Hace algo más de dos meses, nuestra habitual tranquilidad dominical se vio interrumpida por el aviso de llegada de un mensaje por whatsapp. El remitente del mismo era Javier Buil, responsable de la tienda especializada La Corona de L´Ainsa y promotor del proyecto Vignerons de Huesca del que en tantas ocasiones hemos hablado. Hombre de pocas palabras -y por lo visto también de pocas imágenes- su mensaje se limitaba a una fotografía de su mano izquierda sosteniendo una botella de vino en cuya etiqueta no podía leerse ningún tipo de información, tan solo un trazo continuo enlazando varias veces el signo matemático del infinito. Esperamos unos minutos, con la esperanza de que dicha imagen se acompañara con alguna otra información adicional, pero no se dio tal circunstancia. Incluso nos temimos que no deberíamos haber sido nosotros los receptores de dicha imagen y que todo podía haber sido fruto de una confusión. Pasado un tiempo prudencial, con cautela nos decidimos a responder, pero nos surgió la duda de cómo hacerlo. Finalmente optamos por mantener el misterio y respondimos con otro mensaje también críptico: "Inquietante etiqueta..." Afortunadamente una posterior conversación nos permitió finalmente desvelar el secreto.
El vino que hoy nos ocupa es el primero de una serie de vinos exclusivos, elaborados por encargo personal de Javier Buil a diferentes productores, fruto de una estrecha colaboración y una estricta selección en bodega. Estos vinos sólo serán distribuidos a través de La Corona de L´Ainsa y no será posible encontrarlos por otros cauces. Dado que no están dirigidos al público en general, es probable que ni siquiera aparezcan en la web y que sea Javier en persona quien los ofrezca a clientes seleccionados, tanto mejor cuanto más exigentes sean. Todos estos vinos serán producciones muy limitadas -en ocasiones tan sólo unas cuantas botellas- y tendrán en común la puesta en valor del producto de proximidad, una elaboración prácticamente artesanal y el indudable protagonismo de las variedades de uva autóctonas, minoritarias y en ocasiones casi desaparecidas. Serán vinos singulares, únicos e irrepetibles, que tendrán defensores y detractores, pero que serán capaces de transportar a quienes los prueben hasta viñedos desconocidos cuando no perdidos. Conociendo el nivel de exigencia con el que acostumbra a trabajar Javier Buil, la calidad de todos ellos está fuera de toda duda. Con toda certeza serán constantes sus visitas a las bodegas encargadas de la elaboración para conversar con cada elaborador y evaluar periódicamente el rumbo que va tomando cada vino hasta obtener el resultado óptimo.
Comenzaremos por tanto con el análisis de este Batán de Salas Moristel 2020 by La Corona de L´Ainsa. Atractiva presentación exterior, con una botella borgoñona de calidad y una etiqueta que hipnotiza. La contraetiqueta aporta algo más de información, pero tampoco demasiada. 100% Moristel, variedad tinta autóctona en vías de recuperación. Crianza totalmente desconocida, tanto en su duración como en cuanto al material utilizado, aunque francamente respetuosa con la carga frutal. Visualmente se muestra de un intenso color rojo cereza de capa media con ribete rubí. En nariz da la bienvenida una pizca de sobremaduración, para dejar paso a frutas rojas en mermelada -fresas, moras, ciruelas- caramelo de café con leche, lácticos y suaves tostados. Flores azules y pimienta blanca recién molida. Carácter férrico y sanguíneo sobre un fondo herbáceo. Marcada acidez, curiosamente detectable incluso en fase olfativa, que recuerda a vinos más septentrionales. Escasamente tánico, cremoso, de astringencia media, cumple con nota en fase gustativa, resultando muy fresco en boca. Longitud media pero suficiente, sostenida por ese leve amargor herbáceo que se intuye en nariz. Algo extraño y peculiar -sobre todo en fase olfativa- características ligadas a una variedad ya de por sí poco conocida. Un vino diferente con un perfil novedoso y moderno, de corte actual, fresco y frutal, muy alejado de las crianzas dominantes e intensas que todo lo invadieron hace unos años. Una rareza escasa, una pequeña joya.
Esperaremos pacientemente el lanzamiento del resto de vinos exclusivos de La Corona de L´Ainsa, con la seguridad de que todos ellos serán merecedores de nuestro interés. Y lo haremos sin prisa, como aquel viejo reloj de sol con el que hace años alguien decoró la fachada de su casa en uno de los numerosos pueblos abandonados que se encuentran desperdigados por la comarca del Sobrarbe.
Tempus fugit, como diría el clásico.
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