Una escapada
a la Rioja Alavesa
El
enoturismo está en alza. Y sin duda uno de los mejores destinos sigue siendo La Rioja. Aunque para
ser precisos en esta ocasión nos desplazamos un poco más al norte, saliéndonos
de los límites de la comunidad autónoma riojana para adentrarnos ligeramente en
Álava, sin abandonar la
Denominación de Origen de La Rioja. En algo menos de
dos horas desde Zaragoza llegamos a Elciego, pequeña villa con numerosas
bodegas, algunas gigantescas como Marqués de Riscal, pero otras diminutas,
desconocidas, invisibles… pero encantadoras. Nos alojamos en una de ellas,
Bodegas Valdelana, en su recién estrenada casa rural de habitaciones pequeñas
pero completas y acogedoras.
Valdelana: la tradición
Viticultor-bodeguero.
Así figura en el letrero sobre la entrada de su bodega-museo y en sus cajas de
embalaje. Juan Jesús Valdelana es la cabeza visible de esta bodega familiar,
enólogo y representante de la cuarta generación. Cercano y amable, de hablar
pausado y agradable, ha tomado el relevo de su padre al frente de la bodega y
parece estar dispuesto a ceder el testigo en beneficio de su hija.
Juanje,
como todos le llaman, nos acompañó en parte de la visita, fue el responsable de
la proyección de un audiovisual y nos trasladó personalmente en su vehículo a
visitar unos viñedos propios en las afueras de Elciego, situados en lo alto de
una colina sobre un meandro del río Ebro, con unas vistas magníficas.
Precisamente en ese viñedo es donde realiza periódicamente una de las
actividades que más nos llamó la atención: el maridaje estelar.
Valdelana
organiza con regularidad actividades cuando menos originales, complementarias a
la visita de su bodega-museo del siglo XV. Aparte de cursos de iniciación a la
cata, realiza por ejemplo, maridaje de vinos con pinchos, maridaje de vinos con
música clásica y… ¡maridaje de vinos y estrellas! Según nos relató Juanje, la
actividad consiste en acceder durante el anochecer a un viñedo sobre el meandro
del Ebro, y con la ayuda de un programa informático, “capturar” la imagen de
cuatro estrellas en concreto (Estrella Polar, Arquero, Altair y Vega), dichas
imágenes se proyectan en una pantalla mientras se narra una leyenda de la
mitología grecorromana relativa a cada una de dichas estrellas, y con cada
estrella se marida un vino de Bodegas Valdelana. Muy curioso.
Charlando
después con Juanje, nos hizo hincapié en lo que él denomina el “valor añadido”
del vino. Su familia lleva cultivando viñedos y haciendo vino desde hace cinco
siglos, pero en los tiempos actuales no es suficiente hacer buen vino. Con unas
buenas uvas y unos correctos protocolos de elaboración casi cualquiera con un
mínimo conocimiento enológico puede hacer buen vino. El mercado pide algo más,
algo distinto y diferenciador. Por ejemplo, en los últimos años Valdelana ha
realizado un gran esfuerzo para configurar las etiquetas de sus botellas en
idioma Braille, incorporando toda la información de etiqueta y contraetiqueta,
y haciéndolo además con un diseño atractivo, a la vista y al tacto: papeles de
seda italianos, etiquetas con nácar, pinturas en relieve, etc. Atracción en
estado puro. Ver una etiqueta de Valdelana invita a tocarla. Tocarla invita a
abrir una botella. Y abrirla ya se sabe a lo que invita.
Iniciamos
la visita del museo bajando por un laberinto de túneles de piedra, los cuales
sin mucho orden nos llevaron de una estancia a otra. Estas estancias
subterráneas son los denominados “calados”, lugares donde antiguamente se
elaboraba y almacenaba el vino, ya que permitían mantener constantes
temperatura y humedad durante todo el año. En la actualidad, con la excepción
de las bodegas familiares como las que visitamos en Laguardia en un viaje
anterior, la mayor parte de los calados tienen un uso turístico. En Valdelana
los calados han sido transformados en
un museo etnográfico, donde podemos observar fósiles, animales disecados,
restos arqueológicos, antiguas herramientas, maquinaria agrícola y
vitivinícola, pero destaca por encima de todo, una magnífica colección de
fotografías antiguas, en algunas de las cuales fueron retratados familiares y
antepasados de la familia Valdelana. Un viaje en la historia bajo tierra.
No
faltó en la visita el recorrido por el túnel de los sentidos (vista, olfato,
etc) para ir educando nuestra mente para la inminente cata. La cata se realizó
en la propia tienda y a lo largo de la misma se pudo degustar un aceite, un
vino blanco, un vino tinto joven y un crianza. Nos resultó curiosamente
agradable el blanco, más incluso que otros catados meses atrás (Cune Monopole).
El tinto jóven lo calificamos como correcto y el crianza como muy interesante. Los
toques de madera de este último resultan novedosos, tal vez por la
incorporación del roble ruso en la fabricación de las barricas hasta ahora elaboradas
exclusivamente con roble francés y americano.
La
tienda es amplia y rica, no sólo en vinos como es de esperar, sino también en
otro tipo de artículos, como la joyería-bisutería, los elementos de menaje o el
aceite de oliva, procedente también de olivos propios. Después de algunas dudas
resueltas amablemente por Juanje, nos decidimos y adquirimos unas botellas de Ladrón de Guevara Crianza 2010, vino ganador en la Fiesta de la Vendimia y designado como
proveedor de la Casa Real
Española durante 12 meses. No será mal vino si se sirve a diario en el Palacio
de La Zarzuela.
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