia en tus locuras. Un besico

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