Todos tenemos en la memoria la adorable película dirigida por Lawrence Kasdan en 1995 y protagonizada por Meg Ryan y Kevin Kline, una comedia romántica que siguiendo el previsible guión de chico-conoce-chica y tras un precioso recorrido por toda Francia, termina felizmente en un viñedo con las luces del atardecer.
La historia que hoy nos ocupa tiene ciertas similitudes, aunque también algunas diferencias. Digamos que chico francés conoce a chica española y se marchan a trabajar a Francia. Años después deciden regresar a España para hacerse un hueco en el mundo del vino y el negocio es un éxito prácticamente de inmediato. Chico y chica son felices para siempre. Lo que a simple vista parece el guión de otra película, resulta ser absolutamente verídico. Benoit Dussart vino a España a estudiar su último curso de ingeniería. En Valencia conoció a Silvia Pedrón y una vez terminadas sus respectivas carreras universitarias, emigraron a Francia donde durante varios años trabajaron como ingeniero y profesora de matemáticas respectivamente. En 2017 tomaron la decisión de dar un giro radical a sus vidas y recogiendo el testigo del abuelo de ella, se hicieron cargo de la antigua bodega de la familia. En realidad las instalaciones llevaban varios años en desuso, de manera que lo primero que debieron acometer fue una remodelación a fondo, conservando todo lo posible pero introduciendo los materiales y las mejoras necesarias para cumplir con las normativas sanitarias actuales.
Viñedo. Fuente: Facebook de la bodega |
Veía así la luz Bodega Dussart-Pedrón (Los Pedrones, Valencia) adscrita a la DO. Utiel-Requena. Poseen 18 hectáreas totales de viñedo en propiedad, aunque sólo emplean 3 de ellas para elaborar vino propio, el resto de la uva se vende a la cooperativa de la localidad. Elaboran tres tintos monovarietales -Garnacha, Tempranillo y Bobal, todos ellos con el nombre en francés de la variedad de uva- así como un rosado coupage de todas ellas y bautizado obviamente como Le Rosé. En el caso concreto del vino que nos ocupa, el viñedo del que procede la uva con que se elabora Le Bobal 2017 tiene más de 70 años de edad y está plantado en vaso a 740 metros de altitud, con un clima continental y suelos arcillo-calcáreos. Vendimia manual en cajas y doble selección de racimos. Fermentación más bien corta en depósito de acero inoxidable de 3000 litros con levaduras autóctonas y posterior crianza durante 7 meses en roble francés y tinajas de barro.
Sala de crianza. Fuente: Facebook de la bodega |
Preciosa presentación exterior en botella borgoñona de gran calidad y etiqueta sobria pero con personalidad, indicando el número de botella escrito a mano, lo cual siempre confiere un añadido de exclusividad. Rojo picota de capa media con ribete granate, ligeramente opalescente en nuestra opinión, lo cual en absoluto puede considerarse una crítica negativa, en especial si se tiene en cuenta su elaboración puramente artesanal. Mermelada de ciruelas, vainilla y chocolate con leche en fase olfativa. Sanguíneo, férrico y mineral, sobre un suave fondo de tostados y especias. Acidez marcada -influencia directa de la altitud y de la amplitud térmica- característica que lo hace ligero, fresco y alegre en su paso por boca, a pesar de resultar algo licoroso. Astringencia media en boca -excelente trabajo de crianza- y con un leve amargor presente que le ayuda a sostenerlo en longitud.
Tal vez Le Bobal 2017 es el mejor monovarietal de este cepaje que hayamos catado nunca, posiblemente debido a su peculiar elaboración con claras influencias borgoñonas, conservando toda la fruta y con unos suaves aportes de crianza que acompañan sin eclipsar ni molestar. La búsqueda de la sutileza en la copa es la clara demostración de que es posible elaborar vinos elegantes con esta variedad, en contraposición con la tradicional -a la par que obstinada- costumbre de extraer color y estructura hasta el límite para después tener que someter al vino a crianzas largas y agresivas. Nuevas ideas de elaboradores más jóvenes dispuestos a arriesgar y que probablemente sean la clave para que ciertas variedades autóctonas recuperen el prestigio que nunca debieron perder.
Se acostumbra a decir que el amor es la energía que mueve el mundo y si además las emociones surgen entre viñas y barricas, poco más podemos añadir.
C´est une question d´amour, mes amis...
Fotograma final de la película "French Kiss" |
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